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Vale decir


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PLASTICA Rosana Fuertes al cuadrado

Bienvenidos a Rosalandia
" > Por Ernesto Montequin

En el ‘96 ganó una beca Guggenheim y el año pasado uno de los envidiados subsidios de la Fundación Antorchas. Prepara para el año que viene una insta-lación que se llamará “Un décimo de Treinta Mil” (tres mil piezas pintadas a mano por ella misma, que tendrán como figura central el pañuelo emble-mático de las Madres de Plaza de Mayo). Mientras tanto, Rosana Fuertes expone dos series en las que el Ratón Mickey y su casi homónimo porteño, el Miguelito de Quino, combaten con inquietante amabilidad desde las paredes de Ruth Benzacar.



Durante los últimos años de vida, Flaubert trabajó tenazmente en su obra maestra inconclusa: una epopeya de la estupidez humana. La historia de Bouvard y Pécuchet, esos dos amanuenses que se retiran al campo para poner en práctica experimentos absurdos, sugeridos por la lectura compulsiva de libros obtusos, comenzó siendo desmesurada y terminó siendo letal: entre los papeles que quedaron a la muerte de Flaubert, en 1880, estaba el Diccionario de Lugares Comunes, en el cual había recopilado, con fascinada repugnancia, un muestrario de sandeces y frases hechas que apenas alcanza a documentar algunos destellos de ese atributo que la especie humana, con un virtuosismo creciente, ha llevado a límites insospechados. Algo de ese estupor flaubertiano frente al espectáculo de la idiocia de una época parece haber dado origen a una de las notables instalaciones que Rosana Fuertes (Mar del Plata, 1962) exhibe en la Galería Ruth Benzacar: una serie de 252 pequeñas “camisetas” celestes (cartón y poliuretano recortado en forma de remeras) dispuestas en rigurosas hileras a lo largo de tres paredes de la galería. En cada una de estas camisetas, trabajadas con la asepsia formal del minimalismo, conviven frases idiotas o espeluznantes con la figura perpleja de Miguelito, el personaje de Mafalda, dibujada minuciosamente sobre un fondo monocromático. “Hace tres años y medio empecé a recoger frases. Las primeras eran muy estúpidas, y abundaban las de políticos, pero después comencé a incorporar frases de artistas. Lo único que me propuse fue que todas hubiesen aparecido publicadas en diarios, revistas o libros, porque no quería que nadie me dijera que no había dicho eso.”



El reino del revés y el Che según Rosana Fuertes:
dos de las piezas (36 x 36 cm c/u)
que integran la instalación
protagonizada por Mickey.

MENTES SIN BRILLO Como un juego de espejos contrapuestos, las frases se reflejan unas en otras, produciendo en el observador, por su monolítica idiotez o por su banalidad estentórea, un embelesamiento casi hipnótico. Algunas tienen un perentorio cinismo que desarma: “Nos persiguen” (Omar y Liz Fassi Lavalle), “Si hay un concurso limpio y lo gano yo, voy a crear otra Asociación [de Amigos del Museo de Bellas Artes]” (Jorge Glusberg). Otras perpetúan exabruptos: “Inteligente pese a ser del interior” (G. Fernández Meijide), “Lamentablemente estamos en democracia” (Roque Fernández), “El Poder Ejecutivo soy yo” (Carlos Saúl Menem). Y hay impúdicas distracciones de mentes sin brillo: “Por eso mismo decidí hacer este museo en mi honor” (Guillermo Vilas), “Hoy no hablo de Cabezas porque acá estamos de fiesta, esperen hasta mañana” (Eduardo Duhalde).
Cuando ya tenía cierta cantidad de frases archivadas, Rosana Fuertes comenzó a temer que fueran tomadas desde una visión irónica, y pensó en incorporar frases suyas que fueran de ese mismo tenor, “porque no me puedo poner tampoco como observadora de todos los demás y creer que yo nunca no dije una frase de ese tipo”. Finalmente optó por incorporar frases históricas (Sarmiento, San Martín), una boutade de doble fondo pronunciada por Borges (“¿Quién no aplaude a un viejo ciego?”) y también frases de artistas plásticos, todos argentinos, y contemporáneos: Porter, Benedit, Ferrari, Bony, Pablo Suárez, Noé, Roux y Grippo. “Algunos de ellos se ofendieron”, reconoce Fuertes, pero funcionan para que la mirada de la artista, encarnada en la figura de Miguelito, establezca complicidades o sutiles desaprobaciones. “Cuando decidí usar la forma de la camiseta, que ya aparece en obras anteriores mías, se me ocurrió que Miguelito observara esas frases con diferentes expresiones. Los Miguelitos están tomados tal cual de las tiras de Quino, sin alterar en lo más mínimo su expresión y sus poses originales; incluso en cuarenta camisetas conservé el texto original de Quino.” Fuertes eligió a Miguelito “porque está siempre observando, reflexionando y dudando, porque se mira el dedo y le parece que es más grande que un edificio porque lo ve de cerca”.


LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO En 1990, Rosana Fuertes abandonó su Mar del Plata natal, donde había obtenido un título de profesora de Dibujo y Grabado, para instalarse en Buenos Aires. En esos primeros años integró, junto a José Garófalo, Diego Fontanet, y Daniel Ontiveros (su marido) el grupo Nexus. Poco tiempo después, comenzó a trabajar sus obras en serializaciones que incorporaban (con una técnica donde se unían la estridencia visual del pop y la meticulosidad anónima del minimalismo) emblemas feudales y estampados. Una de sus primeras muestras individuales fue una instalación de escudos que exaltaban una deslumbrante heráldica plebeya, y otra (titulada Pasión de Multitudes) consistía en setenta y dos camisetas de fútbol, reales e imaginarias. “El fútbol es un deporte muy fuerte para nosotros: divide, une y marca diferencias de clase. Lo mismo ocurre a través de la historia con los escudos. Hasta ahora llevo hechas más de 500 camisetas diferentes, que fueron exhibidas en diferentes lugares. En Nueva York y la Bienal de La Habana 1994, por ejemplo, incorporé emblemas locales, un escudo referido al Klu Klux Klan, una camiseta con los logos de Visa y de McDonald’s, la bandera cubana y una postal turística de La Habana.” En 1993 Fuertes incorporó por primera vez una frase en una obra suya: Por la tristeza de los niños ricos, por la alegría de los niños pobres (uno de los slogans de la campaña presidencial de Menem). La obra integró la muestra colectiva Del Borde en la Fundación Banco Patricios y consistía en 204 piezas de 12 x 12 cm, colgadas en dos paredes que convergían en un rincón (uno de esos dos bloques estaba dedicado a los niños ricos y el otro a los niños pobres). “La idea era trabajar con opuestos: las dos series tenían un marco formado por chupetes y, adentro, imágenes opuestas (por ejemplo, el escudo de familia en el caso de los niños ricos y el escudo de Boca, en el de los niños pobres).”

MIGUELITO Vs. MICKEY Al entrar al espacio de la galería Ruth Benzacar ocupado por las obras de Rosana Fuertes, el espectador percibe el choque de fuerzas contrapuestas: de un lado, las pulcras camisetas con relampagueos de fatuidad o idiotez custodiados por Miguelito; del otro, un inmenso mural con viñetas de historietas fragmentadas, sobre el cual reposa una serie de cuadros en los que el ratón Mickey -más irreverente que su homónimo argentino- contempla emblemas, personajes, y paisajes de estridencia cromática. “Quise transformar el espacio al que uno está acostumbrado en una galería, sobre todo las paredes blancas. Que los cuadros siguieran teniendo importancia pero, a la vez, que el fondo estuviera hecho de insinuaciones, que nada estuviera completo. Por suerte, la gente de Benzacar se entusiasmó con esta idea”, dice Fuertes. Precisamente en esta confrontación de opuestos reside el voltaje estético de la muestra. “Aunque sean diminutivos del mismo nombre, Mickey y Miguelito denotan dos culturas opuestas, y además uno es un personaje principal y el otro es un personaje secundario. La admiración por ambos me sugirió la idea de estas series: en una pared el atiborramiento de imágenes, jugando con el comic y con la pintura mural, y en la otra la aparente neutralidad del color y de imagen, en la serie de las camisetas. Pero cuando uno observa de cerca y lee las frases y ve los dibujos de Quino, comprueba tanta o más fuerza quizá que la otra serie.”

PATEANDO EL TABLERO La idea de trabajar con el dibujo de Disney surgió hace tres años. Fuertes era maestra de grado en un colegio parroquial ubicado en San Telmo y empezó a archivar imágenes del ratón con la colaboración de sus alumnos (“Me traían remeras, mochilas, y juguetes donde aparecían Mickeys”). Pintados con una destreza técnica que borra todo vestigio de manualidad, tanto en los personajes como en los fondos abarrotados de color, la serie de Mickeys se emparenta más directamente con las apropiaciones de algunos artistas norteamericanos de comienzos de los ‘80, como Sherrie Levine (quien encerraba al Gato Félix en el ascetismo de una obra de Donald Judd) o Ronnie Cutrone (ex empleado de la Factory que exorcizó su temporada en el invierno warholiano pintando desprolijamente a un Pájaro Loco desorbitado sobre la bandera de Estados Unidos). A pesar de reconocer el parentesco con ellos, la artista advierte con claridad pedagógica: “Yo trabajo con la apropiación: robo ideas para que de esas ideas ajenas surjan ideas propias”. Quizá por eso, además de instaurar un recorrido veloz por la llanura de los chistes (Mickey expulsando del cuadro al Gato Félix, o siendo él mismo expulsado por un Patoruzú colérico) o la ironía certera (Mickey caminando sobre sus manos delante de los mapas invertidos de la Argentina, Mickey con una remera que reproduce la cara del Che), la artista marplatense también somete a Mickey a un turismo inquietante: lo coloca atrapado por una grilla negra, contemplando los pañuelos emblematizados de las Madres de Plaza de Mayo, o huyendo de una svástica rodante. Es que Fuertes ve “muchísima desconexión entre la realidad y el arte” y afirma que no le interesa hacer una obra que no tenga conexión con la realidad. “Más que política, mi obra es crítica, y es crítica desde la realidad, de lo que sucede y de lo que me sucede a mí”, concluye, mientras desde uno de sus mejores cuadros, poblado por efigies de Menem, Mickey continúa riéndose de ese otro aprendiz que estuvo a punto de convertirse en brujo.