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HUYO EL GENERAL, RENUNCIO CUBAS, HUBO FESTEJOS Y CEDIO LA VIOLENCIA
Sin Oviedo, se acabó la rabia

Después de días de violencia y rumores de golpe militar, la “salida negociada” se impuso en Paraguay con la renuncia del presidente y la fuga de Lino Oviedo, frustrada anoche en San Fernando. La violencia cesó y hubo grandes festejos, pero aún no es claro si habrá nuevas elecciones o un gobierno de coalición.

Raúl Cubas Grau y su esposa dejan la escena después de la lectura de la renuncia.
La tesis de la “salida decorosa” se impuso después de una tarde de tiros, versiones y amenazas.

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Por Pablo Rodríguez desde Asunción

t.gif (862 bytes) Fue el golpe de Estado militar que no ocurrió. El presidente Raúl Cubas Grau renunció ayer a su cargo del presidente de Paraguay y asumió en su lugar interinamente el presidente del Senado, Luis González Macchi. Dos horas antes de que Cubas le anunciara su decisión al presidente de la Cámara de Diputados Walter Bower, el general Lino Oviedo, que permanecía “detenido” en el Regimiento Guardia Presidencial, huyó hacia la Argentina, donde fue detenido en el aeródromo de San Fernando al tratar de entrar con documentos falsos. Antes, la Justicia militar lo había eximido de todo pecado.
Faltaban 11 horas para que comenzara, a las siete y media de la mañana del lunes, la sesión en el Senado que seguramente iba a destituir al presidente. A las 19 de ayer, minutos antes de la noticia, el clima en la Plaza de las Armas, convertida en epicentro de la crisis desatada por el crimen del vicepresidente Luis María Argaña, era más que amenazador. Fuerzas de la Policía paraguaya y del FOPE (Fuerza de Operaciones de la Policía Especializada) se apostaban en la cima de los edificios aledaños, entraban al antiguo Cabildo donde funciona el Senado y reforzaban el cerco sobre la plaza y sobre el Senado. Los diputados que estaban dentro del Cabildo no se cansaban de confirmar que se trataba de “fuerzas leales”, pero las dudas persistían: había un cuerpo de Caballería –la fuerza más fiel a Oviedo– que estaba llegando al centro de la ciudad y el arzobispo de Asunción, Felipe Santiago Benítez, llamó misteriosamente a abandonar la explanada de la Catedral, convertida en “foco de resistencia civil” por los denominados Jóvenes por la Democracia.
Mientras las versiones sobre la renuncia de Cubas comenzaban a amplificarse, un grupo de legisladores antioviedistas, encabezados por Walter Bower, se reunió en la sede de la embajada norteamericana, cuya titular es Maura Harty. En las últimas horas, en realidad, las relaciones de fuerzas parecían contrarias al sector civil y militar oviedista. Los diputados comenzaron a señalar a los efectivos instalados en los edificios como custodia pedida por el Senado. La Policía había realizado un allanamiento en la casa de uno de los que dispararon en la plaza durante la masacre del viernes, y aparentemente había encontrado armamentos, un maletín con 500 millones de guaraníes (cerca de 200.000 dólares) y un listado de funcionarios. El jefe de la Policía Nacional Niño Trinidad, oviedista, había sido reemplazado en la noche del sábado por Ricardo Caballero Parquet. Pero los Jóvenes por la Democracia eran un tanto ajenos a esta serie de signos y movimientos: ante el pedido de Benítez, su líder Waldemar Franco fue a buscar a las cámaras para declarar que no estaba de acuerdo con el prelado y que “nosotros vamos a seguir resistiendo”.
Lo que aún no queda claro de este movimiento político son sus condiciones. El sábado, en el pasillo que da a la sala del Senado, mientras los legisladores debatían las consecuencias de los alegatos de los diputados –fiscales y afectados a la defensa del presidente–, el encargado de esta última, Luis Fernando Canillas, y Walter Bower, se abrazaban y hablaban en voz baja. Bower aún conservaba puesto el chaleco antibalas que se había echado encima la noche anterior –cuando los integrantes legislativos del frente antioviedista reconocían que no sabían de qué lado estaban las FF.AA.– y lo flanqueaban dos hombres con armas largas. Más tarde quedaba clara la línea de “la salida decorosa”. El propio senador argañista Juan Carlos Galaverna, el que vinculó a los gobiernos argentino y uruguayo con el asesinato de Argaña vía Oviedo, reconocía cuando se levantó la sesión que “si el lunes estamos de nuevo aquí, es porque las gestiones han fracasado”. El discurso mismo del argañismo comenzó a cambiar. Ese mismo día, Bower comenzaba a deslizar que Cubas podría acceder a una banca como senador vitalicio, como cualquier ex presidente. El senador José Francisco Appleyard, mano derecha de Oviedo, reconoció a Página/12 que las conversaciones existían. Y Galaverna dijo ayer, horas antes de la renuncia del presidente, que “el próximo objetivo de estos asesinos es Cubas y hay que evitarlo”.
El problema de esta estrategia de “la salida negociada” es que no cuenta, en principio, con el apoyo de la oposición no colorada. El senador del PEN Luis Mauro dijo a este diario que no se iba a aceptar ninguna negociación que escapara a lo establecido en el proceso de destitución (ver nota aparte). En el mismo momento en que los rumores de renuncia se multiplicaban, el senador liberal Francisco José de Vargas dijo que no se podía aceptar ninguna negociación con el oviedismo, sobre todo cuando la mayoría en el Senado “está más que asegurada”.
A partir de ahora hay dos caminos. Luis González Macchi, presidente interino, se convierte en efectivo hasta el 2003 al frente de un gobierno de coalición, o se convoca a elecciones generales en un plazo de 90 a 180 días. Representantes de la oposición del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el Partido Encuentro Nacional (PEN) ya dijeron que no apoyarán un gobierno de coalición. Sin embargo, no se puede descartar, aunque parezca descabellado, que los oviedistas se unan con los argañistas para confirmar la nueva mayoría. Ambas corrientes, en definitiva, son del mismo partido, el Colorado, y puede ser que este aspecto haya entrado en la “salida negociada”.
En todo caso, la sangre que había llegado al río, con el crimen de Argaña primero y con las muertes del viernes, parece que se detuvo.

