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Cuál fue la causa por la que perdió Graciela

Graciela Fernández Meijide significó un cambio en la política. Hace 13 meses venció al peronismo. Ayer perdió. ¿Qué le pasó?

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Por Sandra Russo

t.gif (67 bytes)  ¿Le faltó o le sobró? ¿Le faltó seducción, carisma, ese don de eros político para convertir sus palabras en aquellas que cada votante quería escuchar? ¿Le faltó el aplomo del que sí hizo gala su oponente en la interna, se enojó demasiado, exageró la expresividad de sus ojeras? ¿O le sobró diferencia, progresismo, intención de cambio? ¿Le sobró, acaso, progesterona? Es decir: ¿Le sobró su feminidad a la hora de rozar el poder en serio? Puras especulaciones para hacer un balance de este quise y no pude de Graciela Fernández Meijide, una mujer que hace un año parecía desconocer su techo, y hoy, al menos por ahora, ya lo sabe.

Desde hacía semanas las encuestas dejaban en manos de los independientes la suerte de Graciela. Con la política pasa lo mismo que con la religión: así como muchos creen en Dios pero no en sus obispos, otros creen en un dirigente pero no en un partido, o creen en un partido pero sólo aquí y ahora. Ninguna obligación, ningún contrato los empujaba ayer a ese rito colectivo y solitario de la democracia que transcurre en un cuarto oscuro, salvo la voluntad de que fuera ella la que ganara. Graciela tenía el deber no sólo de gustar. Tenía que gustar mucho, lo suficiente como para convertir la simpatía hacia ella en el acto concreto de averiguar el lugar de votación, ir hasta allí, elegir una boleta y depositarla en la urna. A diferencia de una elección general, una elección interna requiere por parte del votante una prueba de amor al candidato: ir a votarlo.

Desde un principio Graciela encarnó el sentido común, la voluntad ética, la compasión de quien ha sufrido y se dirige a los que sufren. Pero el rictus pronunciado de sus últimas apariciones públicas, un tono de furia contenida, la voz grave y segura con la que intentó demostrar su capacidad de tomar decisiones, la prudencia homogenizadora en su relación con De la Rúa parecieron restarle fascinación. Por lo menos eso le pasó, por ejemplo, a Silvia Leiva, de 52 años, comerciante de Congreso. "Fui y la voté, pero el mío fue un voto-despojo, porque ella no me convence del todo. Antes me parecía que ella representaba `lo sin lifting', la veía verdadera, auténtica. Estos últimos meses creo que eso lo perdió, y no lo reemplazó por un saber, por alguna otra garantía. Me cansó el discurso de enunciados abstractos, la ética, la justicia, la honestidad ... Por ahí no es su culpa, pero al menos puede decirse que los demás se apoderaron de ese discurso y ella no puso ninguna ficha nueva en el tablero."

A eso se refiere el semiólogo Oscar Steimberg: al menú concreto de acciones políticas con las que jugó De la Rúa, y a las buenas intenciones a la carta que ofreció la candidata. "Graciela estaba instalada como referente de un sector social y cultural amplio, pero que no abarca a otros sectores más castigados por la situación económica. Esa gente tiene en cuenta las posibilidades de incidencia del candidato en la modificación de relaciones económicas en un plazo evaluable. Graciela intentó captar un voto ideológico, pero para ganar eran necesarios además otros tipos de votos. No son solamente las ideas las que mueven un voto: importó mucho la percepción de posibilidades propias y también externas a las ideas del candidato."

En Bernal vive Luis Salvio, abogado, 32 años. Y dice: "Sí, quería que ganara ella, pero no me importaba tanto como para ir a votar. En la campaña no los vi pelearse ni vi que se hicieran evidentes grandes diferencias entre ella y De la Rúa, así que me quedé en casa". Fanny Valle, que tiene 64, y es profesora en una escuela privada de Ramos Mejía, sí votó. Pero por De la Rúa: "A mí ella me gusta mucho, me parece toda una señora. La voté antes y si quedaba como candidata la votaba seguro. Pero él me da más confianza. Tiene un partido atrás, tiene experiencia, es sensato, qué sé yo".

