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ENTREVISTA A TODD HAYNES, realizador DE “VELVET GOLDMINE”
“Un cuento de hadas, en clave gay”

El director explica por qué el film que acaba de presentar aquí le resultó una experiencia agotadora y qué ideas personales lo empujaron a retratar el mundo rockero de los ‘70: “El glam llevó la ambigüedad realmente lejos”, observa.

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Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes)  ”Me gusta la idea”, responde Todd Haynes cuando se le menciona que Velvet Goldmine, la fantástica épica rocker sobre el glam –el andrógino estilo musical inglés que marcó a fuego el rock de la primera mitad de los ‘70– que vino a presentar a Buenos Aires, antes que un film de rock parece El Principito gay. “Para mí, en realidad, Velvet Goldmine es como un cuento de hadas. Pero un cuento de hadas del rock, acaso en clave gay”, subraya, dándole una larga pitada al cigarrillo –ver foto– que arma apenas comenzada la entrevista con Página/12. Amable, sagaz y didáctico, el californiano de nacimiento pero neoyorquino por adopción es el director de un film atípico, que concentró todas las miradas tanto en su estreno inglés como estadounidense, y se ha convertido en una de las vedettes del Festival. Especialmente porque, de manera sorpresiva, aún no tiene asegurado su estreno local, pese a contar con Ewan Mac Gregor entre sus protagonistas. “Fue un film muy difícil de llevar a cabo”, confiesa Haynes. “Me tomó cuatro años de mi vida, y me dejó agotado. A tal punto, que no quiero pensar en volver a filmar por un buen rato.”
Lejos de quedarse en una reconstrucción de la época glam, Velvet ... es una laberíntica fábula andrógina que transmite antes de explicar, y que hace uso de todos los clichés del rock en el cine para intentar ir más allá de ellos. Aunque el nombre del film –basado en un oscura canción– y la imagen de su protagonista (Brian Slade, interpretado por Jonathan Rhys Meyers) remiten inevitablemente a David Bowie, el hecho de que Bowie se haya negado a ceder sus temas permitió, según su director, que el film adquiriera su propia entidad. “Al comienzo pensamos en esa negativa como algo terrible, pero terminó siendo una bendición”, declaró Christine Vachon, su productora, en la charla realizada el miércoles en el Alvear. Y agregó Haynes: “Bowie tocó el tema principal de nuestro film en New York, así que finalmente no parece haberle molestado mucho que se lo asocie con Velvet Goldmine”.
–¿Cuándo comenzó a involucrarse con el glam rock?
–Recuerdo el glam cuando sucedió, aunque era demasiado joven. Tenía unos diez u once años y, aunque en Estados Unidos nunca estuvo cerca de ser esa fiebre masiva que fue en Inglaterra, nunca me voy a olvidar de la cara de David Bowie en la tapa de Aladdin Sane. Era muy inquietante. Recuerdo haber sentido que no estaba listo todavía para eso.
–¿Era inquietante de la manera en que lo es para el protagonista de su film, en esa escena en la que compra su primer disco de Slade?
–Sí, de esa manera. Pero yo entonces ni siquiera compraba el disco. Todavía estaba un poco asustado. Así que ésa no fue realmente mi historia. Mi fanatismo por el glam recién llegó unos años después, en la secundaria, cuando comencé a escuchar en serio los discos de Bowie, y también los de Velvet Underground. Y recién en la universidad, cuando me involucré con Roxy Music y la etapa solista de Lou Reed, me di cuenta de que esta música realmente conectaba conmigo. Había elementos de exceso y melodrama en esa música, tanto de Bowie como la de Roxy Music. Y entonces me transformé en un fan.
–Su primer film fue “Superstar”, la historia de Karen Carpenter interpretada por muñecas Barbie. Con “Velvet Goldmine” se dedicó al glam. ¿La diferencia al encararlos se debe a sus gustos musicales o a su aprendizaje durante estos años?
