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CON EL 56% DE LOS VOTOS, HUGO CHAVEZ ES EL PRESIDENTE ELECTO DE VENEZUELA
Un final de telenovela para el golpista

Con un discurso populista que prometía disolver el Congreso y “freír las cabezas” de sus opositores, el ex militar y ex golpista Hugo Chávez obtuvo el 56 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales venezolanas. La “mano dura” llegó al poder.

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El oligárquico Salas Romer.
Su reformismo fue derrotado.
El populista Chávez sale triunfalmente de votar en el caraqueño Colegio de Nuestra Señora del Rosario.
El ex militar golpista venció a Salas Romer por un margen aún mayor al que le auguraban las encuestas.

Por Pablo Rodríguez

t.gif (67 bytes) La tercera, la primera sin las armas, fue la vencida para Hugo Chávez. Luego de dos intentonas de golpe de Estado, el ex teniente coronel del cuerpo de paracaidistas del Ejército venezolano ganó ayer holgadamente las elecciones presidenciales de su país al frente de su coalición Polo Patriótico. En un contexto de crisis política por la desintegración del sistema partidario y económica por la caída mundial del precio del petróleo –fuente casi única de la riqueza del país–, Chávez obtuvo el 56 por ciento de los votos. Su rival Henrique Salas Romer alcanzó el 39 por ciento, también como candidato independiente, pero apoyado a último momento por los partidos tradicionales de Venezuela, el socialdemócrata Acción Democrática (AD) y el socialcristiano Copei. “Mi primer mensaje a los inversionistas es confianza”, anunció Chávez apenas conoció los resultados. Quiere aplacar el pánico desatado por las promesas de campaña: disolución del Congreso, reemplazo de los tribunales de justicia por Comités de Salud Pública y renegociación de los contratos petroleros y de la deuda externa.
Cuando aún no se habían cerrado las mesas de votación, varios dirigentes de la coalición que apoya a Chávez, el Polo Patriótico, asistieron a la embajada de Estados Unidos para reunirse con su titular, John Maisto. Aunque no trascendieron los motivos de la reunión, las noticias de los últimos días dejaban una cosa en claro: la Casa Blanca quiere asegurarse de que Chávez no sea “el cuco” que dice ser. Venezuela es la sexta economía petrolera del mundo y el principal proveedor de crudo de Estados Unidos. El jueves pasado, el vocero del Departamento de Estado norteamericano, James Rubin, anunció que su gobierno estaba dispuesto a revisar la prohibición que pesa sobre Chávez para entrar al país por sus antecedentes golpistas. El militar había respondido en la campaña diciendo que quería “seguir siendo un socio seguro”.
“Mi mensaje es que vamos a restablecer los equilibrios macroeconómicos. No vamos a devaluar, vamos a mantener el sistema de bandas para sostener el equilibrio cambiario y no vamos a aplicar controles de cambio”, dijo Chávez en una entrevista televisiva. “Usted, inversionista de cualquier país, venga, aquí le daremos prioridad y tratamiento respetuoso y adecuado a su capital”, manifestó el ex militar. De este modo, Chávez dio no sólo señales de prudencia sino que apuntó al que había sido uno de los puntos centrales de su campaña y de la de Salas Romer: impulsar otras áreas que no sean la del petróleo para reactivar la economía del país.
Claro que Chávez, además, trataba de cortar los rumores de huida de los capitales extranjeros en caso de un triunfo suyo. Y en el plano político interno, si en los discursos proselitistas hablaba de “freír las cabezas” de los dirigentes y de destruir “sus cúpulas podridas”, ayer llamó a “la hermandad y la fraternidad”, dijo que necesita una “oposición racional” y pidió “tranquilidad y calma” a la hora de los festejos. Apenas se cerraron las mesas de votación, el Polo Patriótico lanzó un comunicado diciendo que “cualquier manifestación de la ciudadanía debe ser absolutamente cívica. No deben proferirse gritos adversos contra nadie”. Ni un ‘muera’, ni un ‘abajo’ para ningún venezolano, sino vivas a la patria, a Venezuela, a la democracia”. Las advertencias del Polo Patriótico hasta sonaron a edicto policial: “Nuestros seguidores no deben tomar bebidas alcohólicas ni ninguna sustancia que altere el estado físico y mental”.
“Estoy seguro que hoy estamos escribiendo páginas de una nueva historia”, afirmó Chávez para no abandonar el tono triunfalista y hasta redentor de su campaña (ver recuadro). Pero entre sus antecedentes más bien extremistas y su prudencia actual existe una distancia que permite dudar de cómo será esa nueva historia. Chávez aseguró en varias oportunidades que, 13 días después de su asunción, convocará a un referéndum para convocar a una Asamblea Constituyente para modificar el actual sistema político. En su proyecto se contempla concretamente laposibilidad de disolver el Congreso para ir hacia “otras formas de participación democrática”.
Los referentes ideológicos que él y quienes lo analizan enumeran, no aclaran este carácter “democrático”. Chávez se define asimismo como “bolivariano”, lo cual sólo expresa, en sus palabras, “que quiero la felicidad de mi gente”. En varias ocasiones elogió a Fidel Castro pero ahora dice que ni piensa en una “dictadura comunista”. No pretende compararse con Perón “salvo por sus ideales de justicia social”. Muchos lo asimilan a los carapintadas argentinos por su carácter golpista y porque sus bases de apoyo provienen de la suboficialidad militar. Y la idea de los Comités de Salud Pública trae resonancias de la época del “terror” de la Revolución Francesa. Sin embargo, en su prudente lavado de cara, hoy se reconoce cercano a la “Tercera Vía” europea.
Lo único que queda claro de su triunfo es que AD y el Copei, los partidos que dominaron la política venezolana en los últimos 40 años, resultaron aplastantemente derrotados: a último momento renunciaron a sus propios candidatos para apoyar a Salas Romer, alguien que criticaba con igual dureza que Chávez a la dirigencia política. En ese sentido, es cierto que “se inicia una página nueva”, a espaldas de las cúpulas partidarias, pero todavía no se sabe qué contendrá.

