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![]() 1-2 Ray Davies contando la historia de su historia: el storyteller en acción.4-3 Los viejos buenos tiempos: los Kinks en la cumbre de su éxito -interpretando "A Well Respected Man" en 1966-, y en los fondos de su fracaso, 1973, con Ray Davies y su ¿popular? truco con lata de cerveza antes de desmayarse sobre el escenario. Hay algo ridículamente injusto, pero también poéticamente encantador, en el hecho de que la Reina haya decidido nombrar Lord a Paul McCartney y no a Ray Davies. De acuerdo, todavía hoy los analistas económicos recuerdan que el dinero que los Beatles proporcionaron a la Corona Británica entre impuestos y entradas netas alcanzó para detener durante varios años la caída de la libra esterlina. El dinero de los Kinks, en cambio, apenas alcanzó para que sus miembros se dieran una muy buena vida durante un par de años y una vida moderada en los años que siguieron. Pero fueron los Kinks y nada más que los Kinks quienes no vacilaron a la hora de dedicarle un tan entrañable como furibundo rock a la reina Victoria y -mientras los Beatles se proponían como lisérgica Banda de Corazones Solitarios del Sargento Pepper y los Stones como Sus Majestades Satánicas- la banda de Ray Davies se enorgullecía de presentarse como la Village Green Preservation Society: una asociación destinada a preservar y evangelizar al pueblo mediante los grandes valores morales de un Imperio que se venía abajo y que había que mantener a toda costa. SER O NO SER Claro que no siempre fue así. Algo pasó. En un principio, Ray Davies armó a los Kinks con el solo propósito de arrojar la primera piedra del rock pesado, el metal y el punk (todo junto en un puñado de minutos) en un single titulado You Really Got Me y -Marlon Brando dixit en Nido de ratas- Davies bien pudo haber sido un rival a la hora de enfrentarse y derrotar a los Beatles. Para decir toda la verdad y nada más que la verdad de una vez por todas, los Kinks lo hicieron todo. Y lo hicieron primero que nadie, a lo largo y ancho de sucesivas mutaciones y resurrecciones: instrumentación hindú (en See My Friends), acentos de vaudeville (en Autumn Almanac), álbumes conceptuales (Arthur), canciones metaficcionales sobre el animal rocker (en Session Man y Top of the Pops), sobre desempleados (en Back in the Line), sobre travestis (en Lola) y ese solo de guitarra de You Really Got Me de cuyo parto se ocupa una de las secciones más desopilantes del libro X-Ray y el CD Storyteller, donde se da cuenta de los brutales enfrentamientos entre Ray y su hermano -el guitarrista cum laude Dave-, inaugurando en serio el concepto que los Gallagher de Oasis han convertido en vulgar parodia. SER O NO La experiencia de presenciar Storyteller en vivo es algo que -por una vez- el CD se las arregla para recuperar. En Nueva York, por ejemplo, un teatro muy pequeño y sobre un escenario más pequeño todavía, un gran hombre con un libro en la mano y una guitarra en bandolera y una voz inconfundible, rodeado por fanáticos que han dormido en la puerta del lugar del concierto y que llegaron desde San Francisco, Japón, Argentina o los penthouses mejor calefaccionados de la Quinta Avenida. Hace frío pero la voz de Ray Davies enseguida hace entrar en calor a su audiencia, y se presiente y se acaba sintiendo que éste va a ser un largo viaje. Storyteller -los setenta y cuatro minutos del CD- apenas alcanza a cubrir la mitad de un show que, según el humor del público e intérprete, puede bordear las cuatro horas. Tiempo más que suficiente para que Davies lea largos tramos de X-Ray con el mismo histrionismo que lo llevó a descollar como actor en sus propios clips y dirigir un pequeño inmenso film titulado Return to Waterloo; para que los espectadores más audaces suban a cantar a su lado y para que Davies interrumpa todo, proponga irse a tomar un scotch en masa al bar de la esquina y seguir más tarde. SER O A la hora de un resumen de lo publicado y lo tocado, Ray Davies reconoce: Un montón de gente sigue sin comprender las motivaciones de mi grupo. Y supongo que no tienen por qué sentirse obligados a entendernos. Porque ese entendimiento es algo muy nuestro, algo que en las buenas y en las malas nos ha mantenido rodando y en acción. A veces parece que se tratara de nosotros contra el mundo. Algo así como una guerra. Yo estoy convencido de que lo mejor que nos pasó fue que la gente empezara a odiarnos, porque era una auténtica reacción no manipulada por el marketing de las discográficas o las modas. Era algo verdadero. Bueno, tal vez se nos fue un poco la mano, pero resulta muy gratificante saber que hoy, cualquier noche que salimos a tocar, todos y cada uno de los miembros del público están dispuestos a matar por los Kinks. Lo que me recuerda que la otra noche casi mato a Dave. Me sacó una papa frita sin pedirme permiso. Podría haberlo apuñalado. Raro. SER Blur, Pulp, Oasis y cualquier grupo que aparezca hoy con sonido britpop, todos dicen escuchar a los Beatles. Pero, también, todos se parecen a los Kinks. La largamente esperada reedición -con bonus-tracks y remasterización- de álbumes indispensables como The Kinks, Kinda Kinks, The Kinks Kontroversy, Face to Face y, especialmente, Something Else by the Kinks tal vez no alcancen para reparar una injusticia histórica, pero sí para ganar nuevos fieles a una causa perdida de antemano. Porque The Kinks fue y seguirá siendo una banda que, en lugar de cantarle a lo que es y lo que vendrá, prefiere mirar atrás y lamentarse por la condición irrecuperable de todo aquello que ha sido. Del tiempo perdido y la idea de que el sonido de una guitarra británica puede equivaler al sabor de una magdalena francesa empapada de té.
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