Y entre Stonewall y Pulse, sucedió la segunda mayor masacre de homosexuales de la historia de USA: el ataque incendiario contra el bar gay “Upstairs Lounge” en Nueva Orleans. Fue el 24 de junio de 1973,  hacia el fin de la semana del Orgullo, mientras  estaban celebrando justamente el 4° aniversario de la revuelta de Stonewall. 

Entre las 32 víctimas mortales y los 15 heridos se encontraban miembros de la Iglesia de la comunidad Metropolitana (ICM), rama protestante que defiende los derechos LGTB conformada por  gays, lesbianas y trans que habían celebrado una misa en el club. El pastor George “Mitch” Mitchell que había conseguido escapar, volvió entre las llamas para rescatar a su novio Louis Broussar y ambos fallecieron en el incendio: sus cuerpos aparecieron abrazados el uno al otro, reeditando los amantes de Pompeya pero esta vez a consecuencia de un crimen de odio.  Así como se supo de éste y otros actos de amor y heroísmo - sobrevivientes que se encargaron de evacuar a los heridos en camilla mientras la policía no hacía nada- la crónica relata que bomberos y paramédicos se negaba a acercarse a los heridos porque en la época se consideraba que los homosexuales “tenían enfermedades” y eso que aún estaba lejos la paranoia y los prejuicios homofóbicos desatados por la epidemia de VIH. 

Mientras la prensa solo se hacía eco de la tragedia para burlarse, las iglesias de la ciudad se negaron a realizar servicios religiosos, las funerarias se negaron a recibir los cadáveres y algunos familiares se negaron a enterrarlos. Según relata Oscar Blackmount muchos de los cadáveres permanecieron sin identificar porque en sus últimos momentos los hombres arrojaron sus billeteras al fuego para no ser identificados. Solo la funeraria Jacob Schoen & Son aceptó recibir los cuerpos y realizó los funerales, a título gratuito. El crimen permanece impune: nunca fueron identificados ni arrestados los responsables del atentado ni hubo demasiada voluntad política en esclarecer el hecho.