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Por Eugenio Raúl Zaffaroni *
Las sátiras de Daumier son tan famosas que hoy sus grotescas figuras de hombres togados adornan libros y revistas jurídicas en todo el mundo, fijando para siempre gestos de inenarrable pequeñez. No se las perdonaron: en tiempos borbónicos y del imperio fascista de Napoleón "el pequeño" fue condenado, encarcelado y censurado. Al presentar la exposición, el ministro de Justicia dijo que "el homenaje rendido a Daumier por la institución judicial testimonia que acepta mirarse sin complacencia en el espejo que él le coloca". Y el presidente y el procurador general de la Corte citaron nada menos que a Baudelaire, que destacaba la semejanza de Daumier con Molière. Las dictaduras y los comportamientos demasiado estructurados y estereotipados no soportan el humor, porque destruye la rigidez, y eso es precisamente lo positivo: desarma la estructuración, dinamiza, impide la momificación social, impulsa una dialéctica creativa. El propio destinatario adquiere capacidad para reírse de sí mismo y recrearse en su existencia, como esencia misma de lo humano. De allí que el humor sea detestado por los vocacionales embalsamadores sociales (y a la vez autotaxidermistas). Pero la dinámica social los arrastra: los caricaturizados por Daumier hoy son ignotos. Desaparecieron al extinguirse la efímera forma inmortalizada por el artista, porque fueron incapaces de reírse de sí mismos y de recrearse. Aunque sea difícil asistir, estamos todos invitados a la exposición virtual de fines del siglo XXI. * Director del Departamento de Derecho Penal y Criminología, UBA. |
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