Cuando era chico quería ser navegante o marino mercante, profesiones lógicas cuando se es adicto a la saga de Sandokán y se vive frente a un río como el Paraná. Hasta que en tercer año del secundario tuvo que hacer un trabajo sobre la radio. No me acuerdo si dijeron Levanten la mano los que quieren ir o si me mandaron de prepo. Era un programa de estudiantes que se llamaba Adelante Juventud, o algo por el estilo. Pero sí me acuerdo que tuve una sensación de pertenencia, de estar en un lugar y estar bien. Empecé a ir a la radio y de a poco me fui metiendo. Y me quedé, dice Lalo Mir, dos tercios de su vida después de aquella primera visita.
DESTRIPANDO AL ANIMAL A Lalo le aburren las entrevistas. Y hace rato que no da ninguna. En el estudio de la Rock & Pop se siente en su hábitat, en territorio propio. Sobre la mesa tiene gacetillas, invitaciones, lista de temas, algo para picar y juguetes que hacen ruido: matracas, cornetas, palmetas aplaudidoras, maracas, bocinas. Allí acepta hacer parte de la entrevista. La otra parte se hace en su estudio de grabación y edición, en Núñez, donde guarda su colección de aparatos de radio de distintas épocas, que abarcan un período mucho más largo que el que va desde Adelante Juventud a Animal de Radio, su programa actual.
¿Si tuviera que definir mi programa? Muchas boludeces a mucha velocidad. Pasan muchas cosas, es muy para imaginar. Cansa escucharlo. Cuando escucho una grabación de 15 o 20 minutos me explota la cabeza y apago, dice. Y, acto seguido, pasa a desmontar su programa a modo de inventario: En tres horas de radio se disparan exactamente 20 discos, que a alguna gente le provocarán una cosa y a otra nada. A eso se suman unas 20 cortinas musicales, que sí están elegidas ex profeso y tienen un mensaje, o una lectura, o sea que forman parte del hípertexto. Ya son 40 cosas. Pero además deben ir unos 30 o 40 elementos de edición, separadores, producción artística, que a su vez tienen un montón de información adentro, a veces demasiado paralela, donde hay dos o tres lecturas. Ya llevamos 70 cosas. Pero yo intervengo unas 30 veces, con lecturas de los titulares del diario, o de noticias, o con secciones propias del programa. Eso sólo son como 100 cosas. En nuestra radio un disco dura dos minutos y medio, como mucho tres, y después en medio minuto tuviste pa-pa-pa-pa-pa: cinco informaciones. Para mí es mucho. Me gusta hacerlo, pero no sé si me gustaría escucharlo. Es como ver una carrera: debe ser mucho más entretenida para el que la corre que para el que la está mirando.
RECONSTRUYENDO AL ANIMAL Animal de Radio es un gran chiste, como un programa del Discovery Channel hecho sobre nosotros. Más allá de que tiene exabruptos, y de que nos vamos de libreto y volvemos, siempre está esa visión sobre el ser humano, como si fuese un bichito que estamos viendo en la pantalla mientras un chabón te dice El león de la meseta del Congo come 50 kilos de carne por día. Es todo un truco montado sobre el comportamiento del supuesto animal, basado en un apócrifo cientificismo que no dominamos, y que usamos sencillamente para analizarnos a nosotros desde una cuadratura y un código conocido. A todo el mundo le gusta el Discovery Channel. Es sorprendente ver la historia de los animales. Y creo que ése fue el tlin-tlin de Animal de Radio.
El programa lleva cuatro años en el aire y Lalo piensa seguir uno más. Si no se aburre antes. O si no se aburren los otros. No siempre depende de que se aburra uno. Seamos sinceros: en muchos casos se aburrieron otros. Se aburrieron o, bueno, me dijeron que se aburrieron.
