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ESTAN A PUNTO DE PERDERSE LAS FICHAS DE INGRESO AL PAIS DE CENTENARES DE MILES DE INMIGRANTES
¿De dónde veníamos los argentinos?

Los documentos estaban en el Hotel de Inmigrantes, pero ese edificio de Puerto Madero será reciclado en un museo. Sólo 12 personas cuidan el traslado de los papeles a un depósito inadecuado y no se sabe cuál será el destino final. Puede perderse el registro de entrada de los criminales nazis.

Los que bajaron de los barcos a la tierra prometida.
Se puede perder la memoria de los que hicieron la Argentina.

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Por Joe Goldman

t.gif (67 bytes) El archivo del servicio argentino de migraciones corre riesgo de perderse por una mudanza mal planeada que despertó fuertes resistencias. Los centenares de miles de fichas de inmigración de los antepasados de la mayoría de los argentinos, guardadas en muy mal estado en el edificio del Hotel de Inmigrantes, pueden acabar perdidas o destruidas cuando haya que despejarlas para la reforma del predio histórico. Según el proyecto, el Hotel, que se encuentra al final de Puerto Madero, justo atrás del hotel Sheraton, será reciclado como los demás galpones de la zona y transformado en un museo. El archivo casi fue trasladado a un galpón de la Armada en la Costanera Sur que, según fuentes especializadas, no tiene la infraestructura mínima para preservar los papeles. Entre otros documentos que corren riesgo de perderse, están los completos legajos de entrada al país de muchos criminales de guerra nazis.
La mudanza iba a realizarse en los primeros días de este año –según la orden formal, a partir del primero de enero–, pero todo se postergó por los reclamos de la familia que donó el Hotel al Estado para hacer un museo. Según fuentes del organismo, el traslado de los masivos archivos se hará “este verano, antes de marzo”. El lugar todavía no está determinado.
“Sería un crimen perder esos archivos”, dijo el periodista Uki Goñi, que pasó meses trabajando en el Hotel investigando la entrada de nazis para su libro Perón y los alemanes. “Ahí están las fichas de entrada de Priebke, Barbie, Eichmann, Schwammberger, Kutsch-mann, Mengele, Ante Pavelic. Yo encontré la curiosa foto de la ficha de Pavelic, de cuando llegó al país, con barba y anteojos. Según la ficha, llegó el 6 de noviembre de 1948 con el nombre de Pal Aranos en el buque “Sestriere”. Estas fichas permiten saber el número de legajo de cada persona que entró en el país. Encontrar esos legajos no es fácil, pero si existen, si están en alguna parte, deben estar en algún rincón del Hotel de Inmigrantes”.
“Podríamos encontrar los legajos de Eichmann, que llegó a Argentina como un técnico en 1950 con la ficha número 231489-48, lo que quiere decir que su trámite es de dos años antes que su llegada. También es interesante ver que Priebke y Mengele llegaron a Argentina prácticamente juntos y tienen números de legajo consecutivos. Priebke dijo ser mayordomo y tiene el legajo 211712-48 y Mengele dijo ser mecánico y tiene el número 211713-48. Los legajos deben contener cartas de recomendación del órgano estatal que patrocinó y recomendó sus entradas.”
Entre los muchos papeles que vieron la luz después de medio siglo, está la ficha del criminal de guerra Hans Gerhard Bohne, que tiene la dudosa distinción de ser el primero que Argentina extraditó. Fue en 1965, durante el gobierno de Arturo Illia. Bohne hizo sus trámites en Génova, donde nuestro consulado le extiende el 7 de enero de 1949 un permiso para “radicarse definitivamente”. El trámite fue facilitado porque Bohne, que se encargó del programa de eutanasia de Hitler, fue recomendado por el brigadier Bartolomé de la Colina. El alemán llegó al país a bordo del “Ana C”, el 29 de enero de 1949.
Goñi, tras haber pasado cuatro meses de su vida en los pasillos polvorientos del archivo, está seguro de que apenas logró arañar la superficie de la documentación sobre criminales de guerra nazi que entraron en el país. “No creo haber visto ni la décima parte de lo que hay. Ordenar esto es un trabajo inmenso. Y no sólo por el material nazi: el país necesita preservar este archivo como parte de la tarea de recuperar nuestra memoria”.
