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SUBRAYADO

Por Carlos Polimeni

La memoria de Portal

El animador Raúl Portal hace –o su hijo Gastón hace y él conduce– uno de los mejores programas de la actual televisión argentina. Más allá de detalles menores, “P.N.P.” se ha convertido en un resaltador de vicios, defectos y pequeñas cretinadas de la televisión, sin por ello perder su tono lúdico, juguetón. “P.N.P.” ha ayudado a la creación de una generación de espectadores que mira televisión con mucha menor candidez que las anteriores, con ojo crítico, aun cuando se trate de productos bizarros, como los de Ante Garmaz y Lita de Lázzari. El programa es incluso más importante que su efecto inmediato: ha ido colaborando con la formación de una memoria residual, en que cada quien va ganando su lugar, lentamente. Es decir: la gente perdona, disculpa y hasta olvida un error, dos o tres. Pero cuando en un programa el error y hasta el horror son constantes, la gente archiva esos datos en su memoria. Esa memoria construye el inconsciente colectivo. Si “Televisión abierta” se recordará dentro de diez años como postal de una época en que la gente común salía por televisión a pedido, “P.N.P.” quedará como testimonio de un momento en que a veces los aficionados hacían de profesionales. Y cobraban como ellos.
La sección Espectáculos de Página/12 ha dicho esto varias veces, y en distintos modos. No se ha privado, sin embargo, de criticar al programa cuando le ha parecido justo, ni de recordar un tema que Portal quiere convertir en tabú: su
pasado de hombre de prensa de la dictadura militar 1976-1983. A Portal no le ha gustado jamás el tenor de las notas críticas y lo ha hecho público desde su espacio, en algunas ocasiones con gusto dudoso, pero en su derecho. El año pasado, por ejemplo, en momentos en que su hijo estaba por perder un juicio con Cris Miró por haberlo insultado haciendo alusión a su sexualidad, Portal trató repetidamente al autor de una nota publicada en este diario, sobre su programa, de homosexual oculto.
Este año está mas sacado: en una entrevista promocional en la nueva revista El Espectador, trata a este diario de ejercer un supuesto fascismo de izquierda (¿¿???) por recordar su pasado. “Es cierto, yo adherí al Proceso”, dice en la entrevista. “Pero después repudié lo que estaba pasando. Y no me enriquecí. Ahora, cuando hagan la crítica de la nueva temporada de “P.N.P.”, seguro van a poner un recuadro sobre mi pasado. Hacen periodismo de prontuario. Me han condenado”. Luego, aclarando bien los puntos sobre su pasado, dice que no fue “vocero” del dictador Jorge Rafael Videla sino que “sólo” trabajó en las oficinas de prensa de la Casa Rosada, hasta 1978. Es decir hasta el año del Mundial, cuando ya habían desaparecido la enorme mayoría de los 30 mil.
Que los penepianos saquen ahora sus propias conclusiones, diría el pensador democrático Mariano Grondona.

 

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