Norman Briski y Tato Pavlovsky se encuentran dos veces por semana para compartir el escenario y hacer Poroto. En escena se hablan poco y nada. Fuera del escenario y puestos a conversar, desarrollan un diálogo muy particular, que a primera vista puede resultar una sucesión de monólogos alternados: Tato habla y Norman coincide. Norman explica y Tato asiente. Sin embargo, en ese número de varieté-verité que tanto les gusta montar, se vislumbran sanas diferencias con las que cada uno dibuja el mapa de sus propias pasiones, rutinas e itinerarios.
La historia (o este capítulo de la historia) empezó así: Pavlovsky escribió una novela llamada Poroto, que publicó en 1996. Cuando Briski la leyó, se entusiasmó con la idea de adaptarla y dirigirla, porque si algo le había atraído especialmente era el sentido de teatralidad de esa novela. Poroto es una historia fragmentada que se arma y desarma a partir de la reunión de dos viejos amigos en un bar. En la obra, estos amigos siguen siendo hombres, pero los papeles recaen en dos mujeres. Susy Evans es Poroto, un hombre de pocas palabras, experto en el arte de escapar de todos aquellos que pretenden recordarle su pasado. Elvira Onetto hace de Leo, un ex compañero de militancia que vuelve del exilio y que asume la tarea de incomodar a Poroto con viejas historias del pasado. Un hombre viejo (interpretado por Briski) observa la escena y divaga sobre la relación con su madre, mientras que el mozo del bar (interpretado por Pavlovsky) hace las veces de narrador, pero no es cualquier narrador: debe explicar las características sobresalientes de la personalidad de Poroto y para tal fin superpone su voz a la acción para intentar explicar y completar lo que Poroto no dice (hay que aclarar que Poroto apenas habla, y que en realidad ésta es una obra sobre lo poco que se habla, en general, en la vida).
Mientras tanto, Poroto sólo quiere huir y la obra es una reflexión constante sobre los movimientos corporales que utilizará para su intento de fuga. Los personajes van y vienen por el espacio escénico, arrastran los paneles de hierro con rueditas que conforman la lograda escenografía, mueven las mesas y, hay que decirlo una vez más, apenas hablan en el escenario. Afortunadamente, Norman Briski y Tato Pavlovsky hablan mucho, fuera del escenario.
Gassman y el bañero
Pavlovsky: -Cuando fui postulado para integrar la Asociación Psicoanalítica Argentina tuve una entrevista y me preguntaron quién me gustaría ser. Yo contesté: Vittorio Gassman. Mi respuesta fue tomada con mucha sorpresa y hasta con cierta indignación. Algunos pensaron que era una provocación, pero otros entendieron lo que quería decir: soy psicoterapeuta, soy actor y soy escritor de teatro, y no me siento más cómodo en un rol que en otro. Gassman es el potencial expresivo más alto al que se puede aspirar, y fue por eso que lo elegí. Y la verdad es que el teatro me ayudó bastante a escribir sobre la psicología. Tal vez desde afuera puedan hacerse clasificaciones, pero desde la perspectiva que me dieron los años creo que se trata de adquirir una manera total de pensar el mundo.
Briski: -A mí me molesta que me definan porque todavía tengo la oportunidad de ser aviador, bañero, antropólogo o campesino. Mi profesión es resultado de todas las carencias infantiles y sigo jugando el juego del cine, del teatro y a veces el de la televisión. Me gusta jugar. Con Tato podemos jugar un juego parecido con los interrogantes que tenemos en común. Además, cuando habla Tato yo adhiero.
Pavlovsky: -Es que tenemos historias comunes: por la política y el exilio. Poroto es el producto final de un trayecto en común para poder jugar, hablar de teatro, reabrir nuevos diálogos sobre la estética y la historia. Yo no sólo le doy importancia al producto final sino a todo el desarrollo de la artesanía del trabajo.
Devenir Poroto
Pavlovsky: -Norman dirigió Potestad y Galíndez hace más de diez años. Fue la primera vez que dirigió. Hasta entonces teníamos trayectorias muy separadas y de golpe nos juntamos. Como deben ser las cosas.
Briski: -Y si nos preguntan qué distingue este encuentro de los anteriores, ¿qué decimos, Tato?
Pavlovsky: -La originalidad de este encuentro, si tomamos en cuenta las otras obras que mencioné, es que aquéllas estaban escritas como obras de teatro donde el actor tenía que decir un texto que ya estaba escrito. En este caso, lo previo era un texto no teatral y la aventura del director (es decir vos, Norman) fue encontrar teatralidad en una novela.
