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ASESINARON EN PLENA ASUNCION AL VICEPRESIDENTE PARAGUAYO
Cuando la sangre llegó al río

Luis María Argaña, vicepresidente de Paraguay y principal enemigo del presidente Raúl Cubas y del hombre fuerte del país, general Lino Oviedo, fue ayer muerto a tiros y granadas por comandos que usaban uniformes militares de camuflaje. El país está en crisis y la calle reclama la caída de Cubas.

Rastrojo: El general Oviedo, que condenó el atentado, hace algunas semanas había dicho que iba a “arrancar como rastrojo y quemar” a sus adversarios políticos.

Luis María Argaña, el enemigo número 1 de Cubas y Oviedo.
Una compleja trayectoria que ayer culminó en el asesinato.

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t.gif (862 bytes)  Paraguay parecía ayer al borde de una guerra civil. A las 8.45 de ayer, cuando se dirigía hacia su oficina, el vicepresidente Luis María Argaña fue asesinado por tres hombres en un atentado con ametralladoras y granadas. En el ataque también murieron su chofer y su guardaespalda. El oficialista Partido Colorado y el Congreso paraguayo denunciaron que los culpables son el presidente Raúl Cubas, a quien le pidieron la renuncia inmediata, y su mentor político Lino Oviedo, con quienes Argaña mantenía un enfrentamiento durísimo. El ministro del Interior, Rubén Arias, presentó su renuncia. El centro de Asunción se pobló de protestas contra Cubas y hasta el momento hay 10 heridos y seis detenidos. El senador colorado Juan Carlos Galaverna denunció la puesta en marcha de “un golpe de Estado”. El gobierno paraguayo dispuso el cierre de las fronteras y los aeropuertos para que no escapen los culpables y declaró 15 días de duelo oficial y tres de nacional. El Banco Central suspendió las operaciones de cambio de divisas para evitar el desplome del guaraní.
Pocas horas después del crimen de Argaña, la Corte Suprema paraguaya, que es la que dictaminó que Oviedo debe volver a la cárcel por su intentona golpista en 1996, debió ser desalojada por amenazas de bomba, y la planta transmisora de la radio Cardinal y el Canal 13 de Asunción fueron baleados por desconocidos. El Congreso llamó a la ciudadanía a movilizarse “contra los embates de este régimen autoritario y criminal que ha desatado una espiral de violencia” y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) declaró una huelga general “hasta que el presidente se dé cuenta de que tiene que irse a su casa”, según afirmó su titular, Alan Flores. Para hoy, Asunción será una verdadera ciudad tomada: 15.000 campesinos permanecerán en las calles frente al Palacio Legislativo, a 200 metros de la Casa de Gobierno. Habían llegado ayer para pedir al Congreso la condonación de sus deudas en una marcha que estaba programada hace dos meses. El dirigente de la Organización Nacional Campesina, Estanislao Martínez, declaró que se quedarán allí para acompañar la huelga.
