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Cuando el 20 de julio de 1969 la Apolo XI descendió sobre la superficie lunar, nadie estaba mirando para arriba. Contra todas las especulaciones posibles, la mayor parte de los seres humanos no sufrió tortícolis ni nada que se le parezca. A lo sumo, las pupilas se dilataron por una sobreexposición a los rayos catódicos. Todos estuvieron encerrados o refugiados en sus casas, mirando por televisión, en vivo y en directo, qué pasaba allá arriba.
EL CUARTO PASAJERO Dentro del análisis que Freeman Dyson hace de los viajes espaciales en su libro De Eros a Gaia (Editorial Tusquets), repara en el uso que se le dio a la televisión en las sucesivas misiones Apolo: El orden de prioridades de la Apolo se reflejó con exactitud en el primer artilugio que se descargó después de cada alunizaje: la cámara de televisión. El alunizaje, las idas y venidas de los astronautas, la exploración de la superficie de la Luna, la recogida de rocas lunares y la salida con destino a la Tierra, todo fue hábilmente coreografiado con cámaras situadas en las posiciones adecuadas para producir un espectacular programa de televisión. La imagen de la cámara, entonces, como prueba palpable de la veracidad de la hazaña.
ESTAMOS EN EL AIRE De acuerdo, lo primero que hizo el hombre al pisar la Luna fue instalar una cámara de televisión. Y de ahí entonces, Neil Armstrong, sonriendo a cámara con su redondo perfil de casco lunar y su traje de Michelin a prueba de descompresiones. Neil Armstrong caminando, a pasos de humanidad, por la superficie blanca, buscando piedras. Edwin Aldrin, un rato después, entrando para el segundo acto, a buscar rastros o restos de vida, quizás inteligente. Aldrin finalmente conformándose con formas sin vida. Lo único que ellos no notaron fue que lo más parecido a una forma de vida extraña era la cámara que los miraba con su ojo cíclope. Y Michael Collins, sentadito frente al volante de la Apolo XI, esperando la hora de volver a casa. O mirando desde algún ojo de buey -la nariz contra el vidrio- la proeza en la que no actuaba. Porque Collins no llevó televisión. Cosas que pasan.
ARGENTINA POTENCIA Mientras que Estados Unidos y Europa recibían las imágenes en color, para Latinoamérica se transmitió en blanco y negro. De todas formas, no había mucho que ver: la luna es blanca y el espacio, negro. En esa ocasión se realizó la primera televisación por satélite en el país, y con tal motivo ENTel inauguró la Estación de Comunicaciones Vía Satélite de Balcarce y habilitó un nuevo satélite: el Intelsat III, que a la hora del alunizaje no funcionó, y debió recurrirse al que se usaba habitualmente, el Intelsat II F3. Todos los canales de televisión locales -excepto Canal 7- enviaron corresponsales a la base de lanzamiento y mantuvieron a su audiencia al tanto de lo que sucedía. Teleonce, ya entonces amigo de las maratones solidarias, transmitió durante diez días Viaje a la Luna - Apolo XI, que constaba de un programa fijo de dos horas diarias, complementado por flashes informativos.
LA VERDAD INCREIBLE Con una cifra record de audiencia para el momento, que osciló entre 500 y 600 millones de espectadores (dependiendo de quién llevara la cuenta), pudo verse en todo el mundo, lo que sólo hubiera podido verse desde una sola mitad del mundo. No fueron más porque China decidió no transmitir (y Aldrin, bueno, no podía). Más tarde, semanas, meses o años después, circularon versiones sobre las imágenes vistas. Alguien dice que todo fue filmado en un estudio de cine, alguien dice que la información fue manipulada, alguien dice que hubo cortes extraños en la transmisión, alguien dice que encontraron agua pero no dijeron nada hasta hace muy poco, alguien dice... La gente es mala, y comenta. Si la transmisión hubiera sido hoy, la posibilidad del fraude que algunos claman habría aumentado considerablemente por obvias razones: los enormes adelantos tecnológicos de las dos últimas décadas. Mientras tanto, en la Luna, una nueva hora comienza.
EL FIN DE LA TRANQUILIDAD Como si no hubiera sido suficiente la transmisión en directo, la televisión preparó una nueva cobertura, corregida y aumentada, que no se limita al alunizaje sino que narra todo el proyecto Apolo, desde la tragedia de la Apolo I hasta los viajes lunares que se hicieron entre 1969 y 1972. Entusiasmado por la repercusión de Apolo XIII, y para no andar con esfuerzos pequeños, Tom Hanks se lanzó a la odisea de dirigir De la Tierra a la Luna, una miniserie de doce capítulos que comenzará a emitirse a partir del 1-o de agosto, también en la Argentina, por HBO Olé. El actor norteamericano trabajó con el mismo equipo de la película y contó con la coproducción de dicho canal, además del total apoyo de la NASA y el asesoramiento de Dave Scott, uno de los doce hombres que han caminado por la Luna y que participó de tres viajes.
MENTIRAS PIADOSAS Pero si los esfuerzos de Tom Hanks se dirigieron a realizar una reconstrucción que bien podría llamarse histórica de la conquista de la Luna, no dejan de aparecer novedades -más silenciosamente- vía Internet: entre todos los sitios que hacen referencia al blanco satélite, aparece una dirección en la que se puede comprar un acre allí para construir a gusto y placer. Claro que en letra pequeña explican que sólo se trata de un juego: los cinco pesos del certificado de posesión, más dos de gastos de envíos, es lo que vale adquirir un simpático regalo. Nada más.
LA EMBAJADA LUNAR También hay lunáticos: gente que vive en la Luna, gente que realmente compra terrenos allá. Ya no va más eso de casas en barrios cerrados de Pilar. La Luna está de moda. La oficina de La embajada lunar, situada en el www.lunarembassy.com, es el lugar autorizado para comprar lotes en otros planetas. Una declaración de propiedad fue firmada con el gobierno americano hace 18 años por el señor Denis Hope, representando a La embajada lunar, para asegurar las bases legales y que los que compran terrenos puedan reclamar su propiedad, puede leerse en el sitio. Si esto suena como una broma, por favor siga leyendo, porque no lo es, continúa el manifiesto de apertura del site, que cuenta con un apartado de legales, que explica la información concerniente a la transacción: formas de pago (tarjeta o efectivo), extensión y ubicación del terreno.
La lista de felices poseedores es confidencial, pero la representación diplomática revela -al tiempo que advierten sobre las imitaciones- que hay unas 250 celebridades, dos ex presidentes americanos, 30 empleados de la NASA, y muchos otros miles que alcanzan a un total de 31.200 personas. La información general concluye: Nosotros, La embajada lunar, somos la única entidad autorizada para la venta de terrenos en la Luna y otros planetas del sistema solar (incluyendo a Marte). Para agregar, finalmente, que en el futuro venderán más planetas, ya que tenemos los derechos para todo el sistema solar, exceptuando el Sol y la Tierra.
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