DEL OTRO LADO Lalo escucha radio cuando no hace radio. Como a la búsqueda de algo diferente, que se salga del molde: Escuché unos días FM Federal,una radio de la Policía Federal. Ahora estoy escuchando una señal donde hay un chabón que no sé cómo se llama, que todas las noches pasa salsa, pero no de la cumbanchera, sino de la relacionada con el jazz, la más tirada a los grandes músicos, a los sesionistas de Nueva York. De pronto escucho radio cuartetera, de pronto cambio a AM, a la gente que opina... Lo que no escucho es FM 100, ni FM Hit, ni Rock & Pop. Como ha pasado diez años en la emisora, explica, no puede definir el papel de la radio de Daniel Grinbank en la evolución de la FM vernácula. Estoy muy metido acá adentro, formo parte de la casa. Pero lo que sí noto es que todos quieren hacer una Rock & Pop, y no se puede. Fue la primera que logró una identidad y una comunicación con la gente, que la sigue de una manera que impacta: creo que no hay antecedentes en la historia de un paso en bloque de audiencia como pasó cuando nos mudamos de dial (del 106.3 al 95.9). La fidelidad del oyente de la Rock & Pop es algo que nunca vi.
AM/FM Para Lalo Mir sólo hay un rasgo que diferencia la AM de la FM: La AM tiene menor calidad y mayor alcance. La FM tiene menor alcance y mayor calidad. Yo las comparo mucho con el diario y la revista: dicen las mismas cosas. El papel es más fino, las fotos salen mejor, los colores son más brillantes en una revista que en un diario. El diario sale más seguido y llega más lejos. Pero esencialmente transmiten lo mismo: noticia y foto. Son soportes distintos, nada más. Se puede transmitir fútbol en estéreo por FM, se puede transmitir música en AM. Obviamente, no tiene sentido transmitir música en AM cuando tenés FM. Y no tiene sentido poner cuatrocientos torres transmisoras para la palabra, cuando podés poner una sola y llegar a todo el país.
¿Y los contenidos? Según Lalo, no hay una diferencia estructural o conceptual. Yo puedo mañana agarrar una AM y hacerla toda de música: nadie me lo impide. Nosotros creemos que las radios de AM son más habladas, y que las FM deben ser musicales. En 1982, yo conducía el programa 9PM por Del Plata, que fue uno de los últimos programas que se transmitieron en simulcast: para achicar costos, a mi programa, que iba por FM, se le adosaba la AM. ¿Y? ¿Cuál era la diferencia? Nada. Por una cuestión de presupuesto, sencillamente, la radio transmitía en simultáneo AM y FM. Pero eso hizo que los chicos de Malvinas, muchos de ellos, me escucharan en las islas, algunas noches, porque con condiciones climatológicas dadas, la radio llegaba, cosa que en FM nunca hubiese pasado. Pero lo que se transmitía, la señal, mi voz y lo que yo decía era lo mismo, sin importar si era AM o FM. O sea que para mí no hay ninguna diferencia. Nosotros las buscamos porque nos gusta complicar las cosas.
LA CATARSIS El micrófono ahí, tres horas por día, cinco días a la semana. ¿Un medio y un espacio para hablar sobre qué? ¿Hay algo que le preocupe transmitir a Lalo Mir? No, es más catártico: siento y digo. Las cosas de siempre, los eternos temas de discusión: la injusticia, la pelotudez, la sinrazón de la razón, el egoísmo social. Cada tanto agarro un diario viejo, y leo las noticias políticas, sociales y/o costumbristas de la época, y están diciendo lo mismo que hace cien años. Agarrá un diario de hace veinte años, mirá la tapa y está escrita hoy. Para mí no cambió nada. El ideal de un mundo mejor, que no haya pibes en la calle muriéndose de hambre (hoy también de pinchazos, o de Poxirán), que no se los utilice... Qué sé yo: ésta es una sociedad hipócrita, que se construye sobre cimientos poco sólidos, pero se construye. De eso hablo: de nada, de temas que hoy me parecen importantes y que mañana digo Qué boludez mandé ayer. Nada serio. A otra gente le sale un concertista, o un serio opinador de televisión, como Mariano Grondona. A mí me salió esto: era lo que tenía adentro. Creo que en la radio algunas veces se puede rozar lo artístico. Cuando uno se pone a editar sonido, a descontextuar, a sumarle música, adiseñarlo sonoramente, por ejemplo. Pero cuando uno está hablando con Bobby Flores no creo que sea arte: es una charla que puede ser considerada comunicación, en el mejor de los casos. No creo que el contenido de mi programa de radio sea artístico. Y no me interesa demasiado, tampoco. Uno habla de uno, de lo que siente, de lo que le pasa, de lo que ve. Lo sintetiza, lo reelabora. Pero siempre es uno la materia prima. Creo.
