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Boca logró una difícil pero merecida victoria ante Newells en el Parque Independencia. Elizondo echó a Palermo porque se bajó los pantalones e hizo señas durante la celebración de su gol.
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![]() El festejo de Palermo fue la versión hard del gol que celebró en Liniers ante Belgrano. El domingo se arremangó los pantalones, anoche se tiró al piso y se los bajó dejando su slip negro al aire. El Mellizo Barros Schelotto se dio cuenta y le subía el pantaloncito mientras el resto se sumaba a la montaña de la celebración. Palermo, ya compuesto, siguió el rito con una rutina digna del Bolshoi y Elizondo ni mu. Hasta que Palermo señaló con su dedo, allá al fondo, como diciendo para vos o para ustedes. Y Elizondo, que permitió que se pegaran e hizo un culto del siga-siga, le sacó la roja. Abbondancieri dijo que me lo dedicó a mí, siempre lo hace así porque somos amigos y compartimos la habitación en la concentración, pero Elizondo creyó que Martín se lo gritaba a los hinchas de Newells que estaban atrás de mi arco. Por eso o por bajarse los pantalones, Palermo no podrá estar ante Racing. Boca lo había intentado de todas las formas posibles. Por arriba, por abajo, desde afuera y sin embargo no había conseguido quebrar a un Cejas experto en rechazar con puñetazos, recurso aconsejable para una cancha rápida y traicionera y una pelota siempre mojada. Boca lo había intentado y lo logró con la fórmula menos ortodoxa: pelotazo frontal y cabezazo de espaldas que se colgó del ángulo izquierdo del arco rojinegro. Era justicia, estricta justicia, a sólo siete minutos del final de un partido que no habrá sido el mejor del campeonato, pero seguramente estará entre los más dramáticos. Boca lo tuvo encerrado a Newells en los dos primeros cuartos de hora. En los quince iniciales sin solidez y ayudado por los nervios de los pibes rojinegros que, pese a su entusiasmo, daban ventajas y descuidaban a un Palermo sereno pero poco certero que merodeaba el área como una fiera al acecho. Lo tuvo otra vez en el comienzo de la segunda parte, donde hizo su mejor fútbol ante el mejor momento de despliegue, concentración y respuesta de contraataque de Newells. Sin embargo, sólo se llevó sinsabores cuando quiso gritar el gol, como en ese extraordinario derechazo de Riquelme en una jugada que ya le dio dividendos en partidos anteriores que reventó el travesaño de Cejas. Castelli había dicho que iba a presionar a Boca pero en los lugares donde más nos conviene. Lo que se vio fue que los chicos de Newells corrieron a los Boca, que es algo diferente a presionar. Presión fue la que ejerció Boca, porque apretó la marca sabiendo siempre qué hacer después de conseguida la pelota. Esa fue la gran diferencia. Mientras Newells tardó veinte minutos en ubicar a Manso a espaldas de Serna, desde donde generó las aproximaciones a Abbondancieri para salir siempre recto ychocar con Bermúdez-Samuel, Boca ganaba la pelota y abría hacia afuera para después buscar a Riquelme con un Bernardi siempre encima. Y con dos sistemas parecidos tomó predominio el equipo que tiene más experiencia, más solidez y por supuesto mejores individualidades. Por eso fue justo el triunfo de Boca, aunque en los últimos diez del primer tiempo, cuando los locales llegaron seguido, la sensación era que el partido estaba para cualquiera de los dos. El mejor estado físico de los visitantes hizo el resto. Mientras los pibes de Newells casi se arrastraban y sólo seguían corriendo por amor propio, los de Boca corrían con resto de aire y además con criterio. Y entonces llegó la jugada clave. Cagna en posición de diez levantó la vista y miró el área. Palermo iba hacia afuera, de espaldas al arco y le había sacado medio metro a su marca. Cagna se jugó la ficha un pleno y Palermo cantó azul y amarillo el 9. El lungo metió el cabezazo hacia atrás y le dio una comba perfecta a la pelota para que aterrizara detrás del vuelo de un Cejas sorprendido. Gol, victoria, punto e invicto.
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