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Elvis Costello y Burt Bacharach

Allá por 1977, cuando Elvis Costello recién comenzaba su carrera, Burt Bacharach ya estaba en la cima. Veinte años después, a los 44 y 70 años, respectivamente, han unido fuerzas para componer “Painted By Memory”, un disco que está llamado a ser uno de los mejores del año. No contentos con ello, lo presentaron en vivo con una pequeña y exclusiva gira que culminó el mes pasado en el Royal Festival Hall de Londres. Radar estuvo allí, y volvió para contarlo.

La tormenta de flashes cesa, los artistas se sientan en sus sillas, frente a sus respectivos micrófonos y vasos de agua, y entonces alguien debe hacer la primera pregunta. Ese suele ser el momento fundamental de cualquier conferencia de prensa. Cuyo destino se puede leer en tres movimientos. Primero, en la densidad del silencio que se construye hasta que el primer periodista toma la palabra. Segundo, en el carácter de esa primera pregunta: su banalidad o pomposidad, su ubicuidad y/o sentido del humor. Y, por último, en la predisposición de la respuesta: si el interrogado esquiva la pregunta con estilo, la desecha con arrogancia o la hace suya. A fines del mes pasado, un periodista italiano rompió el hielo en la conferencia de prensa que dieron Burt Bacharach y Elvis Costello antes de su único show conjunto en tierras británicas. “Antes de hablar de la música”, arrancó el periodista, “me gustaría que describieran la relación que existe entre ustedes. ¿Es la que hay entre un alumno y su maestro, o la que se da entre un padre y un ... tío?”, preguntó, despertando algunas sonrisas. “Creo que es bastante equilibrada”, levantó el guante Bacharach. “No pienso nunca en que Elvis es más joven que yo. Nuestra relación no es la que existe entre un maestro y un maestro más joven, o la que ...”, empezó a contestar Burt, cuando se escuchó la voz de Costello. “Odio interrumpir, pero no estaría mal si lo dejáramos en maestro y maestro más joven”, bromeó. “Yo sé que aprendí mucho componiendo con él, pero trato de que esa sensación no se haga presente cada vez que trabajamos juntos. Odiaría sentirme en la escuela cada vez que comparto un estudio con Burt”, remató el Elvis británico. E instaló la sensación de que esa noche el maestro y el maestro más joven iban a dar cátedra en el Royal Festival Hall de Londres.

EXTRAÑA PAREJA Tres años atrás, cuando la directora norteamericana Allison Anders comenzó a pensar en la música para su film Canciones de mi corazón, se le ocurrió que necesitaba un tema de un estilo que sólo podía definir como una cruza “entre Elvis Costello y Burt Bacharach”. Y decidió que lo mejor era unir a ambos personajes. Algo que parecía caber sólo en la cabeza de una cineasta demasiado entusiasta. Durante mucho tiempo, Costello fue el chico más enojado de una larga lista de chicos enojados que parió el punk en Inglaterra. No hay más que recordar su imagen en la tapa de My aim is true, su primer disco: saco y anteojos, pies chuecos y guitarra amenazante, encarnando la revancha del Nerd.

Dos costas más allá, lo más lejos posible de ese londinense enojado, estaba el reino de Burt: melodías pegadizas, bronceados de salón y dientes blanquísimos. El lujo hecho canción. Y la canción de uno hecha la canción de todos: cuando Bacharach sube a un escenario a tocar alguno de sus medleys, resulta increíble cómo los oídos reconocen las melodías, aun desconociendo cabalmente el nombre de la canción. “Si Bacharach tuviese un centavo por cada vez que uno de sus temas ha sonado en un ascensor, sería un hombre rico”, escribió Andrew Mueller en The Independent. “Y, si sus sellos discográficos hicieron bien su trabajo, tal vez haya conseguido cada uno de esos centavos. Y probablemente todavía los tenga.”