 


 

ANTES DEL FIN, IMPEACHMENT EN GUARANI SE ESCRIBIA CON SANGRE
Una masacre anunciada (que no fue)

Por P. R.

t.gif (862 bytes) La renuncia de Raúl Cubas fue precedida por la violencia. Ayer hubo tiros en plena tarde en la explanada de la Catedral, donde hacía nada más que dos horas se había oficiado una misa en homenaje a los muertos durante la batalla campal del viernes por la noche. En el sector de la plaza donde se produjo el tiroteo, todos estaban convencidos de que a la noche habría muchos más tiros desde los edificios circundantes a la Plaza de Armas, que está enfrente del Palacio Legislativo. Al mismo tiempo, la televisión difundía una lista de políticos a ser asesinados supuestamente encontrada en 1997 en uno de los domicilios de Oviedo, y donde figuraban el asesinado vicepresidente Luis María Argaña y otras figuras.
El sol rajaba de tal manera en la explanada de la Catedral que los bomberos no cesaban de tirar manguerazos a la multitud. Los médicos pedían a la gente que retirara a los chicos del lugar porque la insolación podía ser brutal. Pero en el sector ocupado por los Jóvenes por la Democracia, los campesinos y algunos argañistas, el clima era el de la resistencia civil. “Que vengan todos. Y, si es necesario, vamos a morir por la democracia”, decía Andrés Rivas, un joven de 25 años que acababa de ser herido en una pierna. La frase no parecía vana: los colorados antioviedistas divulgaron posteriormente una conversación telefónica en código donde se hablaba de “Sierra 1”, “Sierra 2” y “Sierra 3”, en presunta alusión a tres políticos a ser asesinados en las próximas horas.
Las caras de los que estaban en la plaza mostraban el pánico que se instaló desde el viernes, cuando francotiradores dispararon contra la multitud y provocaron una masacre. Todos miraban hacia arriba, buscando otra vez de dónde venían los disparos. Es cierto que las balas fueron pocas y que la policía corrió a allanar los edificios sospechosos, pero el miedo era contagioso. El palacio donde funciona el Senado, con diputados y algunos senadores dentro, cerró sus puertas inmediatamente después de estas noticias. Todos esperaban que por la noche volviera la balacera. “Ayer no pasó nada porque había que dar un respiro después de lo del viernes. Pero hoy los oviedistas van a volver, porque ya se están quedando sin nada. Y los vamos a enfrentar”, decía Deolinda, una mujer de unos 50 años con un largo vestido colorado.
Los diputados y senadores antioviedistas denunciaban desde intentos de compra de votos por parte de gente cercana a Cubas –más concretamente, su esposa– hasta amenazas de muertes a sus hijos. Más allá de la firme decisión política que muestra el bloque antioviedista, existían imponderables en la forma de tres senadores: Basilio Nikighoroff (ex colorado, ahora de Encuentro Nacional), Gregorio Segovia (único representante de un partido declarado caduco por la Justicia electoral, el Partido Blanco) y el colorado “neoviedista” Gustavo Pedrozo. El senador colorado Juan Carlos Galaverna, el mismo que denunció a los gobiernos argentino y uruguayo por su complicidad con el ex golpista, dijo ayer llamativamente que “el próximo objetivo de estos asesinos es Cubas y hay que evitarlo”.
