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El Correo Argentino reconvierte casi 1000 agencias
“No subsidiaremos sucursales”

El grupo que controla el Correo ya empezó a implementar un plan por el cual terciarizará el servicio a comerciantes. Así disminuirá sus costos, con la consiguiente reducción de personal.

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“El objetivo es mejorar la calidad del servicio”, afirmó a Página/12 Eduardo Oliver, director del Correo.
Para el gremio de los jerárquicos están en juego 994 sucursales y 3000 puestos de trabajo.

Por Cledis Candelaresi

t.gif (862 bytes) Las localidades pampeanas de Quemú Quemú, Winifreda y Colonia Varón gozan de un singular privilegio. Son los primeros puntos de un programa del Correo Argentino para sustituir en todo el país las sucursales de menor recaudación por simples stands en el interior de un comercio. Según la Federación de Empleados Jerarquizados, uno de los cuatro gremios del sector, este plan significará el cierre de casi 1000 oficinas y el despido de unos 3000 empleados. La empresa, concesionada a la sociedad que Sideco Americana e Itrón integran junto al Banco de Galicia, prefiere no cuantificar la envergadura del proyecto, ya que éste se encuentra en su etapa de “prueba piloto”. Sin embargo, admite que habrá una reducción del plantel y, por consiguiente, de sus costos operativos. “La política es no subsidiar más sucursales”, afirmó a Página/12 Jorge Aguado, presidente de la empresa privatizada.
El grupo Macri, que detenta más del 80 por ciento de las acciones del consorcio, se embarcó en el proyecto de crear “sucursales integradas”. El plan consiste en celebrar contratos con comerciantes de localidades donde están radicadas las sucursales deficitarias. Por ese acuerdo, el comerciante cedería un espacio en su local para la atención de correspondencia, tarea a la que podría afectar a su propio personal. Entre sus nuevas responsabilidades también estará la de distribuir las piezas postales, por sí mismo o mediante la contratación de carteros.
Correo Argentino conservará un único empleado, que quedará bajo relación laboral del comerciante–postal, con horario ampliado –acorde a los usos y costrumbres del lugar–, aunque con la misma remuneración actual. “La mayoría de las sucursales son unipersonales”, asegura Eduardo Oliver, director Comercial Minorista, y autor de la iniciativa. “El empleado que quede podrá trabajar en un sectorcito lindo, con imágenes, y mejor ambiente que el de las obsoletas oficinas públicas”, acotó.
La conservación de este agente tiene como único objetivo poder cursar a través del stand la correspondencia “fedataria”, como el telegrama o carta documento. La ley no permite conferir ese status a un despacho, si éste no es realizado a través de un empleado del correo oficial.
Según el gremio de los jerárquicos de la empresa, están en juego 994 sucursales, y 3000 puestos de trabajo. Además de localidades del interior, el progrma ya habría provocado la clausura de una quincena de oficinas en la provincia de Buenos Aires. Expresada en esos términos, la iniciativa es ambiciosa, ya que pondría en juego dos tercios del total de sucursales que existen en el país (Correo tiene 1500 sucursales) y un quinto del personal (tiene casi 15 mil empleados).
Todos los inmuebles fueron transferidos al grupo concesionario en comodato. Por lo tanto, al desocuparlos, deberán restituirse al Estado. “Nosotros ni los mantenemos. Si tuviéramos que hacerlo sería terrible”, comenta Oliver, en alusión a muchos de las antiguas sedes que el Correo posee en el interior. El directivo sostiene que esta singular reconversión de sucursales no tiene otro objetivo que el de “mejorar la calidad del servicio”. Pero, al mismo tiempo, precisa que mantener algunas de esa sucursales costaría “el disparate de 2000 pesos mensuales (cada una)”, recursos que la empresa aspira a ahorrar.
Por sus responsabilidades, el comercio retendría un 17 por ciento de la facturación bruta correspondiente a la actividad postal, más una tasa de 0,20 peso por cada pieza a operar. En apariencia, el estímulo es fuerte. Según Oliver, ya se precipitaron una catarata de consultas de comerciantes interesados en obtener la franquicia. Este esquema le permite mantener la red, según obliga las normas de la licitación. Aunque “no en las mismas condiciones”, según advierte el gremio. Más dudas admite el cumplimiento de sostener la universalidad del servicio. Obligación que siempre distinguió al correo oficial respecto del resto de los prestadores del mercado.