“No creo que Burt piense en su obra como música de ascensor”, ha dicho más de una vez Costello, y lo repitió en Londres. “El la considera tremendamente atrevida, y eso me parece lo correcto. Es vergonzoso que muchos músicos de hoy en día no busquen grandes canciones en los catálogos, porque encontrarían más de una de Burt.” Esa tendencia, más allá del enojo de Costello, está comenzando a revertirse. De la mano del auge de la música lounge y del impacto de su tema “Say a little prayer” en la película La boda de mi mejor amigo, El Rey del Lounge (como se lo conoce a Bacharach) parece estar de moda. Acaba de salir su propia caja compilatoria con tres compact discs. En diciembre se editará el registro de un show homenaje en el que sus canciones son interpretadas por SherylCrow y Chrissie Hynde, entre otros. Y el año que viene se estrenará en Broadway un musical basado en sus temas más clásicos. A todo esto, desde hacía tiempo que Costello estaba llevando su música fuera de los decorados del rock, colaborando con The Brodsky Quartet y Bill Frissell. Incluso firmó un flamante contrato con el sello Mercury que le permite editar discos en sus subsellos de jazz y música clásica. Es más: si es cuestión de ser precisos, hay que recordar que el repertorio de Costello ha incursionado al menos en tres oportunidades en covers de Bacharach. La última vez fue en el disco Kojak Variety, cuando registró una hermosa versión de “Please Stay”. Antes, fue el turno del clásico “Baby, It’s You”. Pero, según contó el propio Costello desde el escenario del Royal Festival Hall, el primero de los covers data de su época más furiosa: “Veinte años atrás, tenía una bandita que se llamaba The Attractions. Con ellos me encantaba hacer una entusiasta versión del tema de Bacharach/David llamado `I just don’t know what to do with myself’. Esta noche me voy a dar el lujo de cantarlo con los acordes correctos”. Acto seguido, con el mismísimo Bacharach al piano y una orquesta de cuerdas de doce integrantes, Costello se dio el lujo. Y ese lujo bien puede ser recordado como el mejor momento de una noche mágica que dejaba claro, de nuevo, que reunirlos en un dúo no era sólo una idea “demasiado” osada en la cabeza de una cineasta. Reunirlos para componer y tocar, como se puede leer en más de una crítica del disco, “una música de un tiempo que ya no existe”.

MUSICA PARA CONFERENCIAS Burt de jogging y zapatillas, Elvis de saco y sombrero: así fue como se aparecieron en la conferencia de prensa. El hombre al que le caen (y siempre le caerán) gotas de lluvia sobre su cabeza parece caracterizado para un rol de un veterano campeón de tenis que hoy se dedica a la docencia, a la seducción y, de paso, a ser un agente secreto de sonrisa perfecta. Ese es Bacharach. Costello, de cerca y con el sombrero en la mano, se parece mucho a Kevin Spacey. Mal afeitado y luciendo orgulloso una sonrisa que destaca ese espacio vacío entre sus dientes de adelante. Aunque a los 44 años Elvis ya no parezca tener demasiadas razones para mostrar los dientes.

Bacharach, con anteojos oscuros y reclinado en su silla, responde sobre Costello y el rock’n’roll: “Elvis le ha prestado más atención a mi música que yo a la de él. Porque siempre quise cerrar mis oídos al rock más ruidoso. Y el punk, obviamente, es algo a lo que no le presté atención. Al igual que la música que salió de Detroit, Philadelphia o Memphis. Es música negra y urbana. Siempre pensé que era demasiado simplista, aunque tal vez me apresuré a juzgarla. Cuando escuché lo que había hecho Elvis, amé su trabajo. Me parece un escritor de canciones maravilloso, que además incursionó en el country y en el jazz. Hasta hizo un disco con un quinteto de cuerdas. Eso es algo muy valiente. Los suyos son como discos de otra época”.

Reclinado hacia adelante, Costello explica que el único abismo insalvable entre ambos durante la grabación del disco tuvo que ver con sus gustos deportivos: “A mí me gustaba hacer un alto en las sesiones para ver el Mundial de Francia. Burt, en cambio, exigió ver el Derby de Kentucky”, precisa. Y, sin que le re-pregunten, habla del disco: “Lo que espero haber aprendido de él es a confiar en las canciones y las entrelíneas. No hay que dar todo de una vez cuando se está haciendo un disco. Quiero decir: cuando uno trabaja con una banda de rock, el sonido es fuerte y la voz debe competir. En las canciones que compusimos juntos no existió esa competencia. El drama se fue construyendo lentamente, y en este disco hay crescendos que son más poderosos que cualquier cosa que he realizado con una banda de rock”. “Lo que a mí más me interesa”, toma la posta Bacharach, “es la capacidad de desvanecerse en cada canción. Escaparle a mostrarse uno en vez de rendirse al tema. Hay cantantes que hacen maravillas con su voz, pero se exceden. Y nos exceden. Déjenme contarles algo: hay una razón por la cual Ed Sullivan duró todo lo que duró en la televisión de Estados Unidos. Todos se burlaban de él y decían que tenía suerte. Lo que Sullivan hacía no le agradaba a nadie en especial. Pero cada tanto, cuando aparecía alguien con un nuevo programa, salía con todo y a las dos semanas desaparecía. Ponían demasiada energía. Sé que me estoy yendo un poco por las ramas pero ustedes saben de lo que estoy hablando. Del valor de cantar suavemente”.

