| Por Andrew Graham-Yooll
Nació en 1902,
el sábado cumplió 97 años, y espera ansiosamente el comienzo del 2000 para que los
aires del nuevo milenio lo ayuden a escribir lo que él denomina "mi último
libro". El tema elegido es de una sorprendente actualidad: las relaciones de
Argentina y Brasil con los Estados Unidos. Pero está garantizada una absoluta
originalidad: Liborio Justo, hijo del ex general y presidente golpista Agustín P, Justo,
tiene una mirada absolutamente personal sobre el siglo que lo tuvo tanto de protagonista
como de espectador privilegiado.
--Yo esperaba que viniera un inglés y viene a verme un argentino...
--me recibe con un fastidio cómplice--. Mi tatarabuelo era inglés ¿sabe? Se llamaba
James Harris, tripulante de la flota de Guillermo Brown durante la guerra con Brasil en
1827. Era corsario. De él conservo una cómoda de lujo de la que se apoderó en un pueblo
de Brasil. Su nieta era mi abuelita, Ana Harris de Bernal, viuda del general Bernal. Pero
ella de inglesa no tenía absolutamente nada. Uno de los descendientes de ella, Ortega,
oligarca del norte, tiene un velero grande, que se llama "James Harris".
--En su último libro Cien años de letras argentinas (Ediciones
Badajo, 1998), sorprende que parece simpatizar bastante con Leopoldo Lugones.
--No. Si el tipo era un fascista. ¡Cómo voy a simpatizar con una cosa
así! Yo soy primordialmente político, revolucionario, sociólogo, tanto que me propuse
evitar la vida literaria. Me impulsó haber ido a la Patagonia de joven. Los únicos
literatos con quienes he tenido vinculación a nivel personal son Horacio Quiroga y Elías
Castelnuovo.
--Pero este último libro de crítica es muy divertido. ¿De dónde
surge su seudónimo Lobodón Garra?
--Mi madre nació en Carmen de Patagones. A mí siempre, desde chico,
me atrajo la Patagonia y quería instalarme ahí. Cuando viajé, pensé que tenía que
usar un nombre del lugar. Veía la posibilidad de escribir cuentos colosales. El
"lobodón" era uno de esos animales prehistóricos de la Patagonia. Tomé ese
nombre y le agregué la "garra", el lobodón con garra.
--Lo que surge del libro es una severa crítica a los escritores de
izquierda y derecha, exceptuando a Roberto Arlt y Elías Castelnuovo.
--No he conocido a Arlt. A Castelnuovo sí. Pero Castelnuovo era un
escritor de segunda categoría. Para mí Horacio Quiroga era de
primera. Pero desgraciadamente lo conocí en la intimidad. El se empeñó en llevarme a
vivir a su casa y era un tipo muy raro. Roberto Arlt no se encargaba del proletariado. A
él le interesaban los desclasados y los delincuentes. Ese libro debió haber aparecido en
1977. Fue a la imprenta antes del golpe de 1976. Cuando apareció, al año siguiente, no
se incluyó un apéndice en el que rebatía a Julio Cortázar como escritor de izquierda,
porque no lo era. Tenía miedo de que me mataran. Por lo tanto salió sin la parte más
crítica, que era la de Cortázar, un hombre aceptado por la oligarquía. Durante la
dictadura yo me estaba preparando para escribir Nuestra patria vasalla. Se sabía
que yo ya había roto con el trotskismo, pero estaba recluido, estudiando. Quizás por eso
me salvé. Pero a pesar de eso siempre esperaba un balazo. Nunca se sabía en esos
tiempos. Ahora estoy en lucha con el escritor David Viñas, que me critica después de
copiarme todo. Hablo de él (en otro capítulo del libro). Prácticamente estamos
discutiendo mano a mano, si bien en el campo literario yo ya lo di por difunto. En
realidad, no me interesa más. ¿Usted leyó mi libro Nuestra patria vasalla? Son
seis volúmenes.
