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EN UN AÑO, SU IMAGEN FUE PASTEURIZADA POR LOS ACARTONADOS WINDSOR

Diana, la santa mártir de la Familia Real

Sus parientes políticos no sabían qué hacer con la díscola princesa. A un año de su muerte, ganaron la guerra por la imagen.

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Por Andrew Graham-Yooll*

t.gif (67 bytes)  "Ganaron los Windsor. Perdieron los Al-Fayed y los Spencer", afirmó en forma tajante el escritor Andrew Morton, autor de la más explosiva de las biografías de la Princesa Diana y el hombre a quien se le atribuye haber precipitado el divorcio y crisis en la monarquía británica. La memoria de Diana hoy les pertenece a los Windsor, la familia real de la que fue el miembro menos feliz en vida. "Desde su muerte ha habido un intento continuo de reescribir la historia de Diana (la que ella quería contar) para que se adecue a una versión que tiene más parecido con Disney que con Diana", dice Morton. Para el biógrafo, la princesa ha sido pintada póstumamente como más feliz, más alegre, más santa de lo que fue en vida, y ahora parece como si su casamiento con el Príncipe de Gales no hubiese sido tan malo a fin de cuentas.

Morton, un cronista que cubría el circuito de la familia real, logró convertirse en autor millonario y en centro de la crisis matrimonial de Carlos y Diana al publicar su libro Diana, su verdadera historia, en junio de 1992. El libro acaba de reeditarse en Londres con el nuevo título de "Diana, su verdadera historia en sus propias palabras", con el solo agregado de un capítulo preliminar. "Es como si los intentos de suicidio, la bulimia y Camilla Parker Bowles hubiesen sido breves aberraciones sin importancia en una vida color de rosa. Hasta la reacción genuina del pueblo ante su muerte ha sido descripta como incontinencia emocional, una breve epidemia de insania colectiva", dice Morton.

La reedición corregida y aumentada del libro de Morton es uno de los cinco textos que se han publicado --al margen de una serie de colecciones fotográficas y una multitud de artículos que van desde los pañuelos a los platos y las medallas-- en preparación del primer aniversario de su muerte. Uno de estos, El día que murió Diana (The Day Diana Died), del periodista estadounidense Christopher Andersen, arguye que Isabel II de Inglaterra preguntó, al enterarse de la muerte de Diana, "¿Tenía joyas reales en su poder?". La acusación ha sido rechazada como "profundamente hiriente" por la casa real.

Diana, que en vida se halló horriblemente sola como parte de la familia Windsor, ahora es presentada como la figura trágica del entorno familiar. Hay un acuerdo tácito entre el Palacio, los medios y el público para bajar una cortina sobre todo lo que pudo ser desagradable en su vida. Es que la muerte de la princesa produjo una sensación mística en la población y la misma gente que la lloró, que llenó las calles y acompañó su féretro, quiere que su memoria regrese a las nieblas del mito y la magia en donde siempre ubicaron a la nobleza.

Esto facilitó la tarea del Palacio en el proceso de demolición de cualquier oposición. El hermano de Diana, lord Spencer, al principio transformó la casa familiar de Althorp en una especie de Fortaleza Diana, convirtiendo los jardines y hasta el establo en lugares de veneración de su memoria. A Spencer se lo acusó de "hipócrita" ante el precio de los tours y los souvenirs fueron calificados de "kitsch". El arzobispo de York manifestó su desacuerdo con tanta ostentación en muerte para quien en vida dedicó su tiempo a otros. Se cuestionó también cuánto dinero, producto del parque a la memoria a Diana, se destinaba realmente a beneficencias.

Los detractores de Spencer hicieron saber que se alteró el testamento de la princesa muerta: Diana no había dejado nada para proyectos de caridad, y sí sumas considerables a sus ahijados. Ahora, de su herencia de 21 millones de libras esterlinas (37 millones de dólares), se destinaron unas 50.000 libras esterlinas a un fiel sirviente, y las ahijadas no recibieron más que efectos personales como recuerdo simbólico. A Spencer se le permitió poco contacto con sus sobrinos.

Con la familia de Diana bajo control, la Familia Real luego concentró su artillería contra Mohamed Al-Fayed, padre de Dodi, novio de Diana, muerto junto a ella. En forma anónima, los Windsor hicieron saber a la prensa que les desconcertaba que el padre de Dody hablara de conspiración en la muerte de su hijo y de Diana. Sin embargo, Al-Fayed no es el inventor de la teoría de la conspiración en la muerte: varias personas en el entorno de Diana estaban convencidos de que tarde o temprano el "problema Diana" sería eliminado. El príncipe consorte, Felipe de Edimburgo, y Carlos de Gales han cancelado su apoyo a la exposición equina de Windsor, que es promovida desde hace doce años por Al-Fayed, a la que también concurría la reina Isabel. Otro frente que le abrieron al empresario egipcio fue la acusación de la asociación de proveedores de la familia real por menoscabar el Royal Appointment, el uso de símbolos monárquicos que se permite a los que suministran productos a la casa real. Al-Fayed, dicen sus acusadores, usó papel membretado de su tienda, Harrods, con los escudos de la familia real en un conflicto judicial.

