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Por Diego Fischerman![]() Su primer disco editado por el sello francés K617 en su excelente serie Los caminos del barroco y dedicado a repertorio de las misiones jesuíticas de Lima y La Plata (Bolivia) había ganado, en su momento, el premio a la edición del año que otorga la revista especializada francesa Diapason. Su versión del Orfeo de Monteverdi, protagonizada por el también argentino Víctor Torres, fue considerada por la misma revista, hace dos años, la mejor entre las grabadas en disco (con competidores de la talla de Nikolaus Harnoncourt, René Jacobs y John Eliot Gardiner) y ganó el Palmarés del año de la Academia del Disco Francés. Ahora, su Retorno de Ulises, una reconstrucción realizada a partir del estudio de los manuscritos del autor, ya fue recibida en Europa como "la interpretación de referencia, la lectura de cabecera". Pero en el deslumbramiento de crítica y público frente a sus interpretaciones, Garrido ve apenas la consecuencia lógica de "devolver el barroco al mundo del barroco". Para él, el estilo musical dominante desde principios del siglo XVII hasta mediados del XVIII fue "una estética exuberante, desmesurada, esencialmente latina y teatral, ligada a la fiesta y a la representación". Un estilo que basaba su sentido en la provocación de afetti y cuyo valor revulsivo Garrido intenta resucitar. "El canon musical fue cristalizado por Alemania y dentro de ese canon la figura de Bach, el único músico de esa época cuya obra estaba completamente revisada y editada a principio de este siglo, resultaba fundamental. Porque Bach es un ordenador, un contenedor de toda esa tradición latina y contrarreformista. Entonces, la idea de Bach como el gran compositor de música pura, como el mejor músico de todos los tiempos, tiene tanto de enaltecimiento de su figura como de ocultamiento hacia aquello que el mundo luterano no había podido civilizar. Ahí es donde las obras de los músicos que llegaron a América trayendo la tradición eclesiástica italiana tienen mucho que decir. En esas composiciones que cantaban los guaraníes en las misiones jesuíticas del norte de Argentina y de Bolivia hay una verdad tan grande como la de Bach, aunque posiblemente de signo contrario." Lo que está en crisis, para Garrido, es la práctica de interpretación del barroco consolidado en los años 60 a partir de ediciones simplificadas de las partituras y, sobre todo, "el modelo único de pensamiento, que en este fin de siglo está cayendo a pasos agigantados y es bueno que así sea. Esa manera de pensar heredera del romanticismo, donde si estaba Bach no podía haber un Roque Ceruti (el autor de las Vísperas Solemnes de San Juan Bautista exhumadas en las misiones de Chiquitos, en Bolivia) no se sostiene más". La pasión por el barroco, una pasión que para este director es "igual en Monteverdi que en Zipoli, Torrejón y Velasco o Ceruti" tiene, por otra parte, una razón sencilla: "después de años en que la libertad del intérprete fue limitándose cada vez más, hasta llegar a la electrónica, donde no tiene cabida, es comprensible que las nuevas generaciones se vuelquen a una música que debe ser reconstruida para poder ser tocada y en la que la improvisación y la creatividad personal tienen un papel fundamental".
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