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 | REPORTAJE A LA PSICOANALISTA
    EMILCE DIO BLEICHMARMujer, sexo, euforia y deshonor
 
      
        | En el diálogo entre dos mujeres,
        una psicoanalista y una periodista, la sexualidad femenina habla en nombre
 de aquellas mujeres que no fueron llamadas a hablar.
 Emilce Dio Bleichmar,
        argentina, es profesora en Madrid.Hay cambios que el psicoanálisis oficial no logra aceptar.
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 | Por María Ester Gilio  Sigmund Freud no advirtió las desigualdades que
    hacen psicológicamente diferentes a hombres y mujeres, dice Emilce Dio Bleichmar,
    psicoanalista argentina que desde hace veinte años vive en Madrid, donde dirige el
    posgrado en clínica y teoría psicoanalítica El niño y su familia de la
    Universidad de Comillas. Allí escribió La depresión en la mujer, Género,
    psicoanálisis y subjetividad y, el año pasado, La sexualidad femenina. De la niña a la
    mujer (editorial Paidós). En su reciente visita a Buenos Aires, donde dictó el seminario
    Enfoque modular transformacional en la clínica de la infancia, dialogó con
    Página/12. ¿A qué llama sexualidad femenina?
 Este es un concepto bastante complejo. Simplificando podríamos decir que es la
    experiencia sexual en una mente femenina, pero creo que el concepto se podrá ir
    dilucidando a medida que transcurra la entrevista.
 Nuestra cultura ha visto con ojos diferentes creo que eso va cambiando
    las experiencias sexuales de los hombres y las experiencias sexuales de las mujeres. Usted
    se refiere a este punto de su libro.
 Sí, claro, el sexo vivido por las mujeres no es recibido con la misma aceptación
    que el vivido por los hombres. Eso determina, entre otras cosas, que el sexo carezca, en
    las mujeres, de ese efecto euforizante que es común en los hombres.
 Se suele decir que en la mujer es frecuente que el sentimiento de culpa siga al acto
    sexual.
 Sí, es frecuente. En el hombre, en cambio, cualquier tipo de experiencia sexual le
    produce elevación de la autoestima, euforia, bienestar.
 ¿Será por eso que a los hombres les cuesta tan poco ser infieles?
 Claro. La mujer infiel difícilmente escapa al malestar que produce la culpa. Ser
    infiel tiene un correlato que no es nada placentero. Si pensamos que la mayoría de los
    hombres no se sienten mal pagando a una prostituta, esto aparece todavía más alto.
 ¿Por qué cree que hay tantos grupos, con distintos intereses, empeñados en
    discutir este tema de la sexualidad femenina?
 En primer lugar la sexualidad es uno de los temas centrales del hombre y la mujer.
    Una de las grandes motivaciones humanas, tan importante como la vida y la muerte. Y como
    podemos decir que es el hombre quien ha ganado y ha obtenido el placer, ¿por qué habría
    que problematizarse con la sexualidad masculina? La cultura está organizada para el
    placer del hombre. Incluso el derecho.
 Hasta hace unos años, en Uruguay la mujer adúltera perdía los gananciales.
 Hasta 1975, la mujer adúltera iba presa en España. No el hombre. En definitiva, el
    adulterio del hombre no está socialmente condenado. Hacer el amor es euforizante, y la
    simple erección subraya en el hombre su sentimiento de valía. Y todo está organizado en
    torno a esto. La vida, el ocio, los negocios, las conversaciones, la pornografía, los
    chistes verdes.
 ¿Usted está mencionando formas de comunicación entre los hombres en que la
    sexualidad femenina es el tema, el gran tema?
 La sexualidad femenina ha sido la dimensión a partir de la cual el hombre ha
    hablado de la mujer y ha tenido relación con la mujer, y es a partir de ésta que la
    mujer ha tenido un lugar en el mundo. Si algo definió a la mujer, hasta hace medio siglo,
    era servir para el coito y para la reproducción. Pasadas estas etapas las mujeres ya no
    servían para nada. Pues a aquellos hombres no les interesaba ni siquiera hablar con las
    mujeres. La mujer había donado su cuerpo para el placer y los hijos, y ya no tenía más
    que hacer.
 ¿El feminismo pudo entender esta historia?, ¿pudo ver que la injusticia no estaba