Para el sociólogo Julio Godio, autor de La Alianza, el mal trago de Graciela tiene orígenes más remotos que las últimas semanas. "Se debería haber hecho otro acuerdo cuando se hizo la unidad, para evitar la interna. Se debería haber acordado la forma de dirigir la Alianza. Por ejemplo, el primer período de gobierno para la UCR, el segundo para el Frepaso. Tendrían que haber protegido más a Fernández Meijide, porque yo no creo que le haya faltado algo a ella, sino que hubo una estrategia para ver quién le ganaba a quién, y no se reparó en que era más inteligente proteger a los dirigentes y especialmente la coalición". Godio indica que, puestos a enfrentarse después de haberse juntado, la UCR llevaba y lleva las de ganar. "Pero la historia no termina acá. Y Graciela tiene que seguir siéndole útil a la Alianza. Es una mujer muy importante en la vida política de este país, y hay que apoyarla desde mañana para que cumpla un papel progresista."

Cómo asimila el Frepaso esta derrota es el tema que hoy se dirime en el riñón de la fuerza. Un dirigente que participó del comité de campaña dice: "Esto nos está marcando que Graciela tenía un límite político, pero hay que tener en cuenta que ella se mantuvo en la cresta de la ola en los últimos tres años, algo muy duro para cualquiera. En la recta final, ya no se trataba de cosas simbólicas ni de promesas: se está hablando del poder en serio. Y Graciela es en cierto modo un producto de la desazón política. No me preguntaría qué le faltó a ella, sino qué estaba reclamando la gente. Y me preguntaría también hasta qué punto caló el menemismo en la cultura, hasta qué punto la gente quiere un cambio real. Porque claramente el cambio venía con Graciela, y con el aire que necesitaba el Frepaso dentro de la Alianza. Votar a De la Rúa es preferir lo conocido, y ahora el desafío es no volver a eso otro ya conocido que es el bipartidismo. Porque si no hacemos un esfuerzo para que el Frepaso no sea metabolizado por el radicalismo, lo que nos espera es lo que ya sabemos de memoria: peronistas y radicales, y se terminó otra alternativa política en la Argentina".

¿Habrá incidido el género de Graciela a la hora de preferir a De la Rúa? Ella misma lo subrayó en las últimas entrevistas. "Cuando un hombre demuestra vocación de poder, todo el mundo se complace. Cuando es una mujer la que está en ese lugar, todo el mundo dice: qué soberbia", dijo. María José Lubertino, dirigente radical que por supuesto apoyó a De la Rúa, admite: "No es serio decir que no ganó porque hay prejuicios contra una mujer gobernante pero ... algo de eso hay. He hablado con chicos jóvenes, con varones que me decían: `Va a ser raro, una presidenta mujer...' Estoy segura de que, desglosados los datos, a Graciela la votaron más mujeres que varones y más jóvenes que viejos. El hecho de que una mujer no está visualizada para manejar un gobierno, en algún punto debió pesar". Después de elogiar largamente a la dirigente del Frepaso, la radical --que admite querer ella misma llegar a la presidencia algún día-- asegura que "con la fuerza de Graciela aspiramos a que en un futuro gobierno de la Alianza haya un 50 por ciento de mujeres en el gabinete y en todos los niveles".

La semióloga Lilia Ciamberlani, por su parte, opina que De la Rúa ganó porque se apoyó "en la acción continua" y que dejó a Graciela "en una especie de interfase, sin poder salir de su lugar de mediadora entre la sociedad y la acción". Se refiere, por ejemplo, a los tachitos de basura azules que muchos porteños vieron invadir sus cuadras de a varios, a las inauguraciones, a los programas de salud que anunció el jefe de gobierno porteño. El tachito de basura lo vio incluso aquel vecino desinteresado en leer los diarios o escuchar la radio. De la retórica de Graciela ese vecino quedó ausente. Sobre la condición de mujer de la candidata, Ciamberlani admite que "en capas profundas, eso está aunque no se diga. El contexto negativo, la situación social, la presión económica ... muchos se deben haber preguntado si esta mujer podría con todo eso. Desde ese punto de vista, ella se vio forzada a demostrar más fortaleza que la que le requirieron al candidato hombre".

Sobre este tema, desde el Frepaso, un dirigente muy cercano a Graciela indica: "Sondeos nuestros mostraban que en los centros urbanos no, pero en circuitos del interior sí incidía que Graciela fuera mujer. Por eso, creo que ella tomó el guante y trató de demostrar que no le faltaba poder de decisión ni de conducción. Pero estar concentrado en eso todo el tiempo te pone tenso, y el que no se relaja no gusta, no encanta".

Informe: Soledad Vallejos

 

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