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Zapatero a tus zapatos


Por Carlos Polimeni


t.gif (67 bytes)  Hay rubros en que la televisión argentina de aire es buena, comparativamente. Las transmisiones futbolísticas en vivo, los programas semanales sobre fútbol y lo que podría denominarse genéricamente la nueva publicidad brillarían en un hipotético concurso mundial de ingenio, creatividad, calidad standard y originalidad. Los ciclos de reflexión sobre la propia televisión --tomando a "CQC" y "PNP" como los mejores ejemplos-- los entretenimientos superproducidos como "El show de Videomatch" y "Sorpresa y 1/2", los cruces entre periodismo y humor (casi todos subsidiarios de "La noticia rebelde") como "La Biblia y el calefón" y las telenovelas de fin de siglo, al estilo de "Gasoleros" y "Verdad consecuencia" son parte central de un modo argentino de hacer televisión que se agiganta cuando se observan otras televisiones, aun las más prestigiosas de Europa.

Hay rubros en que la televisión argentina de aire fue buena y es patética, comparativamente. Los programas políticos: si "Hora clave", que por otra parte es el único que queda en el aire, resulta el paradigma del género... que el resto sea silencio. Los de investigación, como "El otro lado" o, en su estilo fanfarrón "Día D". Los programas de humor --el hábitat de Olmedo (aunque también Porcel y Calabró), Tato Bores, Dringue Farías, Alfredo Casero y los uruguayos de "Hiperhumor", entre otros-- tienen un pasado tan poderoso que cuesta pensar que engendros como "Rompeportones" o fiascos con algo de plagio como "Delicatessen" serán recordados alguna vez como parte de algo. La programación casi completa de ATC, ese raro modo de trabajar dentro de una atmósfera cero, una síntesis de la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. Las telenovelas populistas, como "Rolando Rivas", que fueron reemplazadas lentamente por las de temas históricos para vender en otros mercados, como "Más allá del horizonte" --¿se acuerdan de Osvaldo Laport/Catriel condenado a sacar pechito uruguayo cada vez que lo fotografiaban?-- para que al final a todas se las devoraran los de afuera, realizadas con mayor honestidad cultural.

Hay rubros en que la televisión argentina copia y, según los casos, mejora los originales o los recrea con criterio. La enorme mayoría de los talk shows (que más allá de lo técnico copian una estructura ideológica, que en el fondo supone una burla a la gente que no se da cuenta de que se está burlando de ella otra gente que gana miles de dólares por concretar el truco), los magazines chismosos --"Indiscreciones" o "Rumores"--, los programas fashion, los de cocineros graciosos, y hasta los ideados para chivear la propia programación de los canales --"Versus", "Teleshow", "CNL" lo que se viene-- pertenecen a este paquete. Que encabeza con holgura el de Susana Giménez, que allá lejos y hace tiempo se limitaba a ser una versión argentina de uno de Rafaela Carrá en la RAI y tiene como ejemplo honesto a "Gente que busca gente", versión nacional de "Quién sabe dónde", de la televisión española.

Hay, por fin, rubros en que la televisión argentina jamás ha sido buena, comparativamente. Hay cosas que no pueden copiarse, aun para el público que no conoce el original, como lo demuestra Roberto Pettinato intentando hacer de David Letterman de Las Pampas. Hay otras de las que pueden tomarse las formas más probadas de afuera que no funcionan si la idea es tocar la superficie de las cosas, que es muchas veces la apariencia de las cosas: los noticieros y sus cámaras cazabobos. Las comedias de situaciones son un mascarón de proa de la televisión estadounidense. Son programas de treinta minutos --es decir un bloque de presentación del conflicto, dos de desarrollo y uno de resolución, a un promedio de seis minutos cada uno-- que necesitan de un público adicto, guionistas, decorados y actores, tal vez en este orden. Su anunciado desembarco en la Argentina (hoy comienza en Telefé "Señoras sin señores" y el 9 tiene varias en carpeta) se concreta más como un experimento del que nada tiene que perder que como una apuesta con convicción a un género que, en buena medida, es reflejo de la inocencia y a veces el cretinismo de una parte del público que ve televisión en Estados Unidos. El desembarco de las sitcom en la Argentina (además de convertir en una especie de profeta bizarro, como Fabio Zerpa, que tenía razón, hay marcianos entre la gente, a Rodolfo Ledo, que el 9 despidió este año después de haberle aceptado ese proyecto) demostrará que la distancia que va de Seinfeld a Francella es más grande e insalvable que la que va de Nueva York a Avellaneda. Por suerte, utilizando programas de menos de media hora, ya que entre bloque y bloque van avisos.

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