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PANORAMA POLÍTICO

Fragmentados

Por J. M. Pasquini Durán


t.gif (862 bytes)  Los poderosos y los influyentes tratan a la realidad como si estuviera dividida en tajadas distintas, sin ninguna relación de una con otra. El agro, la industria, los impuestos, la seguridad, la educación, la miseria, la corrupción, la competencia electoral ... cada asunto que ingresa a la agenda nacional es recibido como si fuera ajeno a todos lo demás. Así, el Congreso puede aprobar penalidades mayores para delitos que se cometen por causas o responsabilidades que no entran en consideración ni mucho menos en litigio.

En Estados Unidos, cabeza de la guerra en los Balcanes, la tragedia de la escuela Columbine, en una localidad de provincia, conmovió al país y el presidente Bill Clinton tuvo que ofrecer explicaciones públicas, mientras las autoridades educativas y de seguridad se hacían cargo de la situación. Aquí, las investigaciones judiciales presumen que la fábrica militar de Río Tercero fue volada a propósito, y con ella el pueblo, para borrar evidencias de robo y contrabando de armas, pero el fiscal no consigue reunir los expedientes en una misma causa judicial y nadie en el Gobierno se da por aludido.

Todo recibe el mismo tratamiento. De lunes a jueves, las entidades agrarias paralizaron sus actividades con una disciplina masiva que sorprendió a los dirigentes más combativos. Los miembros de la aristocrática Sociedad Rural, que recibían con ovaciones al presidente Carlos Menem en su exposición anual de Palermo, acataron la medida de fuerza como si fueran docentes. Pasó, igual que un chaparrón tropical, sin que ni aún los candidatos en campaña interrumpieran sus discursos autistas.

El jueves al mediodía una caravana de caras famosas hizo cola en un hotel cinco estrellas para asistir al cocktail que ofreció el embajador de Israel, pero ninguna de esas personalidades importantes hizo eco a las palabras del mismo diplomático en el último aniversario del atentado contra esa embajada. En cambio, sólo un puñado de hombres y mujeres, anónimos en su mayoría, acude cada lunes al compromiso de la Memoria Activa, frente al Palacio de Tribunales, en la "calle de la injusticia" como la conocen hasta los taxistas. La Corte Suprema, imperturbable.

Ya no se habla de IBM-Banco Nación, aduanas paralelas, contrabando de oro, el asesinato de Cabezas, los suicidios de Yabrán y Cattáneo, las quiebras fraudulentas, las riquezas mal habidas con cuentas en el Caribe y departamentos en New York, y tantos otros escándalos que han curtido la piel de los argentinos. Ahora, el imperio del crimen lo manejan rateros armados y civiles violentos, gracias a una legislación permisiva, según el argumento a la moda.

Antes eran los travestis y las prostitutas, mientras más dominicanas mejor, los peruanos y bolivianos, los villeros, los drogadictos y si se agregan la "mano de obra desocupada", los policías corruptos, los traficantes de todo tipo, los comerciantes de mercadería robada, automóviles en primer lugar, los regentes de saunas y prostíbulos de varios sexos, en fin, serían miles y miles las personas dedicadas al delito. ¿Será éste el trabajo "en negro" del que siempre habla el Presidente?

Además de pedir mejores policías y tribunales, la exclusión social, el analfabetismo, el consumo temprano de alcohol y drogas, por citar algunas otras causas probables, no se toman en cuenta ya que nada se hace efectivo para corregirlas. El Estado tiene que cerrar las cuentas a satisfacción de Teresita Ter Minassian, al mercado no le importa y la política mira la realidad desde la ventanilla de un tren en movimiento. Los congresistas pasan todos los días frente a la Carpa Docente, pero no la vinculan con el resto del paisaje social. El drama docente sería tajada de otro cuerpo.

Tampoco le importó a monseñor Bergoglio, tan preocupado que parece por el estado de la educación. El discurso del obispo porteño --que no se expresó en las opiniones del Episcopado que terminó su asamblea el sábado pasado-- pretende regresar el tema educativo a fines de los años cincuenta, cuando se discutía si laica o "libre", con un fundamentalismo faccioso que más bien podría estar destinado a cuidar el privilegio de los subsidios estatales y a reagrupar a la derecha católica ante la amenaza "laicista" de la Alianza, una formación presunta de masones y marxistas, según las pesadillas de esos conservadores. Si pidieran opinión a los masones y marxistas, en lugar de atontarse con prejuicios, dormirían más tranquilos. En la intimidad de capillas y salones se aclara que el cuerpo católico argentino no piensa igual, pero ¿por qué calla, en lugar de expresar la diferencia? ¿O el debate vale la pena sólo cuando hay que resguardar al Papa de las críticas por su respaldo a Pinochet?

