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Debió ser después del mediodía en el trópico. No cuesta mucho imaginarse la escena: Caetano-Veloso acomodándose los lentes e inclinándose sobre el diario, atrapado por una de esas noticias policiales que hablan mucho más sobre las sociedades que los editoriales políticos. El caso era una réplica del de Hugh Grant, sólo que en clave Almodóvar: la policía de Río de Janeiro había detenido a dos hombres que practicaban sexo en un auto, uno mayor, otro jovencísimo. El mayor, más que humillado estaba desesperado, y seguramente no había visto las películas de Pier Paolo Pasolini. Una vez detenido se identificó como un coronel del ejército. Militar y casado: la imprudencia del sexo urgente en la vía pública acababa de terminar con su familia, con su carrera, y seguramente con su honor. Caetano vio, en las horas siguientes, el lento y consabido ritual de los medios electrónicos, picoteando el tema por aquí y por allá: los buitres ante la certeza de un cuerpo en descomposición. Las cosas funcionan así en muchas partes de la Aldea Global: la tragedia privada se convierte en festín del morbo colectivo, y los medios sensacionalistas sirven la mesa. Una noche, un informe de un canal televisivo presentó, entre otras opiniones, la de un general con carrera política. Es la primera vez que esto pasa entre militares. En el ejército estas cosas no ocurren, escuchó Caetano, invadido por una mezcla creciente de asombro, risa e indignación. Unos días después, se encontró pensando afiebradamente -a veces su cerebro es un insecto- en Alejandro, aquel chico macedonio educado desde los 13 años por Aristóteles, rey desde los veinte, conquistador de Grecia y dueño del Imperio Persa, acaso el militar más poderoso de la historia de la humanidad. Homosexual, además. El tema lo dominó, como le pasó tantas otras veces en la vida, desde que el bicho del afán de saber lo picó hace medio siglo, en un pueblito pequeño del estado de Bahía. Buscó ayuda en Plutarco -qué estilo, qué belleza- y, como la crónica de época le quedó chica, llegó a El fuego del cielo, una novela histórica sobre el fundador de Alejandría, de una escritora estadounidense. Su obsesión fue casi un tema de la agenda familiar durante los meses siguientes: los padres de la novia que tenía entonces el mayor de los tres hijos Veloso -Moreno, 25, estudiante de física y músico, además- le prestaron dos libros más sobre el tema. Además, busqué en Internet, pero resultaba demasiado complicado. Sólo una vez que tuvo ordenada la historia de aquel magno joven que a los 25 era dueño del mundo -y jamás lo gritó colgándose del mascarón de proa de un barco- puso manos a la canción. La canción se llama Alexandre, es una clase de historia en formato pop, está incluida en el lugar número 12 de Livro y funciona como una muestra elocuente del touch Veloso: lo que parece simple y lineal puede ser fruto de un proceso de complejidad absoluta, y viceversa. Me gustó tanto hacer esta canción, cuenta ahora, divirtiéndose, investigar hasta llegar al conocimiento de los hechos, que al final tenía toda la letra hecha y me había olvidado de la cosa homosexual. De aquel impulso que me hizo escribirla. De aquellas ganas de contestarle al general con otro general, muchísimo más importante y famoso que él. Por eso agregué al final los datos gay: son imágenes que aparecen rápidas en el tema, que no sé si todo el mundo absorbe. Además de eso, para sumar complejidad a las historias que laten en una canción -cuando esa canción es de Caetano-, el personaje de Alejandro, un joven que partió de la periferia del mundo civilizado de su época y terminó siendo una figura clave de la cultura dominante, parece hablar también de su propia figura. De Caetano el Magno, fundador de Caetanía, del joven prodigio, de sexualidad libertaria, que viniendo del Nordeste montado en el Tropicalismo, se convirtió en leyenda viva del arte y del pensamiento de Brasil, después de un largo proceso de aprendizaje y de polémicas. Y por contrapartida, del fracaso de Brasil, la evidencia de todo aquello que, desde la periferia, pudo haber sido el país del eterno futuro. Y no lo fue. Y acaso ya