Por Miriam Sosa
Las entradas están
agotadas, y los músicos en las gateras. Joao Gilberto llegó el miércoles por la tarde e
hizo un par de sus desplantes famosos. Caetano Veloso anoche, tarde, dispuesto a ensayar
hoy para los tres recitales. Buenos Aires será hoy, mañana y el domingo, con todas las
entradas vendidas, escenario de un encuentro cumbre entre dos grandes, muy grandes de la
canción popular mundial. Se trata nada menos que del hombre que con su voz y con su
guitarra llevó por el mundo la bossa nova y de su hijo artístico más dilecto, el
artista latinoamericano más prestigioso de los últimos veinte años, por lo menos. Que
Joao Gilberto y Caetano Veloso se reúnan en un escenario es un suceso precioso, en
cualquier circunstancia. Es la reunión del maestro el mágister, el
más y el discípulo, que ya es maestro, con que todas sus legiones de
fans soñaron. Pocos encuentros generarían más expectativas o prometerían más
excelencia y emoción, tanto por la obra en común, como por la relación entre ambos y la
mitología en torno de ellos. Para el arte es un evento de las mismas proporciones que si
hubiesen coincidido en un escenario Vaslav Nijinsky y Julio Bocca, o para el fútbol, en
una cancha, Maradona y Pelé. El organizador de los recitales creía anoche que el orden
sería así: primero Caetano, después Joao, al cierre Joao-Caetano. Ambos solos, con
guitarras.
Más que reunión, se trata de una comunión momentánea, por inspiración de Caetano, que
se sumó con humildad a la segunda visita de Joao a Buenos Aires en los últimos tres
años. Desde hace un lustro, siempre que viene, Veloso es el músico que cada vez tiene
más público, el músico al que van a escuchar los músicos, o deberían. En su última
visita llenó cinco veces, y podría haber seguido, el Gran Rex en que hoy coincidirán.
Gilberto vino en octubre de 1997, agotó las entradas para dos Opera y quedó tendida la
línea para que sumase Buenos Aires a su agenda. Eso ocurrió esta vez, sólo que al
enterarse, Caetano le ofreció acompañarlo. Hoy, ensayando en la intimidad, decidirán
aquí qué temas tocan juntos.
Este evento podría ser la culminación de treinta años de historia, si no hubiese
ocurrido algunas otras veces (ver recuadro). En 1968, cuando se iniciaba el tropicalismo y
Caetano comenzaba a ser lo que es, en un artículo definió su máxima aspiración
estética como la continuación de la línea evolutiva de la tradición de la
música brasileña, en la medida en que Joao Gilberto lo hizo. Puede decirse que fue
infatigable en sus homenajes al maestro. Cuando le abra el paso esta noche acaso lo haga
cantando una definición, incluida en su último disco, en el marco de una
canción-homenaje a buena parte de lo mejor de la historia de la música brasileña:
Melhor do que isso só mesmo o silêncio/ E melhor do que silêncio só Joao.
Gilberto fue desde un principio el número uno absoluto de la canción en portugués.
En poquísimo tiempo influenció en toda una generación de arregladores,
guitarristas, músicos y cantantes, escribió el a su vez inmenso Tom Jobim en la
contratapa de Chega de saudade, el disco considerado el nacimiento de la bossa nova. Lo
habían grabado juntos, Gilberto y Jobim, en 1959, y que aquello sería histórico era
apenas un secreto entre los artistas de la vanguardia brasileña. Desde entonces ese
cascarrabias que solía presentarse como Joao Ninguém (así se nombra a un nadie en
portugués) fue para sus colegas el Joao Mais Alguém de Brasil. Sólo tenía un disco
hasta el longplay mítico, un simple grabado pero ya había compuesto
Bim-bom y Hô-ba-la-lá. Ahí tocaba y cantaba
Desafinado (Si usted insiste en clasificar/ mi comportamiento de
antimusical/ mintiendo debo argumentar/ que esto es bossa nova/ que esto es muy
natural). Por ese registro, en esa voz, del tema de Jobim y Newton Mendoça, es que
este año la bossa nova cumple cuarenta años. Haciendo inmensa una forma chiquita de
cantar, Joao inventó en su interpretación el género.
