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LAS MINORIAS SEXUALES PROTESTARON CONTRA LA REFORMA DEL CODIGO
La diferencia de una marcha

Fueron varios cientos los que se animaron. Gays, lesbianas y travestis cargaron en contra del Código y los nuevos edictos.

La columna avanzó por Corrientes protestando también contra el decreto de los edictos.
Gays y lesbianas, más las travestis, fueron acompañadas por un grupo de Madres e HIJOS.

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Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Hace veinte minutos que los chicos de un cuarto año del Cangallo Schule no se mueven de Corrientes y Callao, por donde ya no circulan autos a las siete de la tarde. Se pelean varoncitos y mujeres porque no acuerdan sobre la protesta, ante su ojos. La observan y la critican como a un otro cultural de Nueva Guinea. A prudenciales cinco metros, tras una larga bandera en la que se lee “Basta de represión, cese de las persecuciones”, comienza una columna de travestis, de HIJOS de desaparecidos, de trotskistas heteros bajo sus banderas rojas, de comunistas bisexuales bajo las propias, de gays y lesbianas, de chicos con crestas y barbudos consuetudinarios. Gritan contra el Gobierno y los legisladores porteños por sancionar el artículo 71, que prohíbe el ofrecimiento o la demanda de sexo en la calle. Insultan el decreto presidencial 150/99, que otorga poder a la Policía Federal para detener sospechosos por portación de rostro, para reprimir escraches, o cargar también contra el escándalo del sexo.
La esquina se ha llenado de variedad y ante ella no hay el menor asomo de comprensión entre los que piden permiso para entrar a La Opera o continuar hacia el cine. El entrecejo fruncido, cierta apertura bucal, el comentario de macho argentino ante la desmesura de algunas manifestantes, la polémica de los secundarios:
–Metete entre ellos si te gustan tanto –desafía una rolliza nena de 16 a una de sus compañeritas, por esbozar apoyo a la causa de la marcha.
–Vos venís a tratarme de travesti ¡gorda idiota! Vos que sos lesbiana! –le escupe, ya en la incorrección total, la nena a la rolliza.
La banda se pelea, y la supermayoría del Cangallo arrastra a la chica con simpatías hacia los que ahora saltan para no ser “un botón”. “¡Ya van a caer ustedes también en cana!”, es la última de las protestas de la nena, hegemonizada por la banda, rumbo a La delgada línea roja.
De travestis y lesbianas sigue llena Corrientes. A las siete y media caminan a lo ancho de la calle ya nocturna, y desde un camión viejo con altoparlantes como los que venden fuentones de plástico en los pueblos, un chico de barba de un grupo de gays marxistas grita, medio nervioso, medio confundido, las reivindicaciones de la marcha. “Porque la policía puede llevar presos a los que no son todo lo blancos que hay que ser, porque reprimen a las travestis, a los inmigrantes, a los gays, por los presos políticos de Chile, por la no extradición de los presos peruanos”, continúa, y algunos dentro de la marcha le hacen gestos con los dientes mordiendo el labio inferior por la desprejuiciada gama de reclamos. Desde el techo de uno de los edificios caen proyectiles. Son tomates medio podridos. Rozan las cabelleras de las chicas, le caen al costado a una madre de Plaza de Mayo. “¡Uuhh!”, se escucha, como burla ante la mala puntería. Y la madre le contesta a los agresores con un improperio. “Son los funcionarios del gobierno, que lo registre la prensa”, pide por su eterno megáfono la líder travesti Lohana Berkins.
Cuatro pasos hacia atrás Paula Rodríguez, otra de las dirigentes travestis, sostiene un cartel en violeta de AGAMOS, un grupo cuya sigla significa Asociación Gay Argentina contra la Marginación y la Opresión Social. Y dedica a la policía el cantito de la noche: “Olé, olé, olá, por una pizza reprimís a tu mamá”. Frente a las pizzerías se reparten volantes de la CHA, la Comunidad Homosexual Argentina, en los que se advierte: “Si sos inmigrante, adolescente, gay, boliviano, villero, jubilada, sin techo o transeúnte, la policía puede detenerte”. Lo reciben dos chicos, uno rubio y uno morocho, ambos taxi boys. “Vengo porque mi pareja es travesti y ya la encarcelaron, le pegaron sin asco. A nosotros también nos están llevando”, dice Fernando, 17. Su amigo, Mariano se queja de la “poca conciencia de los gays burgueses de Buenos Aires. Hace un año que laburo así porque quedé desocupado como empleado de comercio”. Le preocupa el artículo 71, por lo laboral. Le preocupa el decreto 150. “No podemosbesarnos en la calle con nadie porque pueden llevarte. Hace más de un año me pasó en Congreso. A mí y a mi novio. Estuvimos un día entero en la 6ª por ir abrazados”. La marcha llega al Obelisco. Una travesti, Lohana, y una inmigrante ilegal, Silvia, leen un discurso, donde pegan otra vez contra los gobiernos. De fondo, los HIJOS y las travestis cantan: “¡PJ - Alianza! ¡La impunidad avanza!”.

