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Los filibusteros de fin de siglo son más peligrosos que Morgan

En 1998 murieron 67 tripulantes de barcos, víctimas de los  piratas. Usan lanchas ultraligeras y metralletas, y ya no roban tesoros sino combustible y mercadería. Son cada vez más violentos.

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Ya no usan garfios ni parche en el ojo, pero igual se ensañan con sus víctimas.
Arrojaron al agua una tripulación entera, según un informe del Buró Marítimo Internacional.

Por Berna G. Harbour desde Madrid

t.gif (862 bytes) Los piratas del mar ya no llevan garfios en el brazo ni parches en el ojo. Ahora saltan al abordaje desde lanchas ultraligeras, visten ropa de camuflaje y disparan con metralletas cortas a unas tripulaciones desarmadas y entregadas a la descarga del combustible o a la pesca en alta mar. Pero no sólo las formas han cambiado. La violencia se ha endurecido de tal forma en los mares, que en 1998 disminuyeron las casos de piratería pero aumentó el de víctimas. Estos son los datos: 67 tripulantes muertos en 1998, frente a 51 en 1997 y 26 el año anterior. Antes de eso se contaban por unidades. También ha habido más de 20 desaparecidos, una tripulación entera que los piratas arrojaron al agua, como en los tiempos más rudos. Los heridos también aumentan.
Ocurre sobre todo en los mares asiáticos. Según los datos del Buró Marítimo Internacional, Indonesia, Filipinas, Malasia e India agrupan los peores y más numerosos casos de piratería. “Antes se llevaban a los tripulantes y los obligaban a trabajar con ellos, o los echaban por la borda con un salvavidas. Pero ahora los asesinan a sangre fría. No quieren pruebas”, relata desde Londres Pottengal Mukandan, director adjunto de la Cámara Internacional de Comercio, de la que es parte el citado Buró. “Una vez que se han desecho de la tripulación, cambian el nombre del barco y su identidad, y lo convierten en un barco fantasma durante dos años, hasta que lo cazamos”.
He aquí un ataque común: una madrugada de 1998, hacia las tres, una banda de 10 piratas asaltó el petrolero hondureño “Tioman 1” en su ruta hacia el golfo de Tailandia. Entre ellos hablaban malayo, tailandés, chino, birmano e inglés. Atacaron con cuchillos, pistolas y escopetas, golpearon a la tripulación, les ataron las manos y les cubrieron los ojos. Confiscaron todos los equipos de comunicación del barco y los teléfonos móviles. Una vez con el control en sus manos llegó hasta el lugar otro barco. Pero no buscaban baúles llenos de oro ni joyas de la corona. Al barco pirata traspasaron uno de los tres millones de litros de gasoil que portaba el buque hondureño.
Los piratas de hoy saben manejar sofisticados equipos de comunicación, son expertos navegantes y, sobre todo, hacen trampas en el complejo mundo jurídico de las aguas territoriales e internacionales. Y la clave de su impunidad y su éxito está en la combinación de todas esas artes. Por ejemplo, el pasado 4 de abril, el barco de carga “Virgin Pearl” regresaba a Davao (Filipinas) después de un viaje a Indonesia. Transportaba alimentos secos y enlatados. Todo iba bien hasta que, de repente, los guardacostas filipinos de Sasa Port captaron un mensaje de socorro del capitán de ese barco: decía que se hundían, pero que los 15 tripulantes estaban a salvo. También contaron que un barco japonés ya estaba llegando para rescatarlos...
Dos horas más tarde, los guardacostas recibieron otro mensaje. Era, supuestamente, del capitán de ese barco japonés. Decía que toda la tripulación y los pasajeros estaban a salvo, y que se dirigían ya rumbo al puerto. Esa fue la última comunicación que recibieron los guardacostas. Los controles posteriores con las autoridades portuarias revelaron que no hubo ningún barco japonés.
El “Virgin Pearl” nunca volvió a aparecer. Pero sí dos cadáveres flotando en aguas malayas. Portaban papeles que los identificaban como miembros de la tripulación de este barco, y uno de ellos mostraba signos de malos tratos. Las autoridades filipinas siguen investigando ese misterioso caso. Es uno de los episodios de robo de un barco y liquidación de la tripulación que cita Mukandan. “Son secuestros deliberados, planificados y cometidos por marineros piratas que saben perfectamente cómo funcionan las cosas del mar”, afirma desde Londres. “Ese barco estará hoy navegando por la zona con otra identidad”.
El mayor problema que enfrentan los que combaten la piratería es, precisamente, la inmunidad que encuentran los criminales en aguas como las chinas. “En China los capturan, pero los liberan sin cargos porque los barcos asaltados son de banderas extranjeras; los piratas también, y no quieren entrar en unos pleitos de dimensión internacional complejos y muy costosos”, afirma el portavoz del Buró Marítimo Internacional. Al menos tres barcos desaparecieron en 1998 en aguas chinas, con toda su tripulación a bordo.
Para tratar de reducir la piratería marina, el Buró ha contratado ya un servicio de satélite que permitirá localizar a los barcos desaparecidos en cualquier punto del mundo, siempre que éstos coloquen un transmisor a bordo. Existen pocas esperanzas, en cambio, para los pequeños barcos de pescadores asiáticos ajenos a las nuevas tecnologías, que son las grandes víctimas de los 192 asaltos piratas que se cometieron en 1998.

 


 

POR LAS TRES MUJERES DESAPARECIDAS EN EE.UU.
Marcha en procura de “un milagro”

t.gif (862 bytes) Los familiares de Silvina Pelosso, la joven cordobesa desaparecida el 15 de febrero pasado en California, Estados Unidos, encabezaron ayer una marcha por la reaparición de su hija y sus dos amigas estadounidenses, Carole y su hija adolescente Julie Sund, en la pequeña ciudad de Modesto, donde se las vio por última vez con vida. En la marcha, participaron personalidades civiles y religiosas locales.
La manifestación comenzó a las 13 (17 horas en Argentina) y se extendió durante dos horas y media. Al frente, junto a Raquel Pelosso, madre de Silvina, marchó Ken Sund, cuñado de Carole y tío de Julie. Los manifestantes partieron desde el hotel Double Tree, prácticamente copado por el equipo del FBI que investiga el caso, hasta desembocar a poco más de un kilómetro, en el Parque Nacional Graceada, donde repartieron volantes y fotos de las tres mujeres desaparecidas.
“Unite –se leía en los carteles y pancartas de los manifestantes”–, debemos mostrar que no toleraremos la violencia contra nuestras hijas, madres, hermanas, chicos o nosotros mismos.” El 15 de febrero pasado, Silvina, Carole y su hija Julie fueron vistas en el lobby del hotel Cedar Logde, dispuestas a partir de visita al Parque Nacional Yosemite, próximo al hotel. Los investigadores de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) son remisos a informar sobre los avances de la búsqueda y sobre sus hipótesis, pero en una conferencia de prensa realizada el jueves dieron casi por hecho que las tres mujeres habían sido víctimas de un crimen violento, y que sólo un milagro podría recuperarlas con vida.
“Sé que ellos dicen eso, pero yo creo en los milagros”, aseguró ayer, después de finalizada la marcha, Raquel Pelosso, en respuesta al escepticismo oficial. Entretanto, tres policías cordobeses especializados en búsquedas de montaña, que arribaron a la ciudad de Modesto, aún no comenzaron a colaborar en la investigación. “Todavía no entraron en funciones, por ahora son considerados como turistas”, sostuvo el cónsul argentino en Los Angeles, Raúl Guastavino.

 

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