    relacionada solamente con el voto y con el salario?
 El feminismo entendió. Se dio cuenta de que el problema nacía con el contrato
    sexual.
 ¿Cómo llegaron a verlo?
 Se apoyaron mucho en el psicoanálisis. Porque Freud, a pesar de lo antifeminista
    que fue, se dio cuenta de que la gente se enfermaba por problemas sexuales,
    fundamentalmente las mujeres.
 La enfermedad de Dora tenía que ver con la represión sexual.
 Claro, él elevó la represión, que enfermaba a las mujeres y del cual no podían
    ni quejarse, a la categoría de hecho académico y científico.
 ¿Qué se había dicho hasta ese momento sobre las mujeres que sufrían histeria y
    otros trastornos de ese tipo?
 Que eran débiles mentales, y sus problemas eran de útero.
 Con su teoría echó alguna luz sobre la realidad.
 La iluminó y la oscureció. Porque la mujer reprime la sexualidad porque
    desea mucho a su padre, dice. Es decir que la culpabiliza; no alcanza a intuir las
    desigualdades en que se desarrollan niños y niñas.
 No ve los mandatos culturales.
 No ve las desigualdades que hacen psicológicamente diferentes a mujeres y hombres.
 Desigualdades impuestas por las mismas mujeres.
 Claro, ellas son las encargadas de hacer esa transmisión a los hijos. La mujer es,
    por mandato social, la gran represora.
 Usted en su último libro menciona la búsqueda de claves que para sus problemas
    emocionales y sexuales hacen hombres y mujeres. Pensando que trabajó en Buenos Aires,
    Caracas y Madrid podría mostrarnos similitudes y diferencias en estas ciudades respecto a
    estas búsquedas.
 Partiendo de un común denominador que le da al hombre todos los derechos, tenemos
    algunas diferencias. En Caracas me impresionó la brutalidad de la desigualdad. En Buenos
    Aires la desigualdad es más encubierta, pero además hay realmente mayor comunicación.
 Y mayor reflexión sobre el relacionamiento entre hombres y mujeres.
 Sí, claro. Cuando llegué a Caracas vi que las mujeres dejaban de existir a los 30
    años. Entre los 20 y los 30 los hombres las miraban. Y las escuchaban porque les gustaba
    mirarlas. Después dejaban de existir. Yo nunca había visto en la mujer una dedicación
    tal al cuerpo, una tal obsesión por mostrar la belleza, la juventud y la sensualidad. Lo
    que había en esa sociedad era una mujer dedicada a cuidar su carne. A veces sentía que
    la mujer era para el hombre como un jamón apetitoso que era necesario comer antes de que
    se seque y se pase.
 Eso así tan exagerado me parece que no ocurre aquí.
 De esa manera no ocurre. En eso había una diferencia con el Río de la Plata. En
    cuanto a España en pleno destape cuando llegué, las mujeres estaban muy
    lanzadas, el gran problema era y es la falta de self psicológico.
 ¿La gente no piensa cómo funciona interiormente?
 El coeficiente de subjetividad es mínimo. Las relaciones son muy exteriores. Los
    amigos no comparten su intimidad.
 En su último libro dice que espera contribuir a una niña menos sexualizada y
    con mayores oportunidades para el gozo, lo cual parece casi contradictorio.
 Sí, pero no lo es. Con sexualizada me refiero al cultivo de todo lo que
    hace de ella un objeto sexual. En esta cultura su interés está mucho más centrado en
    tener atributos sexuales que experiencias que la hagan gozar. La mujer debe ser un
    espectáculo para el otro.
 Su éxito está en ser elegida.
 Nunca en levantarse un tipo para su placer. Ese es el contrato sexual.
 ¿Servir al placer del otro?
 Claro, mientras, el hombre no tiene que mostrar nada. Puede ser el más potente de
    los machos que no necesita mostrarlo en su físico, ni en su arreglo. Sus condiciones
    están allí y no para ser mostradas, ni para hacer de llamador, sino para su disfrute.
 Disfrute que la sociedad no cuestiona. Sin embargo Freud decía que la
    desautorización de la feminidad era un hecho biológico, lo cual según creo quiere
    decir que la mujer está limitada por su biología, por la naturaleza. Es decir no por la
    cultura.
 Claro, Freud decía que con ese proyecto de pene, que era el clítoris, las mujeres
    se sentían inferiores.