--Sí. Usted dice que Juan Manuel de Rosas era agente inglés.
--Sí, señor. Por eso se fue a vivir en Inglaterra. Bueno, a mí me
falta escribir un libro, que voy a publicar el año próximo inaugurando el 2000. Se va a
tratar de la revolución continental. La que yo considero que va a abarcar todo el
continente de América latina. Estoy convencido de eso por mi propia experiencia: tengo un
libro sobre la revolución boliviana (Bolivia, la revolución derrotada. 1967). He
actuado mucho en Chile. Tengo escrito un libro (Así se murió en Chile-Reformismo y
revolución en la trágica experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende, 1973)
que está inédito porque todavía ronda el fantasma de Pinochet en estas cosas. Hace rato
que no encaro las editoriales de acá porque viven pensando en éxitos fáciles. Ahora la
editorial Juárez va a reeditar mi libro Pampas y lanzas-La gesta de las tierras y de
las vacas, 1962) que en realidad es sobre la vida de los indios y lo mal que les fue.
--En su bibliografía no figuran sus cuentos, que salieron de su vida
en las islas del delta del Paraná, esos con los que Enrique Dawi hizo la película Río
abajo (1959), en adaptación de Juan José Manauta.
--Era una película mala. La novela también.
Se publicó en 1956. Yo no pensaba publicarla porque después de las diez ediciones de La
tierra maldita (sobre la Patagonia) no quería escribir más. Eso lo editaron una vez,
entre otras ediciones, los nazis de Huemul. ¿Usted no se sintió disminuido viniendo de
ser director de Index on Censorship en Londres a ser director del Buenos Aires
Herald?
--En realidad, no. ¿Con qué figura política se queda usted ahora?
--Con Liborio Justo. No hay nadie. Ni me mencione esa gente. ¿Qué se
puede decir de ellos? Ya lo dije en una entrevista y en Nuestra patria vasalla.
Estamos ante una etapa nefasta del país: después de la Década Infame estamos pasando
por la "era nefanda". Toda esta gente son individuos descartables, no tienen
valor. Soy una persona de izquierda, y solamente por la revolución continental se
resolverán los problemas.
--Lo que resulta difícil entender de usted es que tiene raíces
oligárquicas o patricias, mantiene posturas nacionalistas y además es trotskista.
--No. Yo he escrito un libro contra Trotsky. Me declaran (trotskista),
pero no lo soy.
--¿Cómo definiría su posición política?
--Cuando llegué al marxismo, nunca fui stalinista, me dije: "Yo,
hijo de ese fulano (el ex presidente Agustín P. Justo) y gritando todo el tiempo contra
ese fulano, no podía pasar por comunista". Yo era trotskista. Fui. Después me di
cuenta de que Trotsky en América latina nunca había sido revolucionario. Apoyó a
(Lázaro) Cárdenas (presidente de México, 1934-40), y así le hacía el juego, no
intencionalmente, al imperialismo de Estados Unidos. Entonces yo lo denuncié. Por eso no
soy trotskista. Yo creo que el movimiento revolucionario en América latina va a surgir de
una movilización que no existe todavía. Va a surgir de un movimiento continental. Los
jefes de la Revolución Rusa no pudieron provocar revoluciones en otras partes, ninguno
pudo hacerlo. Trotsky quiso hacerlo mediante la Cuarta Internacional. Pero nunca fue
revolucionaria.
--Insisto, usted habla como un nacionalista...
--Es que soy nacionalista... latinoamericano. Yo he escrito en todo el
continente. Tendría que ver los dos volúmenes de Subamérica
(1995-7). Los ingleses son los que hicieron la Argentina como país. Mi visión sobre la
historia argentina es que Mariano Moreno inició el movimiento de independencia para
construir una república liberal siguiendo los lineamientos de la Revolución Francesa.