 

Competencia desigual

Los directivos del Correo Argentino privatizado aseguran que, “por ahora”, están trabajando a pérdida. Pero, al margen de los resultados, lo cierto es que el Correo enfrenta una competencia muy desigual respecto de los quinientos prestadores privados. Según su propia oferta en el momento de la licitación, la sociedad de Macri-Galicia (el banco tiene el 2,5 por ciento del paquete) debe pagar 103 millones de anuales por canon, mientras que sus competidores pueden explotar el servicio abonando una patente de sólo 5000 dólares anuales. Esto es así, desde que el Gobierno desreguló la actividad postal con el propósito de evitar que siguiera concentrándose en un pequeño puñado de prósperas empresas privadas. Pero esos prestadores privados –ex permisionarios del Correo oficial– tienen otra ventaja, ya que, a diferencia del Correo Argentino, no están obligados a prestar un servicio universal. Esto tiene como consecuencia que le compiten en las áreas rentables, donde está la crema del negocio, y no en las deficitarias, donde la ex empresa pública debe ganar presencia. Tan cierto como esto es que ninguna de estas situaciones fue ignorada por el grupo adjudicatario en el momento de fijar en la oferta el valor del canon, variable que definió la licitación.

 

“Se mejorará la prestación”

Eduardo Oliver, director Comercial Minorista de Correo Argentino, explicó a Página/12 la estrategia que impulsa para sustituir sucursales transfiriendo la atención del servicio a comerciantes.
–¿El objetivo es reducir costos?
–No. Yo podría reducir costos de otro modo. Por ejemplo, quedándome con un solo empleado en cada sucursal. El verdadero objetivo es mejorar la calidad de la prestación.
–¿Cómo puede mejorarse con una estructura más chica?
–En principio porque el público se sentirá mejor asistido con un comerciante sonriente, que conoce a la gente del pueblo por su nombre y sabe su historia.
–La empresa está así subcontratando.
–No. Sólo celebramos un contrato con el comerciante. Pero el Correo seguirá siendo, en última instancia, responsable del servicio.
–¿Y cómo se van a asegurar que el comerciante cumplirá con las obligaciones delegadas?
–A través de mecanismos de auditoría que vamos a instrumentar. Siempre se puede controlar.



CAIDA EN LAS EXPECTATIVAS DE CONSUMO
La crisis tiene la culpa

t.gif (862 bytes) Las expectativas de consumo en la ciudad de Buenos Aires mostraron un significativo empeoramiento en marzo. El índice de confianza del consumidor, dado a conocer ayer por la Universidad Torcuato Di Tella, cayó un 5,1 por ciento.
Según el estudio, la población capitalina piensa que su situación ha empeorado y que, instalados en el medio de la crisis, va a seguir desmejorando. La propensión a consumir se ubicó este mes en su nivel más bajo desde julio de 1998.
Por otra parte, el trabajo del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de esa universidad muestra que, en cambio, la gente no descree de la situación de la economía dentro de un año. “La gente parece que está viendo que la crisis en Brasil no va a impactar tan profundamente y que, además, tiene visos de mejorar”, explicó a Página/12 el analista del CIF Juan Uro.
Respecto de la situación actual de los consumidores –encuestados por
Catterberg y Asociados–, el relevamiento evidencia que sólo el 8 por ciento considera que está mejor que un año atrás. Por el contrario, casi el 45 por ciento estima que su situación es peor. En línea con esa evaluación, un 55 por ciento de la población piensa que es un pésimo momento para adquirir electrodomésticos, y un 68 opina lo mismo respecto de la compra de un auto o un inmueble.
La confianza de los capitalinos está en retroceso tras tener un fuerte repunte en febrero, mes en que pasó el susto inicial provocado por la devaluación brasileña de mediados de enero.

 

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