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Por Raúl García ![]() --En Esto no... sostiene que el libro enfrenta una batalla desigual con la computación y los medios de comunicación. ¿Es un planteo apocalíptico? --Creo que se trata de una polémica permanente, sólo que no se explicita. No estoy en contra de la computadora, la uso todo el tiempo. Pero un texto de computadora no es un libro y allí el soporte juega un papel importante. Hay operaciones de recepción que pueden hacerse con un libro y no pueden hacerse con computadoras. No estoy en contra ni de uno ni de otro. Pero veo claro que en términos de identificación del autor, por ejemplo, el texto electrónico es impersonal. El libro es un soporte específico, ligado al individuo. Me interesa mucho la aventura individual de la lectura. Uno puede charlar y mirar televisión en grupo, pero no se puede leer en grupo. La lectura es una aventura individual. Lo que descubro a través de mis investigaciones sobre el tema en Argentina es que eso se puede perder, y sería catastrófico. El origen de mis investigaciones sobre el libro es la no lectura en la escuela argentina. El libro está desapareciendo en la escuela. Me parece que la práctica de la lectura está en peligro. --Según el corresponsal de la TV Española Martín Medem, Colombia posee una de las tasas más amplias de violaciones de diversos tipos a los derechos de los niños. Usted, al mencionar el dato, subraya que, sin embargo, los niños colombianos leen tres veces más que los argentinos. --En la introducción hablo de Roger Chartier, que pone el acento sobre la lectura como una práctica que no está en contra de nada, pero que no hay que perder y que tiene características específicas. No tiene nada de malo mirar televisión. Pero no es lo mismo que leer. Cada práctica tiene su propia relación con el individuo y genera mecanismos cognitivos diferentes. No es casual que le dedique este libro a mi hijo. Hoy tiene 15 años, pero a los 6 llegamos a un acuerdo: podía mirar una hora por día de TV. Después de esa hora, leía. Era capaz de pasarse un día sumergido en un libro olvidándose de todo. Lo pongo como ejemplo, porque si utilizamos la televisión para sacarnos de encima los chicos, obviamente se van a pasar el día mirando TV. Ojo, la TV no está arruinando al libro. Lo que digo es que quienes están arruinando el texto escolar son los maestros y los padres. Ellos son los responsables, y no la TV.
--Usted plantea una especie de relación carnal, o fraternal, con el libro. --Los libros envejecen como uno; tengo libros desde hace treinta años que están marcados por mi vida. Cada uno de nosotros estuvo marcado por algunos libros en su vida. Existe una especie de envejecimiento del libro, una temporalidad que desaparece totalmente en el texto electrónico. Este último no tiene edad. --Usted señala que con Internet el mundo ha perdido toda responsabilidad comunicacional, y agrega "al igual que en la educación". ¿Podría fundamentar esa afirmación? --Tiene que ver con la diferencia existente entre un libro que activa el imaginario del lector, y una colección de recortes de diarios donde nadie ha escrito eso, y entonces desaparece el enunciador. Si desaparece el enunciador porque nadie sabe quién dijo eso, también desaparece el destinatario, y ése es un grave problema: ¿quién está hablando? Si el maestro en lugar de hacer trabajar a los chicos con un libro -sea bueno o malo-- los hace trabajar con recortes de diarios, nadie está hablando a nadie. Se trata de un fenómeno de pérdida de identidad. --¿Usted está afirmando que los maestros no enseñan? --Aquí se dio una curiosa coincidencia entre el retorno de la democracia con la instalación de la pedagogía moderna constructivista, interactiva, etc. Ocurrió, en un tiempo muy breve, un fenómeno que en otros países llevó más tiempo. A mi juicio ello produjo efectos perversos, en el sentido de que el maestro moderno es quien hace trabajar a sus alumnos en grupos. Ocurrieron muchas cosas al mismo tiempo, y a la vez quien defiende al libro es un retrógrado. En la tercera parte de mi libro describo la complicidad entre el maestro moderno -que no utiliza libros--, el padre moderno que adhiere a ese maestro -quien además tiene razones para no comprar libros-- y el chico que se divierte. ¡Es un horror! Para mí es una trampa en la que todos los actores sociales están de acuerdo.
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