IN PATAGONIA Es muy difícil olvidar que, en medio de la guerra de Malvinas, Elvis Costello escribió un gran tema antibélico llamado “Shipbuilding” y lo hizo grabar por Robert Wyatt. Es difícil olvidar, también, la sentida trompeta de Chat Baker en la versión que, años después, finalmente grabó el propio Costello. Y resulta decididamente imposible hacer a un lado semejante recuerdo estando Londres, con Costello al alcance de la mano, y en una época en que una palabra como Falklands ha vuelto a las portadas de los diarios británicos. El que tampoco parece olvidarlo es el propio Costello, que apenas se entera que hay un cronista argentino en la sala se acerca para charlar luego de la breve conferencia. Después de entusiasmarse con un par de respuestas, Bacharach huyó raudo a ensayar con las cuerdas, y los pocos periodistas que han quedado en la sala se arremolinan alrededor de Elvis, que le está contando al cronista de Radar la emoción que lo embargó cuando vio el monumento a los caídos del “Belgrano” ubicado en un lugar que menciona como “jushi”.

¿Dónde dice que está ese monumento? -En “ushuy”. Estuve allí en enero de este año. Fui con unos amigos.

¿En Ushuauaia? ¿Usted estuvo en la Argentina este año?
-Así es. Estuve ahí de vacaciones. Siempre había querido conocer la Patagonia. Así que estuvimos en Puerto Madryn, visitamos Perito Moreno y cruzamos al lado chileno. Fue maravilloso, las mejores dos semanas de mi vida. El único momento triste fue cuando estuve frente a la Casa Rosada, en Buenos Aires, viendo los símbolos de los desaparecidos pintados en el suelo de la plaza.

Usted compuso un tema sobre la guerra de Malvinas. ¿Qué le viene a la mente cuando ve que vuelve a hablarse del tema en los diarios? -No le hice un tema a la guerra, sino en contra de ella. Esa guerra tuvo más que ver con las ambiciones personales de políticos interesados en crear un conflicto artificial que con algo real. Es decir: es obvio que las Malvinas son argentinas, porque están ahí. Pero no era un trabajo para un régimen como el de Galtieri, que fue brutal incluso con su propia gente. El sólo consiguió que tantos chicos murieran inútilmente. El tema de las Malvinas tiene que ser resuelto en paz. Pero, como soy parte irlandés, tampoco soy el más indicado para hablar de eso.

DISPAREN CONTRA EL PIANISTA “La gira mundial más pequeña del mundo” -como la bautizó desde el escenario el propio Costello- comenzó en el Radio City Music Hall de Nueva York (“Fuimos tan locos como para debutar ahí, en vez de hacerlo en un perdido pueblo de Pensilvania y revisar todos los errores. Pero Dios nos dio fuerza y todo salió bien”, confesó con sorna Bacharach en la conferencia de prensa). Si en Nueva York el público era claramente proElvis, en Londres la cuestión estuvo bastante pareja. Había fans de ambos. E incluso había unos pocos fans de Oasis, ya que dos años atrás, en ese mismo escenario, Noel Gallagher subió a cantar el tema “This guy is in love with you” como invitado en un recital de Bacharach (aunque Burt aclara: “No me parece que hagamos un disco juntos. Lo que más megusta de Oasis es el hecho que les guste mi música, y me siento muy honrado porque incluyeron en la tapa de su primer disco”).

El show empezó con la voz y la guitarra de Costello cantando y rasgueando los acordes de “Baby, It’s You”. Sobre el escenario había veintiséis músicos, más Burt y Elvis. Costello al medio, vestido de smoking frente al micrófono. Bacharach de blanco, detrás de él, sentado en un piano de cola y dirigiendo las cuerdas. Así, recorrieron todo el nuevo disco e incluyeron dos sets solistas, uno para cada uno. Durante los días siguientes, los fans de Costello devenidos periodistas se dedicaron a burlarse de Bacharach cada dos párrafos en sus crónicas para diarios como The Independent o The Guardian. Error. A la hora de los sets solistas, Bacharach tocó durante treinta minutos algunos de los temas más famosos del mundo interpretados uno tras otro. Y cuando Steve Nieve dejó su teclado para sentarse en el piano de Burt apenas éste dejó el escenario, y Costello arrancó con un par de temas arreglados con cuerdas, los que parecieron un tanto fuera de lugar en ese contexto fueron los ex Attractions. Pero fue sólo un instante. Que se borra con el recuerdo del tema nuevo “What’s Her Name Today?” como maravilloso final. Y con Costello diciendo “Nunca pensé que iba a tocar esta guitarra con este traje”, mientras la acústica le cuelga del cuello y le arruga el smoking.

TIERRA DE GIGANTES Una hora después, en el bar para los músicos, ubicado en el backstage, entre londinenses satisfechos y quizá futuras estrellas del rock, Bacharach camina con una botellita de agua en mano. Costello, todavía con el smoking arrugado, aparece y dice: “Ustedes tienen que estar bien atentos al resultado del caso Pinochet. Porque, si la acusación resulta, cuando Margaret Thatcher salga de Inglaterra los argentinos tienen un caso muy fuerte contra ella”. Y se va, guiñando un ojo. “Ya te dije: yo soy medio irlandés”.