 ¿Y era ese sentimiento de inferioridad el que hacía que vivieran mal su
    sexualidad?
 Claro, las mujeres estaban desautorizadas para el placer a causa de su
    anatomía. La anatomía es destino, decía emulando a Napoleón.
 ¿De su anatomía se derivarían las dificultades de la mujer con su sexualidad?
 Para Freud sí. Para otras escuelas las mujeres sufren mucho más problemas sexuales
    por lo fijadas que quedan a la sexualidad infantil.
 A la relación con el padre... De cualquier modo en todo esto ha habido cambios.
    ¿Cómo se produjeron?, ¿a partir de psicoanalistas mujeres?
 A partir de las feministas. Pero estos cambios no terminan de ser aceptados por el
    psicoanálisis oficial. El feminismo sigue siendo sospechoso. Carece de categoría
    académica.
 Una de las cosas cuestionadas por el feminismo fue la famosa envidia del pene.
 Sí, Karen Horney planteó que las niñas, más que envidia, tienen miedo del pene.
    La envidia nace en el momento en que descubren que el varón orina de pie, pero desaparece
    y es sustituida por terror, cuando descubren la transformación del pene en el acto
    sexual, así como los mecanismos del acto. La niña teme la penetración del pene erecto
    en su cuerpo.
 ¿Cuánto hay de biológico y cuánto de cultural en las sexualidades del varón y
    de la mujer?
 La sexualidad viene predeterminada por lo biológico y por lo anatómico. Por las
    hormonas. Pero no bien funcionamos como seres humanos la sexualidad deja de ser biológica
    y es psicobiológica. Es la mente la que desea, la que se inhibe.
 La que permite y prohíbe, aunque, ¿siempre a partir del cuerpo?
 No tanto, porque si bien la sexualidad se desarrolla a partir del cuerpo, quien
    activa esto es el adulto.
 Padre, madre.
 Padre, madre o quien hace las veces, está conformando la experiencia con la niña y
    con el varón de formas diferentes. Por lo tanto, muy tempranamente, la sexualidad ya
    está inscripta en una legalidad diferente.
 ¿Con este planteo explica cómo se llega al género?
 Sí. La sexualidad es humana porque de entrada quien sexuali-za es el adulto, el
    cual ya está inscripto y legalizado en una sexualidad culturalmente dividida y desigual.
 ¿Tiene que ver con estos comienzos la distinta relación que se establece entre
    deseo y placer en mujeres y hombres?
 Claro. El deseo sexual, en el hombre, está facilitado por la cultura, la cual no se
    opone a su realización. En las mujeres, en cambio, el deseo está casi siempre atravesado
    de conflictos. ¿Lo haré? ¿no lo haré? ¿puedo hacerlo aun sin amarlo? ¿y si lo hago y
    deja de amarme? ¿si lo hago y me desprecian? Un hombre no se plantearía jamás estas
    cosas. Esto viene por mandato de género, por mandato femenino. Es algo que está
    inscripto en la mente de las mujeres.
 ¿Cuáles serían, en definitiva, las dificultades que debe sortear la mujer como
    sujeto de derechos sexuales?
 Para empezar, la realización de su deseo no debe colocarla en una situación de
    deshonor, una situación en que se ataque su autoestima, su prestigio. En ese sentido la
    legalidad es ¡tan diferente! Porque nosolamente hay sanciones morales en el orden de lo
    privado. También las hay legales. Ya vimos el adulterio en la mujer y en el hombre.
 ¿Usted piensa que las diferencias de derechos sexuales entre mujeres y hombres
    siguen siendo tan graves?
 Son menos graves, pero falta mucho todavía. ¿Cómo es entendida la libertad en un
    sexo y otro? Mientras el mujeriego sigue siendo un hombre muy atractivo, la mujer que se
    acuesta cuando así lo desea sigue no siendo confiable.
 ¿Por qué cree que Freud pedía a los poetas que lo ayudaran a saber más sobre la
    mujer?
 Creo que él era muy honesto al pedir eso porque la experiencia no es transmisible
    de un género al otro. ¿Cómo podríamos saber las mujeres qué siente un hombre en el
    orgasmo? El es quien tiene que decir qué siente. Sin embargo, toda la vida, la sexualidad
    femenina tuvo a hombres como teóricos. Las mujeres no fueron llamadas para hablar sobre
    su sexualidad.
 ¿Y habrían hablado?
 Tal vez no. Porque sentirían vergüenza y porque temerían perder al hombre. Ya ve
    cuánto falta todavía.
 
