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| Por Julio Nudler Virtualmente, el tango empezó para él con Astor, y hasta ahora no parece haber sentido la necesidad de explorar los lenguajes previos, que sí modelaron al propio
Piazzolla y a otros vanguardistas. En Cosentino tampoco ha tenido lugar la vuelta atrás
que emprendió Rodolfo Mederos. Su discurso musical expresa la ciudad de estas cuatro
últimas décadas, que también fue borrando los vestigios de la anterior, que el tango
había retratado fielmente en notas y en letras, en cuerpo y espíritu. Cosentino
persevera hasta hoy, con su personalidad, en una línea que definieron renovadores como
Osvaldo Tarantino, Eduardo Rovira (Tango Moderno), Domingo Moles (Trío Contemporáneo),
Omar Valente (Vanguatrío) y otros. Pero mientras todos ellos se confinaron en el tango instrumental, Cosentino también aborda el tango cantado, aunque su estilo deja en ese caso a un lado la palpitación vanguardista. Este año podrá conocerse un nuevo CD de canciones suyas, Tangos y no tan Tangos, por el que desfilarán diferentes letristas y cantantes. Uno de sus temas es la milonga La Recoleta, con versos de Horacio Ferrer, cantada por Jairo. Otro es Sin tu mitad, más bien una balada de Cosentino y Eladia Blázquez, que en 1997 representó a la Argentina en el festival de la OTI. La canta Raúl Lavié. También va Ida y vuelta, por Walter Yonsky, con el atractivo de llevar letra de Virgilio Expósito. Otro punto saliente es la presencia del uruguayo Gustavo Nocetti, notable voz con la que contara la Orquesta del Tango de Buenos Aires hasta que se cayó el contrato. Salvo algunas intervenciones del bandoneonista Walter Ríos, el resto de los instrumentos surgen del teclado de Cosentino, quien tras este compacto grabará otro con nuevos tangos instrumentales suyos, como Revelación, Al rojo vivo, Cuando me siento muy solo, A la memoria de Astor y No apto para bailarines, escrito éste en compás de 5x4. La realidad de la música no comercial es tan real como el mercado mismo. Grabar un tema en un estudio discreto y con cuatro o cinco músicos le puede costar a quien se atreva entre 800 y 1000 pesos. Esto sólo para obtener el master. Luego, cada vez que ese tema sea pasado en radio o televisión, si no se trata de medios semiclandestinos que evaden los derechos, Sadaic le liquidará al compositor entre 15 y 20 centavos. Estos datos gravitan sobre el propio hecho artístico. Quienes pese a todo siguen adelante, recurren cada vez más a la máquina y menos a los músicos de carne y hueso, y graban exclusivamente sus propios temas como forma de justificar tanto esfuerzo y tanto riesgo. No están los tiempos como para tocar lo de otros. Esto vuelve cada vez más solitarios y autorreferenciales a los compositores, que para mostrar su música deben renunciar a los lujos del pasado.
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