Briski: -Era un desafío porque no sabíamos en qué iba a terminar. El concepto de tomar literatura y volverla obra dramática permite más libertades y al mismo tiempo genera muchas expectativas. El teatro indica cómo debe ser la dramatización; la literatura no. Lo que le interesa al teatro son las situaciones, y entonces, del texto literario se extrae la acción, que es lo que responde a la estética teatral. Poroto encierra la crueldad, nuestra historia de 30.000 muertos, la discusión de cómo queremos ser queridos hoy, sin los formatos de la telenovela. Nuestro lugar es marginal; sin embargo, yo no estoy contento con la marginación. Sería ideal vivir en una comunidad donde se pudiera disfrutar de creatividad. Los tipos parecidos, como nosotros.
El boxeador y el pescador
Ahora bien, ¿en qué no se parecen Tato y Norman?
Briski: -Tato es más alto... y eso no deja de ser un problema.
Pavlovsky: -Mi padre era boxeador y jurado de box. Veía las peleas científicamente, como un cirujano. Porque el box es un deporte que necesita de conocimiento para no parecer tonto o salvaje. Yo hubiera sido un buen medio pesado. Cuando me estaba por recibir de médico, fui a probarme al Luna Park. Y Nicolás Preciosa, el manager de Gatica, agarró la bolsa y me dijo: Péguele, péguele como a su madre. Fue un buen chiste para un futuro psicoanalista.
Briski: -Pero después fuiste comentarista de box...
Pavlovsky: -En el año 1961 fui comentarista en un programa por Canal 13. En esa época tenía un paciente italiano, que siempre hablaba sobre mi seriedad y profesionalismo con su hermana. Un día ella estaba mirando televisión y lo llamó: Guerrino, vení para acá, ¿este Pavlovsky no es tu psicoanalista?. Y ahí estaba yo, hablando entusiasmado sobre los golpes de izquierda y derecha. ¡Al tipo le agarró un susto al ver a su analista en la televisión! Otra vez fui a cubrir la pelea de Cassius Clay con Bonavena. En esa pelea Ringo había guapeado y aguantado hasta el final y cuando volvíamos en el avión me dijo: Todo parece muy lindo pero usted no sabe lo que es estar arriba con ese negro.
Briski: -A mí me gusta la pesca pero de chico iba siempre al arco. Pescar es estar en contacto con la naturaleza de la manera más legítima. Hace treinta años que pesco y sólo tuve ese lamentable incidente con la tortuga que me ha perjudicado muchísimo (Briski, Gerardo Romano y un grupo de amigos pescadores engancharon una tortuga con la línea de pescar tiburones) y muchos han dicho que soy un depravado. Nosotros íbamos a pescar tiburones y los tiburones tienen fama de malos y las tortugas tienen una imagen extraordinaria.
Esperando a Poroto
Pavlovsky: -Si tomamos El innombrable, de Samuel Beckett, es bien diferente de su producción dramática. La única vez que vi en mi vida a alguien haciendo teatral un texto que no lo era fue en Nueva York, cuando un actor de varieté irlandés amigo de Beckett llamado Mc Govern hacía un espectáculo sobre las obras inleíbles de Beckett: Malone muere y Molloy. Quizá tenga que ver cierta cercanía que tenemos con este tipo de teatro.
Briski: -No es que la obra sea una explicación de la novela, porque mi función como director no es decir lo que hay que hacer. Trabajamos en grupo y la teatralidad se va dando en los ensayos por medio de la experimentación. El ensayo es la base del teatro.
Cuando me estaba por recibir fui a probarme al Luna Park. Y Nicolás Preciosa, el manager de Gatica, agarró la bolsa y me dijo: Péguele, péguele como a su madre. Fue un buen chiste para un futuro psicoanalista.
(Eduardo Pavlovsky)
El problema no es del método...
Briski: -Hay que descontar que en la Argentina hay muy buenos actores y también muy malos. Las razones son múltiples: se supone que hay muchas maneras de hacer teatro. Pero, en general, se enseña con esquemas o tendencias dogmáticas: esto es teatro y esto no. Tanto el teatro griego como Stanislavsky, de quien soy un admirador, impusieron estéticas muy fuertes, pero después se las tomaron como dogmas.
Pavlovsky: -Esto no sólo se da en Argentina. Los jóvenes estudiantes de teatro norteamericanos están demandando maneras diferentes de actuación porque los métodos teatrales vigentes ya no tienen la eficacia para leer la complejidad de la realidad. Se está volviendo a cosas que antes fueron desechadas, como el Living Theatre.