La periodista canadiense de televisión Dawn Makinson, que lleva seis años trabajando en Argentina, también tuvo sus encuentros con el archivo de migraciones. “Hicimos una nota sobre nazis en Argentina y sobre el oro nazi para CBS News. No podíamos creer el estado de esos archivos, me dio pena la gente que trabaja allí. Es como un basural para la memorianacional. Una vez hice una nota sobre la inmigración en Canadá. Fui al archivo de migraciones y los encontré en cuartos con aire acondicionado, con todo pasado en una computadora. Y eso fue hace diez años”.
El personal del archivo argentino trabaja hasta tarde en la noche, tratando frenéticamente de poner orden en lo que es hoy una inmensa masa de papel. Son apenas doce personas que temen que sus papeles terminen de destruirse en la mudanza y que sueñan con voluntarios que las ayuden a cargar todo en cajas. “El Ejército nos va a prestar camiones para la mudanza,” dicen, “y soldados para acarrear todo. Pero lo más importante es empaquetar todo como corresponde. Y no sabemos cómo vamos a hacerlo”.
La memoria de los argentinos que “descienden de los barcos” no tiene demasiada prioridad en el orden de las cosas. Desde hace algunos años, una y otra vez aparecen ideas para quemar los papeles anteriores a 1970, dejando lugar sólo a aquellos que son pedidos por “clientes” que la institución no puede ignorar, como son los jueces federales que investigan entradas y salidas del país. El hogar actual de los papeles es el viejo Hotel, ubicado en la avenida Alicia Moreau de Justo, justo atrás del Sheraton. Se entra por un patio sucio donde los inmigrantes de hoy hacen fila para sus trámites. En el primer piso, entrando por el lado de la avenida Córdoba, está la oficina de los que tratan de preservar los archivos. Allí se guardan los libros de entrada de buques desde 1926, y allí, en un laberíntico salón, están las tarjetas de entrada y salida del país de los últimos diez años prolijamente ordenados por aeropuerto, puerto, puesto fronterizo y fecha, en grandes cajas.
No es poco, pensando en que hay 421 lugares por los que se pueden entrar oficialmente a Argentina. Y que pronto, gracias al pacto fronterizo con Chile, habrá más todavía. Y que las computadoras parecen ser un lejano sueño inalcanzable.
En el segundo piso se entra en un inmenso hall dividido en cuatro naves, dos a cada lado, separados por una línea de duchas que usaron los abuelos al llegar al puerto para lavarse la sal del mar, el gris de la pobreza, el sudor de la huida. En ruinas, los baños recuerdan hoy a un campo de concentración europeo.
Las dos naves que dan hacia el río guardan los papeles. Uno, el que mira a Retiro, se llama Chela, en homenaje a una ex directora del archivo que pasó años y años salvando millares de fichas y documentos en grandes cajas de madera. El galpón que da hacia Córdoba se llama Pulgas y encierra una nauseabunda masa de pilas de papel con olor a pis de gato, a tela podrida, a decadencia cubierta por una gruesa capa de telas de araña y polvo. Por todas partes hay papeles tirados, registros rotos. Levantando uno al azar, se lee la ficha de inmigración de una lindísima joven italiana que, en la foto de 1933, alza con orgullo y con amor a su pequeña hijita. En el laberinto se pudren las historias de otros italianos, de españoles, alemanes, judíos, rusos, griegos, chinos, galeses, sirios, turcos, irlandeses, japoneses y Dios sabe cuántas nacionalidades más que crearon a la mayoría de los argentinos de hoy.
Los pedidos judiciales mantienen ocupados a los archivistas, pero no pasa día sin que aparezca algún curioso queriendo saber sobre sus antepasados. Es raro que alguien logre encontrar algo, por lo que todos recuerdan con alegría cuando le dieron el gusto a una médica que quería detalles sobre el último viaje de su abuela a Italia, en 1950. Nadie podía creerlo, pero enseguida apareció el libro de salidas de ese año, con el nombre de la nona.
El Hotel de Inmigrantes será un museo que cuente la historia de cómo nació la Argentina moderna. Como Ellis Island, su contraparte de Nueva York, mostrará rostros y artefactos. Pero... ¿habrá datos? “Todos hablan de Nueva York, pero allá hay una base de datos donde uno puede buscar a sus bisabuelos... si rompen todo, si tiran todo, ¿para qué servirá el museo?” Y en un país donde todavía hay que salvar la memoria, se puede perder también el verdadero archivo de las actividades nazis en Argentina.