Pero el domingo por la tarde, la escena de la Plaza de Armas no dependía de ningún factor climático. Los coches nuevos de los senadores, apoyados sobre el piso completamente destrozado del parque, los restos de palos, comida y heces de los dispensarios que estuvieron instalados hasta anteayer gobernaban una plaza custodiada por los militares. En la explanada de la Catedral, enfrente de los policías y apiñados como en una tribuna de fútbol, los miles de manifestantes con banderas paraguayas –por disposición de Cubas, no se podían llevar insignias partidarias– se preguntaban si seguirían vivos hoy a la mañana. Mientras caía la noche, la Iglesia de Asunción divulgaba que irregulares de Oviedo avanzaban hacia la capital, y el Parlamento fue evacuado ante lo que parecía una inminente reedición de la masacre del viernes, pero ahora corregida y aumentada.

 


 

EL PRESIDENTE SE FUE, VIVA EL PRESIDENTE
La noche que Asunción era una fiesta

Por P.R.

t.gif (862 bytes) Media hora antes del anuncio de la renuncia del presidente Raúl Cubas, la Plaza de Armas estaba vacía. Los Jóvenes por la Democracia, la única organización que permanecía cerca de allí luego de la masacre delviernes, estaban apiñados en la explanada de la Catedral y advertidos por el arzobispo de Asunción, Javier Santiago Benítez, para que se vayan ante la inminencia de más violencia. En diez minutos desaparecieron los vallados policiales y militares. En una hora, las tres cuadras que conforman la plaza que está frente al Senado se tapizó de gente hirviente que cantaba toda clase de consignas contra Lino Oviedo. Pero como el nombre todo junto no se prestaba a la rima, “el enemigo número uno” del Paraguay se convirtió en “Lino O.”.
A medida que llegaban, los senadores y diputados argañistas y de la oposición se abrazaban con cuanta persona, en general enfundada en una bandera paraguaya, se cruzara en su camino. La Cámara de Diputados improvisó su sesión en el Senado, y allí el nuevo presidente Luis González Macchi pronunció su discurso.
El Senado, con 45 bancas, estaba repleto. Además de muchos de los 80 diputados paraguayos, estaban presentes muchos invitados, como el líder de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Alan Flores.
Todos cantaron el himno paraguayo, primero en versión bulliciosa y luego en versión formal. Mientras todos se abrazaban, se iban pasando como un trofeo de guerra la renuncia de Cubas. Algunos incluso pegaron el papel de la renuncia al vidrio detrás del cual se ubica la prensa, para que todos pudieran filmar y fotografiar el papel.
Los mástiles de los edificios oficiales tenían la bandera a media asta, por el luto nacional decretado por 15 días por el ahora ex presidente Raúl Cubas, luego de la muerte de su vicepresidente Luis María Argaña. Pero en el Congreso, donde todos gritaban “Argaña vive”, en la Plaza de Armas, donde todos gritaban, y en las calles de Asunción, donde todos tocaban la bocina de sus coches, ya no había luto. Había estallado una fiesta nacional.