Según un testigo del crimen, un auto, que podría ser un Fiat Tempra, bloqueó el paso de la Nissan Patrol en la que viajaba Argaña. Tres hombres armados, de unos 35 años, a cara descubierta y con uniforme militar, bajaron y comenzaron a descargar dos ametralladoras y una pistola sobre el vehículo de Argaña. Los asesinos vieron a este testigo y lo apuntaron, pero éste logró ocultarse de los tiros en una carpintería cercana. Luego escaparon y a 500 metros del lugar del atentado incendiaron el auto y huyeron en otro.
En los alrededores del auto de Argaña, la policía encontró al menos quince casquillos de proyectiles de fusil y dos cargadores vacíos de pistola. Además de insistencia, los criminales demostraron precisión. El médico Ramiro García Varesini, del Sanatorio Americano, explicó al Canal 9 de Asunción que una misma bala había atravesado el cuerpo del vicepresidente paraguayo en el hígado, el corazón y la arteria pulmonar, por lo que murió en el instante.
El anuncio oficial de la muerte de Argaña fue dado por el presidente Cubas, quien lamentó el crimen pero inmediatamente aclaró que el vicepresidente “no aceptó en su momento la cobertura de seguridad que le ofreció el gobierno”. Cubas aseguró que habrá “una completa investigación para el más pronto esclarecimiento del crimen en el marco de la ley”. Llamó a “la reflexión profunda y serena” y pidió que “entre todos busquemos el orden, la tranquilidad y la paz que necesita el Paraguay”.
Pero la calma no parece ser lo que caracterice al futuro político del Paraguay. “Esto no va a quedar así. Aquí va a correr mucha sangre”, dijo Icho Planás, el abogado personal de Argaña, y agregó que “Cubas y Oviedo serán colgados en una plaza pública junto a sus respectivas familias”. También afirmó que, hace pocos días, había advertido a Argaña sobre la posibilidad de que el gobierno planeara un atentado contra su persona. El Congreso, por su parte, emitió un comunicado en el que “denuncia ante la comunidad internacional y particularmente ante los países del Mercosur yla OEA este crimen político que forma parte del plan terrorista, protegido y alentado desde el Poder Ejecutivo, destinado a interrumpir el funcionamiento de las instituciones democráticas para suplantarlas por un gobierno dictatorial”. Los gobiernos latinoamericanos, la OEA, la Unión Europea y la Casa Blanca también condenaron el asesinato, y el vocero del Departamento de Estado James Rubin exhortó a “a todos los paraguayos a renunciar al uso de la violencia como medio de resolver diferencias políticas y a respetar normas legales y constitucionales”.
Y el blanco de todas las miradas, el ex golpista Lino Oviedo, comunicó a todos los medios “mi decidido repudio” por el atentado contra Argaña. “Si bien fuimos adversarios políticos, nunca he negado mis sentimientos fraternos y mi admiración por la estirpe patriótica, intelectual y colorada de quien en vida fuera el más alto exponente de los ideales nacionalistas”, dijo Oviedo. Pero hace algunas semanas había dicho que iba a “arrancar como rastrojo y quemar” a sus adversarios políticos. En todo caso, sea quien fuere el responsable de la muerte de Argaña, está claro que en Paraguay las diferencias políticas se arreglan a los tiros.

