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MARTA MINUJIN EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES
Del arte liviano al pesado

Un tránsito que va de las vanguardias y
el arte efímero de la década del sesenta  al arte institucional y estatuario.

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Por Fabián Lebenglik

t.gif (862 bytes)  Para casi todos, pero especialmente para los menores de treinta años, la diversión y el gesto revoltoso de Marta Minujin es un relato histórico que ya no pueden constatar en la vertiente escultórica a la que la artista se dedica desde hace dos décadas. Hace veinte años que la artista viene esculpiendo reiteradas evocaciones de la estatuaria griega en versiones fragmentadas, que si bien se basan en el seccionamiento y la repetición, dos categorías tan contemporáneas como posmodernas, no están tratadas con la sintonía de época que lograba en sus obras de las décadas del sesenta y setenta. Lo que en cambio creció hasta saltar el cerco de las artes visuales fue el personaje que Marta Minujin construyó de sí misma como figura pública, que es siempre convocada para opinar sobre los más diversos temas.
La muestra retrospectiva que exhibe por primera vez su obra de manera individual en la sala principal del Museo Nacional de Bellas Artes está basada, fundamentalmente, en las mencionadas esculturas que conforman su última etapa.
El relato histórico sostiene que su primera exposición individual fue hace cuarenta años. Poco después, gracias a una beca del Fondo de las Artes, se radica en París y allí se queda hasta 1963 por otra beca, esta vez otorgada por el gobierno francés.
Desde entonces Minujin fue una de las artistas estrella del Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella, dirigido por Romero Brest. En la muestra del MNBA se puede ver uno de sus colchones de 1964, Revuélquese y viva, un bellísimo volumen de evocaciones pop, hecho con colchones pintados en franjas de colores, que requería la participación del espectador, como casi toda su obra más interesante, en la vertiente participativa.
En 1965, junto con otros artistas, como Rubén Santantonín y Pablo Suárez, presenta en el Di Tella La Menesunda. Era la época de oro de los happenings y ambientaciones, visitados por discretas multitudes.
Entre 1966 y 1972 la artista vive en EE.UU. gracias a la Beca Guggenheim. En la exposición del MNBA se recrea una de las obras de su período norteamericano: el Minuphone, una cabina de teléfono que, en el tiempo que dura la comunicación produce efectos especiales, como luces, circulación de agua, sonidos, etc. Aquella obra, también de participación, era parte de las experiencias que combinaban arte y tecnología de las comunicaciones. En 1972 presenta dos ambientaciones en el MoMA de Nueva York.
En 1976, cuando en la Argentina comienza la violencia de la dictadura, el confinamiento y el exilio, Minujin exhibe en el CAyC su propio refugio, un Nido de hornero gigante –exhibido ahora nuevamente–, de dos metros de altura y una tonelada de peso.
Sus “monumentos” de la década del 60, como el Obelisco acostado (Bienal de San Pablo, 1978), la Venus de queso (1981) y el Partenón de libros (1983), documentados con fotografías en esta muestra, son una suerte de culminación de su concepción del arte como modificación efímera de la vida. A partir de entonces su obra se vuelve previsible y “contemplativa”.
La retrospectiva se divide en tres secciones: “Participación”, “Contemplación” e “Interacción”. En la primera se exhiben los colchones, la cabina telefónica y la Academia del fracaso, una suerte de curso de video contra el exitismo. La segunda, que es la sección central, consiste en las versiones escultóricas fragmentadas y en la tercera se montó un área de datos que el público obtiene a través de videos y computadoras. (Libertador 1473, hasta el 15 de abril.)

