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GRAN ACTUACION DEL MELLIZO GUILLERMO
Con chorros de fútbol

Boca batió a Ferro con justicia en un mediodía de calor infernal.
Dos goles de Palermo y uno de Guillermo. Pararon dos veces para refrescarse.


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Sequeira, consciente de su apellido trato de remediarlo con agua para todos.

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El mellizo termina su obra maestra con un toque de derecha. despues, hubo que cerrar la cancha.

Por Juan Sasturain

t.gif (862 bytes) Fue un partido con muchas equis. Enigmas, incógnitas previas. Marcado por las circunstancias extrañas y por las necesidades extremas. Dentro y fuera de la cancha. Las circunstancias extrañas externas estaban dadas por una semana tan densa de noticias policiales en el corazón y la periferia de Boca que casi no cabía sino esperar que sucediera algo más: a ver qué pasa hoy. La extrañeza propia del partido comenzaba con la singular localía de Boca en el Bajo Flores y seguía con el horario de misa elegido para un partido de fútbol. Todo era raro y cabía esperar la rareza. Y ahí empezaban las necesidades de normalidad.
Las necesidades extremas, pasaban simplemente –en términos generales– porque volviera el fútbol como síntoma de salud para neutralizar la violencia, esa enfermedad; es decir, que el fútbol fuera, por un rato al menos, jugadores corriendo o pasándose la pelota y no otra cosa. Que las noticias futboleras aparecieran en la sección Deportes y que las fotos mostraran a jóvenes de pantalón corto jugando a algo. Además de esa necesidad de simplemente fútbol hubo una necesidad puntual de neutralizar otro factor perturbador: el calor. Hubo necesidad de agua.
Bien: cabe adelantar que los enigmas se resolvieron saludablemente, que pese a la rareza de las circunstancias se jugó al fútbol (sólo al fútbol) y que hubo agua para el calor. Con eso era suficiente, pero además hubo algunos motivos más para sentirse conforme.
Porque en un mediodía signado por el síndrome de la necesidad de agua y de fútbol, hubo chorros. Por un lado, los bomberos se prodigaron en ambas cabeceras sobre los descamisetados de siempre: chorros de agua. Por otro, algunos jugadores abrieron bruscamente las canillas de su talento y nos rebalsaron: chorros y chorritos de fútbol. Claro que la presión de agua -y mucho menos la de fútbol– no fue la mejor ni alcanzó, dadas las circunstancias, para llenar el tanque y cubrir todas las necesidades. Nadie estaba como para presionar. Y fue tal vez mejor, en el fondo, porque jugaron casi como en un partido de antes, a un ritmo más caminado y tanguero, con explosiones de pique o carrerita de milonga. Como la del Mellizo al final, cuando parecía muerto y reapareció para dejar parados a los de verde y a los de la tribuna. Parados para aplaudir y para irse: había que cerrar la cancha (aunque no hubiera sido la hora).
El Mellizo y el tema del agua nos remiten a los caños. Para circular, el agua y el fútbol necesitan caños. Lamentablemente, el fútbol a veces no lo sabe. Ayer al mediodía, Guillermo Barros Schelotto tendió cañerías a ambos lados del área de Ferro: por debajo de Vitali, por debajo de Mac Allister. El agua (la pelota, el fútbol) corrió por allí a golpes de canilla –abrir, cerrar de improviso–, se desvió por codos imprevistos, inundó el área de centros, de habilitaciones, de pelotazos al arco y finalmente de gol. El Mellizo dio de beber a Palermo y a todos los que estaban allí, sedientos de fútbol.
En términos generales, Boca hizo méritos para ganar por tres goles. Ferro no jugó mal. Hizo lo suyo, que no tiene vuelo. Lo mejor, en el medio. Mertens y Cordon se prodigaron sobre Riquelme y Cagna para neutralizar esa zona y la dividieron: Basualdo no estuvo y Pereda es otra cosa, no un Serna bis. Al peruano le gusta echarse como volante por la izquierda, agarrar la pelota y tomarse el buque: casi hace el gol de su vida y terminó en blooper. La diferencia básica estuvo en creación y definición: Riquelme –muy buen partido– y Palermo fueron muchísimo más que Grana, Guerra y Mandra. Cuando se juntaron hubo fútbol. Además estaba el Mellizo llenando los caños con chorros de fútbol.

 

 

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