–Es gracioso, porque cuando pienso realmente en ello, no creo que el tratamiento de ambas películas sea diferente. Creo que en ambas se utiliza un lenguaje artificial, para contar una historia donde, eventualmente, uno se olvida del artificio y siente las emociones. El film de Karen Carpenter comienza con muñecas de plástico, pero hacia el final uno se olvida que son muñecas y se preocupa por ellos. Y Velvet ... usa un lenguajeexcesivamente poético, locaciones absurdas y no-realismo. Pero al final y con suerte, uno se vincula con el contenido emocional.
–Uno de los grandes logros de “Velvet...” es el modo en que transmite el espíritu del glam. ¿Estaba buscando las emociones antes que cualquier cosa?
–Sí y no. Porque lo que me sorprende del glam rock es que es un ejemplo increíblemente interesante de música pop en la que la forma y el contenido son una misma cosa. Porque uno saca todas la ideas intelectuales del sonido, y extrae el color y la fragancia de las ideas. Ambas devienen en una sola cosa. Las ideas son parte de la sensación general, y son muy interesantes para mí: la femineidad, los toques camp en el glam, son muy diferentes a lo que el rock puede entregar. Los Stones y los Kinks flirtearon con lo andrógino y lo ambiguo. Pero el glam rock lo llevó realmente lejos. Uno ni siquiera tenía que escuchar las palabras para comprender el significado.
–¿No tuvo miedo de que fuera interpretado como un film nostálgico o de revival, antes que uno de sensaciones e ideas?
–Suelo pensar en la nostalgia. ¿Qué pasa si uno encuentra algo en el pasado que deconstruye el presente, y nos hace dar cuenta de que estamos yendo marcha atrás? La gente suele pensar que la historia va hacia adelante y la sociedad es cada vez más progresista, más abierta, más atenta ... y no es verdad. Así que, si uno encuentra algo en el pasado que desafía el presente, ¿es nostalgia? No lo creo. Eso sí, necesitaba sentir que el glam estaba enterrado para poder hacer un film. No sentía que podía decir: vengan, prueben esto, está al alcance. Porque el glam ya no está al alcance. Pero vale la pena mirarlo y sentirlo otra vez.
–La estructura de “Velvet...” corresponde a la de “El Ciudadano”: un periodista que busca develar el secreto del auténtico protagonista. ¿Por qué eligió este recurso?
–En realidad, lo que hago es tomar ese recurso y llevarlo un poco más lejos, o en una dirección diferente. Mi film toma la figura del periodista que en Citizen Kane trata de encontrar el significado de Rosebud, pero realmente el objetivo de su búsqueda tiene que ver con sus propias fantasías, recuerdos, asociaciones y miedos. Lo que él tomó de Kane y construyó en su mente. Que es lo que todos hacemos como fans. Tomamos a nuestro ídolos, la música, y construimos, imaginamos y participamos. Y si el glam fue interesante fue porque pedía un nuevo tipo de participación de los fans. Porque tenía que ver con disfrazarse y transformarse en otra cosa. Ofrecía la oportunidad de travestirse y probar estilos y sexualidades. Algo que, claro, los chicos hacen de cualquier manera.
–¿Es posible pensar en el glam como un anticipo de la liberación gay de los ochenta?
–Es gracioso, porque el disco Transformer de Lou Reed, que produjo Bowie, tiene el único pequeño contacto con el lenguaje de la liberación gay que llegaría años después. En “Make Up” dice: “Estamos saliendo/ de nuestros armarios”. Y no encaja con todo lo demás, porque eso nunca fue parte del glam rock. Fue algo más estadounidense, o de Nueva York. Tristemente, en última instancia lo que hizo la liberación gay fue crear otra identidad formal. OK, ahora soy gay, me visto de esta manera, actúo así, voy a estos bares, hago esto. Sólo hablo con gays y nada más. El glam rock no tenía nada que ver con eso, sino todo lo contrario. El glam se basa en negar toda identidad formal. Su slogan era el de una canción de Bowie: “Changes”. Se trataba de cambiar, probar, experimentar, no de acomodarse a una sexualidad o un corte de pelo.

