No es
una invitación amable. Es una orden. Luego de cuatro años de mediación
infructuosa entre la guerrilla separatista kosovar-albanesa y el gobierno serbio de
Belgrado, el Grupo de Contacto (los países europeos involucrados en el proceso de paz en
Kosovo) parece finalmente haber llegado a la fórmula para resolver el conflicto: un
acuerdo a implementarse bajo la amenaza de una acción militar. Ayer, emitieron un
ultimátum definitivo que llama a una cumbre de paz en Francia el 6 de
febrero. Allí se negociará sobre la base de un acuerdo de paz elaborado por los europeos
en Bruselas. Tanto el acuerdo como la convocatoria contemplan el uso del dispositivo
militar de la OTAN para forzar las negociaciones. Probablemente la amenaza sea necesaria:
los combates continuaron ayer en la región (con un saldo de al menos 24 muertos),
mientras que el plan sacrifica varias de las aspiraciones de los contrincantes en el
conflicto en la ex Yugoslavia.
Para los miembros del Grupo de Contacto, a estas alturas esto último ya no importa.
Consideramos que la nuestra es una oferta muy justa, afirmó llanamente el
canciller británico Robin Cook, quien entregará hoy la propuesta. La OTAN anunció que
proveería el apoyo militar si éste fuera necesario, y Estados Unidos sumó su apoyo a la
solución del Grupo de Contacto. El cuerpo buscará el apoyo del Consejo de Seguridad,
donde sólo Rusia se opone categóricamente a la amenaza de la acción
militar. El presidente norteamericano Bill Clinton, por el contrario, fue enfático en su
apoyo: La hora de las negativas y los retrasos pasó.
Pero como, en efecto, el plan hace una suerte de corte salomónico con las demandas de
ambas partes, la amenaza puede resultar imprescindible. Aunque los kosovares-albaneses
recibirán autonomía sustancial incluyendo el control sobre la
administración y la policía, se les negará su deseo de unirse a Albania. Así,
Kosovo permanecerá bajo la jurisdicción de la República Yugoslava, aunque con mayores
privilegios.
Por el lado de Serbia, su presidente, Slobodan Milosevic, deberá retirar sus
fuerzas de seguridad de la región. Desde hace dos semanas losserbios han
iniciado una serie de ofensivas contra varios pueblos sospechados de albergar a
terroristas del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), y están dejando un
saldo creciente de muertos, heridos y refugiados. Ayer en el pueblo de Rogovo el último
de estos enfrentamientos entre la UCK y los serbios dejó un saldo de 25
kosovares-albaneses muertos, contra la pérdida de un soldado por los serbios.
En efecto, fue un incidente similar en la aldea de Racak donde fueron masacrados 45
kosovares-albaneses lo que impulsó el pronunciamiento de ayer por el Grupo de
Contacto. Descripto por el jefe de los observadores internacionales, William Walker, como
un crimen contra la humanidad, varias organizaciones (incluyendo por supuesto
el UCK) han afirmado que los muertos fueron civiles, víctimas de una nueva campaña de
limpieza étnica serbia. El Grupo de Contacto impuso ayer como condición en
su proyecto de tratado de paz que los serbios permitan entrar a Kosovo al Tribunal Penal
Internacional (TPI) para esclarecer el hecho.
La recepción de estas condiciones por ambas partes no fue demasiado entusiasta. El UCK
resintió el hecho de que la invitación europea no fue dirigida a ellos, sino a un
nebuloso gobierno kosovar-albanés en exilio. Asimismo, las autoridades
serbias anunciaron que, aunque estaban de acuerdo con la cumbre, no cesarían sus
operaciones contra los terroristas de la UCK. Todo esto puede echar por tierra
el proceso, ya que la guerrilla es de facto la principal fuerza política en la región, y
un acuerdo que prescinda de ella carecería de sentido práctico.
Pero la comunidad internacional parece cada vez menos dispuesta a tolerar el vaivén de
concesiones y rechazos que caracterizó a las anteriores negociaciones sobre Kosovo. Ayer,
autoridades europeas dejaron trascender que consideramos el uso de una acción
militar, incluyendo fuerzas de tierra si se estanca la negociación. No son palabras
vacías: 200 aviones y cerca de 3000 tropas de la OTAN están desplegados en la región.
HABLA EL ESCRITOR ALBANES ISMAIL KADARE
Serbia da una lección de fascismo
Por Hermann Terscht desde Tirana
Ismail Kadaré, padre de
la literatura albanesa, está convencido de que los albaneses de Kosovo acabarán siendo
dueños de su destino, libres de una política del pasado, la de Belgrado,
que quiere lo que ya es imposible, que es mantener una colonia en Europa en el siglo
XXI, impuesta por una política criminal.
El régimen (serbio) de Slobodan Milosevic está dando una lección del peor
fascismo, el fascismo balcánico, en Kosovo, pero está condenado a fracasar porque
intenta luchar contra una civilización, la europea, que es mucho más fuerte, aunque no
lo parezca en un principio. Habrá que esperar a que la civilización sea consciente de
que es más fuerte que Milosevic y de que, por lamentable que sea siempre el uso de la
fuerza, hay ocasiones en que no existe otra vía. Hay veces en que el uso de la fuerza,
justificada y en su momento, es la solución más civilizada de todas.
Kadaré considera que la gran responsabilidad de Europa ha sido no haber visto en
sus comienzos los peligros que emanaban del ultranacionalismo histérico que surgió
en Serbia hace una década, cuando Milosevic llegó al poder. Si entonces se hubiera
actuado para neutralizar ese chovinismo, hoy probablemente no estaríamos donde estamos. Y
todos, los serbios y los demás, estamos pagando por esa indiferencia, la falta de
reacción, ante los orígenes del problema.
Kadaré piensa que el pueblo albanés, a mediano plazo, saldrá del trauma del aislamiento
que le impuso el stalinismo durante tantas décadas. Yo no veo el futuro tan oscuro
como la mayoría de mis compatriotas. Hay fases duras en la vida de los pueblos. Y estamos
en una de ellas. Nos hallamos en una fragilidad total. También se percibe la enfermedad
del aislamiento. Es la que lleva a tantos albaneses a alejarse de su país, sin
esperanzas. Pero esa fuerza caótica que existe aquí también es resultado de la gran
energía que tiene este pueblo y que sostiene todo esto. Y este pueblo tiene también
características muy positivas. Jamás ha alimentado un nacionalismo contra nadie. No hay
historias, ni canciones, ni baladas en la tradición albanesa que llamen al odio contra
otros pueblos.
En los Balcanes hubo cinco siglos en los que los diversos pueblos nos acostumbramos
a vivir juntos sin mayores problemas. Por supuesto, señala esbozando una sonrisa,
eso fue bajo un arbitraje exterior, que era el turco. Por eso la mejor solución
para los Balcanes es un arbitraje, un severo arbitraje exterior, mejor que el turco de
entonces, hoy de Europa. Sustituyamos el arbitraje de Estambul por el de Bruselas. Y con
el tiempo, lo que ahora está pasando irá quedando atrás y todo lo hoy dramático
dejará de tener mayor importancia.
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