nunca lo será. El paralelo de Brasil con Estados Unidos es inevitable, escribió Caetano en el prólogo de su libro Verdade tropical. Brasil es el doble, la sombra, el negativo de la gran aventura del Nuevo Mundo. Un Alejandro fracasado, un país sólo exitoso en el deporte, un envase injusto para él mismo, la nación con mayor desigualdad social y más escalofriantes abismos en la renta per cápita del mundo entero. La historia del coronel terminó en tragedia, completa Caetano, en la charla telefónica desde Río en que invierte buena parte de su tarde. Alguien (no se sabe quién, o al menos yo no lo sé) mató luego al coronel por la calle. Los medios no entrevistaron generales para preguntar sobre los crímenes pasionales en el ejército. Las canciones del magnífico CD Livro fueron brotando mientras Caetano escribía simultáneamente las 500 páginas de Verdade tropical. Del disco y el libro se nutre el espectáculo que Caetano presentará en varias funciones en Buenos Aires, una vez que el Mundial 1998 haya comenzado en Francia. Veloso quiere ver en su casa de Río el partido inaugural entre Brasil y Escocia, el 10 de junio, y luego viajar a Buenos Aires. El show, el libro y el CD han tenido en Brasil críticas dispares, que Caetano disfruta, sobre todo las adversas. El libro fue ignorado por los suplementos culturales, por ejemplo, y el disco recibió tantos elogios como críticas. Honestamente, jamás esperé que hablaran bien del libro los intelectuales serios. Para eso son intelectuales serios. Yo soy, para ellos, sólo un artista popular con veleidades de pensador. Y tienen razón. Los periodistas de música de los diarios más influyentes de Brasil (hablo de O Globo, del Jornal do Brasil, de la Folha de S. Paulo) tienen un problema de sobredosis de consumo de revistas musicales inglesas, mientras trabajan en medios que se norteamericanizan en la búsqueda del impacto rápido. Sueñan con escribir en el Melody Maker o el New Musical Express, cuando en realidad lo hacen en una copia de USA Today. Y entonces compiten para ver quién le pega más a Caetano. Es un deporte nacional: destroza a tu ídolo. Livro tiene grandes críticas en España, Francia, Portugal, Alemania, Italia, Argentina y Japón. En Brasil, en cambio, sólo recibe críticas raras. Supongo que lo merezco: no me callo, sigo siendo un agitador social, y esto que digo de los medios después me es cobrado por los medios. No me extraña: viene pasando así desde hace más de treinta años. Pero aclaro que no es parte de un patrón que se repita. Así como hay personas que parecen concursar para ver quién me pega más, hay también olas de aceptación acrítica de todo lo que hago, que son muy molestas para mí, que naturalmente soy autocrítico. Pero además, hubo otras apreciaciones sorprendentes sobre su presente. Como la de Herbert Vianna, de Paralamas, que acaba de decir en una entrevista con Página/12 que le molesta el carácter canónico que tiene en Brasil todo lo que usted hace... ¿Cuáles fueron y dónde pasaron? Caetano dice que, si no tuviese oposición, no crecería, que si no se indignara, no le saldrían canciones como Alexandre, que se necesita vivir al mango para crear. Es fatal: yo soy yo. La búsqueda y la confrontación son mi carácter. Es mi sino. Mi temperamento es mi paraíso y mi infierno. En consonancia con esto, su obra no progresa ni retrocede linealmente, simplemente se expande en círculos cada vez más amplios, en los cuales conviven novedades y antigüedades en total armonía. Aquel osado intento de inyectar el rock en la música tradicional brasileña con que empezó su carrera, como una discusión entre el presente y el pasado, preside la totalidad de su obra, que es a la vez una discusión entre un músico popular formado en la tradición y un hombre de pensamiento académico (Veloso era estudiante de filosofía y de letras antes de empuñar una guitarra). Su obra, además de artículos, películas, bandas de sonido, recitales y shows inolvidables y finalmente libros, es un corpus de 35 discos -es decir, no menos de 400 canciones- que, salvo contadas excepciones -que son, a la vez, tentaciones no reprimidas de adaptarse a modas-, tienen una actualidad deslumbrante. En Livro conviven