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EN CARTA A GELMAN, BALZA DICE QUE ÉL
NO PUEDE INDAGAR A CABANILLAS POR ROBO DE CHICOS.
INVESTIGAR SE PUEDE, PERO QUE LO HAGA OTRO

Mediante una carta personal a Juan Gelman, Balza abrió la puerta para que la Justicia pida un expediente de 1977 o cite a Cabanillas. El jefe del Ejército no anunció un sumario ni el pase a disponibilidad del general acusado.

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Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes) El jefe del Ejército le contestó a Juan Gelman sus cartas abiertas del domingo y el jueves con otra carta en la que establece un hecho y transmite un mensaje. El hecho: Martín Balza no pasó a disponibilidad al general Eduardo Cabanillas, ni siquiera como medida preventiva hasta que la Justicia esclarezca la responsabilidad que tuvo en 1976, cuando era capitán, en el robo en cautiverio del nieto o nieta del escritor. El mensaje: el Ejército queda comprometido a “satisfacer los requerimientos legales” de la Justicia. Aunque no lo dice, después de esa promesa Balza debería remitir documentación y ordenar a Cabanillas que se presente si es citado por los tribunales civiles.
Para deslindar cualquier carga como jefe del Ejército, Balza se escudó en que Cabanillas no fue imputado, procesado, condenado, indultado, beneficiado con el Punto Final o la Obediencia Debida, cuestionado por el Congreso al ascender o censurado por el Ejecutivo al enviar su pliego.
La criatura de Marcelo Gelman y María Claudia García Irureta Goyena, los dos secuestrados en el centro clandestino Automotores Orletti, debió haber nacido en octubre de 1976.
Cabanillas, que ahora es jefe del Cuerpo de Ejército II, fue uno de los encargados del campo de concentración, tal como consta en una actuación de 1977 de la justicia militar que Gelman mencionó. En su texto a Gelman, Balza no constata ese dato clave, pero admite que “de la propia lectura de sus cartas se desprende la existencia de investigaciones atinentes a las circunstancias que refiere”. Sin embargo, aclara que no puede investigar ni está en condiciones de sobrepasar los límites de un pedido de “sinceramiento” a sus oficiales. En ese caso, Cabanillas ya defraudó la confianza de su jefe, y podría haber sido pasado a retiro:
u El propio Balza cita que Cabanillas “me informó no haber estado nunca en el lugar conocido como Automotores Orletti, y ser ajeno a cualquier hecho delictivo de los enunciados por usted, ignorando evidencias o indicios inherentes al secuestro de su hijo y de su nuera embarazada”.
u El lunes, ante el diario La mañana del sur, Cabanillas dijo que “se recibían en la SIDE nombres, gente que estaba trabajando con estas organizaciones defensoras de los derechos humanos. A partir de ahí, los grupos operativos, llámense Jardín o Automotores Orletti, o los inorgánicos, operaban, sacaban a esta gente y la ponían a disposición de la SIDE”. Agregó que “luego se les tomaba declaración y se los entregaba a la Justicia”, pero no dio detalles. En aquella actuación de 1977, cuando declaró como testigo en una causa abierta por denuncias contra Aníbal Gordon, Cabanillas había reconocido que prestaba servicios en la SIDE, cosa que la carta de Balza también registra, “en una dependencia identificada con la sigla OT dieciocho”.
El número 18 identificaba a Orletti. “OT” significa “operaciones tácticas”.
“Las OT cumplían la parte ejecutiva del secuestro y la tortura”, dijo anoche a este diario Mirta Mántaras, una reconocida experta en derechos humanos y cuestiones militares. “Si Cabanillas era capitán en una OT, es razonable pensar que debió tener conocimiento o responsabilidad directa en la ejecución del plan criminal y, como mínimo, no pudo ignorarlo”, explicó.
El jueves último el fiscal Eduardo Freiler, que trabaja en la megacausa por el robo de menores a cargo del juez Adolfo Bagnasco, pidió al magistrado que exija al Ejército el expediente del ‘77.
Balza ya está citado por Bagnasco para declarar el 23 lo que sepa sobre el plan de supresión de identidad de los hijos de los secuestrados.
Parece sensato pensar que, en pocos días más, Bagnasco pedirá las actuaciones. Que Cabanillas podría recibir una citación de la Justicia. Y que deberá cumplirla: “Como Balza es el jefe del Ejército, y no unciudadano común, si él escribe en una carta con membrete que Cabanillas está dispuesto a satisfacer los requerimientos legales, después Cabanillas no podrá negarse a declarar en un tribunal”, opinó Mántaras.
La abogada aportó otra clave más del caso, al destacar que también la alusión precisa de Balza a que Cabanillas revistó en comisión en la SIDE
“desde el 5 de agosto de 1976 hasta el 28 de enero de 1977, durante 177 días”, tiene carácter de documento.
Mántaras le quitó importancia a la palabra de Cabanillas, que Balza cita sin comprar ni vender. “Lo que diga Cabanillas no sirve para nada, porque nadie puede ser obligado a declarar en su contra”, dijo.
“A usted le será mucho más fácil que a mí averiguar el destino de María Claudia y su bebé”, escribió Gelman en su primera carta. “Tiene acceso a todos los medios para ello. Si no lo hiciere, procure evitar el castigo del insomnio: el no sueño de la mala conciencia –dijo el poeta– es un territorio devastado por la muerte.”
Mántaras señaló que el jefe del Ejército tendría facultades para abrir un sumario sobre la actuación de Cabanillas, en cumplimiento de lo que en los reglamentos figura como “el buen servicio y la disciplina”.

