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| Por Hernán Ferreirós |
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Los aportes más influyentes de la música inglesa reciente pueden dividirse en dos: el drum & bass (sonido dominado por una percusión ubicua que en sus momentos más demenciales llega a superar los mil beats por minuto) y Massive Attack. Cuando todos pensaban que la tiranía del tecno continuaría hasta el próximo milenio, el grupo de Bristol se las ingenió para reescribir el futuro con un solo disco.
La historia de Massive Attack se remonta al año 83, con la fundación de Wild Bunch, tal vez el más célebre de los sound-systems (multitudinarias fiestas nómades, animadas por Djs-estrella y dominadas por el sonido del dub reggae) organizados en Inglaterra. Tres de los Djs de este grupo, Daddy-G, 3-D y Mushroom decidieron cruzar la cada vez más delgada línea que divide el pasar discos del hacerlos. Su primer trabajo data de 1986 y consistió en un revelador cover del clásico de Burt Bacharach The Look of Love. El tema ya había sido versionado por Isaac Hayes, el santo protector de las bandas de Bristol. Además de anticipar el revival de los temas de Bacharach/David, del easy listening y del propio Hayes, esta canción juntó a los tres Djs con la cantante Shara Nelson, quien sería una de las principales fuerzas detrás de su primer álbum.
Previsiblemente, cuando en 1991 salió a la calle, Blue Lines no rompió records de ventas ni fue demasiado escuchado fuera de Europa. Sólo las publicaciones inglesas más perspicaces lo nombraron disco del año. Con su apoyo y el de algunas radios londinenses el tema Unfinished Sympathy llegó a convertirse en una especie de hit underground que envalentonó al grupo para lanzarse a la conquista del mundo, es decir, Estados Unidos. Pero el sueño no duró demasiado. Su sonido exquisito no logró cautivar al grueso del público norteamericano. A una desastrosa gira por varios estadios semivacíos le siguió la partida de Shara Nelson, que cantaba en las mejores canciones, y los distanciamientos del manager y del productor del disco. Como si todo eso fuera poco, el grupo tuvo la bienintencionada aunque comercialmente torpe idea de acortar momentáneamente su nombre a Massive, para que no sonara como un apoyo a la recién declarada Guerra del Golfo. A la luz de esos acontecimientos, en el año 92, Massive Attack parecía una banda destinada a morir joven.
Sin embargo, cuando Blue Lines dejaba de ser el accesorio sonoro obligatorio para la vida moderna, una serie de bandas comenzó a asomar la cabeza en la zona de Bristol y otras ciudades aledañas. Para todas ellas este disco era la Biblia y su track-list, los mandamientos. El sonido de estos replicantes, algunos tan perfectos como sus creadores, fue bautizado ambient hip-hop. Como resultaba muy largo, con mayor tino marketinero se lo convirtió en trip-hop. La última, aunque modesta, revolución musical del milenio estaba en marcha: mientras el hip-hop entraba en la segunda década de su explosión en cámara lenta en los Estados Unidos, Inglaterra ofrecía una versión mucho más sofisticada de la música negra. Aunque la piel de muchos de los músicos era de una vampírica blancura, sus raíces tenían un pigmento bastante más intenso. La brillante conjunción de funk, dub, samplings de clásicos soul y fastuosos arreglos de cuerdas de Blue Lines había sido tomada al pie de la letra por artistas como Tricky, Portishead, Morcheeba, Lamb, Moloko y otros.
Tres años después de Blue Lines, los Massive Attack volvieron a las bateas con Protection, un disco que, en lugar de seguir proyectando el soul hacia el futuro, ponía a la banda a tono con el sonido de sus imitadores/seguidores. El álbum estaba producido por Nellee Hooper, superestrella de los estudios después de sus trabajos con Björk y Soul II Soul y contaba, una vez más, con la colaboración de Tricky y el legendario Horace Andy, quienes ya habían lanzado sus carreras solistas, con diferente éxito, después de participar en el primer trabajo del grupo. Con menos sampling y mucha más angst que en el disco anterior, Massive Attack le dio forma definitiva al trip hop con un sonido ultrameláncolico, con los elegantísimos arreglos de cuerdas de Craig Armstrong y las devastadoras voces de sus nuevas aliadas. Expertos en reclutar cantantes de la escuela Billie Holiday para voces desesperadas, esta vez los tres Djs pusieron sus canciones a los pies de Nicolette y Tracey Thorn (de Everything But The Girl), cuerdas vocales de humo y acero. Este disco ya no fue inclasificable como el primero: era trip-hop.
Desde el segundo disco de Portishead no aparecía un álbum que generara tantas expectativas como Mezzanine, lo nuevo de Massive Attack. No sólo tardaron cuatro años en hacerlo sino que, en las escasas entrevistas que el núcleo del grupo concedió a la prensa, anunciaron que el álbum no tiene nada que ver con el trip-hop, no se parece a Portishead, a Tricky ni a nada que haya salido de Bristol y que sólo se dedican a escuchar a Radiohead. Tanta vehemencia en la negación no hace más que generar sospechas, que se ven confirmadas al escuchar el disco. Como un psicoanalista malo, para entenderlo no hay más que poner entre paréntesis los no de las declaraciones de la banda. Mezzanine no es una ruptura sino, simplemente, el próximo paso a dar, luego de Protection. Es, en efecto, un disco de trip-hop, suena como Tricky en sus mejores momentos y es tanto o más oscuro y melancólico que su predecesor. Estos, por supuesto, no son defectos sino bendiciones. Una vez más Massive Attack descubre, o re-descubre, voces perfectas. La inclusión de la Cocteau Twin Liz Fraser no sólo nos recuerda buenos momentos de nuestro pasado más o menos cercano, sino que acentúa el tono dark del disco (¡hay samplings de The Cure!). No se trata de un dark de ultratumba a lo Bauhaus, sino del etéreo y ultrarromántico al estilo de This Mortal Coil, una influencia fundamental pero nunca reconocida por el trip-hop. Tanto Daddy-G, 3-D y Mushroom declaran al unísono su amor por OK Computer de Radiohead. Es cierto que su influencia puede sentirse, sobre todo, en la importante presencia del sonido de la guitarra en el disco. Mezzanine no es del todo ajeno a la muy actual revisión del rock progresivo que hace Goldie en Saturn Returnz o los mismos Radiohead. Desde su título (entrepiso en castellano), se sugiere un pasaje, un estadio intermedio. El grupo vuelve sobre los pasos andados en Protection y los utiliza como cimientos para algo nuevo, algo que aquí apenas aparece como un bosquejo pero que, cuando termine de tomar forma, en el siguiente disco de Massive Attack o de alguno de sus semejantes, sin duda será el próximo sonido de esa cosa ya indefinible llamada rock.
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