 


 

Nicolaides tiene turno con el juez Bagnasco

El último jefe del Ejército de la dictadura militar se presentará
a declarar mañana en la causa que investiga la sustracción de bebés.

Cristino Nicolaides podría ser el próximo militar en quedar detenido por el robo de bebés.
También se lo acusa por asociación ilícita, supresión de estado civil y sustitución de identidad.

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t.gif (862 bytes) Que pase el que sigue. El general retirado Cristino Nicolaides, último jefe del Ejército durante la dictadura, podría ser el próximo militar en quedar detenido –sería el octavo– cuando mañana se presente a declarar ante el juez federal Adolfo Bagnasco en la causa que investiga el robo de bebés nacidos en cautiverio. Así lo aseguraron fuentes judiciales que recordaron que los delitos de los que se lo acusa a Nicolaides -asociación ilícita, sustracción de menores, supresión de estado civil y sustitución de identidad– no son excarcelables.
En principio, Bagnasco había fijado la declaración indagatoria para el 21 de diciembre pasado pero el militar, que actualmente tiene establecido su domicilio en Córdoba, presentó un certificado médico en el que constaba que tenía problemas cardiovasculares como excusa para no viajar. Luego, los médicos forenses cordobeses que lo revisaron determinaron que estaba en condiciones físicas para volar a Buenos Aires sin problemas y prestar declaración. El juez, entonces, estableció la nueva audiencia para mañana, 5 de enero.
Nicolaides se encuentra en una posición similar a la del ex presidente de facto, Reynaldo Bignone, quien debía haberse presentado a declarar el 23 de diciembre y también consiguió una postergación de la audiencia. Los dos mayores responsables del último tramo de la dictadura militar deberán presentarse ante Bagnasco para decir qué saben sobre los casos de sustracción de hijos de desaparecidos, un delito que quedó fuera del alcance de los indultos presidenciales y de las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final.
Los abogados que representan a las seis Abuelas de Plaza de Mayo que iniciaron esta causa, David Baigún y Alberto Pedroncini, en su momento plantearon la responsabilidad política de Nicolaides en la elaboración del llamado “Documento final sobre la lucha contra la subversión y el terrorismo”. En esta declaración que se dio a conocer en abril de 1983, los militares dieron por muertos a todos los desaparecidos, incluidos los niños nacidos en cautiverio.
Hasta ahora, son siete los militares detenidos por el robo de bebés. La lista incluye al ex dictador Jorge Rafael Videla; el ex jefe de la Armada, Emilio Eduardo Massera; el almirante Rubén Franco; el contraalmirante José Suppicich; el vicealmirante Antonio Vañek y el prefecto mayor Héctor Febres. Las detenciones terminaron la semana pasada con el arresto del ex represor Jorge “Tigre” Acosta quien –al igual que Febres y a diferencia del resto de sus ex camaradas– no pudo acogerse al beneficio del arresto domiciliario porque no le da la edad. A excepción de Videla, el resto son todos represores que actuaron en el centro de detención clandestino que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Videla y Massera, además, fueron detenidos por otras causas que no lleva Bagnasco. En un principio, Videla fue detenido por el juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, y Massera por la jueza federal María Servini de Cubría, quien ordenó su arresto por la apropiación del hijo de la desaparecida Cecilia Viñas.

 

El que zafó de las rejas

El ex dictador Reynaldo Bignone es uno de militares que evitó quedar detenido por el juez federal Adolfo Bagnasco, al acusarlo de “prejuzgamiento” y pedir la nulidad del llamado a indagatoria.
Merced a un escrito presentado por su defensa el 23 de diciembre pasado, Bignone evitó seguir los pasos del ex represor Emilio Eduardo Massera, el vicealmirante Antonio Vañek, el contraalmirante José Suppicich y el prefecto mayor Héctor Febres, que se encuentran detenidos en el marco de la causa iniciada por la apropiación ilegal de hijos de desaparecidos durante la última dictadura militar.
Bignone deberá declarar en los próximos meses, luego de que la Cámara Federal resuelva los tecnicismos legales presentados por su defensa, por su responsabilidad en la Ley de Pacificación Nacional que otorgó impunidad a los responsables de los delitos cometidos por el terrorismo de Estado.

 

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