 

Chávez, bendito por tevé

“Bendición, papá.” Este fue el pedido de Hugo Chávez apenas terminó de votar, cuando un canal de televisión lo conectaba en directo con su padre, Hugo de los Reyes Chávez, gobernador electo en su estado natal de Barinas, 400 kilómetros al sur del país. Profundamente católico, Chávez hijo se había persignado antes de subrayar su tarjeta de voto y ponerla en la máquina de escrutinio electrónico. “Hugo presidente”, empezó a bramar la multitud de seguidores después de la bendición, mientras el candidato populista explicaba a los periodistas: “Vean los rostros de esta gente, están construyendo en familia y con su honor su propio futuro”. Chávez había cerrado el jueves su campaña electoral comparándose con su admirado Jesucristo: “Los que quieran salvar a la patria síganme, como dijo Jesús”, dijo Chávez. Sus partidarios habían entendido el mensaje mesiánico de redención venezolana, y desplegado didácticas pancartas con inscripciones como “Chávez nuestro que estás en el poder, santificado sea tu golpe”. Hoy el ex militar y ex golpista, que ayer votó por primera vez en su vida en una elección presidencial, está por fin en el poder.

 


 

MILITARES CHILENOS EN ALERTA ANTE POSIBLE JUICIO A PINOCHET
“Si no lo liberan a mi general...”