 


 

HABLA LUIS MAURO, DEL PARTIDO ENCUENTRO NACIONAL
“No haremos una coalición”

Por P. R.

t.gif (862 bytes) Luego de la última sesión del Senado, el senador del Partido Encuentro Nacional (PEN) Luis Mauro iba de aquí para allá por el patio de la planta baja del antiguo Cabildo (donde sesionaba la Cámara de Senadores). Contestaba las preguntas de rigor ante la catarata de periodistas, que se diluye rápidamente: las versiones sobre “la salida negociada” requiere para todos más precisiones, y aparentemente sólo las tenían los colorados argañistas. Pero Encuentro Nacional representaba, junto al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), los votos que formarían la mayoría necesaria para destituir a Cubas. Mauro, presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, respondió a Página/12 sobre el futuro de la coalición argañista-opositora.
—¿Cuál es el futuro de Paraguay con la salida de Cubas?
–Yo creo que recién allí se abre en Paraguay un período de transición. En estos 10 años para mí no hubo transición, porque siguió el Partido Colorado en el poder y su sistema stronista (en referencia al ex dictador Alfredo Stroessner) de gobierno. A tal punto que el sector de Argaña y también el sector de Oviedo están llenos de stronistas. Pero ahora se va a abrir un gobierno de unidad nacional y allí comenzará el período de transición.
–¿Ustedes van a formar parte de un gobierno de coalición?
–No, quiero que se entienda bien. Aunque sea Luis González Macchi (presidente del Senado) quien pida un gobierno de unidad nacional, no vamos a participar. Vamos a cumplir nuestro papel de contralores para no pactar lo que tú decías: para tener la libertad de señalar con el dedo a Wasmosy, a los argañistas o a quien sea.
–¿Por qué PLRA y PEN se aliaron con el ex presidente Juan Carlos Wasmosy para dejar fuera a Oviedo?
–Elegimos el mal menor. Es cierto que Wasmosy es un corrupto y que debe enfrentar a la Justicia. Nosotros no lo estamos blanqueando y nos comprometemos como opositores a llevar a los estrados judiciales a quien haya cometido corrupción. Pero te quiero recordar algo. El 8 de diciembre de 1997, que es la fecha de la Virgen de Caacupé –como la Virgen de Luján para ustedes–, toda la Iglesia paraguaya, todos sus obispos, leyeron en la homilía un documento calificando al general Oviedo como Hitler. Si tú me dices: “¿Con quién quieres aliarte, con Hitler o con un corrupto?”. Entonces yo te digo: con un corrupto. Pero sin asumir el compromiso de que no voy a penar esa corrupción.
—Oviedo ha dicho que él y Cubas, en definitiva, fueron los perjudicados por el crimen de Argaña, y que entonces no podrían haberlo instigado.
–Oviedo quedó prisionero de todas sus declaraciones y de los sectores paramilitares, que él tiene aunque lo haya negado. Si tú sueltas a las bestias, las bestias hacen lo que quieren. Con todos sus errores, porque era un stronista, Argaña era el gran líder civil del Partido Colorado.

 