Los dos son bahianos. Joao Gilberto (do Prado Pereira de Oliveira) nació en 1931 en
Juazeiro, al norte del estado de Bahía. Caetano en 1942 en la hermosa y colonial Santo
Amaro da Purifaçao, en el Recóncavo Bahiano. Gilberto siempre sostuvo que lo suyo era
samba y no ha hecho más que eso en los últimos cuarenta años. El oído absoluto, la voz
hecha melodía, y las manos sacrificadas al hábito de bater la guitarra de
una forma inigualable son su bagaje. Como Joao, y por Joao, Caetano suele profundizar
canciones que el público ya conoce pero había descartado, u olvidado. Lejos de las
conciencias buenas y los plácemes, revoltoso en su arte, económico en lo que Caetano
puede, si quiere, ser plural, Gilberto se centra en el sonido renovándolo en un juego
perpetuo. Es un hombre-melodía. Caetano, en cambio, puede hacer del arte, y la
filosofía, y hasta de su cuerpo un apéndice de la música. Si quiere (sus shows
Circulado y Fina estampa ya lo demostraron en Buenos Aires). Caetano puede ser un
hombre-show. Pero en Totalmente de mais, que no le gusta mucho porque tiene
las imperfecciones de una grabación en vivo demostró, haciendo con la guitarra pequeñas
bellezas puras que, además, puede actuar al estilo del maestro. De hecho, el trabajo
incluye dos temas de Joao. ¿Así será su participación en estos tres días que
conmoverán a la ciudad?
LAS REFLEXIONES DEL ALUMNO SOBRE EL MAESTRO
QUE NO HABLA
Ningún otro artista fue tan decisivo
Estos son
algunos textos y opiniones de Caetano Veloso sobre Joao Gilberto:
Un amigo
me dijo que había aparecido un cantor que cantaba desafinado, enteramente fuera de tono:
la orquesta iba para un lado y él para otro. Pero mi amigo estaba influido por el hecho
de que la canción se llamaba Desafinado. Los acordes disonantes, el tipo de
orquestación de Tom Jobim, la manera de Joao de cantar le dieron a mi amigo, que no era
una persona muy musical, la idea de que Joao Gilberto era desafinado. Yo quedé muy
interesado en conocer el disco. Unas dos semanas después, me lo mostraron. Ahí vibré,
vi que era genial y quedé encantado. Desde ese día empecé a preocuparme más por la
música que por el resto de las cosas. Eso me dio ganas de profesionalizarme, junto al
encuentro con Gilberto Gil, que también había sufrido el mismo impacto con el disco de
Joao Gilberto (Al escritor Eduardo Homen de Mello, en Música popular brasileña
contada y cantada por ..., Sao Paulo, 1976)
Ningún
otro artista brasileño fue más decisivo para mi formación personal. Ninguno de los que
también lo fueron resistió más la criba crítica de mi mente a través de los años.
Joao Gilberto lanzó una luz angelicalmente suave y diabólicamente penetrante sobre el
pasado y el futuro de la música popular brasileña, y nada puede ser visto ahí con
propiedad si no se tiene en consideración esa luz. Toda la cultura y hasta toda la vida
de los brasileños fue alcanzada por ella, y por ella alquímicamente transformada. Con su
simple modo de tratar la palabra cantada, él hizo tanto por la lengua portuguesa como sus
mayores poetas. Comprendiendo y sintiendo como nadie la plasticidad del portugués hablado
en Brasil, él actúa a un tiempo domesticadora y normativamente sobre su historia.