“MUNDO GRUA”, DE PABLO TRAPERO
Una perla nacional

t.gif (862 bytes) Si hubiera estado lista a tiempo la copia (un problema que por falta de fondos sufre más de un film argentino realizado al margen de la burocracia del Instituto Nacional de Cine), Mundo grúa podría haber participado, desde enero pasado, de los festivales de Rotterdam –de donde obtuvo apoyo de la prestigiosa fundación Hubert Bals– y de Berlín. Le toca ahora al Festival de Cine Independiente de Buenos Aires la primera oportunidad de poner frente al público la excelente ópera prima de Pablo Trapero, un film que va a estar entre lo mejor de la producción nacional del año. Egresado de la Fundación Universidad del Cine y autor del cortometraje Negocios, ganador de la muestra de escuelas de cine que se realizó en el marco del Festival de Mar del Plata ‘97, Trapero (27 años) hizo con Mundo grúa una película en blanco y negro, en un tono menor, casi minimalista en su acercamiento a la realidad, pero que al mismo tiempo es capaz de dar cuenta magníficamente de todo aquello que rodea a su protagonista.
Rulo (Luis Margani) alguna vez fue bajista y compositor de un grupo de rock de los 70 y tuvo su cuarto de hora con el éxito de un tema que aún se recuerda, “Paco Camorra”. Hoy tiene el bajo guardado en un altillo, una panza de aquéllas y apenas consigue trabajo en alguna obra en construcción. Pero no vive de recuerdos. Lo suyo es el tiempo presente, ganar unos pesos que, si no se los gasta en cigarrillos, se los saca su hijo, que es más vago que él. En Mundo grúa hay una capacidad de observación y una sensibilidad en la mirada que el director pone sobre sus personajes que es muy raro encontrar en el cine argentino de hoy.
(“Mundo grúa se verá hoy a las 18 en el Abasto 5, en competencia oficial.)

 


Títulos, lugares, horarios

Estas son algunas de las propuestas más interesantes para hoy:
09.00 Conferencia Sundance. En el Abasto 1.
11.45 Pequeño ángel (Alemania), de H. Misselwitz (88’). Abasto 3.
12.30 Es todo (Argentina), de Gabriela Golder (70’). En el Cosmos.
13.30 I shot Andy Warhol (1995, EE.UU.), de P. Morrissey. Abasto 4.
14.00 A propósito de Niza (Francia), de Abbas Kiarostami y Parviz Kimiavi (100’). En el Abasto 2.
Mensaka (España), de Salvador García Ruiz (105’). En el Savoy.
14.15 El río de oro (Portugal), de Paulo Rocha (103’). En el Abasto 3.
14.30 La pistola de mi hermano (España), de Ray Loriga. Cineplex.
15.00 El asadito (Argentina), de Gustavo Postiglione (72’). Cosmos.
Conferencia Sundance. En el Abasto 1.
15.30 Kenoma (Brasil), de Eliana Caffé (110’). En el Abasto 5.
16.00 La velocidad de Gary (EE.UU.), de D.Ireland (100’). Abasto 4.
16.30 El viento se llevó lo que (Argentina), de A. Agresti. Lorange.
Shall we dance (Japón), de Mark Christopher (119’). En el Savoy.
16.45 Laberinto de sueños (Japón), de Sogo Ishii (90’). En el Abasto 3.
17.00 Megacities (Austria), de Michael Glawogger (90’). Abasto 2.
El extranjero loco (Francia), de Tony Gatlif (100’). En el Cineplex.
Cine independiente del mundo - Cortometrajes. En la Lugones.
18.00 Mundo grúa (Argentina), de Pablo Trapero. En el Abasto 5.
18.30 Blue Note (EE.UU.), de Julian Benedikt (90’). En el Abasto 4.
18.45 Blanca (1984, Italia), de Nanni Moretti (95’). En el Abasto 1.
19.00 Ensayo de un fin de semana (Argentina), de A.Agresti. Cosmos.
Mensaka (España), de Salvador García Ruiz (105’). En el Savoy.
19.30 Velvet Goldmine (EE.UU.), de Todd Haynes. Abasto 2 y 3.
La pistola de mi hermano (España), de Ray Loriga (90’). Cineplex.
20.30 Ejay (Rusia), de Georgy Shengelia (95’). En el Abasto 5.
21.00 Modulaciones (EE.UU.), de Iara Lee (74’). En el Abasto 4.
21.30 La cosa (1990, Italia), de Nanni Moretti (59’). En el Cosmos.
Shall we dance (Japón), de Mark Christopher (119’). En el Savoy.
22.00 Silvia Prieto (Argentina), de Martín Rejtman (92’). Abasto 2 y 3.
Verano, lluvia, lámpara (China), de Kim Sion (107’). En la Lugones.
23.30 Cultura (1’) y Los humillados (74’). En el Abasto 4.
00.30 El despertar de la bestia (Brasil), de José M. Marins. Cosmos.
01.00 Go for gold! (España), de Lucian Segura (103’). En el Abasto 2.

 

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