Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


MERCEDES SOSA ABRIO COSQUIN CON UN SHOW DE ALTO VUELO
La voz que borró el diluvio

La primera noche del festival recuperado por Mahárbiz tuvo mucho
de relleno, poco riesgo y demasiada lluvia. Pero Mercedes Sosa
entregó una de sus performances más emocionantes en mucho tiempo.

na19fo01.jpg (12395 bytes)
Por Fernando D’Addario
Desde Cosquín


t.gif (67 bytes)  Cinco minutos antes de que Mercedes Sosa inaugurara su show de la reconciliación con una sentida versión de Nostalgias tucumanas, el diluvio que se había ensañado con Cosquín se detuvo como si lo hubiese conjurado un mandato de respeto ante la investidura de la música. El cielo abierto, estrellado, que se dibujó sobre la plaza Próspero Molina durante la hora y cinco minutos que duró el show de la Negra quedó, también, como un símbolo de alivio sobrenatural, luego de la tormenta que se desató –seguramente– para revertir tanta aridez creativa.
Nunca como el sábado Cosquín había sido escenario de contradicciones tan notorias. Nunca, tampoco, habían sido necesarias situaciones tan paradójicas para reflejar el estado real del folklore argentino, con imágenes que en cierto sentido sólo rozan lo artístico y se clavan como un puñal en el fangoso terreno de las conductas humanas: aquí, en la ciudad de la música, en este territorio ambiguo donde se mezclan el poder con las canciones, conviven, justificados por el cínico encanto del pragmatismo, sentimientos de avidez desaforada con el piloto automático del conformismo, arrestos aislados de dignidad con dosis entendibles (pero dolorosas) de claudicación. Una pintura chiquita, pasible de ser proyectada a otros niveles que exceden el marco del folklore.
Era la madrugada, y ya habían pasado la veintena de artistas que, salvo excepciones, sólo rellenaron la primera noche. Había pasado, también, el momento del reencuentro de Mahárbiz con el público que no era el suyo (no es lo mismo el público de Mercedes que el de Horacio Guarany), y que no lo silbó como hace dos años. Habían pasado 45 minutos de un soberbio show de Mercedes, uno de los más emotivos que se hayan visto de la Negra en los últimos tiempos. Invitó a subir al escenario a Rafael Amor, quien necesitó cantar un solo tema, “Corazón libre”, para producir una sensación de fuera de foco en el ambiente. “No te entregues corazón libre”, cantaban ambos, encendidos y emocionados, transplantando a ese mismo escenario recapturado por Mahárbiz una postal de idealismo setentista. Antes y después, Mercedes se había entregado con devoción a la única transgresión que se permite en estos momentos: el de la excelencia artística.
Era tal el contraste de actitud, de compromiso estético y musical que se notaba con respecto de la mayoría de los números que la habían precedido, que lo suyo seguía siendo, de algún modo y tímidamente, revolucionario. Cantar a Manuel J. Castilla, al Chivo Valladares, recorrer con respeto y sin pruritos a los Hermanos Abalos, Violeta Parra, Peteco Carabajal y Milton Nascimento, entre otros, representa la renovación cotidiana de una utopía que no se alimenta con declaraciones comprometidas sino con el milagro (según el estado del folklore hoy) de la belleza. Mercedes, vestida de negro y permanentemente proclive a la lágrima, cantó un “Gracias a la vida” que significó, casi, una catarsis colectiva en la que se reconocieron muchos de los 6 mil asistentes. Se le animó a uno de los tangos más tristes de Cátulo Castillo (“La última curda”) y levantó a todos con el reparador “María María”. Como si se estuviera desgarrando en cada dosis de melancolía y de esperanza que le regalaba a su público.
Esa transgresión de lo posible se verificó por la negativa durante las dos horas y media previas al concierto de Mercedes. Sólo fue necesario ver a los Hermanos Cuestas, un símbolo (acaso sea exagerado lo de “símbolo”) del folklore que se escuda en la tradición para adoptar posturas caricaturescas. Pero aquello que es explícito y deliberado en los Hermanos Cuestas (la apelación constante a los silbidos imitadores de pájaros de la región entrerriana) se manifestó de forma velada en muchos otros artistas viejos y jóvenes, tradicionalistas y “renovadores”, que se entregaron al estereotipo para obtener las migajas de un aplauso que se renueva sólo por inercia. Esto vale para Rosendo y Ofelia, pero también para María Itatí,la encargada de cantar el himno en la inauguración. Pocos se salvaron: Gustavo Patiño (a quien hicieron tocar a las tres de la mañana, fuera del horario televisivo) y Las Pacheco. A Coqui y Claudio Sosa los agarró el diluvio, una lástima. Y muy poco más. Ni siquiera –hasta ahora– la mística que se pretendía recuperar. Lowe, la empresa concesionaria, está haciendo todo lo posible para que se cometa el absurdo de extrañar a Cavallero y cía. ¿Con el cine trabajarán del mismo modo?
En definitiva, este festival empezó mostrando muchas rifas, una cantidad de sorteos interesantísimos, y poca música. Hasta la lluvia, enemiga pública de los espectáculos al aire libre, se apoderó de Cosquín con un espíritu expiatorio. Redimió a la música de las culpas que no le pertenecen y, una vez renovado el ambiente, apareció Mercedes. ¿Pero cuántas veces se puede repetir un milagro?