 

Claves

ron2.gif (93 bytes) El vicepresidente Luis María Argaña, asesinado ayer, era el principal enemigo del general Lino Oviedo y de su seguidor, el presidente Raúl Cubas, en la interna del Partido Colorado.
ron2.gif (93 bytes)  Esa disputa venía procesándose a través del impulso a un juicio político contra Cubas en el Congreso, donde la mayoría es detentada por una coalición informal entre el sector antioviedista del Partido Colorado y los Liberales Auténticos de Domingo Laíno. Las bases del juicio son el “desacato” de Cubas a un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que ordenó al presidente dar marcha atrás en el decreto que restauró los derechos civiles del general, el político más popular de Paraguay.
ron2.gif (93 bytes)  El asesinato de Argaña marca un salto cualitativo de la tensión entre oviedistas y antioviedistas. Anteriormente, las presiones de Oviedo habían tomado la forma del acoso de sus partidarios a parlamentarios opositores y a los magistrados de la Corte Suprema, en episodios que se resolvieron sin víctimas.


DESDE LOS AÑOS DE STROESSNER HASTA LA GUERRA CONTRA OVIEDO
Un estadista que no pudo ser presidente

Por Pablo Rodríguez

t.gif (862 bytes) Luis María Argaña podría ser definido como “el hombre detrás de las sombras” durante los últimos 30 años. Sin embargo, el mismo Argaña también fue el principal opositor de los gobernantes de turno. En 1988, siendo el gran candidato a suceder al dictador Alfredo Stroessner, decidió que no se podía esperar más y encabezó la oposición interna al régimen militar desde el oficialista Partido Colorado. Cuando cayó la dictadura, tuvo que conformarse con el puesto de canciller, pero no tardó en volver a la lucha por la presidencia. Se enfrentó con el entonces presidente Andrés Rodríguez, después con su sucesor, Juan Carlos Wasmosy, y más tarde se alió con él para impedir el ascenso del ex golpista Lino Oviedo. Cuando lo mataron, estaba ocupando el cargo más importante de su carrera política y la presidencia parecía más cerca que nunca. En todo caso, su vigencia a 10 años del derrocamiento de Stroessner y la forma en que murió indica que nada ha cambiado demasiado en la política paraguaya.
Desde los inicios de su carrera, Argaña pretendió encarnar la figura de un estadista. Ligado a las clases altas de Asunción, se doctoró en Derecho y Ciencias Sociales y en 1960 llegó a la vicepresidencia de la Cámara de Representantes del Congreso títere paraguayo, donde siguió ocupando varios cargos hasta 1983. Pronto comenzó a ser conocido como “El Príncipe”, el sucesor natural del dictador. En 1967 fue uno de los principales redactores de la Constitución que permitió a Stroessner perpetuarse en el poder. En 1978 viajó a la Asamblea General de la ONU para defender a la dictadura de las acusaciones sobre violaciones de los derechos humanos. Cinco años más tarde, Argaña fue nombrado presidente de la Corte Suprema de Justicia, un puesto clave para la represión: de allí salían los fallos que aplicaban la Ley 209 de Defensa de la Democracia, por la cual cualquier persona era acusada y reprimida.
Pero hacia el año 1988 la dictadura de Stroessner no estaba en su mejor momento y la hora de “Argaña presidente” se alargaba demasiado. Comenzó a forjar una imagen de “luchador por la democracia” y el 3 de febrero de 1989, cuando el general Andrés Rodríguez derrocó a su consuegro, Argaña era mencionado como el futuro presidente. Pero Rodríguez se quedó con el poder y formuló ideas “raras” como la separación entre las fuerzas armadas y el Partido Colorado. La oposición comenzó a elogiar al general y el protagonismo de Argaña se apagaba dentro de las grises funciones de canciller.
“Vamos a conspirar, vamos a hacer una revolución si es necesario, pero no vamos a dejar que el Partido Colorado caiga del poder”, declaró entonces Argaña en una convención partidaria que había sido prohibida por la Justicia. Los medios hablaron de las copas de más que llevaba encima el supuesto gran estadista y Rodríguez rápidamente lo separó del cargo. El ex delfín de Stroessner decidió entonces replegarse para ganar las internas coloradas. Pero el Tribunal Electoral del partido dictó que hubo fraude en los comicios que le había ganado a Juan Carlos Wasmosy, quien terminó siendo el nuevo presidente. Argaña volvía a perder la partida.
En 1997 parecía que era la batalla definitiva, pero a Lino Oviedo no se le ocurrió mejor idea que entrar en la política a través del Partido Colorado. Y ante el arrastre popular del ex golpista, Argaña soportó otra derrota. Entonces, como diría Balbín, el viejo adversario saludó a un amigo: Wasmosy y Argaña se las arreglaron para dejar afuera a Oviedo, pero no pudieron evitar el ascenso de su delfín Cubas.
“Si el Pato Donald se presenta como candidato del partido, igual ganará las elecciones”, dijo Argaña en referencia a Cubas. Revelando, quizás involuntariamente, la potencia de la fraudulenta máquina colorada para perpetuarse en el poder, “el gran dirigente político del Paraguay” dejó en claro su frustración. Todos, hasta el Pato Donald, podían llegar a la presidencia. Menos él, que era el que más la había buscado.