 LOS MAESTROS Muchos conductores lo consideran un tipo que abrió camino hacia una forma distinta de hacer radio. Cuando se le comenta el asunto, Lalo contesta con un par de monosílabos y suspiros de queja, algo así como ¿Me vas a preguntar sobre eso? Todo el tiempo, dice, se lo dicen. Primero me causaba impresión. Porque, por un lado yo tengo una gran autoestima, y por otro una autoestima muy baja. Creo que forma parte de mi mundo contradictorio, el hecho de ser de Géminis, o el hecho de ser esquizo, y medio psicótico, como cualquier habitante de ahora en una ciudad como ésta. Por un lado digo Ah, qué bueno, y por otro ¿Maestro de qué?. Lalo dice que tuvo muchos maestros. Los que nombra más seguido son Héctor Larrea y Hugo Guerrero Martinheitz. Pero pude haber tomado de Antonio Carrizo, de Cacho Fontana, de Dolina, de la revista Satiricón... Qué sé yo, de mil. Hacer nombres también es caprichoso, porque hay mucha más gente que nombrar. Martinheitz tenía maneras muy impresionantes de decir las cosas. Una vez estuvo todo un programa diciendo Hoy me voy a referir a Héctor Ricardo García, jo, jo, jo. Debía estar peleado con él. Lo debe haber dicho veinte veces en dos horas de programa. De pronto no lo dijo más. Leyó un poema de no sé quién y después dijo Hoy me he referido a Héctor Ricardo García. Esa lectura, en mi tiempo, la puteada magnánima que le había mandado a través de la poesía, era una forma de decir, un gatillo indispensable para mi cabeza. Yo nunca hice eso, pero él me enseñó a descubrir nuevos caminos para decir cosas que no decís. Cuando empecé a hacer 9PM todavía estaban los milicos. Y todavía teníamos miedo. Y usábamos muchos subterfugios para decir cosas, pero de eso me di cuenta después: lo hice y luego vino alguien a analizármelo y me dijo Esto es hípertexto, esto es segunda lectura. ¿Ah, sí? Qué lindo, pero a mí me salió solo.
LA HORA EN BANGKOK Cuando empezó, en San Pedro, Lalo hacía la continuidad: anunciaba discos y publicidades. Desde entonces jugó en todos los puestos y en varios equipos. Fue locutor de bailes y milongas de campo para Roberto Fortunato, El As del Tango. Fracasó en su primer ingreso al ISER pero pudo entrar al segundo. Tuvo épocas de viajes diarios en tren San Pedro-Buenos Aires: tres horas y cuarto de ida y otro tanto de vuelta. Cuando egresó del ISER consiguió una suplencia veraniega en Radio Del Plata. Después otra en Rivadavia. Luego conoció a Oscar Gómez Castañón, cuando era gerente de una productora, y volvió a hacer de todo un poco: asistencia de operación, redacción de noticias, textos para publicidades, musicalización, guiones de programas. En 1982 volvió al micrófono con 9PM. Y en el 87 largó, con Boby Flores y Douglas Vinci, Radio Bangkok, un programa que transmitía desde Tailandia, una mezcla de ficción con realidad, con teatralización de noticias, personajes y delirium tremens.
En Radio Bangkok cambiábamos la temperatura, la hora, si era de día o si era de noche. Al principio decíamos la hora de Tailandia, que creo que son once de diferencia con la Argentina. Después, como la diferencia era demasiado obvia, nuestro operador (Guillermo García) nos recomendó que cambiáramos por algo mucho más sádico, y por ahí adelantábamos 25 minutos, nada más. Hasta que un día se nos aparecen unos chabones de traje (Douglas Vinci conocía a uno: era el vocero de Cafiero, en la época que era gobernador) piden permiso, pasan, y nos informan que por nosotros habíanllegado tarde a una reunión muy importante que tenían en SOMISA. Venían escuchando en el auto y dijeron Nos sobra tiempo, y pararon a tomar un café. Mientras tanto, los estaba esperando todo el directorio de SOMISA. Así que el chabón nos vino a putear.
