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Vale decir


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Casi en el centro del aceitado engranaje de La naranja mecánica, después de innumerables intentos por controlar los exabruptos delictivos del joven Alex, el Estado decide exponerlo ininterrumpidamente a la atrocidad del mal hasta hastiarlo y conseguir una repulsión física a esos exabruptos del pasado. Mientras lo preparan para las sesiones de “regeneración”, Alex dice, con la serenidad de quien ya ha visitado el infierno más de lo debido: “Me dijeron que podría mirar todo lo que quisiese. Pero al lugar al que me llevaron, hermano, era como ninguno que hubiera conocido antes”. Para quienes no hayan visto La naranja mecánica (240 minutos) y quieran tener una idea más o menos precisa de lo que se trata, los ojos de Alex se mantienen abiertos de un modo bastante similar al ojo que funciona como logo de Buenos Aires no duerme (240 horas), aunque sin el preciosismo arquitectónico de un obelisco.

El año pasado la arenga duró 220 horas. Cualquiera que haya ido a la versión ‘97 y por algún recóndito misterio decidió volver este año, bien puede preguntarse acerca de los beneficios de otras 20 horas como plus. La 240 horas de ahora, como las 220 de entonces, coincidieron con las vacaciones de invierno de los colegios. Algo que, sumado a la irritante y acotada gentileza de policías y personal de seguridad -”por favor” y “gracias”-, al impostado consentimiento con que se deja dormir y fumar en cualquier lugar, y a la inexplicable fraternidad que pareciera despertar el obelisco clavado en el ojo, parece generar la sensación de una okupación tolerada por las autoridades.

VIERNES 9:30 PM Afuera diluvia y No Duerme parece ser ese lugar adonde va toda la gente cuando llueve. Las computadoras para navegar por Internet están todas ocupadas, y el resto mira en las cuatro pantallas gigantes las páginas a las que se conectan algunas terminales. Si hasta hace un rato los placeres del ciberespacio se repartían entre quienes chateaban y los que buscaban información, ahora unos y otros parecen haber descubierto las bondades de “Virtual Sex” (www.w3sex.com), la página que se precia de albergar “las mejores fotos de sexo anal”. Así empieza la escalada por encontrar la foto más guarra y poder satisfacer el bramido de los espectadores. Cuarenta minutos después, el de la terminal de la derecha alcanza una aclamación inigualable al dar con una foto que, en pantalla gigante, despliega la acrobática plasticidad integracionista lograda por el culo de una negra, la pija de un chino y la boca de una alemana. Veinte minutos después, sin que ninguna otra imagen logre igualar el clímax generalizado, la chica sentada al lado de uno de los chicos que navega por la red de sexo virtual, le dice: “Sos siempre igual, sólo ponés mujeres. Yo me voy a casa”.

SABADO 4:45 AM En uno de los sillones rococó que decoran la biblioteca -en rigor de verdad, en el único en el que hay una persona despierta-, un chico le acaricia mecánicamente, durante cincuenta minutos, la cabeza a su novia dormida, mientras lee. En los estantes de la biblioteca duermen algo menos de cuatrocientos libros, aunque bastante menos títulos, si se tienen en cuenta las repeticiones. A las cinco él la despierta: “¿No sabés que significa alborada?” Ella le contesta: “¿Te fijaste en el diccionario?”. El le dice que no hay. Ella le dice: “Bueno, entonces dormite”.

