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CONFIRMADO: LOS PIOJOS NO SON UNA BANDA DE ROCK, SON...

La fama recorre el ambiente rockero porteño, los fans lo saben y la mística que los rodea reafirma la sospecha. Los creadores del mejor rock rioplatense del momento son, además de hinchas, buenos jugadores de fútbol. Como tales, el equipo acumula un rico historial que incluye clásicos internos, partidos internacionales y terribles picados interrumpidos por... la grabación de un disco.

A excepción del ya clásico “Maradó”, no hay banderas explícitamente futboleras en la discografía de Los Piojos. De todos modos, la célula genética del grupo transmite señales cotidianas que desnudan códigos de tablón, de esos que se tienen o no se tienen. De esos que algunos intentan, en vano, incorporar en tiempo de descuento para alquilar carnet de populares o comprando por teléfono. Pero más allá de estas cuestiones de autenticidad de fácil verificación práctica, sobrevuela a Los Piojos una sensación: se manejan en la vida (y arriba del escenario también se nota) como un equipo de fútbol. Porque, además, son un equipo de fútbol. No obstante, la elección de la cancha de All Boys como escenario de su próximo show masivo, no responde a afinidades pasionales de la banda: “Tocamos en All Boys porque no hay otros lugares y porque se dieron las condiciones, pero no porque seamos hinchas -apunta Miki, bajista y gran jugador-. A nosotros nos vienen a ver hinchas de All Boys, Chicago, Argentinos, Vélez, Boca, River. Es una tontería alimentar ese tipo de enfrentamientos”. Porque si se trata de enfrentamientos, bastante tienen con los propios (en materia futbolística). Andrés Ciro es el único hincha de Boca, y debe lidiar con tres fanáticos de River: Tavo, Piti y Miki. Dany es de Independiente, pero el que toma las decisiones (Pocho Rocca, el manager) es de Vélez. Difícil de sobrellevar. El manager inclusive hizo los contactos pertinentes para que los músicos conocieran a varios jugadores de Vélez, y fue así como algunos de ellos, como el Lobo Cordone, Marcelo Gómez y el Rifle Pandolfi, se hicieron amigos de Los Piojos. Como contrapartida, los integrantes de la banda fueron varias veces al José Amalfitani, aunque no siempre a alentar a sus amigos. Inclusive, se recuerda una vez que Cordone metió un gol contra River, y al festejar mostró debajo de la camiseta de Vélez una remera de Los Piojos. “En realidad nos vino a gritar el gol a nosotros, que somos de River y estábamos en la platea invitados por él”, cuenta Miki.

Las diferencias no se zanjan ni siquiera a la hora de jugar. Incompatibilidades vecinales los llevaron a formar dos equipos irreconciliables: Deportivo Palomar, integrado por Toto (iluminador), Dany, Tavo, Pocho y Beto (iluminador), y Flamengo de Caseros, que incluye a Miki, Andrés, Piti, Mazzoni y Dieguito (plomos). No hay estadística oficial que corrobore la superioridad de unos sobre otros, pero Andrés y Miki, luego de vencer la tentación de tergiversar la realidad asumiendo como propias victorias inexistentes, reconocen con cierto fastidio: “Sí, la verdad es que nos ganaban siempre”. Y recuerdan un partido, una especie de Maracanazo criollo totalmente fuera de contexto, en el que torcieron la historia con un triunfo que sus rivales no quieren recordar.

