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Siempre hay un Gil con plata

Jesús Gil y Gil, presidente del Atlético
de Madrid y alcalde de Marbella, quiere comprar el portaaviones “25 de Mayo”.

Don Jesús tiene una larga relación con los argentinos.
Espera el portaaviones pero no se lo pueden vender.

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Por Fabián Ortiz desde Barcelona

t.gif (67 bytes) Cuando César Luis Menotti decidió definir a Jesús Gil y Gil como “un ciclotímico”, el presidente del Atlético de Madrid tardó en reaccionar. Antes de dejarse llevar por lo que más le gusta en este mundo, abrir la boca y darle alegría a su espíritu lenguaraz, Gil pidió la asistencia de su jefe de prensa. “¿Qué significa ciclotímico?”, le preguntó a Alfonso D. Olano. Cuando confirmó que no se trataba precisamente de un elogio a su personalidad, Gil sacó el palo y le dio al Flaco hasta que se quedó descansado.
Eran los primeros pasos de un dirigente (?) español cuya trayectoria profesional (?) está tan ligada a hombres del fútbol argentino como a procesos judiciales por delitos tales como estafa, malversación de fondos públicos y hasta homicidios culposos. Ahora quiere convertir el “25 de Mayo” en un casino flotante en Marbella.
A Jesús Gil, que para mayor desgracia también se dedica a la política (es alcalde de Marbella, ciudad de la Costa del Sol a la que ha convertido en su coto privado), lo han padecido Menotti, José Omar Pastoriza o Alfio Basile. Los tres pasaron por el banco del Atlético de Madrid con idéntica fortuna: intentaron hacer su trabajo de la mejor manera posible y acabaron cerrando de un portazo el vestuario, hartos de las interferencias del voluminoso directivo.
Gil dijo de Menotti que no trabaja el aspecto físico de los equipos que dirige; de Pastoriza, que no trabaja el aspecto táctico; y de Basile, que no trabaja porque se va a dormir muy tarde. En el camino inverso, los tres técnicos coincidieron en señalar a Gil como un dictador que reúne en una sola persona los peores defectos del dirigente arribista. Da motivos, este Gil, para generar pocas simpatías. Famosos fueron sus excesos verbales, teñidos de un profundo color racista, contra el colombiano Adolfo “Tren” Valencia, cuando el delantero pertenecía al plantel del Atlético. Llegó a llamarlo “negro de mierda”. No pudo evitar, tampoco, que se le viera la hilacha dictatorial cuando, en plena conferencia de prensa en las instalaciones del club, se dirigió a un periodista de la radio Antena 3 con un “tú, baboso, te vas a la puta calle”. Esas aristas de su agria personalidad también le granjearon la antipatía, cuando no el desprecio, de sus compañeros y adversarios políticos. Gil se ha peleado con los suyos y con los de enfrente. Tras fundar el G.I.L. (Grupo Independiente Liberal), partido que lo llevó a ocupar la alcaldía de Marbella, fulminó a un concejal de sus colores porque “este tío no se ha enterado aún de que los políticos no pueden decir siempre la verdad” (sic). El concejal había cometido la “torpeza” de admitir que la política de viviendas para todos –Gil se dedica profesionalmente a negocios inmobiliarios– chocaba con la legislación vigente, que prohibía edificar en terrenos calificados como zona verde o no urbanizable. Ahora Gil se cruza otra vez con Argentina, desembarca para comprar el portaaviones “25 de Mayo” y quién sabe si algo más. Ofertas y gangas no le van a faltar: no todos los días llega un gil con guita.

 

No se vende

El dueño del ex portaaviones “25 de Mayo”, Juan Kussrow, aseguró ayer que, debido a las restricciones impuestas por el gobierno nacional, no podría vender el buque a Gil. La nave fue comprada en 320.000 dólares, hace dos meses, por la firma Argocean SA, de la que Kussrow es titular. “La venta del ex portaaviones estuvo sujeta a que su destino final sea el desguace, por lo cual, en las condiciones actuales, no pude atender otro tipo de ofertas”, aclaró Kussrow. Fuentes de la marina aclararon que “dentro de las cláusulas de venta, el artículo 15 fija el destino de la unidad como material en desuso, por lo que el adjudicatario se compromete a utilizarlo o venderlo exclusivamente para su desguace”. Frente a esta restricción, Kussrow opinó que “sólo puede ser eximido por el gobierno argentino”, aunque confirmó que “no estamos pidiendo ni vamos a pedir” este tipo de medidas.

 


 

HISTORIA DEL “25 DE MAYO”
Una joya, nunca taxi

Por Adrián De Benedictis

t.gif (862 bytes) El “25 de Mayo”, construido por Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, fue comprado por Holanda, que luego se lo vendió a la Argentina en 1968. Con el nombre HMS Venerable la armada británica lo botó el 30 de diciembre de 1943. Un lustro después lo adquirió Holanda, que lo bautizó como Karel Doorman. Por desgaste natural, la armada holandesa pensaba sacarlo de servicio en 1970. Pero el buque se incendió dos veces en 1968 y los tiempos se aceleraron. En razón de que su venta como chatarra no hubiera representado una suma superior al millón de dólares, los holandeses recibieron con agrado la oferta argentina, que les permitió obtener el triple de esa suma. El reequipamiento inicial del “25 de Mayo” fue responsabilidad de una empresa holandesa con una importante filial en nuestro país, lo que eliminaba preocupaciones y levantaba algunas suspicacias. El encargado de concretarla en Amsterdam fue el entonces ministro de Economía del gobierno de Juan Carlos Onganía, Adalbert Krieger Vasena.
Desde el año ’88 el buque se encontraba inmovilizado en Puerto Belgrano para el cambio de motores, y el gobierno de Raúl Alfonsín había aprovechado en su momento una partida de alrededor de 200 millones de dólares para su modernización y reacondicionamiento, que se desvanecieron rápidamente frente a la tormenta de la hiperinflación y el cambio de titularidad en la Casa Rosada. En mayo del año pasado, la nave fue objeto de una negociación de la Armada con una empresa privada para convertirlo en un “shopping” flotante en Puerto Madero. En ese momento, el decreto de venta no estaba todavía firmado y además la operación debía realizarse necesariamente por medio de una licitación internacional, lo que excluyó la posibilidad de una venta directa. En 1982, el “25 de Mayo” participó en la guerra de las Malvinas desde áreas seguras del Atlántico Sur y fuera de la zona de exclusión. La decisión de preservarlo corrió por cuenta del almirantazgo, al tanto que las evidentes limitaciones del buque podrían convertirlo en presa fácil de los británicos.

 

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