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METODO


Por Antonio Dal Masetto

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t.gif (862 bytes) Personaje uno: Pizarro, ex médico municipal, viudo, agnóstico, posee una casita, recibe modesta jubilación. Personaje dos: su hija María Magdalena, 30 años, católica fervorosa, segundo año de carrera de Letras en El Salvador, ama de casa, madre de cinco chicos. Personaje tres: Echegoyen, 35, marido de María Magdalena, también creyente aunque un poco menos, secretario en un juzgado laboral. Todos viven en la casita de don Pizarro, que es quien me cuenta la historia.

María Magdalena y Echegoyen tuvieron el primer hijo porque lo deseaban, después quisieron parar. Aplicaron el método Ogino, el de los días seguros, admitido por la Iglesia Católica.

--He visto incrementarse muchas proles con ese sistema japonés --comentó.

--Es nuestro caso. Ahora tengo cinco nietos. Mi hija y mi yerno dejaron de tener relaciones por temor a nuevos embarazos. Echegoyen había propuesto usar profilácticos.

--¿Y ella qué dijo?

--Dijo que ni ebria ni dormida, que no está permitido. Con la abstinencia, Echegoyen andaba como una fiera enjaulada junto a un pantano con mosquitos. Mi temor era que hiciese la valija, dijera adiós y desapareciera. Entonces quedarían seis bocas para alimentar, además de la mía, con el único ingreso de mi jubilación. Hablé con Echegoyen. Nunca nos tuvimos mucha simpatía pero esta vez hicimos causa común, cada uno en defensa de sus intereses. La encaramos a María Magdalena y le hicimos una pregunta fundamental: ¿Y si los preservativos estuviesen bendecidos?

--¿Y ella qué dijo?

--Que ningún sacerdote estaría dispuesto a bendecirlos.

--Argumento de fierro.

--Le explicamos que no hacía falta hablar con el sacerdote. Lo que importaba era que, cuando impartiera la bendición con el hisopo, una gota cayera donde tenía que caer. Es agua bendita, al tocar el objeto expuesto lo bendice también. Es algo que está más allá de las voluntades humanas.

--¿Y ella qué dijo?

--Que de esa manera tal vez podría transigir, pero quería pruebas. Le sugerimos que nos acompañara en tal expedición y que comprobara ella misma.

--¿Y ella qué dijo?

--Que jamás se sometería a semejante bochorno. Entonces le propusimos traerle fotos. Conseguimos una cámara de alta velocidad con teleobjetivo. Fuimos a la iglesia del barrio. Nos acomodamos adelante. Echegoyen llevaba un profiláctico en el puño y cuando el cura empezó a sacudir el hisopo estiró el brazo y abrió la mano. Yo meta disparar fotos. El tema era pescar la gota en el momento de llegar a destino.

--¿Resultó?

--El cura se dio cuenta y nos condenó al fuego eterno, unas ancianas piadosas nos sacudieron unos carterazos, el sacristán nos corrió a escobazos. Probamos en otras iglesias. Le sugerí a Echegoyen que, teniendo en cuenta las dificultades, llevara unos cuantos preservativos en el puño, para no andar arriesgándose a cada rato. Salimos durante días, cada vez más lejos del barrio. En todas partes carterazos, escobazos y condena al fuego eterno. Hicimos revelar algunas fotos que no estaban mal, se veía la mano extendida y el cura bendiciendo. Se las llevamos a María Magdalena.

--¿Y ella qué dijo?

--Que no era prueba suficiente.

--A mi entender eso ya es ser caprichosa.

--De noche yo le imploraba a Guillermo Tell: Querido Guillermo, patrono de todos los aciertos, vos que pudiste darle a una manzana en la cabeza de tu hijo, hacé que caiga una gotita en el lugar adecuado. Tuve una idea. Le propuse a Echegoyen que lleváramos una canastita de mimbres, bien llena, con tapa. Cuando llegara el momento solamente debía correr la tapa. El sistema era más discreto, el blanco mucho más grande y por lo tanto más fácil de ser embocado y la cantidad de productos a bendecir notablemente mayor.

--¿Cómo resultó?

--Bien. Fue en Liniers. Unas fotos de primera, se las voy a traer. Tres gotas. No una: tres. Corrimos a casa y se las mostramos a María Magdalena.

--¿Y ella qué dijo?

--Dijo que ahora podía ser.

--Por fin.

--Volvió la tranquilidad al hogar. La canasta está guardada en la caja fuerte.

--¿Y el día que se terminen?

--Van a durar. Cuando el nivel empieza a bajar, compro una caja grande en la farmacia y le agrego un puñado a la canasta. Creo que por un añito estamos cubiertos.

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