Haciendo siempre la misma cosa que nunca es la misma, Joao no para de deleitarnos y
sorprendernos, serenarnos e intrigarnos. La elección del repertorio, el gusto de las
cadencias armónicas, la duración de las notas de la melodía dentro del tiempo, el
sentido del silencio, la forma única de hacer sonar la guitarra, todo eso hace que su
canto y su ejecutar la guitarra sean siempre una nueva lección y una eterna
oración (En el programa del show de Joao Gilberto en el Coliseo dos Recreios de
Lisboa, Portugal, junio 1984)
En 1959,
en un barcito en Santo Amaro da Purificaçao, el bar de don Bubu, un negro analfabeto,
tocaba el disco de Joao Gilberto el día entero. Nosotros terminábamos las clases e
íbamos a la puerta del bar a escuchar el disco. Desde ese tiempo hasta ahora yo escucho a
Joao Gilberto casi diariamente. Chega de saudade jamás envejeció para mí: ahí ya
cantaba viejos sambas de Ary, de Caymmi. La bossa nova del inicio para mí fue eso
(Entrevista de Almir Chediak aparecida en Songbook-Bossa Nova 2, 1990)
La bossa
nova era un movimiento de la clase media de la zona sur de Río de Janeiro, donde
floreció, pero la bossa nova nació a orillas del río Sao Francisco, en Juazeiro, en
Bahía, en la cabeza de Joao Gilberto. Es necesario recordar eso, sólo se habla de
departamentos de Ipanema, nadie se acuerda de Juazeiro. Joao Gilberto vino de allá con
todo aquello. El tiene la fuerza, él es el He-Man de la bossa nova, él centraliza. Eso
no desmerece el valor de las otras personas. La personalidad nuclear, el destino, el
mensaje secreto, todo eso es de Joao Gilberto (Songbook-Bossa Nova 2, 1990)
La bossa
nova tuvo una importancia fundamental en la historia musical de Brasil. No sólo en la
música, sino también en la propia cultura. Yo mismo encontré en la bossa nova un punto
de partida para mi formación cultural en todas las áreas. Al oír a Joao Gilberto por
primera vez, en 1959, alguna cosa se revolvió en mí que me llevó a querer entrar en un
mundo nuevo que no se limitaba a la música, concernía también a la literatura, la
filosofía, el cine, todas las cuestiones de cultura. Lo que aquellos músicos, cantantes
o poetas estaban haciendo era una renovaciónsorprendente. En un país tan pobre como
Brasil, la música de ellos tenía un grado de sofisticación de primera línea, en
términos internacionales. Tal vez haya sido uno de los acontecimientos culturales más
importantes en la formación del Brasil. Espero que Brasil, algún día, pueda
corresponder como país a lo que la bossa nova le propuso (Songbook-Bossa Nova 2,
1990)
Selección y traducción: MS.
| Los cruces de la historia
Desde el especial que Joao Gilberto y Caetano Veloso grabaron junto a Gal Costa,
emitido el 29 de setiembre de 1971 por la TV Tupí, el diálogo artístico de los grandes
no ha sido tan excepcional como pareciera: se han presentado juntos en Europa en varias
ocasiones. Sin embargo, no es pan de todos los días que suban juntos a un escenario y
mucho menos que eso ocurra en Latinoamérica. Caetano cuenta que para aquel especial
televisivo grabaron casi seis horas, aunque sabían que saldría al aire sólo una.
Tampoco pasaron a la historia una serie de curiosas fotos de Joao, Gal y Caetano en
posición de loto. Arrancaron esas páginas del libro de Brasil, definió
Caetano en una entrevista con el Jornal do Brasil.
En 1980, Joao, Caetano y Gal, sumando ahora a Gilberto Gil y
María Bethania, los cinco bahianos grabaron en Estados Unidos el disco Brasil, que
preludió el retorno del maestro a su país, tras un largo exilio iniciado en los
60. El trabajo es, realmente, una maravilla. Ahí están Aquarela do
Brasil, de Ary Barroso, Milagre de Dorival Caymmi, la versión de
Haroldo Barbosa de All of Me (Disse Alguém) de S. Simons y G.
Marks, No tabuleiro da Baiana de Ary Barroso, y Bahía con H de
Denis Brean, entre otras perlas.
Los temas de Caetano grabados por Joao son apenas tres, en toda
su carrera: Avarandado en 1973, Menino do Rio en 1980 y 1986 y
Sampa en 1991. Caetano grabó de Joao, que tiene una obra de autor muy corta,
Obálá-lá y Bim-bom para su disco Totalmente de mais, en 1986.
En la segunda versión en CD del trabajo Fina estampa, la que registró en vivo en 1995,
incluyó además Você esteve com meu bem, de Gilberto y Antonio C. Martins.
Era una canción casi perdida, que rescata un paso entre el antes y el después de la
bossa nova.
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