 

El texto de la respuesta de Balza

Buenos Aires, 09 de abril de 1999
De mi mayor consideración:
En respuesta a las cartas publicadas el 4 y 8 de abril del corriente en Página/12, a tenor de los cuales Usted atribuyó al General de División Eduardo Cabanillas presuntas responsabilidades en el secuestro de su hijo y de su nuera embarazada, y además me pidió el esclarecimiento de tales hechos, interpreto necesario transmitirle lo siguiente:
Comprendo su dolor ante la pérdida irreparable de seres queridos. Entiendo el tormento de graves preguntas sin respuestas. Comparto, por ello, su búsqueda decidida de verdad y justicia.
El General Cabanillas prestó servicios en el entonces Comando General del Ejército, en comisión en la Secretaría de Informaciones del Estado desde el 5 de agosto de 1976 hasta el 28 de enero de 1977, durante 177 días. Asimismo, me informó no haber estado nunca en el lugar conocido como “Automotores Orletti”, y ser ajeno a cualquier hecho delictivo de los denunciados por Usted, ignorando evidencias o indicios inherentes al secuestro de su hijo y de su nuera embarazada.
El General Cabanillas, al igual que todo el personal del Ejército, está dispuesto a satisfacer los requerimientos legales que exijan las autoridades competentes.
No consta en la Fuerza que el General Cabanillas hubiera sido imputado, procesado ni condenado a raíz de causa alguna ligada con los hechos de violencia del pasado. Tampoco fue indultado ni beneficiado al amparo de las leyes de Punto Final u Obediencia Debida.
Los antecedentes del General Cabanillas fueron analizados y evaluados, no solo por la Junta Superior de Calificaciones del Ejército, sino también por el Honorable Senado de la Nación, en tres ocasiones recientes. Concretamente, al ser aprobados sus ascensos a Coronel (1987), a General de Brigada (1993) y a General de División (1997), a instancia de los últimos tres gobiernos constitucionales. Las autoridades intervinientes no encontraron objeciones profesionales, personales, morales, ni jurídicas, a diferencia de otros casos, para conferir esas jerarquías al actual General Cabanillas.
De la propia lectura de sus cartas, se desprende la existencia de investigaciones atinentes a las circunstancias que refiere. Su solicitud a que en mi condición de Jefe del Ejército realice y profundice dichas investigaciones, contraviene las facultades que por ley asisten a las funciones que las autoridades de la Nación me confiaran.
Las atribuciones para investigar y juzgar situaciones del tipo de las consignadas en sus dos cartas, están reservadas constitucionalmente a la competencia de organismos jurisdiccionales, dentro de las garantías del debido proceso. Estas atribuciones no pertenecen al ámbito del Ejército.
Reiteradamente he requerido al personal de la fuerza, en condiciones de hacerlo, actitudes de sinceramiento contribuyentes a cimentar la verdad y la pacificación nacional. En esta específica materia, la ley sólo me permite apelar a la conciencia de aquellos que puedan contribuir al esclarecimiento de los hechos.
El pasado nos legó enseñanzas hoy internalizadas por los argentinos. Los militares aprendimos a ser observantes del Estado de Derecho y a respetar la legitimidad oriunda de la legalidad.
Ratifico mi más enérgico repudio a las acciones ilícitas acontecidas en la lucha contra el terrorismo, contrarias al Derecho de Guerra y a elementales principios morales y jurídicos. Esos principios que hacen al reconocimiento de la dignidad de las personas, fueron contrariados por aberrantes prácticas tales como la sustracción de menores nacidos en cautiverio, el impedimento de disponer de los restos mortales de los seres queridos y las dificultades creadas para conocer las circunstancias en que esas personas perdieron la vida.
Señor Gelman, a Usted y a nuestra sociedad lamento sólo poder dar las respuestas que tengo, y no todas aquellas que permitan el real y totalesclarecimiento de un pasado que aún niega a los argentinos la posibilidad de la tan ansiada reconciliación.
Estando al alcance de ambos la opción del diálogo personal y franco, sepa de mi disposición a mantener un encuentro con Usted.
Reciba mi atento saludo.

