Por Claudio Uriarte |
En el fallo anterior, los lores votaron 3 a 2 contra Pinochet. En el panel ampliado que debate la nueva sentencia, hay 5 jueces lores considerados como moderados y 2 como conservadores, pero la sentencia no tiene por qué decantarse de acuerdo a esta línea de fractura. Sea cómo sea, el margen de la decisión va a ser importante: no es lo mismo un 5 a 2 contra Pinochet que un 4 a 3, una ventaja angosta que volvería a exhibir la dificultad del caso, y que es lo que el gobierno de Chile espera ahora para volver a cuestionar la pertinencia de la extradición de Pinochet a España. Si, por otro lado, los jueces-lores fallaran a favor de Pinochet, estarían dando un golpe al mismo (incipiente) Derecho Internacional que afirman sostener, pero aquí el margen nuevamente será importante. Las interminables semanas de deliberaciones secretas del panel II dan un indicio de la magnitud de los problemas que los jueces-lores tuvieron que enfrentar. Entre ellos no sólo se encuentra la adhesión de Chile y Gran Bretaña a la Convención internacional contra la Tortura por ejemplo, sino también la cuestión de extraterritorialidad planteada por el gobierno chileno, al que esta vez se le permitió exponer su caso independientemente de la defensa personal del ex dictador. Los jueces-lores deben haber sido conscientes de estar internándose en un territorio sin mapas, así como del hecho de que su fallo, más allá de la figura de Pinochet, sentará un precedente que puede ser repetido en situaciones sobre las que hoy ni siquiera se puede empezar a especular. Un camino medio, que dejaría las cuestiones más filosas en la cómoda ambigüedad del claroscuro, consistiría en distinguir entre distintos tipos de inmunidad (es decir, de impunidad). Con esto, y la interminable discusión que seguiría, los lores quedarían bien con Dios y con el Diablo. Pero no es seguro que hagan esto: su primer fallo ya probó que son imprevisibles.
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