EL VERDADERO CAMBIO EN LA RADIO Para Lalo, la radio de los 80 es casi igual a la de los 90. Apenas se diferencia en la incorporación de la computadora y el reinado del disco compacto. El sonido digital puede ser una diferencia. Pero para el que escucha, lo que recibe su oreja es exactamente lo mismo. Sólo hago esta salvedad: la gente que hace la radio cambió. Otro cambio que nota, pequeño, es de forma: hoy se utiliza más el truco, el efecto, el cambio de ritmo sistemático, que nada parezca demasiado largo. Pero los contenidos siguen siendo los mismos: el contenido sociopolítico, que está siempre en las comunicaciones, y el contenido musical, que es la otra materia prima de la radio. Y, por encima de todo, el entretenimiento. La radio y la televisión son primero entretenimiento y después tienen un poco de trabajo formativo e informativo. Los que hemos cambiado somos nosotros, los seres humanos: somos más libres, nos animamos más a decir las cosas.
RADIO VERSUS TV El hombre ha trabajado lo suficiente en televisión (Las patas de la mentira, Planeta caníbal, entre otros) para comprobar en carne propia las ventajas de la radio sobre la TV. La televisión es consultiva, la radio no. Yo veo que pasa algo y digo Cortá el disco, mando lo que pasó y la gente pin-pun, ya se enteró. En televisión, para que esa información llegue al que está hablando, pasan minutos; hay un control de gestión que hace que nada se pueda modificar de manera instantánea. Para improvisar algo en la radio necesitás solamente un guiño con la persona que está en los controles, y a veces ni eso, a veces sos vos solo. Para modificar algo en la tele hay que mover toda una estructura, las cámaras, las luces; no me puedo salir de cuadro, porque no me ven. Salvo que quiera que no me vean, pero en tal caso el chiste cuál es. Otra ventaja: en la radio yo puedo mirar tele, pero en la tele no podés estar escuchando la radio. Y una de tipo literario: como no se ve, con la radio se imagina mucho. Como pasa con los libros: García Márquez describe a la Cándida Eréndira, y la Cándida Eréndira tendrá tantas imágenes como lectores. En televisión no: es la misma imagen para todos. La imaginación tiene un papel fundamental en la radio: el producto no está terminado, sólo está esbozado, y se termina en la mente de cada uno. Y la última ventaja es que, mientras se escucha radio, se pueden hacer otras cosas: manejar, escribir en una computadora, dibujar, construir una casa. No podés mirar la televisión en un andamio porque te caés. Obviamente, la televisión debe tener otras ventajas, pero no las sé. Da más dinero a los dueños, supongo. Pero también da más pérdidas a los que no les va bien.
LOS OYEAMIGOS ¿Cuántos años hace que Lalo Mir suena para el Gran Público? ¿Once, desde el comienzo de Radio Bangkok? ¿Dieciséis, desde el principio de 9PM? ¿Tres, desde que empezó Las patas de la mentira en televisión? ¿Y cuál es, para Lalo Mir, el Gran Público? Mientras está en el aire, el Gran Público no existe para él. Mejor dicho: existe, pero como si no. Yo sigo sintiendo que estoy adentro del estudio como una especie de loco que habla solo. La radio es más hablar con uno mismo que con los demás. Pero Lalo tiene establecidas tres categorías de oyentes: 1) la gran masa (uno espera que sean muchos), 2) los que logran comunicarse por correo electrónico o por teléfono (que son el feed-back, porque a través de ellos sabés qué piensan de vos o del programa, aunque sean una pequeña muestra) y 3) algunos casos particulares que, por algún hecho simpático, lograron pasar la barrera y se transformaron en oyeamigo. Unotiene siempre como una especie de pared, o de vidrio, que funciona como límite y como separador. Es una convención adquirida, que yo creo que está bien. Uno no debe mezclarse mucho con el oyente. Pero hay gente que logra pasar esto. O uno permite que lo pase, porque es una relación de dos.