el jazz de las big bands y las últimas vertientes de la música electrónica, el rap y el rock, los experimentos dodecafónicos y las fáciles baladas, el samba y lo que para muchos es su enemigo -el sonido pop de los grupos facilistas neocarnavalescos bahianos-, guiños a Paul Auster e insultos vulgares, sonidos de baratijas japonesas e intérpretes maravillosos comandados por Jacques Morelenbaum. Lo que en otro artista sería mamarracho de bricolage o marketing de la diversidad, en Caetano es el mismo caleidoscopio de siempre: una mira ávida y desprejuiciada que va sacando polaroids de la realidad, para convertirlas en un proceso de refinamientos, en videoclips de culto. Caetano no ve más que otros artistas. Sabe qué hacer con lo que ve, y no sólo por un dominio excepcional de las técnicas sino también por una sapiencia de chef (o de cocinera popular bahiana) a la hora de combinar los ingredientes. Como todo artista genial, Caetano juega con planos de comprensión que nunca dejan afuera al lego, pero que definitivamente vuelven loco al peregrino informado de su mundo. De ahí el verdadero festival de citas de su propia obra que incluye en Livro, aunque deninguna manera pueda decirse que eso lo defina. El modo en que están utilizadas las formas más berretas de la música comercial bahiana en el disco podría explicar cierto enojo de los críticos cariocas con Caetano: parecen reprocharle, tácitamente, lo que la parte más cerrada y autoritaria de la ¿crítica de rock? argentina le reprocharía a Luis Alberto Spinetta si cantara un tema acompañado por un grupo de bailanta. A mí me gustan cosas que a la gente de buen gusto no le gustan. Y creo que tengo buen gusto, se divierte Caetano, otra vez. No sólo a los críticos los insulta que yo defienda a Timbalada: mi propia hermana Maria Bethânia me lo reprocha. Y algunos músicos cercanos también. No sé... acaso en otra vida nazca con un buen gusto de mejor buen gusto que este buen gusto que tengo. El hit de Livro en Brasil es Nao enche (No hinches), una muestra tanto del buen humor que nunca falta en la sofisticación de Caetano como del desenfado con que se corre de los lugares políticamente correctos (que, como se sabe, cambian según las épocas). Es una furiosa canción de insultos de un hombre a una mujer, a la que expulsa de su presencia, de su vida, de su casa, en un registro sin antecedentes en su obra, llena de canciones de amor de todo tipo y a todo tipo de personajes. Nunca había hecho una canción así. No creo que existan en el repertorio de muchos artistas, salvo Leonard Cohen y Bob Dylan, razona. En este sentido, puedo decir que es una canción única. Le costó trabajo. Cuando terminó de escribir Verdade tropical, tenía dando vueltas en la cabeza un tema similar de Jorge Ben de mediados de los 60, una canción de agresión a la mujer, sin la culpa del qué dirán en el medio. Investigué en mi propia furia, y me imaginé las peores cosas que podría decir, pero me quedé corto. Ya le había dicho a esa mujer tarada, cuadrada, arpía, araña, perra, piraña, pirata, malandra, vampira, mezquina, pero necesitaba más. Al momento de terminar el disco, tenía la música hecha, los arreglos grabados, y me faltaba letra. ¿Qué hice? Le pedí ayuda a Paula, mi esposa. Ella me sumó un insulto más, una palabra de origen sirio, vagaba, que significa algo peor que vagabunda, es una forma más vulgar de decirlo. Fue irónico: tener que recurrir a tu mujer para saber cómo la insultarías. Te voy a revelar un truco más aún: cuando me quedaba sin insultos, pensaba en los periodistas, y me salían insultos nuevos. El tema Pra ninguén tuvo un detalle gracioso: Caetano pensó poner en un tema todas las interpretaciones de cantantes brasileños que más le gustan y empezaron a desfilar los nombres. Hasta que se dio cuenta de que no podía poner a Joao Gilberto como uno más, y que entonces era mejor ignorarlo, nombrarlo con el silencio. Estaba todo listo... hasta que me di cuenta de algo que debía ser la idea central, el estribillo que quedó: mejor que esto (que todas las versiones de todos los que le gustan) sólo el mismo silencio / y mejor que el silencio, sólo Joao. Como si tuviese un deseo de justicia para con el