Briski: -A veces el problema no es del método sino de los intermediarios de los métodos. Por ejemplo Strassberg (que fue mi maestro, así que lo conozco bien), cercenó el método de las acciones de Stanislavsky. Por lo tanto, este gran descubrimiento no pudo llegar porque el creador era comunista y el intermediario no. Lo que plantea el Living Theatre es muy interesante porque introduce una estética más sensitiva que no se queda en la burguesía rusa sino que incorpora Vietnam, las drogas y la violencia. Sin embargo, el teatro no ha avanzado al mismo ritmo que la ciencia o la literatura, salvo excepciones como Beckett o Genet.
Pavlovsky: -El teatro se quedó más en lo que Barthes llamaba los textos de placer y menos en los que articulan la estética de lo caótico o de lo que no es cultura bien pensante. Hay actores y dramaturgos que investigan nuevas formas, sin que eso signifique escapar de la realidad. Todo lo contrario, porque la realidad tiene un altísimo nivel de complejidad y requiere otras alternativas. Me parece que hay algo que decir todavía. Hay algo que experimentar. Sigue la búsqueda. Cierta gente joven podría vernos como figuras que ya pasaron, sin nada que decir, sin embargo, hay otros jóvenes que nos toman como referencia de manera respetuosa. De esta manera uno también se siente joven.
Sin muro y sin lamentos
Después de alguna que otra caída, la visión sobre la política no es la misma. Tampoco sobre el teatro. Pero, en el caso de Briski y Pavlovsky, trayectoria obliga, y la reflexión sobre nuevas formas de ver el mundo se impone:
Pavlovsky: -Creo que el de los 90 es un teatro menos ligado que antes a los discursos hegemónicos que intentaron la comprensión del mundo. Poroto tiene más que ver con lo que se llama la micropolítica. En lo personal, no puedo precisar en qué momento se operó este cambio. Desde muy temprano hice la crítica al psicoanálisis. Creo que esto es lo importante: poder hacer la crítica de ciertos discursos y producir cosas nuevas.
Briski: -Parecería que uno se arrepiente de aquellos discursos. El desafío actual es que queremos otra cosa pero no sabemos bien qué es. En teatro existe una manera institucionalizada de contar. En el cine pasa lo mismo. Yo no voy mucho al cine, y cuando voy, es porque los catorce amigos que tengo me la recomendaron varias veces. Ver mucho cine me resulta intoxicante, y me pasa lo mismo con el teatro. Mi correlato con el arte está en la naturaleza: voy a pescar o de paseo al campo. En esos lugares armo mis propias películas. Después están las cosas que me hacen reír: por ejemplo, Tato me hace reír.
Pavlovsky: -Parece que no, pero nos reímos mucho... El trabajo grupal es profundamente terapéutico.
Briski: -Yo hago terapias de todo tipo, y las mismas cosas que hago como terapia son las que me enferman. Inclusive la psicoterapia me enferma. El teatro es un lugar terapéutico pero al mismo tiempo me enferma.
Pavlovsky: -Norman tiene la capacidad innata de captar señales en los fenómenos estéticos.
Briski: -Tato me dice que el único don que tengo es genético... ¡Ni siquiera es mi mérito! Es decir: soy creativo a mi pesar.
Yo hago terapias de todo tipo, y las mismas cosas que hago como terapia son las que me enferman. Inclusive la psicoterapia me
enferma. El teatro es un lugar terapéutico pero al mismo tiempo me enferma
(Norman Briski)
Un tercero entre nosotros dos
Pavlovsky: -Si hablamos de diferencias me parece que la creatividad es llegar a lograr la desaparición del sujeto. La creatividad sería un tercero entre nosotros dos. Norman es director y yo no. Yo soy alto y él no. Pero es el trabajo de grupo lo que nos importa. No se trata de que los actores sean mejores o peores, sino que puedan tener sensibilidad.
Briski: -Además, fuera de lo laboral somos amigos.
Pavlovsky: -Somos amigos desde hace muchos años, con temporadas de vernos mucho y otras no tanto.
Briski: -Una relación que puede incluir el enojo... Yo no me acuerdo bien cuándo ni por qué, pero estuvimos enojados, ¿no, Tato?
Pavlovsky: -El enojo de pareja fue en Potestad. Cuando Norman volvió del exilio estaba mucho más intempestivo. Ahora es más sabio y tolerante.
Briski: -Totalmente. Y, para mí, Poroto es Tato porque tanto Tato como Poroto son nombres que se usan entre amigos, familiarmente: Che, Tato, alcanzáme eso. Y en el caso de Eduardo, su sobrenombre es lo más barrial que tiene.
Pavlovsky: -Yo no soy barrial.
Briski: -Yo soy el más barrial de los dos. Pero tampoco quiere decir que lo sea mucho... Qué sé yo: somos los dos hinchas de Independiente, tenemos mucha cancha y box. Por ahí estamos juntos porque somos del mismo cuadro.
Pavlovsky: -Eso: estamos juntos porque somos rojos.
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