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CINE Ciudad en tinieblas, de Alex Proyas

Inscripta en la línea de la ciencia-ficción que prescinde de las naves espaciales para contar la vida futura, los mundos desconocidos y los visitantes inesperados, la nueva película “gótica” del director de El cuervo cuenta la historia de un hombre que descubre al despertar que ha perdido su pasado. Para recuperarlo, deberá averiguar quiénes son y qué hacen Los Extraños: unos hombres de negro, muy pálidos y calvos, que trafican con la memoria ajena y rediseñan la ciudad cada noche.

Por Laura Isola

El género ciencia-ficción es bastante difícil de delimitar. Sin embargo, con sólo decir “son esos relatos que cuentan sobre cohetes interplanetarios”, el interlocutor entiende de qué se trata. Pero no en todas las películas de ciencia-ficción, como tampoco en toda la literatura, aparecen máquinas semejantes. Aunque, a veces, pareciera ser que las naves interestelares son, a la ciencia-ficción, lo que la varita mágica es a los cuentos de hadas.

ESA MAÑANA, AL DESPERTAR... en tinieblas, la última película de Alex Proyas, se aleja de la limitación imaginativa que propone la ciencia y visita otras experiencias posibles de la ficción fantástica: la vida futura, los mundos desconocidos y los visitantes inesperados. John Murdoch (Rufus Sewell, el Fortinbras del Hamlet de Kenneth Branagh) se despierta desnudo y con un hilo de sangre en la frente en el baño de una pieza de hotel, sin poder recordar absolutamente nada de su vida, ni siquiera su propio nombre. El personaje se ha convertido no en “un monstruoso insecto” (aunque uno de los guionistas de la película, Lem Dobbs, es también autor del script del Kafka de Steven Soderbergh) sino en un hombre sin pasado. Suena el teléfono. Del otro lado, un tal Dr. Schreber (Kiefer Sutherland) le susurra dos o tres palabras pidiéndole un encuentro. A continuación, tres figuras fantasmales se acercan por el pasillo del hotel para matarlo. Eso será la película: la historia de Murdoch y su gradual descubrimiento sobre la naturaleza de estos extraños seres.

EXTRAÑOS EN LA NOCHE Los Extraños son seres de otro planeta que intentan explicar la existencia humana desde el punto de vista de la singularidad. Como colaboracionista eligen a un psiquiatra, el Dr. Schreber. Lo que no tienen en cuenta es la posibilidad de ser traicionados por este sujeto titubeante, mezquino y cobarde (cualquier semejanza con psiquiatras de la vida real es mera coincidencia, señor lector). A diferencia de los hombres, ellos son todos iguales, justamente por la falta de memoria. Su mundo se encuentra en vías de extinción; por lo tanto, la única alternativa que tienen es experimentar con los habitantes de la ciudad y lograr una gran memoria colectiva. Los Extraños poseen el poder de detener el tiempo: cada vez que el gran reloj del mundo subterráneo da las doce, ellos cambian el pasado y rediseñan la ciudad dormida. Mientras los autos se detienen y todos caen en el sueño inducido, Los Extraños mezclan, transforman y construyen la ciudad. Son hombres de negro con inmensos tapados hasta los pies, calvos y de caras pálidas, que recuerdan al Gabinete del Dr. Caligari. Sus puntos débiles son la fobia al agua y a la luz. Su jefe es el Sr. Libro (Ian Richardson). Hay otro llamado Sr. Sueño (un niño diabólico que deambula a altas horas de la noche) y un tercero llamado Sr. Mano (Richard O’Brien) que es el sanguinario alter ego del pobre Murdoch. Ladrones de vidas ajenas, Los Extraños tienen el poder de “sintonizar” (es decir, una habilidad psíquica de ordenar el mundo a su antojo), pero todo puede fallar en la dimensión desconocida...

