Por Lila Pastoriza * |
Ha sido, es, otro paso en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Se une a los que se dieron en los últimos tiempos (Pinochet, Videla, Massera...), producto todos ellos de una demanda inexorable en un camino atiborrado de avances y retrocesos, de políticos dignos y de los otros, de agachadas y grandezas. Cuando el Parque esté listo, y al modo habitual, el jefe de Gobierno de turno vaya a cortar las cintitas, habrá emoción, hipocresía, broncas y alegrías. Quedará el Monumento a las víctimas, el orgullo por sus ideales y sus luchas. Quedará el reclamo de justicia que gritarán los nombres grabados en la piedra de todos nuestros desaparecidos, su clamor frente a ese Río de la Plata transformado para siempre, según José Pablo Feinmann en una evocación inevitable y estremecida de la muerte. Lo que quedará será ese grito que ellos profieren desde su única tumba, la de esta memoria que, de a poco y a los tropezones, nosotros vamos atizando. * Periodista, miembro de Buena Memoria, Asociación Civil.
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