 


 

ANTE LA POLARIZACION Y EL PELIGRO DE GUERRA CIVIL
El Ejército es el actor clave

Por Claudio Uriarte

t.gif (862 bytes) El asesinato de Luis María Argaña escala dramáticamente las apuestas en Paraguay, tanto que ya no queda claro cuáles son las apuestas. Desde la asunción del mando por Raúl Cubas en agosto del año pasado, Paraguay vive una inestable situación de dualidad de poderes entre el primer mandatario –un hombre de paja del general Lino Oviedo– y el sector antioviedista del Partido Colorado, liderado en el pasado por el ex presidente Juan Carlos Wasmosy y hasta ayer por Argaña, vicepresidente en rebeldía contra Cubas. Esa división atraviesa no sólo el Partido Colorado sino también la totalidad del gobierno y las instituciones: la Corte Suprema, la mayoría del Congreso y parte del Tribunal Superior de Justicia Electoral son antioviedistas; el Ejército –sobre todo después de la reincorporación de 200 militares leales a Oviedo, que habían sido pasados a retiro tras su fallida intentona golpista de abril de 1996– parece alineado con su viejo comandante. No es una división menor: los antioviedistas no dudan en acusar a Oviedo por el asesinato y reclaman la caída de Cubas.
Hasta ayer, éste había sido un conflicto de baja intensidad, centrado en la negativa de la Corte Suprema a admitir la constitucionalidad del decreto con que Cubas había absuelto a Oviedo de la prisión y la privación de derechos civiles impuestas por Wasmosy contra el general carismático. El clímax iba a ocurrir el 7 de abril próximo, cuando el Congreso debía reunirse para iniciar un juicio de destitución contra el presidente. En ese proceso, el principal operador político contra el presidente era el vicepresidente, asesinado ayer. De este cuadro parece desprenderse que Oviedo, o al menos un sector del oviedismo, salen beneficiados por el asesinato, pero por la misma vara pueden salir perjudicados: la muerte de Argaña, al polarizar el país, sólo puede consolidar la alianza parlamentaria entre colorados antioviedistas y liberales de centroizquierda que domina el Parlamento. Por eso, si Oviedo decidió subir su apuesta hasta el magnicidio, debería tener detrás la fuerza suficiente para consumar un golpe de Estado. ¿La tiene, o la muerte de Argaña significa que el golpe de Estado ya ha sido consumado?
Por lo pronto, algo es seguro: éste no es un enfrentamiento entre dictadura y democracia sino una guerra mafiosa entre dos fuerzas profundamente antidemocráticas, una de ellas –la oviedista– que interpreta el apoyo popular electoral masivo de los paraguayos como un piedra libre para hacer cualquier cosa, y la otra –la antioviedista– que traicionó sus promesas electorales de amnistiar al paraguayo más votado en las elecciones internas del Partido Colorado. En este drama sórdido, los antioviedistas representantes del ala stronista del partido –por su fidelidad al ex dictador Alfredo Stroessner– montaron una ofensiva judicial dudosa contra Cubas, que permitiera servir de ariete para un impeachment a la paraguaya: un golpe de Estado parlamentario. El arco de maniobras de este sector era tan amplio como oportunista: iba desde los liberales de Domingo Laíno hasta la embajada norteamericana, que empezó a actuar como megáfono principal del antioviedismo y como centro de intrigas políticas, incluyendo una sonada recepción al propio Argaña, en una actuación de mano dura que hizo recordar los peores tiempos de “Braden o Perón” en la Argentina de 1945.
Dentro de la intriga se mezclan opacos intereses comerciales, corrupción, y vínculos de ambas partes con el narcotráfico, que tiene en Paraguay un país de paso. Estos juegos oscuros vuelven más difícil una lectura precisa de lo ocurrido ayer, pero por otra parte subrayan dramáticamente que la lucha es a matar o morir –como lo evidencia el asesinato de Argaña y las subsiguientes amenazas de asesinatos de represalia–. Los enfrentamientos de ayer en las calles de Asunción señalan el peligro de que la violencia escale y derive en situaciones de preguerra civil. Pero para eso es crucial la actitud a tomar por elEjército, el actor más decisivo de una crisis institucional que ayer explotó con toda la fuerza.

OPINION

 

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