 


 

DENUNCIA CONTRA POLICIAS POR APLICAR LOS EDICTOS
Los riesgos de un decreto

Por Eduardo Videla

t.gif (862 bytes) La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos planteará ante la Justicia la ilegalidad de la detención de 21 personas, ocurrida el martes último en el microcentro porteño, por aplicación del decreto 150 del PEN, que amplía las facultades de la Policía Federal para detener personas. El organismo también insistirá en los tribunales para que esa norma sea declarada inconstitucional. “Las detenciones son una prueba de la gravedad institucional creada por el decreto, y el jefe de Policía pudo haber incurrido en violación de los deberes de funcionario público”, dijo a este diario Simón Lazara, copresidente de la APDH. El decreto que intentó reimplantar los derogados edictos policiales está en vigencia desde el 8 de marzo y, en una semana, sólo personal de comisarías detuvo a 90 personas –según fuentes policiales– por figuras como “merodeo” o “alcoholismo”, que no constituyen delitos ni contravenciones.
El decreto 150/99 nació como una chicana hacia la Alianza, para penalizar la prostitución callejera antes que la Legislatura porteña. Pero la norma además creó figuras como la ebriedad, el merodeo o las “reuniones tumultuosas”, eufemismo que apunta a reprimir los escraches a represores. El jefe de Gobierno porteño, Fernando de la Rúa, calificó el decreto como “cartón pintado”. Pero lo cierto es que la policía comenzó a aplicarlo y a producir detenciones que –según algunos juristas– pueden ser ilegales.
La policía reconoció oficialmente que el martes por la mañana detuvo a 21 personas por “merodear” en la zona bancaria. “Son arrebatadores, punguistas o descuidistas”, calificó el subcomisario Nicolás Fuentes, a cargo del operativo. Los “sospechosos” no fueron sorprendidos in fraganti. Se los detuvo por “averiguación de identidad”, un trámite por el que no pueden estar privados de su libertad más de 10 horas, según la ley 23.950, conocida como Ley Lázara.
Entre los detenidos había seis mujeres. Muchos eran ciudadanos chilenos y peruanos. Para tomarles los datos, no se los trasladó a una seccional sino que se los sometió al escarnio público, en la esquina de San Martín y Sarmiento, sentados en el piso y con las caras tapadas con bolsas o ropa. Horas después, todos estaban en libertad.
“Esto demuestra el fracaso de este mecanismo como sistema de prevención, con un despilfarro de recursos humanos y materiales, y también de libertades, para no obtener ningún resultado”, dijo a Página/12 el abogado Gastón Chillier, del Centro de Estudios Legales y Sociales.
El recurso de inconstitucionalidad presentado por la APDH pasó a la Justicia correccional, después de que el juez federal Gustavo Rossi se declarara incompetente. Para Lázara –autor de la presentación– “el decreto de Menem falsea deliberadamente la forma en que debe aplicarse la ley 23.950, porque crea figuras que no están contempladas por el Código Penal”.

 

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