¿De dónde sale esta cultura generalizada que fragmenta la realidad en múltiples pedazos separados? Del "pensamiento único", aunque parezca una paradoja o un juego de palabras. La globalización económica, concentrada alrededor del capital financiero, al mismo tiempo que se expandía por el planeta construía compartimentos estancos como una estrategia de autodefensa. Primero desligó de la política a la suerte de la economía, luego a la sociedad del mercado, y a éste lo dividió en nacional, subregional, regional y mundial, todos sujetos además a la "mano invisible" de los fondos de inversión, una realidad virtual en el cyberespacio de las computadoras.

Según ese pensamiento, el hombre no es dueño de su destino sino que obedece a fuerzas intangibles y superiores, a las que ninguna voluntad humana puede alcanzar, aunque sean terrenales y no divinas. ¿Los productores del campo tienen problemas? Nada se puede hacer, porque "alguien" hizo caer los precios internacionales de sus productos. ¿Hay recesión? Efectos asiáticos, mexicanos, brasileños, vaya a saber dónde y por qué comienzan los huracanes. ¿Por qué quiebran Yoma, Beraja, Moneta y Elsa Serrano, todos triunfadores hasta ayer, merecedores de generosos créditos de la banca pública que maneja el dinero de todos? Sorpresiva ineptitud para competir en el insondable mercado.

Por vía de estos razonamientos, la economía ha dejado de ser objetiva y manejable, para apoyarse en un sentimiento o, tal vez mejor, en una sensación: la confianza. Igual que la indulgencia de Dios, la confianza se dispensa. Igual que un amante celoso, reclama pruebas constantes de fidelidad. Igual que el dogma, rechaza la duda irreverente. El dúo Menem-Cavallo tuvo "la confianza", Duhalde y Ortega esperan recibirla por herencia, De la Rúa y Alvarez la buscan con empeño. Los maestros, pobrecitos, son víctimas de la desconfianza: si los contribuyentes confiaran en el Estado, sobrarían los recursos. Es inútil, por lo tanto, reclamarle al Gobierno o imaginar otras opciones. La exclusión social no es un efecto de una determinada organización económica, sino el fruto no deseado de la insuficiente confianza del inversor, otro sujeto inasible. La corrupción pasa a ser un exceso de confianza.

Si mañana el país renunciara a su moneda para "dolarizarse" sería más confiable todavía, y si hablara inglés y si fuera blanco, sajón y protestante y si hubiera viajado en el "Mayflower" en lugar de las tres carabelas, otro gallo cantaría. Los generales estarían diseñando el bombardeo de Belgrado en lugar de recorrer tribunales y prisiones por matanzas sin coartadas "humanitarias". La irracionalidad del pensamiento único de los "humanitaristas" del Primer Mundo le quitó humanidad a la política para justificar la economía inhumana. Para que sea intocable, fue preciso fragmentar la realidad, como un gigantesco rompecabezas que nadie puede armar de nuevo. La inhumanidad provoca cinismo: ¿Cómo es posible que el Ejército pretenda creer que un general que tuvo bajo su mando una prisión ilegal como Automotores Orletti pudiera ignorar la suerte de los prisioneros que hacían sus subordinados?

La política necesita recuperar la condición humana y con ella la sensibilidad ante el sufrimiento de los demás. De lo contrario, la brecha que hoy la separa del interés popular seguirá ensanchándose sin remedio, hasta justificar las peores soluciones. La historia siempre vuelve al lugar del delito, escribió en estos días Evgueni Evtuchenko para explicar el drama de los Balcanes. Mientras los líderes de la OTAN celebran su medio siglo con una guerra insensata y mentirosa, será bueno que los pueblos recuerden que también en abril de 1945, cuatro años antes de que naciera esa alianza militar, terminaba la Segunda Guerra Mundial, la última que se prometió la humanidad herida. Fue en nombre de la paz que se dictaron los mandamientos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

No hay más remedio que caminar sobre las propias piernas, en lugar de subirse a los bombarderos o de esperar que otros caminen por uno, para continuar hacia ese destino prometido. Luigi Pintor, opositor de la guerra en un país miembro de la OTAN, escribió anteayer en Il manifesto, que ayudó a fundar hace treinta años, algunas palabras de esperanza: "Estamos cansados, con las piernas fatigadas. Pero algo nos dice que estamos menos solos que en otros momentos de nuestra historia. Hemos vencido (en Italia) la última batalla por la democracia contra la oligarquía que nos gobernaba y estamos combatiendo la más bella de nuestras batallas contra la barbarie de la guerra". Así, nomás. Un buen ejemplo de integridad humanista, en medio de los fragmentos de la sinrazón.

 

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