t.gif (862 bytes) Si fracasan las gestiones para regresar a Chile a Pinochet, “no quiero imaginar un golpe de Estado pero, realmente, a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas se les haría muy difícil la situación en el interior de los cuarteles”, dijo ayer el general retirado Guillermo Garín en El Mercurio. “Si no lo liberan a mi general, podría ocurrir cualquier cosa”, agregó el ex oficial, que secundó a Pinochet como vicecomandante en jefe del Ejército hasta 1998 y se contó durante 15 años entre sus más estrechos colaboradores. Una opinión coincidente emitió Ernesto Videla en un diálogo con “Ultimas Noticias”: “... no veo pronunciamientos militares, ni cosas por el estilo”. Pero, “¿qué puede pasar? No sé. Y es lo que más me inquieta”, añadió. Entretanto, el diputado laborista británico Jeremy Corbin anticipó al diario La Tercera que su amigo, el ministro del Interior Jack Straw, se pronunciará a favor del juicio por la extradición de Pinochet pese a las presiones de Chile y Estados Unidos.
La prolongación del arresto del ex dictador Augusto Pinochet en Gran Bretaña o su procesamiento en España amenazan con llevar a Chile a un clima de convulsión: éste es el resumen de las declaraciones de ambos generales del Ejército chileno, entrevistados para las ediciones de ayer domingo por los dos diarios de Santiago. Videla, ex vicecanciller del régimen pinochetista (1973-1990), previno sobre anormalidades instantáneas frente a vejaciones al ex presidente de facto. Vaticinó que “la reacción de este país sería violentísima” si por ejemplo se lo viera a Pinochet declarando ante sus jueces con las manos esposadas.
El ex dictador por casi 17 años, jefe del Ejército por un cuarto de siglo y actual senador vitalicio al amparo de una Constitución elaborada durante su régimen, arraigado judicialmente en Londres el 16 de octubre, a pedido del juez español Baltasar Garzón, espera la decisión política del gobierno británico, cuyo Ministerio del Interior deberá expedirse el próximo viernes sobre si proceder judicialmente con la extradición. Según algunas fuentes, el juicio en Londres, en caso de una decisión favorable del ministro del Interior Jack Straw, podría durar de seis meses hasta dos años.
Garín evitó calificar como un error uno de los casos emblemáticos de la represión de opositores, el de los militantes comunistas Guerrero, Parada y Nattino, que fueron secuestrados y degollados a sangre fría por agentes gubernamentales en marzo de 1985. “Se trataba de impedir que estos movimientos subversivos hicieran daño al resto de los chilenos. ¿Cuántas muertes se evitaron? La convivencia nacional estaba alterada; la ofensiva exterior fue tremenda; había una idealización del presidente Allende (depuesto por los militares en 1973)”, explicó el ex general. Pinochet “trabajó 16 horas diarias para sacar al país del abismo, no para decir: CNI (policía secreta) vaya a tal población, detenga a tal mirista (izquierdista) y ejecútelo”, aseguró Garín.
Estas declaraciones fueron publicadas la víspera de una nueva reunión del cuerpo de generales del Ejército de Chile con el comandante en jefe, Ricardo Izurieta, quien les entregará el lunes un informe sobre la situación legal del ex mandatario de facto. La conferencia será la tercera que congregue a los generales desde la sorpresiva captura preventiva de Pinochet. La oficialidad ha expresado anteriormente su “preocupación”, “indignación” y “frustración” por el arresto de Pinochet.
En una entrevista al corresponsal del diario La Tercera, el parlamentario laborista Jeremy Corbin, que se posicionó como la cara visible de los ingleses partidarios de la extradición del ex dictador, dijo que Straw se decidirá rápidamente por enviar a Pinochet a España, pues “resolverá según los principios que siempre ha defendido”. Según Corbin, para un defensor de los derechos humanos como Straw, quien participó en protestas contra Pinochet en Santiago en los años 80, sería “muy complicado si no envía a Pinochet a España: si lo hace, daría carta blanca a todos los dictadores que han cometido atrocidades sin recibircastigos”. Admitió que Straw está bajo presiones de Estados Unidos, de Chile, pero también de sus propios correligionarios laboristas.

SUBRAYADO
El Caudillo no está solo

Por Claudio Uriarte


Aparentemente, el fenómeno nacional-populista autoritario de Hugo Chávez en Venezuela va a contracorriente de todo lo que ocurre en América latina. Por lo menos es cierto que va a contracorriente del esquema norteamericano sobre lo que debe ocurrir en América latina: la gradual normalización de la región en democracias pluralistas con economías de mercado. Chávez, dentro de este esquema, es una anomalía que parece sacada de la década del ‘70: “El Comandante” es un ex golpista que ha hablado de freír las cabezas de sus enemigos y cuya propuesta de Asamblea Constituyente equivale para ellos a la disolución del Congreso, el ataque a los partidos tradicionales y la suspensión de las garantías individuales. Por lo menos, éste es el programa –y la retórica– con que Chávez se ha catapultado al poder.
Pero un examen más minucioso muestra que Chávez no es tan excepcional como parece. En Paraguay se ha instalado una situación de dualidad de poderes entre el Ejecutivo por una parte y el Parlamento y la Corte Suprema por otra, y no hay dudas sobre quién tiene el apoyo de la mayoría de los paraguayos: el general ex golpista Lino Oviedo, el poder detrás del trono de su amigo, el presidente Raúl Cubas. En Perú, el independiente Fujimori arrasó en las elecciones de 1990 para luego consumar un autogolpe con apoyo militar que posteriormente fue plebiscitado y confirmado electoralmente por sustanciales mayorías –aunque el desgaste de nueve años y la falta de resultados en una mejora de la distribución del ingreso empujen ahora hacia abajo la tasa de aprobación del presidente–. Y en Bolivia, el año pasado llegó al poder en elecciones democráticas el general Hugo Banzer, figura tradicional del golpismo si las hay.
Estos tres fenómenos, que tienen en común su origen en una descomposición profunda de las clases políticas tradicionales y en situaciones de gran corrupción y de caos, podría sugerir la existencia de una América latina de dos velocidades. En parte, esto es verdad: la tensión entre clases y el pánico de las clases altas que caracterizan a Venezuela difícilmente puedan compararse a lo que ocurre en, digamos, Argentina o Brasil. Pero incluso en Argentina y Brasil, la modificación de las respectivas constituciones para permitir las reelecciones de Menem y Cardoso delata la presencia de un concepto de líder insustituible que difícilmente se acomoda a la democracia perfecta. Las noticias de la muerte del caudillo latinoamericano son, por el momento, exageradas, más allá de lo que pase desde hoy en Venezuela.

 

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