|
Son nietos de Dadá, hijos del happening y sobrinos cínicos de Fluxus. Expertos en borrar las fronteras entre arte y vida, campeones de la trivialidad desviada, Jack Massing y Michael Galbreth no se conforman con renovar el arte pop y buscan sponsors. En Suits, su última obra, los Art Guys visten trajes de Todd Oldham y deambulan por vernissages ajenos vendiendo hombros y solapas a precios razonables.
Cuando se nos ocurre una idea no decimos Ah, qué profundo; decimos qué cool, o -a veces- qué divertido. Los firmantes de esta escueta declaración de principios no son Beavis & Butthead sino Michael Galbreth y Jack Massing, los Art Guys: el dúo de artistas plásticos que desde principios de los 80 viene socavando la árida escena del conceptualismo norteamericano a fuerza de humor, ligereza y extravagancia. Emparentadas con el arte zen de la paradoja, hijas de la larga tradición que destila experiencias artísticas de una sabiduría idiota, las ideas de los Art Guys alimentaron, en menos de dos décadas, el mejor catálogo de desconciertos que haya dado el pop norteamericano.
En 1984 hicieron cierto escándalo con Blue Sunday, una performance dominical en la que Galbreth y Massing se vendían uno al otro pares de botas, sábanas y trozos de uñas en las escaleras de una sede judicial de Houston, infringiendo abiertamente la prohibición de trabajar en domingos legislada por el estado de Texas, donde ambos viven desde hace 20 años. En 1990 realizaron Driving Two Cars y unieron Houston con Galveston en 26 horas, usando dos automóviles y un solo chofer. (Massing se dislocó un tobillo de tanto pasar autos, comenta Galbreth con una risita malévola.) En 1994-95, para la retrospectiva que les organizó el Museo de Arte Contemporáneo de Houston (CAM), armaron Bulk up for CAM, obra para la que contrataron a un personal trainer y se sometieron a los rigores del fisicoculturismo. (La muestra, consagratoria, se inauguró en La Bare, un club de striptease masculino para mujeres.) El último avatar de este itinerario de perplejidades es Suits: The Clothes Make the Man, un evento de nomadismo artístico-publicitario en el que el dúo luce dos trajes idénticos de franela marrón, especialmente diseñados por Todd Oldham, tapizados de espacios de publicidad que piden sponsors a los gritos. No son sólo innovadores y estimulantes -dijo Oldham- también son altos y buenos mozos, y ahora están bien vestidos.
Herederos del espíritu Dadá, de los happenings de los 60 y también de la vanguardia setentista de Fluxus, los Art Guys explotan, según el crítico David Levi Strauss, la faceta expresiva del conceptualismo: usan los materiales más baratos y cotidianos, borronean las fronteras entre el arte y la vida, estetizan los lugares comunes y degradan la belleza hasta la obviedad, descontextualizan y recontextualizan objetos, prácticas, experiencias. Una verdadera política de la desubicación artística, teñida de irreverencia y de la mejor ironía del pop. La gran cuestión artística de esta época no es formal; es social, dice Galbreth, que alguna vez, cuando quería ser escritor, admiraba a Faulkner y a Ionesco: El grueso de la sociedad no sabe lo que es el arte, y tampoco sabe de su riqueza y su valor. Como lo que hacen los artistas es confuso para la gente, nosotros tratamos de dialogar con ella, y descubrimos que el humor era la mejor manera de acoger a un público amplio. Bendecidos por la crítica, que ya los entronizó como hilarantes deconstructores contemporáneos, los Art Guys esperan todavía su consagración comercial. No vendemos mucho, se ríe Massing, que antes de conocer a Galbreth en la Universidad de Houston rumiaba un futuro de biólogo o de guardabosques. Por el momento, el dúo dinámico cobra mil dólares por una performance y 750 por un show de diapositivas. El máximo hit fue la venta de la escultura 99 Bottles of Beer on the Wall (en cada presentación se elegía una botella de cerveza y se la hacía circular entre el público), que sumada a una serie de dibujos les reportó unos módicos 7500 dólares. Con Suits, sin embargo, Massing y Galbreth parecen haber encarado el asunto con un sentido estratégico que ni Beavis & Butthead ni la escuela de los sabios idiotas contemplan. A mitad de camino entre la intervención situacionista y el experimento de marketing, apuntalado por sesudas consultorías especializadas, el flamante proyecto pondrá a los Art Guys de gira durante un año por cocktails, desfiles de moda, convenciones de negocios, bailes de gala, exposiciones de tractores, vernissages, talk shows televisivos y cuanto evento mundano tolere (o más bien reclame) la leve disrupción de esos trajes que están solos y esperan. Convertidos en artistas-sandwich, Massing y Galbreth exhiben los 101 espacios de publicidad diseñados por Oldham y dicen en un perfecto unísono: Decidimos vender avisos para hacer una obra sobre avisos. Y después, rápidos, barajan tarifas. De 1500 a 6000 dólares, según el tamaño y el lugar. Solapas y hombros son los más caros, pero quien compre un espacio en el traje de Massing tendrá uno gratis en el de Galbretht Y viceversa.
|