Pero entonces llegó Bernardino Rivadavia como representante de Inglaterra y desplazó a
Moreno. En realidad a Moreno lo envenenaron los ingleses. Eso está bien explicado. Los
ingleses no querían provocar el surgimiento de una nación independiente para
acompañarla sino para usufructuarla.
--Ese es el colonialismo.
--Fuimos colonia todo el tiempo, incluso en la época de (Juan Manuel
de) Rosas (1829-52). Antes el país estaba muy disperso. Buenos Aires era el centro
inglés y el resto estaba en contra. La única forma de unificarla era una dictadura, y
ésa fue la de Rosas. Y la hizo muy bien. Así se formó la República Argentina. Lástima
que yo no voy a escribir más sobre este tema, pero hay que tenerlo claro.
--Así que para usted Moreno es la figura más importante de la
historia argentina.
--En cierto modo, sí.
--Y en el siglo veinte ¿quién?
--No hay ninguno que sirva. Puede ser que uno rescate a los radicales
del noventa, alguien como (Leandro N.) Alem. Quizás un poco Hipólito Yrigoyen, a quien
también veo como rescatable. Vea, mi padre nunca se había ocupado de política. Eso hace
que su situación sea importante. Yo vi cuando José Félix Uriburu lo puso a mi padre en
el gobierno, fue como si lo hubiesen puesto a manejar una locomotora. No tenía ni la
menor idea de qué había que hacer. Esa gente dejó su marca en el siglo veinte.
Utilizaron al ejército para la política.
--¿Por qué le escribió a Rosendo Fraga (La Avispa, marzo de
1996) esa carta tan dura contra su padre?
--Porque Fraga escribió un libro sobre mi
padre, elogiándolo. Yo lo veía a mi padre como militar y de eso puede decirse lo que
quiera. Era un buen militar. Pero fuera de eso era una cosa lamentable. Se puso de amante
senil a los sesenta o setenta años con la hija de Hirsch, el de Bunge & Born. El
viejo Hirsch la usó y se la metió de amante a mi padre para sacarle todo lo que quería.
Yo la conocí: era una mujer muy linda. Pero eso era lamentable. Mire, yo he visto el
siglo. He visto el derrumbe de la Argentina que nos trajo hasta estos últimos tiempos.
Estados Unidos hundió a la Argentina y levantó a Brasil. Argentina fue adversaria de los
Estados Unidos y Brasil era amiga. Eso es lo que quiero decir y desarrollar en mi último
libro, el que me falta escribir.
--Sin embargo usted escribe que la revolución latinoamericana se va a
hacer en Argentina y Brasil.
--Sí. Eso pienso. Antes todos esos guerrilleros baratos alegaban que
en América latina no había proletariado. Eso era cierto. El proletariado era muy
pequeño y casi no existía. Entonces ellos consideraban que la revolución iba a surgir
del campo. Pero cuando los yanquis crearon el complejo industrial en Brasil, como una cosa
ajena a Brasil porque son todas compañías extranjeras las que están ahí, crearon el
proletariado que necesita la revolución. Brasil no ha progresado para sí mismo. Los
extranjeros se han instalado ahí para hacer cosas para ellos. Eso es una caricatura del
progreso.
--¿Así que recién ahora hay un proletariado capaz de hacer una
revolución?
--Sí señor. Entre el proletariado argentino y el del Brasil, va a
surgir el del Mercosur. Así que el Mercosur va a servir para hacer la revolución. En el
futuro, que no vamos a ver ni usted ni yo, la revolución va a estallar en Buenos Aires en
combinación con la gente de Brasil. Las clases altas de Brasil y Argentina son afectas a
Estados Unidos.
--Frente al peronismo ¿cómo se situó?