 


 

El espía que atiende desde la mesa de café

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El ex mano de obra desocupada Ruffo (izquierda) se reúne con su contacto una vez por semana.
Su empleador, Hugo Anzorreguy, tendrá que comparecer el 27 de abril ante la comisión de Diputados.

Por Eduardo Tagliaferro

t.gif (862 bytes) El torturador Eduardo Alfredo Ruffo, recientemente reincorporado a la SIDE, se desempeña en el área de contrainteligencia, junto a un “grupo de espías” que no tiene contacto formal con “la Secretaría” y que tiene como misión de conocer las actividades del enemigo y que responde al mando directo del titular del organismo, el ex abogado laboralista Hugo Anzorreguy. “No se lo suele ver por el edificio de la calle 25 de Mayo”, dicen en referencia a Ruffo los espías que todos los días se reportan en el cuartel central de la SIDE. Los miembros del plantel básico de la secretaría están en lo cierto, ya que las órdenes para cumplir con su tarea el ex miembro de la Triple A suele recibirlas en un bar ubicado en las Galerías Pacífico, adonde concurre todas las semanas para reunirse con el agente de la SIDE Francisco Ablanelo. El café de trabajo que una vez a la semana reúne a Ruffo con su “contacto” no es un intercambio bilateral, ya que suele incluir como tercero a un miembro de la Secretaría de Seguridad Interior, que dirige el licenciado Miguel Angel Toma.
Si bien las tareas de “contrainteligencia” son definidas como netamente preventivas, ya que tienen como principal objetivo conocer las cualidades del oponente para neutralizarlo, las fuentes consultadas por Página/12 no descartan que entre las actividades realizadas por Ruffo se encuentren las de “espiar a los hombres de la SIDE”, actividad prevista en el organismo y definida como auditoría interna. ¿Quiénes son los enemigos y adversarios a investigar? no es una pregunta menor en la cabeza de hombres que, como Ruffo, hicieron de la tortura y el asesinato su principal actividad.
Los agentes que se dedican a la contrainteligencia no son extraños para Ruffo, ya que entre ellos se encuentra el marido de la hija de su antiguo jefe, Aníbal Gordon, y también un ahijado de un viejo amigo de la “banda”: Rubén Guglielminetti, quien esta semana se ocupó de negar su actual pertenencia a la SIDE. “No sirvo para realizar inteligencia en democracia”, fueron los dichos utilizados por Guglielminetti para desvincularse de la gestión de Anzorreguy y mostrarse como un agente “retirado”. Si es que los parapoliciales y servicios de inteligencia en algún momento pasan a retiro, como lo demuestra la reincorporación a la SIDE de Ruffo y otros destacados represores, que luego de “hacer carrera” durante la última dictadura militar fueron reciclados por la gestión menemista.
Los integrantes del grupo Gordon solían compartir largos encuentros familiares de los que participaban los dos niños que estaban en poder de Ruffo: Carla Rutilo Artés y Alejandro, un menor del que no se pudo determinar su real identidad, a pesar de que sus estudios genéticos fueron cruzados con todos los datos disponibles por las Abuelas de Plaza de Mayo. El estudio de ADN de Alejandro no coincidió con ninguno de los casos declarados, por lo que el chico fue reintegrado al matrimonio apropiador.
Sin embargo, en 1985, cuando Ruffo fue detenido y luego de que Carla Rutilo Artés fuera entregada a su abuela materna, el torturador de Orletti en las largas tardes de presidio solía jactarse de que todavía tenía en su poder a “un hijo de guerrilleros”. A pesar de que la Justicia no pudo determinar la real identidad de Alejandro, Ruffo nunca dijo cómo el menor llegó a sus manos.
El chico tiene en la actualidad 21 años y se encuentra en poder del hermano de Ruffo, un médico al que el ex lugarteniente de Aníbal Gordon le confió la guarda del menor, que lo visita regularmente en la vivienda del matrimonio Ruffo, un departamento ubicado en Soler y Billinghurst. La propiedad perteneció al fallecido dirigente del gremio de la construcción Rogelio Coria, e inexplicablemente sigue ocupada por Eduardo Ruffo junto a su mujer, Amanda Cordero.
¿En qué fecha se produjo la reincorporación de Ruffo a la SIDE? ¿En qué categoría revista? ¿Cuál es la asignación mensual que percibe? Son algunas de las preguntas a las que deberá responder Hugo Anzorreguy, cuando el próximo 27 de abril concurra a la Comisión de Seguridad Interior de laCámara baja para tratar de explicar los objetivos que lo impulsaron a recontratar al ex miembro de la banda de Aníbal Gordon.

 

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