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Por Andrew Graham-Yooll
--Yo esperaba que viniera un inglés y viene a verme un argentino... --me recibe con un fastidio cómplice--. Mi tatarabuelo era inglés ¿sabe? Se llamaba James Harris, tripulante de la flota de Guillermo Brown durante la guerra con Brasil en 1827. Era corsario. De él conservo una cómoda de lujo de la que se apoderó en un pueblo de Brasil. Su nieta era mi abuelita, Ana Harris de Bernal, viuda del general Bernal. Pero ella de inglesa no tenía absolutamente nada. Uno de los descendientes de ella, Ortega, oligarca del norte, tiene un velero grande, que se llama "James Harris".
--En su último libro Cien años de letras argentinas (Ediciones Badajo, 1998), sorprende que parece simpatizar bastante con Leopoldo Lugones. --No. Si el tipo era un fascista. ¡Cómo voy a simpatizar con una cosa así! Yo soy primordialmente político, revolucionario, sociólogo, tanto que me propuse evitar la vida literaria. Me impulsó haber ido a la Patagonia de joven. Los únicos literatos con quienes he tenido vinculación a nivel personal son Horacio Quiroga y Elías Castelnuovo.
--Pero este último libro de crítica es muy divertido. ¿De dónde surge su seudónimo Lobodón Garra? --Mi madre nació en Carmen de Patagones. A mí siempre, desde chico, me atrajo la Patagonia y quería instalarme ahí. Cuando viajé, pensé que tenía que usar un nombre del lugar. Veía la posibilidad de escribir cuentos colosales. El "lobodón" era uno de esos animales prehistóricos de la Patagonia. Tomé ese nombre y le agregué la "garra", el lobodón con garra.
--Lo que surge del libro es una severa crítica a los escritores de izquierda y derecha, exceptuando a Roberto Arlt y Elías Castelnuovo. --No he conocido a Arlt. A Castelnuovo sí. Pero Castelnuovo era un
escritor de segunda
--Sí. Usted dice que Juan Manuel de Rosas era agente inglés. --Sí, señor. Por eso se fue a vivir en Inglaterra. Bueno, a mí me falta escribir un libro, que voy a publicar el año próximo inaugurando el 2000. Se va a tratar de la revolución continental. La que yo considero que va a abarcar todo el continente de América latina. Estoy convencido de eso por mi propia experiencia: tengo un libro sobre la revolución boliviana (Bolivia, la revolución derrotada. 1967). He actuado mucho en Chile. Tengo escrito un libro (Así se murió en Chile-Reformismo y revolución en la trágica experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende, 1973) que está inédito porque todavía ronda el fantasma de Pinochet en estas cosas. Hace rato que no encaro las editoriales de acá porque viven pensando en éxitos fáciles. Ahora la editorial Juárez va a reeditar mi libro Pampas y lanzas-La gesta de las tierras y de las vacas, 1962) que en realidad es sobre la vida de los indios y lo mal que les fue.
--En su bibliografía no figuran sus cuentos, que salieron de su vida en las islas del delta del Paraná, esos con los que Enrique Dawi hizo la película Río abajo (1959), en adaptación de Juan José Manauta.
--En realidad, no. ¿Con qué figura política se queda usted ahora? --Con Liborio Justo. No hay nadie. Ni me mencione esa gente. ¿Qué se puede decir de ellos? Ya lo dije en una entrevista y en Nuestra patria vasalla. Estamos ante una etapa nefasta del país: después de la Década Infame estamos pasando por la "era nefanda". Toda esta gente son individuos descartables, no tienen valor. Soy una persona de izquierda, y solamente por la revolución continental se resolverán los problemas.
--Lo que resulta difícil entender de usted es que tiene raíces oligárquicas o patricias, mantiene posturas nacionalistas y además es trotskista. --No. Yo he escrito un libro contra Trotsky. Me declaran (trotskista), pero no lo soy.
--¿Cómo definiría su posición política? --Cuando llegué al marxismo, nunca fui stalinista, me dije: "Yo, hijo de ese fulano (el ex presidente Agustín P. Justo) y gritando todo el tiempo contra ese fulano, no podía pasar por comunista". Yo era trotskista. Fui. Después me di cuenta de que Trotsky en América latina nunca había sido revolucionario. Apoyó a (Lázaro) Cárdenas (presidente de México, 1934-40), y así le hacía el juego, no intencionalmente, al imperialismo de Estados Unidos. Entonces yo lo denuncié. Por eso no soy trotskista. Yo creo que el movimiento revolucionario en América latina va a surgir de una movilización que no existe todavía. Va a surgir de un movimiento continental. Los jefes de la Revolución Rusa no pudieron provocar revoluciones en otras partes, ninguno pudo hacerlo. Trotsky quiso hacerlo mediante la Cuarta Internacional. Pero nunca fue revolucionaria.
--Insisto, usted habla como un nacionalista... --Es que soy nacionalista... latinoamericano. Yo he escrito en todo el
continente. Tendría que ver
--Ese es el colonialismo. --Fuimos colonia todo el tiempo, incluso en la época de (Juan Manuel de) Rosas (1829-52). Antes el país estaba muy disperso. Buenos Aires era el centro inglés y el resto estaba en contra. La única forma de unificarla era una dictadura, y ésa fue la de Rosas. Y la hizo muy bien. Así se formó la República Argentina. Lástima que yo no voy a escribir más sobre este tema, pero hay que tenerlo claro.
--Así que para usted Moreno es la figura más importante de la historia argentina. --En cierto modo, sí.
--Y en el siglo veinte ¿quién? --No hay ninguno que sirva. Puede ser que uno rescate a los radicales del noventa, alguien como (Leandro N.) Alem. Quizás un poco Hipólito Yrigoyen, a quien también veo como rescatable. Vea, mi padre nunca se había ocupado de política. Eso hace que su situación sea importante. Yo vi cuando José Félix Uriburu lo puso a mi padre en el gobierno, fue como si lo hubiesen puesto a manejar una locomotora. No tenía ni la menor idea de qué había que hacer. Esa gente dejó su marca en el siglo veinte. Utilizaron al ejército para la política.
--¿Por qué le escribió a Rosendo Fraga (La Avispa, marzo de 1996) esa carta tan dura contra su padre?
--Sin embargo usted escribe que la revolución latinoamericana se va a hacer en Argentina y Brasil. --Sí. Eso pienso. Antes todos esos guerrilleros baratos alegaban que en América latina no había proletariado. Eso era cierto. El proletariado era muy pequeño y casi no existía. Entonces ellos consideraban que la revolución iba a surgir del campo. Pero cuando los yanquis crearon el complejo industrial en Brasil, como una cosa ajena a Brasil porque son todas compañías extranjeras las que están ahí, crearon el proletariado que necesita la revolución. Brasil no ha progresado para sí mismo. Los extranjeros se han instalado ahí para hacer cosas para ellos. Eso es una caricatura del progreso.
--¿Así que recién ahora hay un proletariado capaz de hacer una revolución? --Sí señor. Entre el proletariado argentino y el del Brasil, va a surgir el del Mercosur. Así que el Mercosur va a servir para hacer la revolución. En el futuro, que no vamos a ver ni usted ni yo, la revolución va a estallar en Buenos Aires en combinación con la gente de Brasil. Las clases altas de Brasil y Argentina son afectas a Estados Unidos.
--Frente al peronismo ¿cómo se situó? --Yo he sido contrario a Perón. A mí me vinieron a ver, en los
comienzos. Vinieron escritores
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