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“LUNA SEDUCTORA”, CON GONG LI
La ley del deseo

El director Chen Kaige, compañero generacional de Zhang Yimou, al que pide prestada su actriz fetiche, ofrece  una singular visión de China en un momento de transición.

Gong Li, la musa de Zhang Yimou, ahora de la mano de Chen Kaige.

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Por Luciano Monteagudo

t.gif (67 bytes) Junto con Zhang Yimou, el director Chen Kaige comparte la responsabilidad de haber encabezado la llamada “Quinta generación” de realizadores que a fines de los años 80 pusieron en el mapa al nuevo cine chino. Se diría que no solamente ese liderazgo comparten ambos realizadores, sino también el rostro más difundido de aquel movimiento, el de Gong Li, la actriz fetiche de Yimou (que la convirtió en la inolvidable protagonista de Sorgo rojo, Ju-dou y Esposas y concubinas) y que fue luego uno de los vértices del triángulo que estructuraba Adiós mi concubina, el melodrama histórico con el que Kaige se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes 1993. Cuando Yimou se internó, con La reina de Shanghai (1995), en el submundo de las mafias chinas de los años 30, también tuvo a Gong Li a su lado. Esta Luna seductora de Kaige, que llega ahora a Buenos Aires con un par de años de demora, parece guardar varios paralelismos con aquel film, empezando por la recurrencia a la misma actriz y siguiendo por el período elegido, cuando China salía de su régimen feudal y Shanghai se convertía en el puerto a través del cual llegaba la influencia económica y cultural de Occidente.
Su estilización extrema de la imagen y el abigarramiento del cuadro en La reina de Shanghai hacía pensar que Yimou bien podía haber tomado como modelo alguna obra maestra olvidada de Josef von Sternberg, como La pecadora de Shanghai (1941), con su reconstrucción imaginaria de Oriente y su estética casi onírica. Y si allí hacía de Gong Li una suerte de Marlene Dietrich china, aquí en Luna seductora Chen Kaige la devuelve a su papel habi-tual, el de una mujer a quien las costumbres atávicas con que fue criada no le impiden intentar tomar el destino con sus propias manos. Ella es Ruyi, la resistida heredera de un antiguo clan familiar, alejado de los cambios del mundo exterior. La familia es dueña de importantes riquezas pero ha sido minada por el consumo de opio: el padre ha muerto, el hermano de Ruyi es víctima de un coma profundo y su esposa vive una extraña relación con Zhongliang (Leslie Cheung), su propio hermano, que huye de esa prisión para caer en otra, la mafia china de Shanghai, de la que se convierte en uno de sus hombres dilectos.
Hay un atractivo innegable en Luna seductora y es el mundo en el que los personajes viven sus pasiones, un mundo sin orden ni ley, regido únicamente por el deseo o la venganza. Todo en Luna seductora parece a punto de colapsar: desde el rígido sistema feudal que impera en el interior del país hasta Shanghai misma, convertida en un gigantesco prostíbulo, sometido al dominio mafioso y al avasallamiento extranjero. No hay ningún horizonte a la vista en las vidas condenadas de Ruyi y Zhongliang, víctimas de una tradición a punto de derrumbarse y que no parece que pudiera ser reemplazada por nada mejor. Si se quisiera hacer una lectura actual de aquel momento, como ha su-gerido el propio Chen Kaige en declaraciones periodísticas, se podría inferir que a través de la decadencia de sus personajes el film está hablando también del hundimiento del actual régimen chino, sin que Occidente (ni siquiera a través de la puerta que dejó abierta Hong Kong) tenga un futuro para ofrecer al país. Con la colaboración del notable cameraman británico Chris Doyle (el mismo de Happy Together, de Wong Kar-wai), Chen Kaige se empeña en darle un constante movimiento al film, un movimiento quizás excesivo, como si por momentos se enredara sobre sí misma. Y así como está logrado el ambiente opiáceo que domina el espíritu de los personajes, no se puede sino reconocer los problemas de orden narrativo que sufre en términos generales Luna seductora, cuyo guión parece haberle dado más trabajo del que pensaba al director cuando llegó a la mesa de montaje. Reiterativo, confuso, a veces ingenuamente freudiano, el film quizá peca en su ambición de tratar demasiados temas de forma simultánea, como si Chen Kaige nunca hubiera terminado de clarificar sus ideas, pero aun así Luna seductora no deja de ser un intento valioso por reflejar el todo a través de sus partes.

 


 

APARECIERON LOS FILMS ARGENTINOS
Mar del Plata no se rinde

t.gif (862 bytes) Como para ir entrando en clima, los organizadores del Festival Internacional de Mar del Plata no quisieron resignar ayer la habitual cuota de caos que suele caracterizar a la muestra. A través de un comunicado de prensa, el Instituto de Cine y Artes Audiovisuales dio a conocer finalmente la lista de films argentinos que se suman a la competencia oficial y –oh sorpresa– tres de los cuatro títulos son los mismos que Julio Mahárbiz había anunciado entre los 27 que integran la sección paralela, “Panorama del cine argentino”. Según el nuevo comunicado, el comité de selección coordinado por Nicolás Sarquís eligió poner a consideración del jurado presidido por el director iraní Abbas Kiarostami tres films que ya figuraban en los rumores previos como instalados en la competencia. Estos son Diario de un cuento, de Jana Bokova, sobre un relato de Julio Cortázar, con Germán Palacios, Héctor Alterio e Ingrid Pellicori; La cara del Angel, de Pablo Torre (hermano de Javier, integrante del comité de selección), con Virginia Innocenti y Mario Pasik; y Mala época, largometraje en tres episodios producido por la Fundación Universidad del Cine, dirigida por Manuel Antín, quien desde un primer comienzo, allá por 1996, fue un ferviente defensor del reflotamiento del festival marplatense de Mahárbiz. El cuarto título local en concurso es El secreto de los Andes, de Alejandro Azzano, con José Luis Alfonzo y la actriz norteamericana Nancy Allen.

 

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