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LA NACION QUE NO MIRAMOS
" >   Por JUAN IGNACIO BOIDO

Desde el 8 de julio y durante un mes, el equipo de fotógrafos del suplemento Vía Libre, del diario La Nación, expondrá en el Café Doisneau (Lavalle 1932), una serie de fotos de la ciudad (y las diferentes tribus que la pueblan) que, por un motivo u otro, fueron consideradas impublicables en ese mismo suplemento. Los expositores explican por qué.

Desde hace algún tiempo, se pueden rastrear diferentes intentos más o menos sistemáticos por dibujar los contornos publicitarios de Buenos Aires. Casi todos se parecen sugestivamente a esos argumentos que enumeran las ventajas de vivir en barrios cerrados y country-clubse, a saber: que los niños pueden jugar alegremente, sanos y salvos, dentro del perímetro vigilado. El mismo discurso baja desde las alturas de la Municipalidad: legendarios inconvenientes porteños como las cloacas rebalsadas, los cortes de luz o los ski-ranches en lugar de plazas pertenecen, según la versión oficial, al pasado. La nueva ciudad enreja las plazas como gigantescos corralitos y promueve nuevos circuitos turísticos: la calle Godoy Cruz funciona así como la contracara informal de Puerto Madero y los shopping-centers (que proliferan en una ciudad que se jacta de celebrar casi cualquier cosa al aire libre) parecen erigirse como aquello que quieren ser los 24 Horas cuando sean grandes. Y, a diferencia de las autoridades de la provincia, estimula a los jóvenes de Buenos Aires a no dormir, al menos una semana al año. Según todas estas versiones, Buenos Aires es una ciudad cada vez más atractiva porque es una ciudad cada vez más fotogénicamente inofensiva. Léase: inodora, incolora e insípida.

Sin embargo, la más ingenua y distraída de las visitas por la ciudad puede velar esta imagen: de ahí que resulte entendible que los fotógrafos de ciertos diarios y revistas suelan volver de sus incursiones por Buenos Aires con fotos que “no debían” sacar, y que el medio que se las encargó decida, por un motivo u otro, no publicarlas. La muestra “Lado B”, que se exhibe en estos días en el Café Doisneau, organizada por los fotógrafos que integran el elenco del suplemento Vía Libre del diario La Nación, consiste básicamente en una selección de imágenes que se consideraron impublicables en ese suplemento del diario de los Mitre/Saguier dedicado al sano esparcimiento individual y en feliz conjunto de los ciudadanos porteños a la hora de salir de casa. La primera paradoja de la muestra es el curador: David Sisso, el mismo editor de fotografía de Vía Libre que en su momento decidió no publicar estas fotos. La segunda paradoja es el uso de dípticos como “sistema” para revelar los contrastes que habitan Buenos Aires, utilizando las mismas fotos que ya solas accedían al privilegio de lo “impublicable”.

Las imágenes cuelgan horizontales, una sobre la otra: una de ellas casi siempre gentil en connotaciones, y la otra funcionando como una aclaración, o el verdadero revelado de la anterior. Así, las fotos que por separado promoverían un puro onanismo estético, intentan encontrar su justificación y construyen -queriendo o sin querer- un andamiaje teórico más o menos constante y elemental: un juego visual entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Un ejemplo de pasmosa simpleza: la similitud entre un Cristo crucificado y el tétrico molde en forma de cruz utilizado para hacer muñecos en una fábrica de juguetes. O la alegoría simple del torso de una drag-queen celebrando con el club de fans de Madonna en El Dorado y, abajo, a la altura de la cintura, la foto de un sugestivo pelotero. O la gracia equívoca que genera el enfrentamiento de las caras de dos travestis con las cabezas de dos muñecas desarmadas. O las conjugadas estridencias entre una cruz fuera de foco y la imagen del visitante a una rave: las dos fotos movidas, para estimular la supuesta comunión entre rave y espacio religioso (teniendo en cuenta que las raves están dejando atrás su linaje festivo y blasfemo, para convertirse en multitudinarias aglomeraciones auspiciadas por gaseosas, empresas de venta de entradas a domicilio y asociaciones que abrazan el slogan No consuma drogas, es probable que este díptico se convierta muy pronto en un histórico anacronismo).

Pero quizás el ejemplo más claro se revele en la única foto que se expone sola. La nota para la que se encargó esta producción fotográfica se ocupaba de los outlets -locales que venden ropa más barata- sobre la avenida Córdoba. Una vez llegado al lugar, al fotógrafo se le ocurrió que los modelos que posaran con la ropa no fueran profesionales sino los mismos clientes que llenaban los probadores en ese momento. Acto seguido, apareció una señora deseosa de calzarse una bikini para el fotógrafo. Pero una cosa es “producir” el glamour de lo barato y otra muy distinta mostrarlo tal cual ocurre en la realidad, donde la sordidez a veces pulveriza la noción de kitsch. La foto se volvió impublicable. Quizá porque resultaba demasiado mostrar a los outlets tal como son en la realidad: carentes casi por completo de la anoréxica disfuncionalidad de los comerciales.