INMUNE AL TOP 40 Pasar la otra música: ésa es, para Lalo Mir, la asignatura pendiente de la radio. Hay mucho espacio para la música comercial, dicho así, entre comillas. Porque qué no es comercial, a esta altura: todo disco se vende y de alguna manera fue hecho para que el artista se haga conocer y gane un dinero. Siempre, detrás del arte, está el vil metal. Los artistas pueden ser más o menos desprendidos materialmente, pero siempre hay un objetivo que tiene que ver con lo económico. Pero hay tanta música buena, fantástica, que no se pasa por criterios de comercialización, de marketing, de toda esa sanata de técnicas modernas del mercadeo. Lalo alude a algo que cualquier oyente habitual de FM habrá notado hasta el hartazgo: ese molesto fenómeno de más o menos las mismas canciones a toda hora todos los días. Bueno, el animal de radio por antonomasia es inmune al contagio auditivo. Muchas veces tengo que preguntar qué fue lo que estábamos oyendo, porque son discos que van todos los días y uno pone candados, cerraduras, argucias de la mente para no contaminar. No me preguntes cómo lo logré, pero no escucho. Pero el sistema marketinero lleva ya unos cuantos años. Lo que se incrementó fue el número de radios que lo adoptaron. Las que quieren competir comercialmente y ser de las primeras en pescar el gran paquete publicitario tienen que adoptar el sistema, porque es la manera de tener una audiencia grande. Por ahí hay otras maneras también, pero ésta es la que se conoce y la que se usa hoy en día: es la famosa lista de los 40 Principales, o Top Forty, que no son ni 50 ni 30, y es la que se usa en Europa y en Estados Unidos. Cuarenta discos que giran durante el día. Todo eso salpicadito con lo que podemos poner nosotros, que traemos nuestros discos. Y esos sí los escucho.
EN EUROPA NO SE CONSIGUE Cuando le empezó a ir bien con la radio, Lalo pudo comenzar a viajar. Y esos viajes se tradujeron, a su vez, en crecimiento para su trabajo en la radio. No sólo por lo obvio (Abrir la cabeza a otra gente, a otras costumbres, a otros usos, es un alimento indispensable. Cada viaje me modifica de manera fundamental: después veo las cosas de otra manera), sino porque, cuando viaja, Lalo también escucha radio. Y a veces, además, graba. Tiene una colección de programas de radio grabados en los rincones más inesperados del globo. Y el descubrimiento es que muchas de las cosas que hacemos acá... no existen en el mundo. En otros lugares la radio es una cosa mucho más estática, menos maleable, menos loca, si se quiere. Más establishment, más normal: va por un carril y no se sale. Pero si tomo la radio institucionalmente, es decir los promedios de las radios argentina, francesa y americana, dan igual en todos lados: un chabón, hablando con cierto ritmo monocorde, sobre una música.
MANO A MANO ¿Cuál es la gran enseñanza que le dejó la radio a Lalo Mir en todos sus años de trabajo? Entender que es posible. Es lo más difícil. Yo creo que una de las grandes armas que tiene la gente es la convicción de que es posible. Me doy cuenta mirando para atrás: he hecho tantas locuras y acá estoy. Fue posible soñarlo, fue posible hacerlo, muchas veces fue posible hacerlo sin pensarlo. Casi kamikaze. Cuando empecé creía que todo era posible, y después muchas de las cosas que hice fueron posibles porque había adquirido mano para la radio. No sé si hay otra gran enseñanza. Hay, sí, pequeñas enseñanzas de todos los días, conocer gente, involucrarse en miles de cosas que por ahí uno nunca imaginó. Porque laradio es el punto de partida de todas las cosas que hice. Por eso es que Lalo Mir prefiere definirse como animador antes que periodista (La idea que tengo es como que estoy animando, o agitando algo. Nunca me sentí periodista, aunque siempre estoy tocando ese borde). Pero sin solución de continuidad, enseguida agrega: No le debo nada a la radio. Quizá la radio me deba a mí. ¿Y todos estos años, eh? ¿Quién me los devuelve? En realidad, depende de cómo se lo enfoque. Porque sí, le debo mucho a la radio. De última, si se quiere, todo lo material lo tengo gracias a que he ganado un dinero trabajando fuerte y duro todos estos años en la radio. Pero no es una deuda: yo le he dado mucho. Calculo que estamos a mano. Sí. Y espero que sigamos estando a mano un largo tiempo más.
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