LUNES 8:OO PM Afuera no llueve y la cola -de cuatro personas de ancho- baja de la vereda, bordea la Facultad de Derecho, dobla, llega hasta Figueroa Alcorta y se extiende siete cuadras. Entre las cinco de la tarde y las doce de la noche, entran 125 personas por cada 35 que salen. La pregunta es: ¿por cuántas cosas en la vida uno está dispuesto a hacer una cola de siete cuadras? “¿Página/12 dijiste? ¿No me podés hacer entrar por algún lado?”, dice el último de la fila. A la hora, cuando ya no es el último, llegan sus amigos con un cartón de jugo de naranja Tropicana rellenado con vodka. A las dos horas, cuando ya recorrieron casi la mitad del camino hasta la puerta, van a comprar más Tropicana. Al rato, uno de ellos se desquicia porque hace tres rondas que no toca el cartón, y llama a uno de los policías que pululan por las inmediaciones: “Oficial, ese cartón está lleno de alcohol. Y si revisa la media de ése, el gordito, va a encontrar algo raro, seguro”. El policía sonríe y sigue caminando. Los amigos empiezan a putear. El policía comenta: “No, cómo vamos a fajar a los pibes hoy. Acá no podemos, porque se pudre todo”.

MARTES 1:00 AM En el stand de la distribuidora cinematográfica Buena Vista, un autodenominado “Taller de artistas” trabaja con fruición día y noche durante las 240 horas (a razón de 200 pesos como pago per cápita por los diez turnos de once horas diarias), para terminar la maqueta que simulará ser un meteorito en el hall de entrada de un cine durante la avant-premiere de Armageddon; trabajo que parece habilitarlos a lucir overoles naranja que dicen “Armageddon Film Crew” en la espalda. Enfrente, el estudio improvisado por MuchMusic está vacío y vallado. Adentro, del otro lado de la valla, hay dos flippers que no se pueden usar y dos computadoras vacantes, con salvapantallas que simulan viajes interestelares por un universo en el que todos los planetas son el logo de Windows. Cuatro chicos detrás de la valla miran ensimismados el periplo espacial que se repite como una cinta de Moebius. Al lado, otra cola para participar en el concurso organizado por Levi’s en su stand: los participantes deben pintarrajear un par de jeans con productos de Eureka, la marca auspiciante. Para los ganadores hay 500 dólares o un viaje a Estados Unidos, nadie sabe bien. Según una encuesta informal realizada por Radar, sólo dos de cada diez participantes a No Duerme usan Levi’s, y sólo tres compran más de un jean por año.

MIERCOLES 5:30 AM Como en casi todas las discotecas de la ciudad, ya no queda casi nadie dentro del predio. O por lo menos ya no quedan los suficientes como para disimular lo que, de noche y entre una multitud, no se ve. No hay casi nadie ni casi nada. Ni siquiera algunas de las obras expuestas. Faltan, a saber: cuadros, fotos, un par de esculturas, un candelabro, una pecera y algunos objetos que pocos llegaron a ver. De algún modo, también han desaparecido dos computadoras y un par de amplificadores, cables y micrófonos de los escenarios. Los baños químicos fueron clausurados porque ya no quedaba nada adentro, tampoco.

MIERCOLES 6:00 AM En una de las pantallas gigantes, una chica chatea con su novio, que está por volver después de tres meses en México. Por algún extraño artilugio de la informática, lo que aparece proyectado en las pantallas gigantes es elegido al azar por el sistema, y ella ni siquiera se dio cuenta de que lo que escribe lo están leyendo por lo menos cien personas. Durante veinte minutos, la chica se explaya con exquisita verborragia sobre sus habilidades amatorias, en un intento por recordarle a su novio lo que se está supuestamente perdiendo: qué, cómo, cuánto y cuándo. El chico le devuelve la gentileza, explayándose a su vez acerca de las aparentemente extraordinarias cualidades que extraña de su chica. Todo sigue hasta que un tipo de seguridad se le acerca para preguntarle si no le importa que sus secretos de alcoba cuenten con esa cuantiosa audiencia. Ella le agradece, tipea algo más, y en la pantalla gigante se lee: “Acabemos, porque hay mucha gente mirando. Vuelvo mañana a las 5”.