 
   VUELTA DE TUERCA SOBRE UNA FRASE DE
    FREUDPara no pasteurizar la peste
 Por Yago Franco*
 
  En toda la obra freudiana
    sobran elementos para sostener que Freud desató una peste psicoanalítica. Reducir el
    mito de la propagación de la peste a una intervención de Lacan, la cual además se
    considera exclusivamente tributaria de la lucha política en la institución
    psicoanalítica de ese momento, tanto como proponer que en nuestro medio la cuestión
    quedó históricamente ceñida a los movimientos radicalizados de los setenta, es un modo
    parcial de abocar la cuestión, que desborda por todos lados el molde en el cual pretende
    ser ubicada ¿para que no moleste más, definitivamente, para que se
    amolde?. Veamos: Freud, 1908, La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna, texto donde
    sostiene que la moral de la sociedad de la época que es una doble moral
    enferma, causa neurosis. Hace un profundo análisis de la moral y de las prácticas
    sexuales, y no deja de lado la coerción que la cultura también realiza sobre la
    agresividad. Treinta años más tarde, en Moisés y la religión monoteísta, retomando
    proposiciones de El problema económico del masoquismo y llevándolas a lo colectivo,
    sostiene Freud que el sentimiento inconsciente de culpabilidad es utilizado por la cultura
    mediante el superyó para ceñir al sujeto a los mandatos de la sociedad. Una sociedad
    mirada desde siempre por Freud de un modo descarnado, con su acostumbrado benévolo
    escepticismo, que incluso alcanzó a sus opiniones referidas al destino de las
    revoluciones socialistas de principios de siglo. Pero una mirada también cargada por la
    búsqueda de una otra sociedad posible, de un otro modo de lazo entre los seres humanos,
    como le hizo saber a Einstein en 1932.
 Y más allá de cualquier cita, fue Freud quien estableció la existencia de una
    sexualidad infantil, de los deseos incestuosos y parricidas, de la pulsión de muerte, de
    la alienación del sujeto en la masa tanto como en sus orígenes narcisistas, del malestar
    en la cultura, de las patologías de las comunidades culturales, y fue también quien dijo
    que la religión es una neurosis obsesiva colectiva... Entonces, no es simplemente un mito
    lo de Freud hablando de una peste: es, acaso, lo que los psicoanalistas entendieron más
    allá de lo que Freud dijera, poniéndolo en sus labios para sentirse autorizados a
    transitar por la cultura con semejante herencia. Lo que sí es cierto es el estado de
    repliegue de cierto psicoanálisis, que tiende a ignorar lo colectivo, y que se
    olvida del inquietante mensaje que éste porta para todo poder. Entiendo así
    que pasteurizar a la peste -peste que no es ni más ni menos que la capacidad que el
    psicoanálisis posee de cuestionamiento de las significaciones instituidas en la sociedad
    de-construidas mediante la asociación libre y la interpretación psicoanalítica
    forma parte de las resistencias de los propios psicoanalistas y sus instituciones ante el
    psicoanálisis.
 
 * Psicoanalista. Su nota responde a otra, de Hugo Vezzetti, publicada el jueves pasado en
    esta sección, según la cual la frase atribuida a Freud al llegar a América
    No saben que les traemos la peste sería apócrifa.
 
 
      
        | POSDATA |  
        | Conurbano.
        Participación del psicólogo en las problemáticas de salud del conurbano
        bonaerense, jornadas del Colegio de Psicólogos Distrito 14, el 25 y 26. 629-4566.Espectador. El lugar del espectador en la obra de arte, para la comunidad. El
        4 a las 19 en Rivadavia 498, Quilmes. Colegio de Psicólogos Distrito 15, 257-3641.
 Psicosis. Clínica diferencial de las psicosis. De Freud a Lacan, los jueves a
        las 19.30 en Espacio de Vida. 664-9277.
 Transferencia. El amor y la transferencia, seminario por Héctor Zablocki en
        Servicio de Psicopato del Hospital Rivadavia, desde el 14 a las 12. Gratuito. 809-2067.
 Enseñanza. Jornadas La enseñanza del psicoanálisis de la Escuela Freudiana
        Argentina, el 5 de 14 a 21 y el 6 de 10 a 19. 961-7908.
 Anticoncepción. Anticoncepción: el derecho de la mujer sobre su propio
        cuerpo, con María del P. Mestre y Ana DAgostino, el 5 a las 10 en Vicente
        López 2220. Gratuito.
 Ocupacional. Jornadas de terapia ocupacional, 11 y 12 en el Hospital Borda. 637-6081.
 Deporte. Seminario Altibajos en el rendimiento y papel de la mente por Marcelo
        Roffé en Ferro, desde el 9 a las 20. 903-0581, 431-8282.
 Quehacer. Quehacer del analista, por Mirta Balma en Nuevo Centro, el 8 a las
        20. 953-4326.
 
 Deporte. Prevención en deporte y salud por Jorge Cayon, y
        Psicología y fútbol por Darío Mendelsohn, el 4 a las 19.30 en Santa Fe 702,
        Accassuso. 747-9885.Violencia. Violencia familiar manifiesta o encubierta,
        jornadas de psicopatología de la niñez de la Asociación Médica Argentina. El 11 y 12.
        814-0634.
 Plenario. Sobre los anteproyectos de ley de salud mental, para
        profesionales del sector público. Convoca: Asociación de Profesionales del Ameghino. El
        8 a las 11, Córdoba 3120.
 Juego. El juego es sin por qué, en Centro Psicoanalítico
        Argentino, hoy a las 20. Invitado: Roberto Raschella. Uriburu 1345, 1º. 823-4941.
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