Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 


Vale decir


Regresa a RADAR


Queremos
tanto a Bobby

Por RODRIGO FRESAN,
desde Guadalajara

No recuerdo muy bien cómo era -no lo tengo a mano aquí, lejos de mi biblioteca-, pero sí me acuerdo más o menos de qué se trataba. Un cuento de Julio Cortázar. “Queremos tanto a Glenda” se llamaba, se llama. Algo relacionado con un grupo de fanáticos de la actriz inglesa Glenda Jackson. Un puñado de fundamentalistas del celuloide dispuestos a lo que fuera para garantizar la inmortalidad perfecta de su ídola. No estoy seguro pero creo que los adoradores deciden matar a la Jackson cuando descubren que el objeto de su deseo empieza a filmar películas del tipo Un toque de distinción con ese actor casi argentino que es George Segal.

Lo que nos lleva a De Niro. A Bobby. A quien tanto queremos y a quien nunca nos atreveremos a matar. No importa lo que haga y dónde actúe. De Niro siempre está más o menos bien. No importa lo que haga. Puede -.por citar dos ejemplos de la misma milagrosa aberración- ser el sublime y casi mudo joven Don Corleone en El padrino II o la desconcerante y perfecta imitación del mediocre chiflado Shem en No somos ángeles. Lo mismo ocurre con la variante WASP del asunto: Hurt (¡queremos tanto a William!) viene a ser la contracara maníacodepresiva del eufórico histérico e itálico De Niro. Y Dustin Hoffman -.el factor judío de la ecuación étnica-. sería algo así como el martillo golpeando el dedo, ¿se entiende? La pregunta es: ¿por qué grita De Niro? Tal vez grite porque es demasiado buen actor para tantas malas películas. Dicen que a él le gusta trabajar. Gana bien, además: catorce millones de dólares por ese más o menos eficaz divertimento -.mérito casi exclusivo de su protagonista- que es Ronin. Un largo camino al banco desde los cincuenta dólares que recibió por cada uno de sus tres primeros films, cuando se lo conocía como “Bobby Milk” por su blanca palidez. Desde entonces y mientras tanto -.hasta que aparezca una buena película con De Niro.-, uno sigue yendo a ver películas de De Niro (no importa el nombre del director o del guionista) porque qué se puede hacer salvo ver películas de Bobby, a quien tanto queremos.

Milagro: en una revista de cine mexicana encuentro una entrevista a De Niro donde Bobby habla. Es decir, encontraron a De Niro y De Niro respondió a preguntas -.bastante tontas, por cierto-., pero dice algo. Hasta ahora, los supuestos grandes perfiles sobre De Niro -.en Esquire o en Vanity Fair.- tenían como elemento común y constante la ausencia del sujeto en cuestión, la imposibilidad de alcanzarlo. Retratos demasiado bien escritos de un hombre invisible. O, como supo temblar el escritor Truman Capote, de demasiados De Niros: porque “tantos personajes no pueden ser una sola persona”. De Niro, cuando le preguntan por DiCaprio, con quien actuó en Mi vida como hijo, responde: “Francamente jamás pensé que iba a hacerse tan famoso. Es un buen muchacho”. De Niro, cuando se le pregunta por su proverbial reticencia a los reportajes, dice: “Vivo una vida bastante terrenal. Y tal vez por eso no puedo expresar respuestas o sentimientos reales en una entrevista. Pero, por otro lado, cuando quiero averiguar cosas sobre algo o alguien, me encuentro con gente honesta en la que puedo confiar y que confía en mí, simplemente porque tengo y tienen la impresión de que pueden entenderme y los pudo entender. Con una persona como yo, un completo extraño, ellos pueden llegar a ser más sinceros que con alguien muy cercano. Es curioso, pero siento que confían más en mí. Y yo en ellos...”.
¿Lo qué?

Rumores, o la leyenda De Niro: se dice de él que cada noche cena con una mujer negra diferente, que frecuenta prostitutas de luxe, que organiza fiestas tan exclusivas como desenfrenadas, que tiene un excelente sentido del humor, que mejor no acercarse demasiado, que no es conveniente mencionarle los veinticinco kilos que aumentó para El toro salvaje o lainfluencia de su personaje Travis Bickle en la psique perturbada de quien una radiante mañana de Washington decidió disparar sobre Ronald Reagan. Pero quién sabe... Ahí está. Ahí están todos: alto, bajo, gordo, flaco, joven, viejo, inteligente, tonto. Todos ellos repitiendo -.frente a ese espejo que somos nosotros-. ese inolvidable y perfecto mantra que es “Are you talking to me?” mientras enfunda y desenfunda. Feliz y seguro de sí mismo, porque sabe que nunca iremos a buscarlo, no importa cuán malas sean sus películas. De Niro va a seguir haciéndolas o deshaciéndolas y nosotros seguiremos yendo a verlas. Lo bueno y lo malo de querer tanto a Bobby es que nunca terminaremos de conocerlo y que, claro, a la hora de un oscuro o luminoso día de justicia sería demasiado trabajo encontrar y reunir a todos esos De Niros que andan sueltos por ahí.

Regresa a RADAR