MIERCOLES 5:00 PM Justo abajo de la pirámide que-algún-día-se-sabrá-para qué-sirve, un tipo desparramó hojas de papel blanco con poemas y aforismos germinados en el más agudo ingenio popular, escritos con deliberados y a veces involuntarios errores de ortografía: Esto es un sirco y yo soy el payaso. El tipo (“Oscar Hochstrasser, 37 años, vivo de rentas”) vino un día el año pasado, se olvidó una pila de poemas y, cuando volvió a buscarlos, alguien se los quiso comprar. Este año dice: “No, este pibe no es mío. Me lo dejó la madre, que está apretando con un pendejo ahí atrás. Pero es un encanto el mocoso, y me ayuda a vender”. El piso está lleno de folletos y revistas que se regalan en No Duerme. Oscar mira a su alrededor y dice: “En cambio yo vendo mi material a 25 centavos y no tiran ni uno. Claro que si cobrasen 25 centavos la entrada, tampoco vendría nadie”.

JUEVES 6:OO AM Nadie sabe de qué chatea la chica que volvió hoy a las cinco a comunicarse con su novio en México, porque su máquina no salió favorecida en el sorteo informático que decide qué se proyecta en las pantallas gigantes. Aparentemente nadie se pierde nada, porque la chica dice a los curiosos que se acercan a leer sobre su hombro que hoy le duele la cabeza. Mientras tanto, en otro lugar de No Duerme, dos tipos de seguridad le piden encarecidamente a una pareja que salgan de ahí o se suban los pantalones. “Ya encontramos a varios cogiendo, y en lugares bastante visibles. Hay muchos rincones oscuros, pero no, dale con coger abajo de los spots. Lo mejor pasó el otro día, cuando encontramos a dos que se habían quedado dormidos abajo de una escalera, casi en bolas”, comentan después.

JUEVES AL MEDIODIA Tito, una suerte de enlace entre los de seguridad y los organizadores: “A la mañana vienen muchos abuelos con sus nietos. A la tarde temprano, los nietos vuelven pero con la colonia de vacaciones. Después de las seis de la tarde aparecen matrimonios con los chicos que ya volvieron de la colonia. Y a partir de la una de la mañana llega el público más ricotero, que a veces traen al hermanito, que ya vino con los abuelos, con la colonia y con los padres. Por ahora está todo bien: se sientan con una guitarra, se arman un porrito y cantan siete veces la misma canción. Se armaba mucho en el pasillo donde está la oficina de prensa, pero la tuvimos que vallar porque cada tanto viene gente a la que hay que atender, y bueno, no queda bien, ¿no?”.

VIERNES 3:00 AM Diego, un chico de quince años: “¿Cómo me van a sacar una foto con los ojos cerrados si hace casi doscientas horas que no duermo? Si Buenos Aires no duerme, yo tampoco. Y sin tomar nada. Merca hay en el baño, si se quiere, pero diez días es demasiado. Cerveza tampoco, porque adentro no se puede tomar alcohol. Lo que nos pone al palo es el mate. ¿No viste que Taragüí armó acá adentro un boliche en el que la gente baila ocho horas seguidas tomando mate? Sí, no hay problema, una foto con el televisor que marca cuántas horas van desde que esto abrió, sí. Pero les aviso que está atrasado una hora. Yo cada dos días voy hasta mi casa para bañarme y cambiarme, y después vuelvo a yirar por acá, bailo cada vez que se arma una batucada. Al principio unos amigos míos no me creían, y armaron turnos para vigilar que no me durmiera, pero después fueron palmando”.

SABADO 7:00 AM Dos de los chicos del cartón de Tropicana con vodka hace cinco días salen con otro cartón de jugo de naranja en la mano y algo en la media, comentando que fue una verdadera cagada que no tocaran Los Caballeros de la Quema en toda la semana y que encima ni siquiera pudieron entrar cuando Iván Noble cantó tangos. Uno grita al cartel del ojo y el obelisco: “Che, devuélvanme la guita”. El otro, también a los gritos, le dice: “Era gratis, boludo”.