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Dody, el último novio de Di
Tras su muerte, lo borraron

 

 

Anulado: El padre de Dody, que primero habló hasta de asesinato, fue reducido a una masa gimiente. Lo acusaron hasta de abusar del escudo real.

 

El rescate de la monarquía después de la muerte de la princesa se logró en parte gracias al primer ministro Tony Blair, que derrotó al gobierno conservador en mayo de 1997. Blair llamó a Diana "la princesa del pueblo" haciendo eco del deseo de la difunta de ser la "Reina de Corazones". Tony Blair fue al rescate de su Reina anunciando que la monarquía cambiaría: se les quitaría formalidad a la vida real y al trato público de la nobleza. Los Windsor se prestaron gustosos a ser parte de una especie de aristocracia populista. El principal beneficiario, el príncipe Carlos, mejoró su relación con la gente en la calle. Antes, con Diana a su lado, Carlos no tenía espacio alguno. También su hijo, el heredero Guillermo, ganó puntos para los Windsor al recibir una entusiasta recepción en su visita a Canadá el año pasado. Los Windsor han recuperado, ante todo, el primer plano, se han lavado la cara, tienen asegurada su descendencia, tienen el control de los príncipes, nietos de Isabel II.

Diez meses después de la muerte de su madre, los hijos de Carlos fueron presentados a la amante de su padre. Camilla Parker-Bowles ya superó su primer acercamiento con los hijos de su festejante, los príncipes Guillermo y Enrique. Irónicamente, fue Diana la que en vida había ridiculizado la seriedad y la ceremonia real y así había iniciado el cambio en las relaciones públicas de la monarquía.

Los Spencer y los Al-Fayed fueron lentamente demolidos no por un ataque frontal ni público, sino por ese truco tan bien usado por las clases altas de Inglaterra: la exclusión social en todos los niveles. Es la máxima venganza del establishment. Ahora, hasta los amigos de Diana y de los miembros de la familia real aseguran que entre Diana y Dodi no había más que una historia pasajera. Se niega su supuesto embarazo como una fábula, también se refutan las últimas palabras de Diana, y la última "entrevista" publicada en Francia es rechazada como falsa.

Mohamed Al-Fayed, que frente a un juzgado en París había tratado a Frances Shand Kydd, madre de Diana, como execrable, y que persistió en describir la muerte de su hijo como un asesinato, ha sido reducido en semanas recientes a una masa gimiente que alega que lo único que buscaba era preservar la memoria de su hijo Dodi como la persona con quien Diana fue feliz. Lentamente, los Windsor recuperaron el terreno que habían perdido desde que el entonces primer ministro británico John Major se puso de pie en la Cámara de los Comunes en Londres el 9 de diciembre de 1992, para anunciar la separación del Príncipe Carlos de Gales, heredero del trono del Reino Unido y Su Alteza Real la Princesa Diana, antes Spencer.

El 20 de noviembre de 1992 y en secreto, un hermano y amigos de Diana ayudaron a sacar de Highgrove, la residencia de los príncipes, los objetos personales de la princesa. Diana había sido excluida por los Windsor de su entorno íntimo, y ahora ella se iba de verdad. En esos tiempos quedaba sólo por dilucidarse qué efecto tendría la separación sobre la continuidad de la monarquía británica y, por extensión, sobre los remanentes de otras varias familias reales europeas, que estaban intentando reciclarse a partir del fin de la Guerra Fría. Después de la separación y mientras Diana vivió, Carlos e Isabel II llevaron las de perder.

Apenas se había cubierto con tierra el ataúd de la princesa se desató una guerra civil entre Windsors y Spencers. El conde Spencer había iniciado las hostilidades con una andanada funérea contra los Windsor, la prensa y los medios, ya antes del entierro en Althorp. La clase política también había sido incluida en el vituperio de Spencer, cosa que hizo más fácil la labor de Blair de encontrar adeptos y convencer a rivales de que Diana estaba muerta y lo que había que salvar era la reputación de la familia real que seguía viva.

El resto es historia: ganaron los Windsor.

* Senior editor del Buenos Aires Herald.

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