Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
Volver 




Vale decir


Volver

DUELO DE TITANES Monterroso versus Nabokov

" > Por AUGUSTO MONTERROSO

Acaba de llegar a librerías la reedición de uno de los mejores libros de Augusto Monterroso, La letra e, una suerte de diario íntimo donde el escritor guatemalteco se encontró “con diversas partes de mí mismo que quizá conocía pero prefería desconocer: el envidioso, el tímido, el vengativo, el vanidoso y el amargado”. Y también el genial, como lo demuestran estas líneas en que ajusta cuentas con Vladimir Nabokov.

Empeñado en establecer la distinción entre tontería e inteligencia, lo que no es tan fácil como parece. Para comenzar, la tontería humana abunda tanto que buena parte de ella va a dar a los inteligentes, quienes la emplean como más soltura y confianza de lo que lo haría un tonto. Los tontos se empeñan en hacer (y está bien) o en decir (lo que está menos bien) cosas inteligentes. En cambio, es fácil ver cómo los inteligentes hacen o dicen cosas tontas todo el tiempo sin proponérselo. La inteligencia y la tontería se encuentran como en vasos comunicantes, en los que pasan constantemente de uno a otro; en ocasiones se repelen, pero por lo general se mezclan bien, y hacen amistades, alianzas, matrimonios que la gente no se explica y de los que la gente dice cómo es posible.

Busco en diccionarios de filosofía los términos “inteligencia” y “tontería”. (...) Estos dos conceptos, de uso tan frecuente que no pasa día sin que los empleemos al juzgar nuestros pequeños actos cotidianos, son definidos por los filósofos en términos sublimes cuando se trata de la inteligencia, u omitidos cuando se trata de la falta de ésta en acción, o sea la tontería. Y sin embargo, son pocos los que rechazarán la sospecha de que es ésta la que rige el mundo. Leo las conferencias sobre Don Quijote que Vladimir Nabokov impartió durante un tiempo en la Universidad de Harvard, ahora publicadas en libro por sus herederos: Lectures on Don Quixote (Harcourt Brace Jovanovich, 1983) y me sorprende la cantidad de tonterías que dice y repite satisfecho, lo que hace sin duda confiado en su bien establecida inteligencia. Durante la lectura, que por momentos se me va volviendo repugnante, me propongo rebatirlo, demolerlo, hacerlo confesar su ignorancia y dejarlo vencido por siempre e incapacitado para cometer nuevos entuertos; pero pronto me doy cuenta también de que, precisamente, esa empresa sería una tontería, por una serie de razones entre las cuales puedo contar tres, o más bien cuatro; bueno, cinco: 1) pocas personas leerán ese libro; 2) menos leen el Quijote y 3) muchas menos a mí; la 4) es que finalmente el libro de Cervantes permanecerá igual con su desdén o mi simpatía, y la 5) que Nabokov ya no puede defenderse (como si fuera a intentarlo). La inteligencia se casó una vez más con la tontería. Y está bien, no le hace daño a nadie. Pero pienso en los estudiantes de Harvard -que suelen no ser tontos- escuchando embobados al autor de Lolita, y en las autoridades de Harvard sonriendo complacidas.

En otro plano, y hablando de la Inteligencia Artificial (esto es, de las computadoras), Douglas R. Hofstadter dice en su libro Gödel, Escher, Bach: “No hay quién sepa dónde está la raya divisoria entre la conducta no inteligente y la conducta inteligente; más aún, el sólo decir que existe una raya divisoria es probablemente una estupidez. Pero hay capacidades que son características de la inteligencia: a) responder muy flexiblemente a las situaciones; b) sacar provecho de circunstancias fortuitas; c) hallar sentido en mensajes ambiguos o contradictorios; d) reconocer la importancia relativa de los diferentes elementos de una situación; e) encontrar semejanzas entre varias situaciones, pese a las diferencias que puedan separarlas; f) descubrir diferencias entre varias situaciones, pese a las semejanzas que puedan vincularlas; g) sintetizar nuevos conceptos sobre la base de conceptos viejos que se toman y se reacomodan de nuevas maneras; h) salir con ideas novedosas.”

Todo esto, según Hofstadter, puede enseñársele a una computadora. Ya sería más que bueno enseñárselo a cualquier empleado, a cualquier ama de casa, a cualquier político. Pero aquí viene algo lamentable: no se puede enseñar a cualquier escritor. Todo muy claro pero no sirve para la literatura. Con poco que se piense en ello, es inevitable darse cuenta de que la literatura no se hace con inteligencia sino con talento. Aparte de que, bien visto, la literatura se ha ocupado siempre más de la tontería humana que de la inteligencia. Es más, parece que la tontería es su materia prima. Sin embargo, dos o tres de estos principios son útiles por lo menos para la crítica o la enseñanza, y podrían haberle servido a Nabokov cuando se enfrentó (a disgusto, hay que reconocerlo) a la tarea de dar su curso sobre un libro que, con toda su inteligencia, evidentemente no entendió.