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“Yo no diría que hago cine: hago películas”

Mientras se prepara para el estreno comercial de “5 pal’ peso”, el director independiente Raúl Perrone es objeto de una retrospectiva. “Sufro mucho mis películas: estrenar es un acto de locura”, asegura.

En “5 pal’ peso”, Perrone dirigió a Campi y a Adrián Otero.
El film completa la serie de “Labios de churrasco” y “Graciadió”.

Trama: “No puedo contar las historias de mis películas, para algo las hago. Se pueden contar las películas que tienen guión, y las mías no lo tienen”.

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Por Máximo Eseverri

t.gif (67 bytes) Como extenso prólogo del estreno del tercer largometraje de Raúl Perrone, 5 pal’ peso, el cine Cosmos está proyectando la primera retrospectiva dedicada a este creador de la videoficción. Hasta hoy se exhiben Labios de churrasco (1994) y Graciadió (1997), los dos primeros capítulos de la “Trilogía del Oeste”, que completa su nueva videopelícula. Desde mañana podrán verse trabajos como Bang-bang (1990), Angeles (1992), Jimidín (1995) y muchas otras obras suyas que nunca fueron estrenadas. Sobre estos cortos, la diferencia entre hacer películas y hacer cine y los vaivenes de una ya extensa filmografía dialogó Perrone con Página/12.
–¿Qué parte de su trabajo es el que se repasa?
–Está casi todo, lo que no está es porque no lo tengo o lo perdí. Mucho de lo que filmo tiene el mismo destino que lo que dibujo: lo regalo. Con el tiempo pude llegar a tener un master de mis películas y así empecé a acumularlas.
–Esta es su primera retrospectiva...
–Sí, pensaba que era muy pedante hacer tal cosa y además no tenía tiempo porque estaba todo el tiempo filmando. Pero luego de que algunos me insistieran y de ver lo que había pasado con la exhibición de Labios... o Graciadió pensé: “Parece que tenemos un público”. Hacer una cosa así da mucho miedo, porque sufro mis películas: si van tres personas a verlas me pongo muy mal. Estrenar es un acto de locura.
–Su cine comienza a estrenarse a partir de Labios de churrasco...
–Si tuviera que hablar de mi cine, diría que es un cine ansioso. Siempre hice lo que quise y lo que pude. Todas las películas fueron presentadas en pantalla grande de alguna manera. Con Labios... me dije ¿por qué no el Lorca? La respuesta fue tal que luego ya pensé en salas de ese tipo. Fue un experimento impensado y exitoso.
–¿Cuál es el proyecto en su cine?
–Yo no hago cine, hago películas.
–¿Cuál es la diferencia?
–Hacer cine es una pajería. Depende de travellings, de plata, de grúas, de actores exitosos... Yo hago películas y me cago en los formatos. Sin ser un paladín, con el tiempo demostré que se puede. Elegí una estética y no podría ni querría laburar de otra manera. Sé que nunca filmaría en 35 mm y nunca tendré un sonido perfecto. Sé todo lo que no quiero.
–¿La trilogía es un nuevo capítulo en su filmografía?
–En mis primeras películas hay “un artista plástico que hace cine”, pero que todavía no tiene nada para contar. Más que historias eran búsquedas. El cambio llega con Angeles, donde mis personajes comienzan a hablar y a encontrar sus historias.
–Pero es a partir de Labios... que cambia la edad de sus personajes.
–Cambio porque me canso, me aburro. De hecho Jimidín (el film posterior a Labios...) es una contestación a los que me pedían Labios de churrasco II. Frente a los cines llenos dije “mejor hagamos otra cosa”. Era como decir “a esta mina la tengo que dejar para no enfermarme”. En mis obras hay una búsqueda de motivación fundamental. Esta entrevista sólo sirve si incentiva a otros a hacer películas. Yo empecé por notas que leí sobre Godard o Wenders, o viendo una buena foto.
–¿Qué es lo importante para que el resultado sea bueno?
–Lo importante es no ser soberbio ni grandilocuente. Uno de los males que tiene el cine argentino es tratar de ser todo el tiempo “inteligente”: con frases hechas, contando lo que se muestra, desconociendo que el cine es imagen y que lo que se muestra no se puede decir. Yo no puedo contar las historias de mis películas, para algo las hago. Se pueden contar las películas que tienen guión, y las mías no lo tienen.
–¿Cómo es el proceso de creación en su caso?
–Creo la historia a medida que me voy “calentando” con lo que pasa. Es como seducir una mujer. En 5 pal’ peso, el personaje del tipo que saca las polaroids (Campi) fue el último que se definió, y la escena en la que se lo presenta fue la última en rodarse. Hay improvisación pero no es una chantada, esto que ahora hago fácil me llevó diez años definirlo.
–¿Cómo sigue su trabajo?
–El final de 5 pal’ peso tiene que ver con que estoy podrido de estos pibes. No hay que tomar tan en serio lo que digo, pero por ahora me cansé: ahora voy a hacer una película que se va a llamar Zapada, con Diego Capuzotto, Carca y Campi, una comedia beat, lo que entiendo por beat. Dicho por Allen Ginsberg, es algo así como “exhausto en el culo del mundo, mirando hacia adentro y hacia fuera, rechazado por la sociedad, solo, sabio de la calle”. Eso es lo que voy a hacer.

 

Un decálogo perronista

En coincidencia con la exhibición de sus películas, Perrone editó su libro Retrospectiva en el que, en primera persona, repasa sus títulos y las anécdotas que dejaron sus rodajes. El libro está prologado por una lista titulada “algunos puntos que tengo en cuenta a la hora de filmar”:
1– Filmar con una sola cámara.
2– Cagarse en el formato: si lo que tenés para decir no se sostiene en VHS, tampoco se va a sostener en Beta, en S 8, en 16 ni en 35 mm.
3– Utilizar muchos exteriores, para no discutir con el director de fotografía (y además para ahorrar luz).
4– Utilizar sonido directo. Si es muy bueno, ensuciarlo.
5– Tirar una sola toma. En caso extremo, dos.
6– Trabajar con actores y actrices creíbles, con música de rock y siempre con cuatro o cinco vecinos.
7– El equipo técnico no debe superar las diez personas.
8– El rodaje durará como máximo 8 días.
9– Grabar la música en un portastudio. Si pasa algún auto o ladra algún perro, mejor.
10– Pase lo que pase, terminar la película.

 

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