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Convivir con Virus

Ella no quería enterarse de nada. No quería saber. Cuando estaba embarazada optó por no empañar el momento, se encomendó al cielo y en apariencia todo resultó bien. Un año después se sintió débil. Tan débil que un día se quedó en la cama. Había adelgazado hasta el punto que le costaban las tareas más simples, como alimentar a su hija. Sus amigos la llevaron al médico. Vive en un pequeño pueblo del sur y la doctora que le dio el resultado del test de VIH lloró con ella. Su marido optó por emborracharse. En su peor momento le dio un 38 que guardaba en el placard y le pidió que lo usara. La beba también se enfermó; ella se caía lentamente en su agujero interior.

Se recuperó una mañana en que se levantó para abrirle la puerta a una amiga. En el rectángulo de luz, sobre el piso, se dibujaba una sombra que parecía la de una viejita. Dio unos pasos y miró hacia arriba. El cerro Piltriquitron le pedía una reverencia con la autoridad propia de las altas cumbres de la comarca patagónica. La nena se acercó gateando y su amiga la alzó. Las tres se abrazaron y supieron que iba a estar todo bien. Aumentó diez kilos. Trabaja en salud en El Hoyo, un pueblo de la frontera de Chubut. Su marido todavía no se hizo el análisis, pero ya no toma alcohol. Sobre la salud de la nena todavía no se animó a preguntar. Está restaurando su vínculo con la vida, buscando como loca distintos caminos que la devuelvan a ella. A ella que está dispuesta a sacudirse el miedo.

Sólo hay dos ciudades en todo el país en donde es posible hacerse los análisis de carga viral. Si vivís en Santiago del Estero o en Río Negro, tenés que viajar hasta Rosario o Buenos Aires para controlarte. Control absolutamente necesario para recibir la medicación adecuada. Gastos de viaje, ausencias en el trabajo, stress. Como mínimo cada cuatro meses.

La violaron, la golpearon hasta que su cuerpo se convirtió en la bolsa de sus restos. La dejaron a orillas del lago Puelo y la mojaron para borrar las huellas. Sobrevivió. Reconocería perfectamente a los culpables. Pero no están. La investigación está paralizada desde el verano. Por la feria artesanal de El Bolsón caminan en silencio un puñado de personas con una pequeña bandera blanca: justicia. Catamarca ofreció una estrategia que camina en todo el país para acabar con el silencio.

Quiero prestar atención. Andar por los caminos del sur se parece tanto a volar que no me cuesta soñar con alas de águila y sentarme en la cresta de las nubes. Mis ojos no dejan de sacar fotos de las cumbres estriadas de nieve. Las imágenes me sacuden un dolor incierto que me acompaña cada vez que me olvido de lo que aprendí cuando empecé a escalar mi propio agujero. La soberbia a veces empaña la memoria; me llevo como una piedrita de la suerte la dimensión de mí que me dan las montañas. Como un amuleto contra la amnesia que a veces apaga la gracia de estar viva.



Marta Dillon