--Yo he sido contrario a Perón. A mí me vinieron a ver, en los
comienzos. Vinieron escritores conocidos buscando gente para reunirlos con
Perón. Para apoyarlo. Eran los fines de los cuarenta. Yo no quería. Pero, ya ve. A
muchos los enrolaron. Se fue (Rodolfo) Puiggrós, que yo consideraba el sociólogo y
político más cerca mío. Se hizo peronista. Todos se hicieron peronistas. Y Perón era
un fascista. Cuando volvió para su tercera presidencia, ya se había olvidado de su
patriotismo antiyanqui. Era completamente anticomunista. Yo fui el único que no se dejó
arrastrar por el peronismo. Bueno, me alegro de que vino a conversar sobre política. Yo
me temía que quería hablar solamente sobre cosas literarias. ¿Sabe cómo entré en la
literatura? Se hizo un concurso de cuentos, no me acuerdo de los detalles. Escribí un
cuento, y gané. Pero no quería saber nada de ser literato. Presenté el cuento con ese
seudónimo. Y seguí escribiendo cuentos sobre la Patagonia, con los elementos del sur,
usando el seudónimo "Lobodón Garra". Yo ahora no escribo nada. Pero el año
que viene tengo que escribir mi último libro. Estoy esperando para enfocarlo con el
espíritu del 2000. Veremos cómo lo hago. Cumplo 97 años. Mi hijo quiere que me vaya a
Córdoba. Pero no quiero que me lleve, porque si se mezcla conmigo va a quedar marcado. Yo
me quedo acá (en el barrio de Belgrano) para escribir mi último libro.
POR QUE LIBORIO JUSTO
Por Andrew Graham-Yool
Los últimos excéntricos
Los
argentinos no cuidan suficientemente de su historia ni de los que la hicieron. Tampoco
cuidan suficientemente de los excéntricos que vivieron esa historia. Liborio Justo es uno
de los últimos excéntricos genuinos. Hay que valorarlo y cuidarlo. Polémico,
contradictorio, locuaz y prolífico, el sábado pasado, con lucidez y salud, cumplió 97
años. Hasta hace poco tomaba un ómnibus desde su casa en Belgrano hacia el centro para
discutir con Rogelio García Lupo, autor del prólogo del libro Masas y balas
(Ediciones de la Flor, 1974). Nos guste o no, y a mí me encanta su chispa y su
vehemencia, es la memoria viva de este siglo, un hombre que sigue bien instalado en el
presente. Su intervención más polémica en tiempos recientes fue una correspondencia con
Rosendo Fraga, autor de una biografía favorable y reivindicadora de la figura del padre
de Liborio Justo: El general Justo (Emecé, 1995). "Mi padre era jardinero.
Eso fue lo que lo distinguía: tener una colección de rosas muy importante. Y eso era lo
que le interesaba a mi padre, no los libros, como se ha dicho. Nunca tuvo
biblioteca." Cuando su padre era ministro de Guerra de Marcelo T. de Alvear, se hizo
nombrar en la embajada en Washington. Pero siendo su padre presidente (1932-38), Liborio
recorrió el país pronunciándose contra las políticas de Agustín P. Justo. Cuenta
Fraga que en 1935, cuando el presidente Roosevelt visitó la Argentina, desde un palco del
Congreso Liborio Justo interrumpió su discurso gritando, "¡Muera el imperialismo
yanqui!". "Yo soñaba con París. Pero cuando estuve en Francia en 1925 me
pareció un lugar para mis abuelos --explica con picardía--. Decidí que Estados Unidos
era el centro del mundo y entonces me fui de París a los quince días. Me hice nombrar en
la embajada en Estados Unidos. Yo quería hacer en la Argentina lo que habían hecho los
grandes emprendedores de Estados Unidos. Ya no era marxista. Regresé a los Estados Unidos
con una beca." Con la facilidad de su alcurnia y la presidencia de su padre, pudo
hacer de todo. Viajó por el país, por América latina y por el mundo. Tiene una
excelente colección de fotografías de Nueva York en 1934, durante la Depresión. Liborio
Justo (nacido el 6 de febrero de 1902) ha usado dos seudónimos, "Quebracho",
que comenzó a usar para reflejar su decisión de resistir a la política de su padre, y
"Lobodón Garra."
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