otro imprescindible de la historia de la música brasileña, Tom Jobim, el disco incluye también el tema Um Tom. Tom es además el nombre del tercer hijo de Caetano: tiene poco más de un año y nació con una cesárea programada para que coincidiese con el día del nacimiento de Jobim. Caetano bien podría ser visto como el último integrante de la Santa Trinidad imprescindible de esa historia: Jobim fue más lejos que nadie como compositor; Gilberto expandió los límites de lo posible para un intérprete, y después, sin relaciones entre ambos de por medio, llegó el hijo pródigo para que el mundo se asombrara del milagro. Como hay un tema para el hijo menor y el mayor es el compositor de la canción número 8 del CD (How Beatiful Could A Being Be), no resulta nada extraño que en el clip de Livros aparezca bailando como un poseso Zeca Veloso, el hijo del medio, de 6 años. Caetano -que también puso a Bethânia recitando en otra joya del trabajo, su musicalización en forma de rap de O navio negreiro, un poema de Antonio de Castro Alves sobre el tráfico de esclavos a Brasil- se ríe con ganas recordando el proceso de desarrollo de las cosas: Cuando llevé a casa por primera vez la cinta, para escucharla allí, cada vez que pasaba el tema Livros, Zeca bailaba a los saltos. Lo pedía una y otra vez. Era maravilloso verlo en la intimidad. Muy bonito. La chica que hizo el clip presenció un día esa escena y propuso ponerlo. A mí me gustó. Aquí en Brasil, Zeca bailó cuando hicimos el espectáculo en Río. Pero a Buenos Aires no va a poder ir: tiene que asistir a la escuela. La voz le tiembla a Caetano cuando habla de sus hijos: parece extrañar por anticipado al del medio. Es así. Cuando Moreno era un bebito, a veces se me hacía insoportable no verlo por algunos días. Ahora, que han pasado 25 años desde que fui un padre debutante, puedo dejar de ver a Tom un poquito y lo soporto. Pero lo que me pasaba con Moreno me ocurre con Zeca. Es que a los 6 años, cuando hablan y saben de todo, y no saben nada a la vez, y preguntan y te abrazan y te besan, los chicos son especialmente luminosos. No dice hermosos, ni fantásticos, ni divinos. Dice luminosos. ¿Hay una palabra más caetana que luminoso? Libros Tropezabas en los astros desastrada (1) casi no teníamos libros en casa y la ciudad no tenía librería pero los libros que han entrado en nuestra vida son como la radiación de un agujero negro apuntando hacia la expansión del Universo porque la frase, el concepto, el tema, el verso (y, sin duda, sobre todo el verso) es lo que puede lanzar mundos en el mundo. Tropezabas en los astros desastrada sin saber que la ventura y la desventura de esa calle (1) que va de la nada a la nada son libros y el luar (2) contra la cultura (3). Los libros son objetos trascendentes pero podemos amarlos del amor táctil que damos a los paquetes de cigarrillos, domarlos, cultivarlos en acuarios en estantes, celdas, hogueras o lanzarlos por las ventanas (tal vez eso nos libre de lanzarnos) o -lo que es mucho peor- por odiárnoslos podemos simplemente escribir uno: Colmar de inútiles palabras muchas páginas y de más confusión las estanterías. Tropezabas en los astros desastrada pero para mí fuiste la estrella entre las estrellas. (1) Juego de palabras y sentidos intraducible al castellano: el adjetivo femenino desastrada (idéntico en español y portugués) tiene el mismo sonido que dessa estrada (de esa calle). (2) Luar se traduce como luz de luna o claro de luna, pero en la escritura en portugués (es frecuente en textos de Pessoa) tiene connotaciones relacionadas con determinados sentimientos, con una indefinida presencia del misterio, residuos tal vez de antiguos cultos lunares. Sin traducción exacta, es preferible mantener la palabra original. (3) Caetano dice de la expresión contracultura: Me pareció una maravilla decir contra la cultura en este tema. En la penúltima película de Jean-Luc Godard, él dice que de un lado está el arte y del otro la cultura, que lacultura siempre va a querer matar el arte y el arte siempre va a estar contra la cultura. Esto me pareció una maravilla, porque la idea de contracultura tiene una nueva formulación. Traducción y adaptación: Miriam Sosa |