El número 17 de la OTAN Por Claudio Uriarte |
Lo más espectacular del silencioso número 17 de la OTAN no es su vinculación con Occidente --que nunca estuvo puesta en duda-- sino su acercamiento al mundo musulmán moderado, en este caso encarnado por Turquía. Significa que se está formando una alianza de facto entre Israel y los "árabes buenos" contra los "árabes malos", lo que es un buen augurio para las perspectivas de reactivación del estancado proceso de paz entre Israel y los palestinos; la clave al respecto será ver con quién forma alianza parlamentaria el primer ministro Benjamin Netanyahu después de ganar --como casi seguramente va a ganar-- las elecciones israelíes del 17 de mayo: si con la ultraderecha religiosa que ha impedido hasta ahora casi cualquier avance de la paz o con la centroderecha que dirige el Partido Laborista. Todavía es demasiado pronto para hacer pronósticos al respecto, ya que la política interna israelí tiene una dinámica muy singular e impredecible. El segundo dato trascendente del "número 17" viene desde el lado de la OTAN, que de este modo se proyecta fuera de su esfera de influencia y misión tradicionales, flanquea hacia el sur y asume activamente un rol de rediseñador de fronteras e impositor de un tipo de pax otaniana más parecida al wilsonismo de la primera posguerra que a la realpolitik de, digamos, Henry Kissinger. Esta nueva configuración no está para nada exenta de riesgos, como se ha probado en las fallas tácticas de la operación en Yugoslavia y en la precipitación estratégica de una nueva Guerra Fría con el mundo eslavo. Pero se trata de la dirección que están tomando los acontecimientos, sea por diseño o por deriva inercial.
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