EL PROCESO Cuando alguien se despierta sin pasado, cualquier vida anterior es posible. Murdoch, al igual que K en El proceso, apenas puede distinguir entre lo verdadero y lo falso. Es buscado por el asesinato de seis prostitutas, no puede recordar salvo retazos de su vida -uno de ellos incluye una playa de postal, el resto son escenas de amor con su esposa Emma, una cantante de ojos tristes y labios sensuales (la espléndida Jennifer Connelly, que en esta película hasta canta como los dioses)-. Murdoch no puede dormir, ni siquiera cuando Los Extraños ponen a dormir a toda la ciudad. Ésta es la característica que lo distingue: el experimento con Murdoch ha fallado. Murdoch no responde como el resto de los mortales a las directivas del más allá. Ergo, puede enfrentar las poderosas mentes de Los Extraños con la suya: Murdoch es capaz de “sintonizar”. Por esa razón hay que eliminarlo. Mientras tanto, para resolver los crímenes que recaen sobre Murdoch aparece un inspector de policía. William Hurt es Bumstead, el policía que intenta explicar por qué el sospechoso le resulta tan inocente. Con este elemento la película se interna en el policial negro. En el personaje del inspector se combinan ambos géneros: Bumstead no es el típico detective de la novela policial negra; más bien parece la proyección de la idea que puede tener un alien sobre el género negro. Hurt condensa todos los tics y clichés chandlerianos y afines: hacía tiempo que no ofrecía una actuación semejante. En cuanto a los ojos de Rufus Sewell, se mantienen abiertos durante toda la película, mientras el personaje se hace las preguntas básicas de un niño: ¿las personas y las cosas siguen existiendo cuando no las vemos? Por medio de Murdoch, el director y sus coguionistas (el ya nombrado Dobbs y David Goyer) se internan en el misterio de la existencia y usan la lógica del sueño para contar la experiencia de un hombre solo, paranoico y sin pasado.

BIENVENIDOS A CIUDAD GOTICA El cine y la literatura han dado muchas de las especulaciones posibles sobre la ciudad futura. Sin embargo, directores y escritores se han ido a veces demasiado lejos para que las ciudades terminen pareciéndose demasiado a las ya existentes: en Blade Runner los lazos con el presente son fatales (casi todas las marcas que aparecían en los anuncios de neón de la película de Scott quebraron en poco tiempo) y 1984 de Orwell terminó siendo un presente que ya amenaza convertirse en cándido pasado. La ciudad de Ciudad en tinieblas se ubica en un no-lugar y en una línea de tiempo altenativa. Proyas lleva al extremo la estética neo-gótica de Tim Burton en el primer Batman y la combina con el comic retro-futurista para dar a luz la ciudad más oscura y estilizada que se pueda imaginar. También lleva a los confines su propio experimento en la película El cuervo: apuesta a una historia tan complicada como una pesadilla -ya se sabe de la dificultad en relatar los sueños- y la recubre de un buen uso de efectos especiales: tantas veces vistos pero tantas veces puro fuego artificial. Cuando la cámara se aleja de las calles laberínticas y ofrece una panorámica se ve la obra maestra completa: es la imagen de la Tierra de los antiguos, una planicie sostenida por un mundo subterráneo. La ciudad es un experimento y el laboratorio se encuentra justo abajo: en la ciudad de Los Extraños. Esta urbe es un homenaje a la ciudad de Metropolis de Fritz Lang: cavernosa, oscura y con un reloj gigante que marca un tiempo que no transcurre. Ciudad en tinieblas viene a confirmar que la buena ciencia-ficción, la que describe los mundos desconocidos, pasa a ser un instrumento de tal flexibilidad que toda suerte de fábulas políticas y morales pueden ser adaptadas a ella, para el uso y abuso de los espectadores modernos. En esta era tan saturada de imágenes como ávida de imágenes nuevas, tal como definió esta época el cineasta alemán Werner Herzog, la anticipación parece haber creado un lenguaje que puede expresarlo todo.