Claves

ron2.gif (93 bytes)  Raúl Cubas, quien renunció ayer, fue elegido presidente de Paraguay por el 54 por ciento de los votos en mayo de 1998 como delfín político del general retirado Lino Oviedo, quien purgaba una sentencia de 10 años de cárcel impuesta por su archienemigo, el presidente saliente Juan Carlos Wasmosy. Domingo Laíno, el rival liberal de Cubas, obtuvo el 42 por ciento.
ron2.gif (93 bytes)  Luis María Argaña, el vicepresidente de Cubas, era un stronista que el año anterior había perdido la interna del Partido Colorado por 11.000 votos frente a Oviedo. Pero inmediatamente después del triunfo de Cubas empezó a maniobrar para que no se cumpliera la promesa central de la campaña electoral: la liberación del militar. Una mayoría de argañistas del Parlamento saliente votó contra la liberación de Oviedo, que sin embargo se concretó en agosto.
ron2.gif (93 bytes)  La Corte Suprema de Justicia terció en la cuestión ordenando el regreso de Oviedo tras las rejas, lo que fue ignorado por Cubas. Esto gatilló los pedidos de juicio político a Cubas por parte de una alianza parlamentaria entre la oposición liberal y los argañistas.
ron2.gif (93 bytes)  La embajada norteamericana en Asunción hizo campaña sistemática contra Lino Oviedo, incluyendo una notoria recepción a Argaña semanas atrás. Oviedo, por su parte, mantenía fluidos contactos con Alemania, especialmente con el gobierno anterior de Helmut Kohl.
ron2.gif (93 bytes)  Detrás de Argaña y su facción estaba el ex presidente Wasmosy, acusado de malversación de fondos por 6000 millones de dólares, un 60 por ciento del Producto Bruto paraguayo y 10 veces sus reservas en moneda extranjera.
Los montos involucrados ayudan a explicar parte de la ferocidad de la interna, cuyo clímax fue el asesinato de Argaña el martes pasado por desconocidos que usaban uniformes de camuflaje.
ron2.gif (93 bytes)  Lo que ocurrió ayer no puede interpretarse como un “triunfo de la democracia”, en la medida en que se basa en la proscripción de Oviedo, el político más popular. Pero sí marca un –temporario, por ahora– cese de la violencia.


SUBRAYADO
Golpe a golpe

Por Claudio Uriarte

En Paraguay acaba de consumarse un golpe de Estado parlamentario. Lo impulsó una coalición oportunista entre la vieja oligarquía stronista y los partidos liberales, y su blanco fue el populismo autoritario (y popular) del general retirado Lino Oviedo, que se movía detrás del mascarón de proa del presidente renunciante, el ingeniero Raúl Cubas. Pero, más decisivamente aún, el desenlace es el resultado de la activa intervención de la embajada norteamericana, que persiguió a Oviedo desde el primer momento, y de la Cancillería brasileña. El mensaje fue inequívoco: Paraguay debía alinearse; de lo contrario, perdería ayuda militar y económica y posiblemente la membresía en el Mercosur. De este modo, Oviedo (el político más votado y más proscripto del país) debe desaparecer de escena. En 1945, ya una embajada norteamericana en América latina trató de hacer algo parecido, y fracasó estrepitosamente. Pero Paraguay y Oviedo son cantidades distintas que Argentina y Perón.
El paralelo con la Argentina sirve también para trazar el mapa del futuro. Esta es una situación peligrosa: los representados por el oviedismo (una vasta mayoría de pobres) quedarán excluidos de la escena política, con todo el explosivo potencial que esto significa, ejemplificado por los 17 años de inestabilidad que vivió la Argentina tras el derrocamiento de Perón en 1955. También están presentes otros paralelos: la alegría y los festejos de unas presuntas fuerzas democráticas que nunca hubieran logrado llegar al poder por la fuerza de los votos, y que muy probablemente habrían debido sufrir una dictadura bonapartista si el Paraguay invisible (contracara de los estudiantes que llenaban anoche la Plaza de Armas de Asunción) hubiera podido expresarse libremente, sin intrigas ni manipulaciones entre los stronistas y la Corte Suprema de Justicia. En cierto modo, ésta fue toda una puesta en escena de lo que Karl Popper llamaba el dilema de la libertad: qué hacer cuando el pueblo elige líderes que se oponen a ella. Pero en Paraguay de 1999 ese dilema es más fácil de resolver que en la Alemania de 1933.
El trasfondo ya exclusivamente paraguayo de estos paralelos fue la lucha a muerte de unas mafias profundamente enquistadas en el aparato estatal de uno de los países más corruptos del mundo. Pero queda por saber quién mató al vicepresidente Luis Argaña el martes pasado: si un Oviedo que decidió que ya no tenía nada que perder (el juicio contra Cubas empezaba el 7) o los que querían que todo terminara como ayer.

 

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