FOTOGRAFIAS DE GRACIELA HASPER
Evocación con brillo y pudor

Por F. L.

t.gif (862 bytes) La pintora Graciela Hasper (1966) también utiliza la fotografía como parte de su concepción pictórica. En el desarrollo de su obra la fotografía ocupa un lugar estrictamente funcional y mediador, porque está usada como un campo visual fragmentario en el que se combinan, a través del esquema repetición/variación, distintas texturas ópticas.
Las últimas muestras de Graciela Hasper tuvieron lugar en EE.UU. y Francia. En 1997 presentó una exposición individual en la prestigiosa galería Annina Nosei, de Nueva York. A fines del año pasado su obra formó parte de La abstracción y sus territorios, una gran exposición de pinturas, esculturas e instalaciones de 44 artistas contemporáneos de ocho países: Alemania, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Irlanda, Estados Unidos, Suiza y la Argentina. Esa muestra fue organizada por el Centro Regional de Arte Contemporáneo de Montbéliard y el envío argentino –también integrado por Magdalena Jitrik y Tulio de Sagastizábal– fue exhibido a mediados de 1998 en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
La carrera ascendente de Hasper –que aquí trabaja con la galería Ruth Benzacar– se toma respiros, como la muestra de fotos Mi hermano y yo, que se muestra en estos días en la galería de la Alianza Francesa.
La exhibición tiene, ex profeso, todas las características de lo menor, en el sentido de presentarse como complementaria y tangencial respecto de su pintura. La jerarquía de lo menor no constituye un juicio sobre la calidad de la muestra, sino más bien una estrategia artística de desarrollo de la obra y de los contextos en los que se exhibe, entre otras consideraciones. Mi hermano ... es un conjunto de 165 fotos distribuidas en tres grandes conjuntos, en dos paredes. Varias series de fotos de flores, pompones, uñas, figuritas, carteles de bailanta, señales viales, flores, molinetes, etc., componen una estructura visual que juega con el color, la disposición espacial, la composición, la simetría/asimetría, y así siguiendo; todas categorías formales básicas que la artista maneja muy bien.
La exposición propone un recorrido a través de superficies brillantes, colores estridentes, evocaciones alegres, gestos descriptivos, enumeraciones, que en conjunto conforman un rescate del mundo de la infancia y la preadolescencia compartidas por la artista y su hermano Horacio, quien, años después, moriría víctima del sida.
La explícita superficialidad de Mi hermano y yo es también un efecto colateral de la ternura y la intimidad, de allí el carácter menor. La intimidad es tratada por la artista con delicadeza y pudor: compone fotográficamente un territorio en el que están excluidos, amorosamente, la compasión, el dolor y la tragedia. (En la Alianza Francesa, Córdoba 946, hasta el 8 de abril.)

Inauguran    en la semana
* Matta, hoy, en el nuevo espacio de la ex galería Der Brücke, que ahora se llamará Diana Lowenstein Fine Arts, en Avenida Alvear 1595.
* Juan Carlos Lasser, pinturas, y Alejandro de la Cruz, esculturas, desde ayer, en el British Arts Centre, Suipacha 1333.
* Juan Stoppani, Constelaciones maliciosas, pinturas y objetos, Alejandra Padilla y Alberto Magnasco, técnicas mixtas, mañana, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
* Roberto Rosas, Hierros forjados y alados, mañana, en el Museo Sívori, Avenida Infanta Isabel 555, frente al Rosedal.
* Pascual Marquet, pinturas, mañana, en Galería Arroyo, Arroyo 830.
* Analía Otero, esculturas, mañana, en el Centro Cultural General San Martín, Sarmiento 1551.
* César Paternosto, Formas geométricas arquetípicas, pinturas, el lunes 5 de abril, en Rubbers, Suipacha 1175.
Concurso de infantes
La convocatoria es para niños de hasta 9 años que deberán ilustrar un cuento inédito escrito especialmente para el concurso. Los trabajos serán clasificados en tres categorías, según las edades. Se elegirán 10 trabajos de cada categoría. El concurso está organizado por Bayer Argentina y en la edición del año pasado se presentaron 500.000 trabajos. Los niños premiados recibirán una bicicleta y obtendrán para sus colegios o jardines de infantes una biblioteca de 300 libros didácticos. Para mayor información hay una línea gratuita de consultas: 0800-888-8020.

 

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