Se acabaron esos clásicos. “Eran tan peleados los partidos que casi terminan disolviendo la banda”, reconoce Andrés entre carcajadas. La adrenalina llegaba a tal punto que, cuando Los Piojos salían de gira, Pocho ponía más celo en conseguir una cancha para jugar antes de los shows, que en arreglar las condiciones contractuales. La elección de los estudios Del Cielito para grabar Ay ay ay, Tercer Arco y Azul, también, no es casual: al lado del estudio, hay una canchita. En uno de esos picados, por ejemplo, Andrés sufrió una lesión que lo mantuvo alejado de los campos de juego por un buen rato a la vez que lo hizo actuar sin gran movilidad en varios recitales. La cuestión es que se convirtieron en una suerte de combo-futbolero itinerante, que giró por el interior del país e inclusive salió por el mundo con intenciones de borrar la mala imagen que simultáneamente iba dejando la selección de Passarella. “En México armamos partido. Jugamos al mediodía, en la altura. Pensábamos que si se había jugado a esa hora durante todo un mundial, nosotros íbamos a aguantar un partido. Pero la verdad es que no dábamos más”. Jugaron un desafío con el equipo de una radio mexicana, que al parecer se aprovechó de las limitaciones físicas del equipo del oeste bonaerense: “Nos hicieron jugarfútbol rápido -se quejan- de ese en el que rebota la pelota en todos lados y se sigue jugando. Igual les ganamos...”.

En tierra argentina, el poderío de Los Piojos es más comprobable tocando arriba del escenario que jugando en el verde césped (sintético). Ganaron recientemente un torneo organizado por su sello discográfico, DBN, aunque no tuvieron rivales reconocibles para la farándula rockera. No es extraño. Cuesta imaginar una dupla ofensiva Sokol-Daffunchio representando a Las Pelotas (por más que todas las tardes jugando en una canchita en Nono, su hogar cordobés), y en cuanto a Memphis, es probable que prefiera jugar certámenes organizados por Roberto Giordano. Ahora Los Piojos están por disputar otro torneo, con destino incierto. En su historial, el legajo del equipo se vio manchado por dos derrotas que causaron un duro impacto en las relaciones del grupo con la prensa independiente. Ambas (la primera en un amistoso, hace cuatro años, y la última en 1996, en la primera rueda de un campeonato organizado por Much Music) fueron frente al Suplemento No, y por la mínima diferencia. Modestia aparte. “En el segundo partido hubo irregularidades -denuncia Andrés, que evidentemente todavía no asumió completamente la situación-. Cambiaron el fixture para favorecer a otros equipos, y además el árbitro nos perjudicó”. Los Piojos pretenden haberse vengado este año en su territorio de El Palomar, cuando derrotaron dos veces seguidas a un combinado de prensa (autodenominado “La banda de los jueves”) en el que jugaban algunos integrantes del No. De cualquier modo, no hay excusas ni reproches. Un viejo lugar común periodístico pontifica, parafraseando al gran Roberto Fontanarrosa: “Qué casos y qué cosas tiene el fútbol”. Nada que el rocanrol no conozca.

TEXTOS FERNANDO D’ADDARIO
FOTOS NORA LEZANO

Loa Piojoa tocan el sábado a las 21 en la
cancha de All Boys, Alvarez Jonte y Mercedes

COMO JUEGAN

El equipo base de Los Piojos, a la hora de los desafíos, está formado por siete jugadores. El arquero es Toto (uno de los asistentes), una garantía. Como es un equipo equilibrado, defiende con tres: Pity, Tavo y Pocho. Son metedores pero limpitos. Jamás se les va la pierna, y para superarlos la receta es tocar corto. De arriba, Pocho es impasable. En el medio juegan Andrés y Miki. El cantante muestra más despliegue arriba del escenario que en la cancha, pero tiene criterio con la pelota. “Soy un típico volante de enganche”, dice de sí mismo. Y después delira: “Me identifico con Riquelme”. Miki es la figura del equipo, y sus compañeros lo admiten. “Mi viejo me decía que le vio hacer cosas a Maradona que sólo Miki las hace”, asegura el cantante. No es para tanto, pero Miki es un motorcito que corre, juega y hace goles con la zurda desde todos los ángulos. Imposible de marcar. Y arriba queda Dany, delantero nato, que le pega bien al arco y se tira inteligentemente a los costados para generar espacios por donde se mete Miki. Todo esto en los papeles. En realidad juegan como pueden, o como los dejan jugar, pero éste sería un ¿sobrio? análisis táctico al estilo Macaya y nada está más lejos de la intención de esta nota.