“No quiero que me vean con la cara de enojada”

Después de su actuación, La Negra explicó a Página/12 las razones de su abrazo con el factótum de Cosquín: “Nosotros nunca estuvimos peleados, el problema es que somos tímidos”.

na18fo01.jpg (8637 bytes)

Por F. D.

t.gif (862 bytes) El inesperado abrazo de Mercedes Sosa con Julio Mahárbiz, al término de su excelente show coscoíno, seguramente engrosará la historia de los “grandes abrazos argentinos”. No tendrá, seguramente, las implicancias políticas de aquel que supieron prodigarse Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín en épocas más efervescentes, pero al cabo podría verificarse alguna especie de paralelismo. A veces, la relación de fuerzas y las circunstancias de poder implican que sólo uno de los abrazados reciba el peso de ese abrazo.
Mercedes está sensible y decididamente no beligerante. Para esta edición del festival alquiló con su familia una quinta en las afueras de Cosquín, donde pasará las nueve lunas. En ese ámbito de tranquilidad lee, escucha música y come las empanadas tucumanas que le prepara su cuñada. Se escapó una noche a Villa María, donde cantó “De mí” con su amigo Charly García, a quien –relata– recomendó que se acomodara bien los pantalones “para que después no aparezca alguien diciendo pavadas, que se los quería bajar o algo así ...”, según apunta con cariño maternal. Es la misma Mercedes que recibió con naturalidad la noticia de que el músico brasileño Caetano Veloso no accediera a venir a Cosquín para cantar con ella, porque “justo se había ido de vacaciones a Bahía, y él no va a Bahía simplemente a descansar, sino que es algo casi religioso, como una renovación de fuerza y energía para seguir adelante”, según cuenta. Mercedes sigue adelante, aunque ya no pelea. Y en la entrevista que le concedió a Página/12 poco después de su presentación expresa con palabras lo que un abrazo se encargó de sintetizar.
–Más allá de su nueva disposición de no confrontar, llama la atención el hecho de que se lleve tan bien con Mahárbiz, de quien la separan tantas cosas ...
–Yo nunca me peleé con Mahárbiz. Lo que hice toda mi vida fue hacer mi trabajo y después irme. Nunca me metí con nadie. Esta vez me llamó, hablamos bien y quedamos en que no podía ser que siempre pareciera que estamos peleados, porque no es así. Debe ser que yo soy del 9 de julio y él del 6 de julio, y entonces chocamos ...
–Es probable también que, más allá de las fechas de nacimiento, haya diferentes maneras de ver el folklore y la vida.
–Sí, pero fundamentalmente los problemas nacían porque creo que los dos somos muy tímidos. Yo antes era tímida y peleadora. Ahora ya no me peleo
más.
–¿No tiene más ganas de pelear?
–No, ya no. En todos los órdenes de la vida se debe dar un paso hacia la paz. Ya me vieron mucho tiempo con cara de enojada. Después de todo lo que me pasó quiero que me vean contenta. Y en este caso de Cosquín, con más razón. La mía era una pelea contra la nada. Además, el año pasado, sin Mahárbiz, vi un Cosquín triste y aburrido. No era la primera vez que se hacía el festival sin él. Una vez lo pusieron a Antonio Carrizo, y la cosa tampoco funcionó. Evidentemente, si Mahárbiz está es porque lo quieren. Algo debe tener, ángel, carisma, no sé. Y es uno de los hacedores históricos del festival, eso nadie se lo puede discutir. Entonces, si él no está, falta algo. El año pasado hubo muchos problemas, y creo que fue un castigo del pueblo, de los coscoínos. Cortes de luz, sabotajes, no andaban los fuegos artificiales ... la gente quería a Mahárbiz. Y yo no soy quién para decir que tal persona tiene que estar o no.
–Entonces, ¿cuál cree que es la actitud que hay tomar ante la vida?
–Mire, en los ‘70, de la filosofía de un izquierdista salían tres izquierdistas. Se formaron tantos grupos de izquierda, y al final terminaron tantos chicos muertos ... porque siempre fue así: unos ponían las armas y los otros el pecho y las ideas. ¿Qué ganamos con tantas peleas? Hoy tampoco ganamos nada con el menemismo, pero entonces debemos tener mucha sabiduría para volver a levantarnos. Ellos son personajes frívolos, vacíos. Nosotros tenemos la cultura de nuestra parte. Y tenemosque aprovechar esa aparente debilidad que es la cultura frente al poder, porque detrás de esa aparente debilidad hay una gran fuerza. Sólo que hay que saber utilizarla con inteligencia.

 

PRINCIPAL